Si me hicieran un análisis genético es más que probable que se sorprendieran con la diversidad y variedad sanguínea que corre por mis venas. En mi casa nos carcajeamos de Arzalluz allá por la década de los 90 cuando reclamó no sé qué pureza de sus orígenes ondeando la bandera de nuestro Rh negativo. Mira que buscamos y nada. No encontramos un solo vasco en el árbol genealógico. Oye, lo mismo alguno de los que nos pasamos por la piedra era de Bilbao y se comportó genéticamente como se espera de uno de Bilbao; lástima que no dejara constancia legal, emocional o familiar de lo que habríamos disfrutado teniéndolo los domingos en la mesa. Tengo tan poca fe en la pureza de sangre que durante la Eurocopa fantaseé con sangre islandesa hirviendo por mis venas… Esos vikingos tienen pinta de saber abrigar(te) cuando hace frío.
Desde hace más de veinte años paso parte de mis vacaciones en un pueblo costero de Barcelona por obra y gracia de una familia empeñada en vivir donde le da la santa gana. Si hubieran elegido un secarral de Toledo, allá que me iría. Pero tuve suerte de que escogieran el Maresme que además es zona de buen vino. En todos estos años aún no me he encontrado al catalán cabrón que se niega a hablar en castellano. Y eso que la mitad de las veces, la mayoría de mis amigos de aquí se dirigen a mí en su lengua materna conforme les brota. Será también porque, si entiendo lo que me quieren decir, simplemente contesto. En castellano, claro. Que ya me da rabia; en todo este tiempo ya podría haber aprendido a decir algo más que las frases hechas cordiales con las que cualquiera se cree que está poniendo de su parte.
Dejemos claro que personalmente con el nacionalismo mantengo una relación cordial. No me interesa especialmente ni opino más allá de que preferiría no tener que pedir visado para seguir veraneando con mi familia. A pesar de eso, reconozco que desde hace tres años o así, la proliferación de banderas independentistas me ha dejado un poco noqueada. Terrazas de pisos de particulares, edificios oficiales, pegatinas en los coches, pósteres en los bares y hasta en alguna rotonda del Maresme, luce orgullosa su bandera independentista sin que nadie se eche las manos a la cabeza. Menos mal que Manel (para los amigos), Manuel Antonio (para sus clientes dispersos por toda Europa), Manu (a secas para mí), me lo explicó en una sola frase la otra noche tomándonos una copa:
-“Ningú ha fet tant per l'independentisme català com Mariano Rajoy i la seva tropa”.
Tomé un trago en silencio y lo miré. Y me di cuenta de que como haya terceras elecciones y ganen con mayoría absoluta, lo mismo termino viniendo a Montgat con el pasaporte entre los dientes.