El valenciano Juan Genovés, uno de los artistas contemporáneos más importantes de la historia española reciente, ha fallecido esta madrugada en Madrid a los 89 años. Para el recuerdo de todos queda su obra maestra 'El abrazo', símbolo de toda la Transición española y que hasta dio nombre a un pacto de investidura fallido entre Albert Rivera y Pedro Sánchez. Esta entrevista fue concedida a EL ESPAÑOL en abril de 2017.
El pintor Juan Genovés (Valencia, 1930) cree que en España se desprecia la cultura y se ha impuesto un “pensamiento blando”, típico de ciudadanos “democráticamente inmaduros”, porque aún no se ha superado la dictadura. Cree, como Alberto Garzón y los comunistas de nueva hornada, que Carrillo y el PCE cedieron demasiado en la Transición. También defiende el derecho a decidir de los catalanes y la constitución de una república federal de los pueblos de Iberia como solución a los problemas de España.
Niño de la guerra y resistente antifranquista, entiende el arte como un compromiso cívico liberador. No le satisface “casi nada” de España y cree que este país necesita como el agua “discusión acalorada” y “tensión” para despertar las conciencias de un pueblo acomodaticio. Recibe a EL ESPAÑOL en su estudio de Aravaca (Madrid), donde se sigue peleando a diario con lienzos de grandes dimensiones. Es vehemente, amable y alegre pese al poso de amargura -no confundir con resignación- que se advierte en sus opiniones sobre la situación del país. Para romper el hielo hablamos sobre sus inicios como pintor en Valencia, de la terreta, y enseguida se entusiasma.
Tira mucho Valencia, ¿verdad Juan?
Yo soy muy valenciano, siempre estoy yendo a Valencia. Voy allí a descansar a un apartamento pequeñito que tengo en El Perelló, frente al mar: me gusta estar en contacto con mi tierra. Además soy socio del Valencia y me gusta ir con mis amigos al Mestalla; a veces cojo el AVE, veo el partido y vuelvo. Nací al lado del Mestalla, en un barrio obrero de enorme tradición, pero lo quitaron en el 82 para mejorar el entorno de Mestalla. Mi abuelo era un obrero de la madera, era sindicalista, muy amigo de Pablo Iglesias, del primero claro.
¿Y las Fallas como tradición artística y plástica no le han interesado?
Las Fallas, como tantas otras cosas en este país, las fastidió Franco. Las Fallas tienen un componente de crítica y sátira muy importante y Franco no quería eso. No se atrevió a eliminarlas, pero las convirtió en una imitación de Walt Disney. Lo malo es que ese cambio ha durado hasta ahora. Y es una pena porque es una fiesta muy democrática, muy popular, en tiempos de la República eran muy bonitas. Y no había artistas. Era algo que salía del barrio para criticar lo que pasaba en el barrio: las queridas, los engaños… ¡se armaban unos follones! ¡Pero si ahora se hacen los llibrets en castellano! Ha perdido todo, pero la gente se lo pasa muy bien porque son fiestas populares.
Usted fue un niño de la guerra y esa experiencia está muy presente en su obra.
Yo nací en 1930, viví la guerra de niño y la recuerdo perfectamente. He pasado media vida reflejando aquello en mi pintura, y creo que lo he contado y que me he ha servido de desahogo. La guerra es tremenda y se queda dentro de los niños que la padecen.
¿Cómo ha evolucionado la huella de la Guerra Civil en España?
Creo que lo peor es que aún permanece ese respeto reverencial al poderoso. Eso explica que tengamos un presidente como Rajoy, que ahora tendrá que declarar como testigo en el caso Gürtel. Un presidente con tantos escándalos de corrupción en su partido, a su alrededor... en cualquier país del mundo habría dimitido o lo habrían dimitido. Ese respeto reverencial al que manda es un reflejo de la dictadura. Aún somos un pueblo que besa la mano del poderoso, no somos ciudadanos, somos siervos, somos un pueblo blando y eso viene por haber aguantado 40 años de franquismo.
¿Y que se puede hacer para superar de una vez nuestra Historia?
Yo creo que aún no ha pasado lo que tenía que pasar. La Historia camina a veces con pasos rápidos y otras de manera muy lenta. Pero en periodos en los que va muy lenta se pueden precipitar los acontecimientos.
