Las elecciones de este domingo han devuelto a España al 20 de diciembre. Se repite el bloqueo, en el que ni el centro derecha ni la izquierda suman los escaños suficientes para alcanzar una mayoría para gobernar: 169 escaños suma el centro derecha por los 156 de la izquierda. En 2015 la relación fue 163 a 159. La experiencia debe servir de lección para no cometer el mismo error.

El cambio más significativo en relación al 20-D es que el llamamiento al voto del miedo de Rajoy para frenar a Podemos le ha permitido atraer a votantes de Ciudadanos. Gracias a eso, el PP sube 14 escaños, que son seis más de los que pierde la formación de Albert Rivera. Pero se trata de un trofeo inútil, por cuanto los conservadores siguen muy lejos de los 176 escaños que dan la mayoría absoluta.

Fracaso de Podemos

La sorpresa mayor ha sido el nulo crecimiento de Unidos Podemos, al que todas las encuestas daban como segunda fuerza política, lo que habría significado el descalabro de Pedro Sánchez y la implosión del PSOE. Pablo Iglesias, pese a volver a tejer múltiples alianzas con Compromís, las mareas, el partido de Ada Colau y, sobre todo, la novedad de Izquierda Unida, sólo sube los dos escaños que ya tenía el partido de Alberto Garzón. Un resultado decepcionante ante lo que sus dirigentes presentaban como una ocasión histórica para lograr la hegemonía en la izquierda.

Y es que Pedro Sánchez, aunque pierde cinco diputados, mantiene la segunda posición contra todo pronóstico -en votos y en escaños-, lo que, paradójicamente, y pese a cosechar los peores resultados del PSOE en su historia, refuerza su liderazgo. Además, quien parecía su relevo natural, Susana Díaz, ha visto como el PP la derrotaba en Andalucía.

El PSOE resiste

Aunque Pablo Iglesias ha hecho una gran campaña y los 71 escaños logrados son un hito para un partido con dos años y medio de existencia, las altas expectativas no evitan la sensación de fracaso. Unidos Podemos quería encarnar la alternativa de la izquierda y seguramente no tenga otra ocasión más favorable para conseguirlo. Es muy probable que haya tocado techo y siempre habrá quien le pueda reprochar que no facilitara la investidura de Sánchez.

Ciudadanos no ha logrado consolidar su peso en el centro, pues aunque pierde menos de un punto (0,9) retrocede ocho escaños. La polarización le ha hecho mella, pero seguramente también le ha lastrado la falta de implantación y de estructura de partido nacional.

C's retrocede

Ahora se ve en toda su crudeza la irresponsabilidad de Rajoy de no haber movido un dedo para evitar nuevas elecciones y su gravísimo error de intentar crecer a costa de hundir al PSOE y Ciudadanos y de alimentar el voto del miedo. El único efecto que ha tenido excitar los extremos ha sido crispar a la sociedad y debilitar a un socio natural, pero el tablero vuelve a estar como estaba y se ha perdido medio año para poner el país en marcha. 

Para quienes creemos que España no necesita una revolución sino una verdadera regeneración desde posiciones moderadas, lo ideal sería hacer ahora lo que no se hizo antes: un pacto de gobierno entre el PP, el PSOE y Ciudadanos, con un presidente de consenso que obviamente no puede ser Rajoy.

Pacto a tres

El PP se ufanó de haber ganado las elecciones de diciembre, pese a haber perdido 63 escaños en relación a 2011 y casi tres millones de votos 2004, y ha vuelto a hacerlo ahora, siguiendo la táctica del avestruz de meter la cabeza bajo tierra para no ver la realidad. Su problema se ha agravado, porque los números demuestran que por más veces que puedan repetirse los comicios, Rajoy no reunirá los escaños que necesita.

El escenario obliga de nuevo a buscar acuerdos y Rajoy ya ha demostrado su nula capacidad en ese terreno. Es impensable ir a unas terceras elecciones que hundirían a España en el descrédito e incrementarían la incertidumbre, en un contexto nacional -con el desafío independentista- y global -con la decisión del Reino Unido de dejar la UE- que obliga a crear un gobierno sólido.

Estabilidad

Un pacto a tres, entre el primero, el segundo y el cuarto daría la estabilidad necesaria. Además facilitaría la incorporación del PSOE, que ya fue capaz de llegar a acuerdos con Ciudadanos. Entre ellos suman 254 escaños. Esa alianza debería sustentarse en una agenda de reforma política ambiciosa que incluyera cambios en la Constitución. Son los tres partidos que pueden garantizar regeneración y unidad.

Ni España ni los españoles merecemos, como bien resume en su viñeta Tomás Serrano, vivir permanentemente el día de la marmota. Hay que volver a empezar, pero con la lección aprendida de los errores cometidos. No se puede perder más tiempo.