No creo arrimar el ascua a mi sardina cuando digo que la selección de baloncesto es la más exitosa de la edad de oro del deporte español. La generación de Pau Gasol, Navarro y Raül López marcó el principio de esta era en 1999 con la consecución del Mundial junior frente a USA y ha sobrevivido a las de fútbol y balonmano, que no participará en los Juegos de Río. En realidad, el equipo ha ido variando mucho durante estos años, si bien siempre alrededor de aquel grupo, del que además permanecen Felipe Reyes y Calderón, un año más joven. A ellos se han ido uniendo nuevos talentos (Marc Gasol, Sergio Rodríguez, Rudy, Ricky) junto a otros jugadores, quizá menos brillantes pero igual de necesarios, que están cumpliendo un ciclo que será difícil de igualar.
Tan aficionados que somos en España a conjeturar, la de este equipo es una de las medallas más seguras que contabilizan los profetas. Ojalá no le pasen factura las circunstancias atípicas que están forzando una preparación irregular: las elecciones federativas, la lesión de Marc y los vaivenes de los jugadores para cerrar sus acuerdos con vistas a la próxima temporada. Scariolo se muestra preocupado por una situación que no le permite trabajar con la meticulosidad que le caracteriza, si bien solo hace falta pasarse por los entrenamientos, aunque sea en patines, para comprobar la intensidad con la que trabajan cinco horas diarias.
Y mientras España arranca, el Chacho nos deja. Una mala noticia para nuestra liga y un interrogante que se cierne sobre el futuro del Madrid. El club se ha movido con celeridad, cerrando el fichaje de Ayón e incorporando a algunas de las sensaciones de la temporada en Europa, Randolph y Hunter. Pero la baja de Sergio es algo más que la pérdida de un gran jugador. El equipo de Pablo Laso se construyó en torno a un juego rápido e intuitivo del que Rudy Fernández y el mago tinerfeño eran sus principales impulsores e intérpretes, y que luego aprendió Llull de forma sobresaliente. La marcha del Chacho supone la apertura de una gran grieta en el estilo que ha hecho grande al Madrid. El asunto ahora es cómo va a afrontar Laso la ausencia de una pieza para la que no existe recambio.
Y otra de las medallas fija en las quinielas era la de Gómez-Noya. El triatleta no tiene mucha suerte en las citas olímpicas. No la tuvo en Pekín, víctima de unos problemas de estómago en un día -puedo dar fe- de calor y humedad asfixiantes. Y ahora no podrá repetir tras cuatro años en los que ha dominado la Copa del Mundo con autoridad. Más allá de que la noticia nos indique la inutilidad de estos vaticinios, puso de relieve la crueldad del deporte y la fragilidad de los deportistas de élite expuestos a que el mínimo contratiempo les aparte del fruto del trabajo de muchos años.
Aún en esos momentos tan amargos, Javier demostró su carácter de gran deportista. Apenas comenzaran a llegar las muestras de solidaridad por las redes sociales, el gallego las contestó, agradeciendo su apoyo y relativizando lo sucedido. Algo parecido a lo que manifestó Tim Duncan ante la avalancha de mensajes afectuosos que recibió al anunciar su retirada: “Afortunadamente, no me estoy muriendo”.