Cuando aún no se han cumplido dos años en la fulgurante e intensa vida de Podemos, que en un visto y no visto se ha convertido en la tercera fuerza política española, toma cuerpo un movimiento interno que intenta jubilar a Pablo Iglesias.
Las diferencias en el seno de la formación vienen de lejos y responden tanto a la pluralidad de sensibilidades como a las ambiciones personales. La diversidad de matices, que en un principio permitió aglutinar en Podemos a facciones muy distintas, ha ido generando fricciones cuando ha habido que concretar posiciones políticas. Y además se arrastra la lucha de poder entre Iglesias e Íñigo Errejón.
Errejón ya ha movido ficha de cara a las asambleas de los próximos meses en las que se decidirán los nuevos liderazgos. Rita Maestre, portavoz en el Ayuntamiento de Carmena, se ha postulado como candidata a dirigir la federación madrileña, la más importante del partido, anticipándose a las intenciones de Iglesias, que pretende colocar a alguien de su confianza.
En ese camino emprendido por Maestre que cuestiona el liderazgo de Iglesias, los errejonistas tienen una aliada en Ada Colau. La alcaldesa de Barcelona no disimula su falta de sintonía con Iglesias, que asegura es "de estilo, personal y política". En realidad Colau trata de de quitarse de en medio a quien más proyección nacional tiene dentro de Poidemos y, por tanto, su máximo rival en el conglomerado de formaciones y colectivos a la izquierda del PSOE.
Está claro que Iglesias está pagando el error del acuerdo con Izquierda Unida, la indefinición política en asuntos clave y el papel secundario al que ha quedado relegado Podemos tras las elecciones de junio. Habrá que ver cómo resuelve esta situación y si es capaz de recomponer su liderazgo. Él, que intentó hacer la pinza al PSOE de la mano de Rajoy, ve cómo ahora es víctima de una operación similar dentro de su organización.