El valor de una abstención
El autor rechaza una abstención socialista en la investidura salvo si se consulta a la militancia y sirve para lograr la retirada de Rajoy y de las medidas más regresivas del PP.
Andamos desconcertados porque han fallado las dos grandes tendencias electorales que apuntaban las encuestas: la subida de la izquierda y el adelanto de Podemos al PSOE. Sin embargo, el discurso de estos últimos seis meses no debería resultar tan caduco si se tiene en cuenta que uno de los principales elementos que introdujo el 20-D, se ha mantenido el 26-J y apenas fue desmentido por ninguna encuesta durante este tiempo. Me refiero a que ninguno de los dos bloques (derecha con PP y Ciudadanos, izquierda con PSOE y Unidos Podemos) ha alcanzado la mayoría absoluta. La razón es por supuesto el significativo peso de los nacionalismos, entre los cuales 19 diputados (9 de ERC, 8 de DiL, 2 de Bildu) afirman que votarían “no” a cualquier candidato que no se comprometiera con unas medidas que suponen desmontar la Carta Magna sin respetar los trámites previstos para su reforma.
Si entre 350 diputados es imposible contar con esos 19 para una investidura de un presidente que “guarde y haga guardar la Constitución”, nos quedamos con 331 escaños dispuestos a respetar el imperio de la ley. El fiel de una mayoría quedaría por lo tanto en 166 diputados -en lugar de 176-. Esta cifra no tiene ningún valor formal pero sí debería ser una referencia moral respecto a la que las demás fuerzas constitucionalistas reconocieran una legitimidad para gobernar.
El anterior argumento no pretende negar la palabra ni la importancia a esos 19 parlamentarios que representan el nacionalismo rupturista. Junto a los nacionalistas más moderados y demás parlamentarios de esas circunscripciones serán interlocutores muy válidos para buscar soluciones al desafecto en Cataluña y País Vasco, pero nunca condicionando que el gobierno deje de cumplir su función de defender el respeto a las leyes.
Los socialistas debemos explicar a los españoles que las posiciones maniqueas no permiten implicarse en la regeneración
El 20-D no alcanzaban los referidos 166 escaños ni el PP con Ciudadanos, ni el PSOE con Podemos e IU. Pero tras el 26-J, los primeros suman 169, así que un gobierno del PP con Ciudadanos no debería ser frontalmente rechazado por quienes se oponen al chantaje rupturista y entienden que unas terceras elecciones no harían sino prolongar la dañina incertidumbre que vivimos. Parece que Unidos Podemos no sabrá salir de su irresponsable estrategia de la polarización (aunque le haya costado un millón de votos), y que pretenderán mostrarse como los guardianes de la puridad de la izquierda para acusar al PSOE de traicionarse. Pero los socialistas sí debemos intentar explicar a los españoles que posiciones tan maniqueas no atienden el reparto de fuerzas resultante de las urnas, ni permiten implicarse en la regeneración del país.
Corresponde al PSOE liderar la oposición, pero entre la gran coalición y las trincheras hay un espacio de diálogo que no significa entregar un cheque en blanco. ¿De qué sirve pedir al PP que se las arregle con quienes tiene “afinidad ideológica”? Se justificaría para dar el “sí” de quien compartirá las responsabilidades de gobierno, pero no debe llevar a malgastar escaños ante una investidura renunciando a influir mediante la abstención. Sirva de ejemplo que la iniciativa más constructiva de la XI Legislatura fue precisamente que PSOE y Ciudadanos nos atreviéramos a tender puentes entre las orillas ideológicas mediante el Pacto del Abrazo.
En todo caso, en el espectro de la derecha (excluyendo a DiL), PP, Ciudadanos, PNV y CC suman 175 escaños, faltándoles uno para poder decidir solos la investidura. Así, ante la intransigencia de Podemos y algunos nacionalistas, es cierto que el PSOE será decisivo en que haya unas terceras elecciones o bien se invista -y con qué condiciones- a un candidato propuesto por el PP. No es que “esté en manos del PSOE” pero sí tenemos mucho peso en esta decisión clave, delicada, ante la que no debemos ponernos de perfil y que debe ser resuelta consultando a las bases del partido.
Hay que reivindicar el valor de una abstención exigente, una abstención valiente que contribuiría al desbloqueo
Muchos se sienten tentados de resolver la ecuación con la abstención del escaño de Nueva Canarias, a pesar de que es un partido de centro-izquierda. Surge para empezar el problema de explicar que ese diputado es ajeno al PSOE en algo tan importante como una investidura. Ambos partidos se presentaron juntos en las circunscripciones canarias (de manera similar a como hace el PP con UPN en Navarra), y su acuerdo prevé que “NC apoyará la candidatura presentada por el PSOE”, ninguna otra: ¿y acaso no es apoyar una abstención cuando se sabe que de ella depende la investidura?
¿Al PSOE no le quedan entonces más opciones que una abstención entreguista para que gobierne Rajoy o asumir que haya terceras elecciones? No, hay que reivindicar el valor de una abstención exigente. Una abstención que sería valiente, al contribuir al desbloqueo, y valiosa porque permitiría que se tuvieran en cuenta razones del 67% que no han votado al PP ni a Rajoy.
El PSOE puede hacer valer sus 85 abstenciones para condicionar tanto el candidato como el programa de investidura. No se trata de trazar líneas rojas sino de confrontar sus prioridades a las de los demás. Al contrario que el PP, que ha empezado demostrando que no sabe ni le importa cómo resolver los problemas de España, al declarar que todo es negociable menos que Rajoy permanezca de presidente.
