¿Os imagináis a Ramón Espinar arengando a jóvenes sintecho contra la mafia especulativa del ladrillo? ¿Y abrazado a una puerta para impedir un desalojo? ¿De consejero de Vivienda, ministro de Fomento, inversor inmobiliario?
Todo es posible, cada día tiene su afán. Ya dijeron Iglesias, Monedero, Echenique y el comprador del pisito -¡argumento de autoridad!-, que "cualquiera hubiera hecho lo mismo". Todos somos un poco Espinar, entonces: coherentes en el discurso y en el interés a la hora de defender, con el mismo ahínco, una y otra cosa.
Con todo, el caso Espinar resulta más divertido por el reflejo victimista y conspiranoico que ha suscitado en Podemos y su capilla que por las incoherencias del personaje a la hora de explicar el pelotazo. Por ejemplo, cómo logró ser agraciado con una vivienda protegida cuando ni siquiera estaba empadronado, o si en ese golpe de suerte tuvieron algo que ver los créditos que su padre concedió a la cooperativa y su amistad con el alcalde, o si cuando firmó la escritura, a sabiendas de que no podía pagar, la avidez monetaria ante la expectativa de venta rápida pudo más que la ideología. ¡El capitalismo es un diablo sinuoso!
Ver a los muchachos de Podemos, a tuiteros "subversivos" y los amigos rojos de toda la vida justificar el tráfico de influencias y una normalidad pequeñoburguesa desmochada de ideologías no tiene precio. Les ha faltado reivindicar la especulación como arma revolucionaria.
Lo más llamativo es que las ruedas de prensa de Espinar han sido un calco de las que en su día dieron Francisco Camps o Ana Mato cuando se conocieron los regalos de la Gürtel. Los casos no son comparables, pero las reacciones sí. También Camps y Mato denunciaron una "causa general contra el PP" y advirtieron del ataque de la canalla, como ahora hace Podemos cuando alerta de "injerencias" externas y se llena la boca contra la "máquina del fango". Nuevos políticos, viejas reacciones, con la única diferencia de que Espinar añade que él da "miedo a los poderosos", no tiene abuela.
La única incógnita es si cuando los jóvenes airados subrayan que hay un interés político para desestabilizar a Podemos gastan el mismo cinismo del que se armó el senador para reprender a Granados porque "la vivienda protegida no está para hacer negocio". Si Espinar y su equipo no hicieron una voladura controlada de este escándalo, cuando la Ser les preguntó, es porque quizá son peores políticos que inversores inmobiliarios.
Pero ya se sabe: solidaridad y comprensión porque todo el mundo ha antepuesto alguna vez el interés inmediato a la credibilidad futura y ha sido más o menos torpe y grandilocuente a la hora de responder de contradicciones. Eso sí, no todo el mundo tiene enchufe para acceder a una vivienda y no todo el mundo va dando lecciones de ética política mientras hace lo contrario de lo que predica.