Si el resultado de la votación clave que podría haber cambiado el curso del XVIII congreso del PP fue manipulado es algo que nunca sabremos, salvo que alguien pueda aportar un vídeo clandestino. Es un escándalo que nadie pueda demostrar fehacientemente que el desenlace de la enmienda que solicitaba la incompatibilidad de cargos -y que podría haber dejado fuera a Cospedal- es el que la dirección del partido dice que fue.
Si algo ha quedado claro tras este episodio es que un partido del siglo XXI no puede conducirse con métodos del siglo XIX. Es una vergüenza que centenares de compromisarios voten con cartulinas a mano alzada, que una serie de voluntarios -cuyo número se desconoce y cuya forma de selección el partido no aclara- se encarguen del recuento a ojo y que ninguna cámara grabe la sesión.
¿Renuncia deliberada?
Se genera la duda, claro está, de si esa renuncia del PP a modernizarse es deliberada, ya que con un escrutinio así, la dirección tiene la posibilidad de manipular los resultados a su antojo. Hay que tener en cuenta que en la votación de la denominada "enmienda anti Cospedal" la balanza se decantó por sólo 25 votos. El asunto se despachó en unos segundos y las protestas se acallaron pasando de inmediato al siguiente punto.
En cuestión de incorporación de nuevas tecnologías y de mejora de las formas de participación, el PP tiene un buen espejo donde mirarse en Podemos. El partido de Pablo Iglesias ha vuelto a batir el récord de personas que han elegido los órganos de dirección, con 155.275 votantes. Podrá discutirse si los requisitos para inscribirse y poder votar son los más adecuados, pero no cabe duda de que en un partido moderno que cree en la democracia ése es el camino.
Método falible
La sombra de pucherazo que marcará para siempre el congreso del PP podría haberse evitado fácilmente. En lugar de utilizar el ojímetro -método altamente falible que impide además el contraste y la verificación- hubiera bastado con incorporar un sistema informático similar al que se emplea en el Parlamento.
La organización debería haber tenido la precaución de, al menos, registrar en vídeo la sesión para recurrir a él en el caso de reclamaciones. Pero está todo inventado. En el deporte viene usándose con éxito el ojo de halcón para resolver las jugadas conflictivas. ¿Lo incorporará algún día el partido de la gaviota? A la vista de los hechos, lo necesita.