La designación de Gonzalo Urquijo, hombre fuerte de ArcelorMittal en España, como asesor del proceso de reestructuración de la deuda y recapitalización de Abengoa puede servir de garantía para impulsar de una vez el rescate del grupo de ingeniería y energías renovables radicado en Sevilla.
Después de un año en crisis, la elección de un industrial de prestigio y ajeno a la influencia directa de la familia Benjumea se había convertido casi en una condición para intentar salvar la multinacional. Volver a poner al frente del proceso de saneamiento a un directivo próximo al clan sólo hubiera servido para generar más dudas entre los acreedores y en el Consejo de Administración de la sociedad. En este sentido, la llegada de Urquijo da carpetazo definitivo a la era Benjumea, que ha pasado de fundar la compañía a poseer tan sólo el 5% de las acciones.
Una política errática de ingentes inversiones en energías termosolares, cuando el sector se beneficiaba de importantes primas, está en el origen de una crisis que incluye acusaciones de maquillaje contable, recortes de empleo masivos e indemnizaciones millonarias injustificadas.
A dos meses de que venza el plazo para la ejecución del preconcurso de acreedores, el principio de acuerdo para evitar el consurso no podía ser fácil. Acreedores e inversores han llegado a un preacuerdo para evitar la quiebra, basado en una quita del 97% de la deuda de 10.000 millones y una inyección adicional de 655 millones de euros en tres tramos.
El acuerdo depende aún de que el 75% de los acreederres y la Junta de Accionistas de la sociedad fundada por la familia Benjumea den su beneplácito. En principio, la Bolsa ha respondido al plan de rescate con un revalorización significativa de las acciones del grupo.
La caída de Abengoa dejaría en la picota a 17.000 empleos -el 30% de ellos en España-, supondría un duro golpe para las cuentas de Banco Popular, Santander, Crédit Agrícole y Caixabank -entre otros- y sería un auténtico mazazo de consecuencias dramáticas para la industria.