Tributos musicales en el discopub playero. Un buen tema para hoy. Quizá porque causan, cada año, más bajas laborales que las vigorosas bombas de neutrones. ¡Tribute, homenaje, guiño artístico: la de atentados psicológicos que se cometen en vuestro nombre! ¡Nos obligan a revivir, una y otra vez, aguachirlado mojito en mano mediante, la gran pesadilla prenavideña de los Loquillos, de los Manolos García, de los Amarales de pega! ¡De los émulos de Love of Lesbian! ¡De las Bebe atareadas en no cantar absolutamente nada!
Las costas españolas son un hábitat artificial de un millón de falsificadores con ukelele eléctrico que se empeñan en sabotear nuestras salidas nocturnas con sus gallitos karaokeros (según las últimas estadísticas . Tres Enriques Bunbury, entre sus dos consabidas tierras, llevo padecidos en lo que va de semana.
Qué mal elegimos a nuestros héroes… Aunque el rice de rizo lo he visto yo con estos ojitos claros que algún día han de comerse los gusanos. La cosa tiene nombre. Y apellidos: Manel Fuentes & The Spring’s Team. Amor por El Boss lo llaman. Pero se trata de un invento de lo más raro. Un copia y pega para dummies. El quiero y no puedo definitivo, extrasideral. Manel Fuentes, humorista catódico al que hasta ayer sólo habíamos visto parodiar al exrey Juan Carlos I y demás celebrities, se calza guantes de motero y se sube al escenario para endiñarnos más de dos horas de infumable tribute’ Un disparate. Por no dejarse, no queda fuera del tintero ni el Dancing in The Dark.
Somos esto. Una paradoja domiciliaria. Un bluf. El fake cotidiano. Y siempre estamos de visita guiada al carcinoma que vive realquilado en nuestra autoestima. Nos conformamos con esos Maneles de turno que, con su rutilante sonrisa y su desgarbada estampa, encandilan por igual a pobres y a ricos; a heteros, gays, lesbianas, cuñaos y poliamorosos enardecidos.
Más de dos horas de plutonismo verbenero. E infernal. ¿Lo he dicho ya? Con el repertorio de love songs de garrafón completito: desde The River hasta Two Hearts pasando por Rosalita o If I Should Fall Behind. A 20 lereles por entrada. Algo infracarismático, chufamesiánico y padecido en riguroso silencio, como las almorranas, mientras no dejaba de pensar en el Bruce Springsteen original saliendo de la piscina en forma de riñón de su mansión de Colts Neck, en New Jersey, y confesándole a su parienta: “¡Joder, cariño! ¡Vuelve este pitidito a machacarme los tímpanos! ¡Siempre ocurre en pleno agosto!, ¿por qué será?”.