El caso de la médico Lina Álvarez, la mujer de 62 años que en poco menos de un mes tendrá una hija gracias a la reproducción asistida, plantea un dilema ético. Para algunos, Álvarez es una mujer luchadora que pelea por cumplir su deseo de ser madre. Para muchos otros, se trata de una "aberración" y de una decisión egoísta.
Desde un punto de vista legal, Álvarez no ha hecho nada malo. La legislación sobre reproducción asistida regula la edad mínima de la mujer, que se establece en 18 años, pero no se establece un límite superior. Esto significa que una mujer podría ser madre con 95 años. Sin embargo, el hecho de que las propias clínicas de reproducción asistida hayan desarrollado un código de autorregulación, que desaconseja llevar a cabo este tipo de prácticas en mujeres mayores de 50 años, pone de relieve las reticencias de la comunidad médica.
Es evidente que existen razones de peso para desalentar la reproducción asistida en mujeres que superan los 50. Para empezar, el riesgo al feto y a la madre aumenta considerablemente tras la menopausia, y aun suponiendo que no haya problemas médicos, el 'efecto llamada' que el caso de Lina Álvarez pueda causar también es preocupante. Una gestación en estas condiciones trasciende el ámbito de la decisión personal en la medida en que puede tener repercusiones en el ámbito de la sanidad pública y de las prestaciones del Estado.
¿Son estas razones suficientes para llamar a la madre de 62 años irresponsable? Y en caso de que así fuera; ¿se debería imponer un límite de edad legal para la reproducción asistida?