Con su solicitud de baja del PP y su decisión expresa de "NO DIMITIR del Senado" -escrito así con mayúsculas en el comunicado que difundió-, Rita Barberá se ahorra el trago de que la echen del partido que ayudó a fundar en 1989 y hace patente su enfado personal con la dirección nacional y muy especialmente con Mariano Rajoy. La senadora se siente traicionada tras comprender que quien está detrás de las declaraciones de altos cargos del PP pidiendo su sacrificio, después de que el Tribunal Supremo confirmara que será investigada por la trama de blanqueo del PP en el Ayuntamiento de Valencia, es su jefe de filas.
El enfado de Barberá con Rajoy revela la falta de legitimidad que muchos históricos pueden reprochar al presidente nacional del PP cuando éste exige a los demás la pulcritud y ejemplaridad ética de la que él mismo carece. Es lógico que ella u otros dirigentes del PP se indignen cuando la persona que mandó SMS de apoyo a Luis Bárcenas, que recibió sobresueldos y que ha presidido la organización en los años ominosos de la corrupción, reclama dimisiones por prácticas menos graves que las que se llevaron a cabo en Génova bajo su mandato.
Pacto PP-C's
Sencillamente, Barberá no puede entender que su dimisión sea indispensable para salvar el pacto PP-Ciudadanos, cuando de ella se sospecha que participó en el blanqueo de 1.000 euros junto a otros 49 concejales y asesores del PP valenciano: una minucia en comparación con las entradas de dinero en la sede nacional del PP en la época de Lapuerta o Bárcenas.
En el caso de Barberá, la decepción que ahora siente, y el desplante que destila su comunicado, tiene sólidos anclajes políticos y personales. En las elecciones municipales y autonómicas de 2007, Barberá y Camps barrieron en las urnas y Rajoy no dudó en servirse de los actos que organizaba entonces la banda de 'El Bigotes' para darse baños de masas en Valencia. Eran los años en los que Rajoy la jaleaba como "alcaldesa de España". El respaldo de Barberá fue crucial también para la reelección de Rajoy como presidente del PP cuando, en 2008, tras su segunda derrota electoral consecutiva, hubo un movimiento crítico decidido a renovar el partido, empezando por su liderazgo.
El escaño
Además de irse por su pie antes de que la suspendan de militancia, Barberá se niega a dejar el acta porque, a su modo de ver, eso sería tanto como reconocer su culpabilidad. Además lanza un aviso a Alfonso Alonso y a Alberto Núñez Feijóo, candidatos del PP en el País Vasco y Galicia, para que no la responsabilicen de los resultados el próximo 25 de septiembre.
Por mucho que sobre Rita Barberá no exista sospecha alguna de enriquecimiento personal, su permanencia en el PP o en el Senado es inaceptable ante el reto de regenerar la vida pública. Su salida del partido tras una imputación es un mal epitafio que ensombrece el legado indiscutible de quien durante 24 años fue alcaldesa de Valencia. Con todo, su despedida con cajas destempladas está en sintonía con una formación en la que cualquier intento de renovación parece incompatible con el liderazgo de Rajoy.