Para acordar su abstención, el PSOE podría reclamar la reducción del déficit que habrá de asumir el próximo gobierno
El PSOE logrará ser más influyente si presenta una lista de propuestas programáticas, además de insistir en que deje de liderar el ejecutivo el jefe de Bárcenas, su ministro del Interior dedicado a conspirar desde el despacho oficial o el de Hacienda que hurga en los datos fiscales y miente con los del déficit. Quizá el PP reaccionaría organizando su aplazado congreso e incluso unas primarias, renovando su programa y eligiendo a un líder desvinculado de la trama Gürtel y de las áreas del gobierno saliente que más rechazo provocan. O quizá no, pero entonces los españoles deberán juzgar quién es más culpable de las terceras elecciones.
Para acordar sus 85 abstenciones, el PSOE podría reclamar la reducción del déficit que habrá de asumir el próximo gobierno (no porque lo diga Bruselas sino porque es injusto el excesivo coste que las generaciones actuales estamos pasando a las futuras), para que sea menos regresiva que las que ha venido ejecutando el gobierno popular. Ya van demasiados recortes en sanidad y educación o subidas de impuestos a todos, cuando hay bastante que ganar suprimiendo nichos fiscales, aumentando los tipos de los impuestos especiales, o racionalizando la administración (ningún sueldo -tampoco entre los parlamentarios- superior al del presidente del gobierno, reducir sensiblemente los asesores, suprimir las diputaciones o simplificar procedimientos).
Con 85 abstenciones, el PSOE también podría condicionar soluciones para atajar la dualidad laboral que protege un poco a algunos pero condena a la precariedad a muchos más, garantizar unas coberturas universales, una ley electoral más proporcional, establecer sus principales objetivos para una ley educativa, o insistir en la construcción de una España y una Europa federales que deberían ser un proyecto no ya para una generación sino para una década tras lo ocurrido en el Reino Unido.
Antes de final de septiembre, se podría formar un gobierno que presentara su proyecto de presupuestos generales
Enrocarse llevaría en el mejor de los casos a que sea el PNV el que doble el brazo incluso a Ciudadanos para mantener su ventaja de recursos de aproximadamente el 15% más que las demás comunidades, que no puede justificarse en la autonomía de recaudación que les concede la Constitución. Y en el peor que lleguemos a unas terceras elecciones, con más de un año de gobierno en funciones que seguirá presidiendo Rajoy, con unas cámaras sin posibilidad efectiva de controlarlo ni de aprobar leyes.
¿Qué calendario y procedimientos permitirían ese diálogo responsable entre los partidos que quieran sumarse? Las Cortes se constituyen el 19 de julio y desde la semana siguiente se pueden presentar y aprobar -aun con un gobierno en funciones- aquellas leyes que sean de naturaleza más política y no impliquen alteración del gasto. Introducir elementos de mayor proporcionalidad en la ley electoral (aunque ir más lejos requiera cambiar la Constitución), suprimir el voto rogado para los residentes en el exterior o limitar los aforamientos podría lograrse antes de fin de agosto y permitiría sentar una base de confianza sobre la voluntad de llegar a acuerdos más complejos.
En paralelo, hasta principios de septiembre, los partidos deberían debatir al más alto nivel sus condiciones para la investidura (en el caso del PSOE, en el comité federal y mediante una consulta a la militancia que no sea un plebiscito simplista sino que se someta a una amplia deliberación). Así, antes de final de septiembre, se podría formar un gobierno que presentara inmediatamente su proyecto de presupuestos generales del Estado, cuyas líneas generales (techo de gasto y prioridades) habrían sido objeto de análisis en las negociaciones de investidura.
El PSOE necesita refundarse lo antes posible en un congreso abierto, sin avales ni otras trabas procedimentales
¿Esa abstención con exigentes condiciones sería un suicidio para el PSOE? Creo que no. Sería haber contribuido a evitar el daño mayor de unas terceras elecciones, a la vez que se incorporarían algunas garantías progresistas al proyecto de investidura y se podría evitar que siguieran gobernando Rajoy y algunos de sus colaboradores más denostados. Se constituiría un ejecutivo (del PP y quizá con Ciudadanos) en minoría que habría de seguir negociando después ley a ley. El PSOE, tras la derrota sufrida, asumiría con responsabilidad su importante papel de líder de la oposición. No habría entre el PP y el PSOE pacto ni de gobierno ni de legislatura. No sería una gran coalición por mucho que Podemos se pasara la legislatura manipulando con la ilusión de la pasokización del PSOE (lo intentarían incluso con la sola abstención del diputado de Nueva Canarias).
Atreverse a abstenerse en la investidura, si antes se han logrado objetivos ambiciosos, demostraría a los españoles que el PSOE está a la vanguardia de superar el frentismo propio del peor bipartidismo, que los españoles han votado dejar atrás. En esta legislatura, en lugar de cambiar el “y tú más” por “y vosotros más”, los partidos deben dialogar de manera más constructiva, lo que exige que cada formación reflexione antes abiertamente con sus bases cuáles son sus prioridades políticas.
Por eso, el PSOE necesita refundarse lo antes posible en un congreso abierto -sin injustificados avales ni otras trabas procedimentales- donde los militantes, prestando atención a la opinión ciudadana, debatan y decidan las propuestas programáticas, renovando el liderazgo con las personas capaces de convencer con sus propuestas. Asumiendo con responsabilidad y sin desánimo la derrota, preparando con ilusión y tesón la próxima victoria, el PSOE seguirá estando a la altura de lo que necesita España.
***Víctor Gómez Frías, profesor en ParisTech, es militante del PSOE y miembro del Consejo de Administración de EL ESPAÑOL.