Hace más de veinte años, en un restaurante, por supuesto de propiedad estatal, llamado Las Ruinas, en el Parque Lenin de La Habana, pregunté al maître qué tal estaban las croquetas. La respuesta me ha venido hoy a la mente: “Son excelentes; es una receta personal del Comandante en Jefe".
Estaban muy ricas.
Hay otra anécdota de la que he hablado en alguna ocasión.
El seis de noviembre de 1940, Fidel Alejandro Castro Ruz, con 13 años, alumno del Colegio Dolores, de Jesuitas, en Santiago de Cuba, escribió una carta manuscrita en inglés, al presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.
El niño Fidel, le ofreció las minas de hierro de Mayarí, “las mayores y más ricas minas del mundo”, para poder construir barcos de guerra. Además, sin que se pudiera establecer relación con el ofrecimiento, le pedía que le mandara un billete "verde de diez dólares", por la sencilla razón de que no los había visto nunca.
Consta que el servicio de relaciones del presidente americano acusó recibo de la carta, pero no le envió el billete, tal vez como un presagio del embargo económico que ha estado vigente durante 50 años. En mi fuero interno creo que el testarudo Fidel Castro ha estado esperando toda su vida que un presidente americano le enviara el billete de diez dólares.
El líder que amenazaba con ser inmortal
Me ha pillado la noticia de la muerte de Fidel Castro en Buenos Aires. Con la diferencia horaria, a las ocho de la mañana, cuando me he despertado. He sentido la enorme confusión que promueve los acontecimientos inesperados. Había empezado a pensar que Fidel Castro no se moriría nunca; o para ser más piadoso con mi inteligencia, que yo no asistiría a la noticia.
He estado a punto de agarrar un vuelo para La Habana. Todavía no descarto hacerlo. He vivido muchos años en Cuba y entonces siempre pensaba que tenía que quedarme allí para asistir al final de una historia increíble que acabé por considerar interminable. Hace cinco años que regresé a España y esa decisión estaba alimentada por esa creencia de que el líder amenazaba con ser inmortal.
Fidel Castro es la última pieza importante que nos quedaba del paisaje del siglo XX. El único protagonista superviviente de la guerra fría. Ahora, se afilan los lapiceros y se busca en el diccionario sinónimos de dictador, para zaherir en el último instante la figura del líder de la revolución cubana. Creo que Fidel Castro se merece un análisis más reposado y complejo.
En guerra con la mayor potencia del mundo
Cuba ha vivido 50 años en situación de guerra con la mayor potencia del mundo. Todo empezó en abril de 1961, dos años más tarde de la huída de Fulgencio Batista y la entrada triunfal de Fidel Castro en La Habana. En una zona llamada Playa Larga, que los norteamericanos conocían como Bahía Cochinos, cerca de 2.000 mercenarios adiestrados y organizados por la CIA, desembarcaron por sorpresa para establecer una cabeza de playa y promover la insurgencia popular contra el incipiente régimen cubano, al que estaban dispuestos a revocar. La operación se había gestado en tiempos de la presidencia de Dwight David "Ike" Eisenhower, aunque se desarrolló bajo el mandato de John Fitzgerald Kennedy. El presidente Kennedy tuvo conocimiento de ella cuando ya era imparable.
El resultado es conocido. Mil seiscientos prisioneros, fracaso estrepitoso y decisión crucial del presidente Kennedy de no lanzar una intervención militar de fuerzas regulares de Estados Unidos. En una decisión casi cómica, se produjo un intercambio de estos prisioneros a Estados Unidos a cambia de botes de compota para niños. Los cubanos, siempre "jodedores" le llamaron “brigada de la compota”.
Desde entonces los intentos de la CIA de asesinar a Fidel Castro han sido interminables. La Crisis de los Misiles estuvo a punto de originar una guerra mundial apocalíptica. Y la guerra continúo hasta que el Papa Francisco y Barack Obama organizaron en secreto el deshielo.
Fidel Castro ha preferido morirse antes de que Donald Trump tomara posesión de la presidencia norteamericana. Quizá sea una decisión de Eleggua, el “señor de los caminos” en la religión Yoruba que tantos seguidores tiene en Cuba. El viejo corazón del líder de la revolución cubana, tal vez hubiera sufrido un sobresalto irreparable con ese acto que abre de nuevo la incertidumbre en las relaciones de Cuba con el imperio.
Barack Obama ha vuelto a confirmar la inteligencia que le supongo: "El tiempo se encargará de juzgar a Fidel Castro". Un líder de Cuba que ocupó durante medio siglo la atención del mundo entero no se puede despachar con un epíteto descalificador.
Vuelvo a recordar la receta de croquetas del Comandante. Era todo en Cuba, para bien y para mal, hasta que se tuvo que retirar por una grave enfermedad. Después, en un semisilencio vigilante no ha obstaculizado la labor de su hermano, Raúl, para culminar el deshielo con Estados unidos.
Creo que hay que reflexionar mucho sobre su figura para atreverse a realizar un juicio de la historia. En estos tiempos de ciento cuarenta caracteres no es fácil tener la cabeza fría y los dedos quietos. En esta ocasión me parece imprescindible.