¿A qué se refiere?
Pues a aguantar por ejemplo una Monarquía impuesta por un dictador. Franco lo dijo bien claro con aquello de "está todo atado y bien atado": pues eso, que estamos atados. Aquí nadie es monárquico pero aguantamos la Monarquía.
Se ha apostado por una cultura blanda, que es lo contrario de lo que debe ser
¿Seguimos pagando entonces la factura de la Guerra Civil?
Muchas cosas de aquello. Por ejemplo: la cultura la destrozaron. En plena Guerra Civil el arte español mandaba en el mundo: Picasso, Dalí, Miró… Toda la plástica estaba ahí. Pues bien, en el año 73 quisimos hacer un homenaje a Picasso y nos lo impidieron. Para el Franquismo, Picasso era un demonio, un renegado. Venimos de ese desprecio por la cultura y ahora no se la toma en serio ni la izquierda ni la derecha. España es un país inculto. Igual que no ha sabido asimilar la democracia, el asumir que cada ciudadano es dueño de sí mismo, tampoco ha asimilado el valor de la cultura. La cultura es tratada como un ornamento, cuando es un reflejo de la vida, del ser humano.
¿Nadie da valor a la cultura en nuestro país?
Ni los financieros. Compran cuadros para colgarlos en casa, como adorno y como la cuota que cada cual paga para sentirse culto, para cumplir. A mí me importa un pito que cuelguen un cuadro en una pared si luego ese cuadro no hace reflexionar. Se ha apostado por una cultura blanda, que es lo contrario de lo que debe ser la cultura.
¿Ve un valor añadido en la pintura como expresión artística?
Cuando todo es tan rápido la pintura está quieta. Yo creo que la pintura es el arte más democrático. Cuando uno se pone delante de un cuadro manda él. El cuadro está fijo, la imagen es un testimonio de la vida, y ahí queda para que el observador la aprecie como el reflejo de un semejante. La pintura llama a la reflexión con calma, mientras que las artes del movimiento, como la música, el cine o la literatura, llevan al espectador detrás, mandan sobre el espectador. Con la pintura eres totalmente libre, no hay futuro ni pasado, eliges. Por eso siempre he dicho que todo cuadro necesita una silla en frente. Hace tres años que expuse en Valencia. Fue una exposición retrospectiva en el Centre del Carme muy bonita, con muchos recuerdos. Yo propuse en cada cuadro una silla, y funcionó. Se lo digo a los galeristas: poned sillones como en el XIX, antes de la llegada de la vanguardia. El concepto ese de poner los cuadros uno detrás de otro y que la gente mire y mire y se vaya… Pero perdona, que me enrollo hablando.
Se quejaba usted de la Monarquía, ¿pero el rey padre no era un admirador de su obra?
[Risas] Bueno, admirador… Sí que me sorprendió una vez que yo exponía en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo y coincidió con la visita de los reyes. Entonces el rey me dijo, Juan, vente, vente… Los borbones son muy simpáticos, aunque luego… Bueno, el caso es que yo también le hablaba de tú. Me dijo: “Juan explícame esto de la pintura, que yo no entiendo”. Y yo le dije: no hay nada que explicar, se mira y ya está. Miró y me dijo: “¡A ti te gusta mucho el fútbol!”. Y yo pensé, ¡hostia!, esto no me lo ha dicho ningún crítico.
¿Acertó el rey?
Pues sí, me gusta mucho el fútbol. Mi padre jugó en el Algirós y su primo era Cubells, un jugador del Valencia. Yo quería ser futbolista, pero mi padre me lo quitó de la cabeza. “Tú no serás futbolista, tienes miedo, no metes la pierna”. Y era verdad.
¿No cree que la Monarquía contribuyó a la llegada de la democracia?
Sí, pero la democracia ha llegado un poco a la fuerza. La Transición fue beneficiosa, pero se hizo con condiciones porque estaban los militares con el sable dispuesto.
¿Fue un proceso modélico o fue un trágala y un pacto de silencio?
En cierta manera, cumplió su objetivo, pero no fue normal. Fue un acuerdo. Todos teníamos miedo, debíamos haber metido más la pierna.
