Las hostilidades entre críticos y oficialistas ha sumido a los votantes del PSOE en un estado de conmoción que favorecería a Pedro Sánchez, pese a ser el líder político español peor valorado de todos entre sus electores. La encuesta que publicamos hoy, elaborada por SocioMétrica a partir de 1.000 entrevistas realizadas después de la dimisión de 17 miembros de la Comisión Ejecutiva el pasado miércoles, añade si cabe más emoción al desenlace del Comité Federal de este sábado.
La incertidumbre es máxima, pues partidarios y detractores de Sánchez ni siquiera han sido capaces de acordar el orden del día, el turno de intervenciones, o el lugar que tienen que ocupar los miembros de una dirección deslegitimada y sin quórum.
La primera entrega del estudio sobre la crisis del PSOE revela que el 63% de los votantes del PSOE quiere que Pedro Sánchez siga liderando el partido hasta que se celebre el próximo congreso o, si llega el caso, hasta que haya primarias.
Tan sólo el 23% cree que debe marcharse después de dos años al frente de un partido que cosecha seis derrotas consecutivas y que, como se pudo comprobar el 25-S con motivo de los comicios gallegos y vascos, horada más su propio suelo elección tras elección. Más aún, de celebrarse primarias a la secretaría general, el 37% apoyaría la reelección de Sánchez, un 25% a Susana Díaz y un 21% a Eduardo Madina, lo que demuestra que el bloque crítico tendría que unirse para derrocarle.
El menos valorado
Lo más destacado del estudio es que este respaldo mayoritario a la continuidad de Sánchez al frente del partido se contradice con su precaria popularidad entre los electores del PSOE (58%) en comparación con la valoración o apoyo de que gozan Mariano Rajoy (75%), Albert Rivera (77%), Pablo Iglesias (60%) o Alberto Garzón (70%).
El exiguo predicamento de Sánchez podría ser congruente con la caída libre del PSOE desde que él lo lidera, pero resulta contradictorio con el apoyo mayoritario a su permanencia al frente del partido. La escalada fratricida de la última semana explica esta aparente paradoja. Las dimisiones en tromba tras la aparición en escena de Felipe González, la virulencia del fuego amigo para doblegar a un Sánchez incomprensiblemente atrincherado en Ferraz y las descalificaciones sin matices vertidas en medios afines han terminado surtiendo algo así como un efecto compasión.
Victimismo
Pedro Sánchez y su -menguante- guardia pretoriana, por lo que se ve mucho más hábiles en el marketing del victimismo que disputando elecciones, han sabido capitalizar en su provecho la torpeza del sector crítico. Los oficialistas han vendido el relato de que la vieja guardia ha querido dar un golpe de mano contra el primer secretario general elegido por los militantes para que una gestora cambie el "No es no" por una abstención a Rajoy.
El epílogo de este cuento lo protagonizó el propio Sánchez este viernes, horas antes del inicio del Comité Federal, en una comparecencia sin preguntas desde el búnker en que ha convertido Ferraz. El líder del sector oficialista leyó un comunicado en el que presentó el cónclave de hoy como un debate estrictamente político en el que se ha de dirimir el respeto a los militantes y el apoyo o no a una "legislatura chantaje" presidida por Rajoy.
Burla a las reglas
Sánchez quiere evitar el debate sobre los estatutos, lo que supone una burla a las reglas internas del partido tan grosera como la de haber convocado a la Comisión de Garantías -árbitro en casos de conflicto- para después del Comité Federal.
Lo paradójico es que esta posición obligaría a ir a unas elecciones en las que Rajoy saldría reforzado ante un PSOE fracturado. Esa es la trampa de su bien vendido relato.