El menor afgano que este martes ha atacado con un hacha a cuatro personas en un tren en Baviera lo ha hecho, simplemente, por sus simpatías hacia el Estado Islámico. Es muy probable que estemos ante un caso similar al del terrorista de Niza, donde no existen indicios que revelen la existencia de una relación directa entre el terrorista y el autoproclamado califato que lidera Abu Bakr al-Baghdadi.
Hablamos seguramente de dos personas fanatizadas que han inspirado sus ataques en las proclamas del EI, pese a no haber sido instruidos ni dirigidos por esta organización. Que un individuo, en cualquiera país del mundo, aun cuando éste no haya sido señalado como objetivo de los terroristas, pueda ser seducido por la propaganda yihadista y actuar por su cuenta hace mucho más imprevisibles los ataques. El hecho de que el EI no necesite tomar el control de las acciones que se le atribuyen refuerza el alcance y la eficacia de las mismas, y configura una nueva forma de terrorismo mucho más difícil de neutralizar.