Este ambiente general que permite una política acomodaticia se va acumulando y por ahí vamos a peor
¿Había otro modo de hacerlo?
Es imposible de saber, pero no estábamos en condiciones de decirles váyanse de una vez y veamos lo que quieren los españoles de verdad. Pero no, los españoles, una vez más, agachamos la cabeza.
Hay toda una hornada de jóvenes comunistas que critican mucho a Carrillo y al PCE por no haber estado a la altura de la oportunidad histórica. ¿Usted piensa igual?
Yo opino que Santiago se pasó varios pueblos. Hizo cosas demasiado ofensivas para la resistencia, los que luchamos contra la dictadura. Mis amigos y yo nos opusimos porque hubo demasiadas concesiones: renunciar a la bandera, renunciar a la República. La izquierda cedió más que la derecha, que siguió mandando.
Cuarenta años después, reformar el régimen para construir una república ¿mejoraría la situación de España?
Yo creo que sí. Vivimos de una manera muy blanda, muy suave, decimos que sí a todo.
Dejó el comunismo cuando comprendió que el activismo se convertía en política profesional. ¿Es correcto el rumbo elegido por Podemos que quiere compatibilizar las instituciones con la acción en la calle?
No sé si lo están haciendo bien o mal, pero lo que sí veo es que Podemos tiene la semilla de algo nuevo; y que tiene que ser más crítico. Es que estamos como anestesiados. Este ambiente general que hay en el mundo, que permite una política acomodaticia, el no estamos tan mal, se va acumulando y por ahí vamos a peor. Hace falta discusión, discusión acalorada, que se viva, que haya más tensión. Creo por eso que Podemos está muy bien, pero a veces peca de superficial.
Pues eso, que está muy bien el ingenio pero que hay que ser más profundos en él.
¿Tiene sentido hoy en día el comunismo?
Tal cual era no, pero es que se habla del comunismo pero no del capitalismo. Ya decía Bertolt Brecht que el capitalismo es un caballero al que no le gusta que lo llamen por su nombre. Pues eso: esta sociedad acomodaticia va cambiando el sentido de las palabras y las destruye. A ver, hay una palabra que usábamos mucho en los 60 y que ahora no se oye… A ver, la tenía apuntada por aquí [Genovés se levanta y consulta unos papeles] ¡Enajenación! ¡La enajenación del individuo! Fíjate si estamos ya enajenados que no me acordaba de la palabra. Enajenarse es convertirse en lo que la sociedad quiere.
¿Como alienado?
Sí: el enajenado piensa que hace lo que quiere cuando hace lo que la sociedad y el poder le mandan. Así estamos… Esto pasa mucho con el lenguaje de la izquierda. “Solidaridad”, por ejemplo. La palabra solidaridad era muy importante, implicaba compromiso, y ahora se confunde con caridad cristiana. ¡Pues no es eso! ¡Solidaridad era una palabra muy seria! ¡Era ser conscientes de que todos juntos podemos hacer una cosa! Ahora nos la quitan, nos la pulen, nos la abrillantan y ya está. Esta sociedad es así, y una de las cosas peores es no sentir el arte de verdad.
¿En otros países es distinto?
Sí. Yo he estado en México, donde hay mucha hambre y también mucha incultura y mucha gente que lo pasa muy mal, pero la clase, digamos, “pensante”, es impresionante cómo se interesa por el arte. El problema es que aquí la cultura es rutinaria.
¿Se refiere a las largas colas en el Museo del Prado?
Pues sí. Es que montan una exposición de Velázquez y hay colas enormes cuando todos los cuadros que se exponen están en el museo. Es una cosa…
Luchábamos contra la dictadura y arriesgábamos la vida por la reconciliación, yo necesitaba un símbolo para reflejar eso
¿Ese postureo invade otros ámbitos de la vida?
Sí, claro: querer ser solidario, querer ser culto, todo sin profundidad.
¿Esa enajenación es consecuencia de la lucha de clases o la lucha de clases ya no existe?
George Soros, cuando le preguntaban si creía en la lucha de clases decía: “Hombre, si la hemos ganado”. Claro que existe. El capitalismo va a más siempre. El socialismo le plantó cara y el capitalismo se paró, pero después de la caída del Muro de Berlín…
En ‘El Abrazo’ planteó la reconciliación necesaria que anhelaba la sociedad española. ¿Si tuviera que pintar un cuadro así ahora utilizaría el mismo motivo: personas abrazándose?
No lo sé, no me imagino otras circunstancias como las que había entonces. Luchábamos contra la dictadura y arriesgábamos la vida por la reconciliación nacional. Yo necesitaba un símbolo para reflejar esa idea: hice un cuadro que está en el Museo de México en el que aparece gente agarrada a unos barrotes, pero no lo veía. Un día, aquí hay un colegio, y vi a unos niños abrazándose al salir de clase, como hacen los futbolistas, y dije: “¡Ya está!”. La dificultad era introducir a la mujer y al final, a la derecha del cuadro, puse una figura de mujer que está como abrazando el futuro. Pues por pintar eso me tuvieron ocho días en los calabozos de Puerta del Sol, y Franco se había muerto hacía cuatro meses. El carnicerito de Málaga [Arias Navarro] era el presidente. De ese cuadro se hicieron medio millón de carteles y se vendieron. Luego el cuadro, que no es mío, que pertenece a todos los demócratas, estuvo 40 años en el sótano del Reina Sofía.
¿Y nadie se interesó por él?
Pues cuando venían periodistas extranjeros a hacerme una entrevista íbamos al Reina Sofía, me ponían el cuadro detrás, hacían las fotos y otra vez para el sótano. Cuando me preguntaban “¿Por qué este cuadro que representa la Transición está ahí escondido?”, yo decía: “No se preocupe, es así, es que está acostumbrado a la clandestinidad”. Eso salió en una entrevista y el director del Reina Sofía me llamó y me dijo que me tendría que colgar [se ríe]. Estuvo un mes y lo volvieron meter.
Eses cuadro es muy popular, gusta mucho.
Sí y es muy curioso porque pasa como con las imágenes de las vírgenes de los pueblos: la gente tiene la reproducción, el cartel, la estampita y lo de menos es que exista un original.
Usted representó a la mujer en este cuadro abrazando el futuro. ¿Cómo ha evolucionado el papel de la mujer en España?
Es lo más positivo que ha habido en la sociedad. Se ha conseguido muchísimo. Si pensamos en el papel de la mujer, incluso en la República, es que no podían ni votar. Es una de las cosas positivas de verdad.
¿Persiste el machismo?
¡Hombre, claro! Yo lo veo en los niños. Han sido demasiados siglos de machismo y es un virus que persiste.
¿Qué pensó cuando PSOE y Ciudadanos titularon su acuerdo de gobierno con el título de su cuadro?
Yo vi que era otro arreglito más, pero siempre pensé que el sitio de ese cuadro era el Congreso de los Diputados. Un día me preguntaron, lo dije, y de pronto todo el mundo, la derecha y la izquierda, estaban enamorados de ese cuadro. Pero no está en el edificio principal, ni en el recorrido habitual de las visitas sino en el otro edificio. Resulta que para ver el cuadro, excepto los diputados, que pasan por ahí, hay que hacer una instancia, o sea, que ya no está en la clandestinidad del almacén del Reina Sofía. Ahora está semiclandestino en un anexo del congreso. Encima, mal iluminado.
¿Se pusieron de acuerdo con usted Pedro Sánchez o Albert Rivera cuando decidieron llamar a su pacto el pacto de ‘El Abrazo’?
Pues no, ni palabra, yo no existo. Pero, insisto, ese cuadro no es mío, es de todos los demócratas. Los derechos de autor los doné a Amnistía Internacional, que montó su primera oficina en España con fondos de reproducciones de ese mismo cuadro.
¿Ese acuerdo entre PSOE y Cs estaba a la altura de lo que quiso expresar con ‘El Abrazo’?
Bueno, yo es que ahora lo veo todo como muy blando, estamos en una sociedad light.
¿Por qué es tan difícil que se pongan de acuerdo los partidos, la izquierda y la derecha?
Hasta que no se desvelen todas las mentiras que ha habido, todos los escándalos en el PP, es imposible. Todas esas mentiras, es que estamos en un gran engaño. Que un presidente esté rodeado de tantos escándalos sería impensable en cualquier otro lugar del mundo.
La corrupción y Rajoy.
Claro, claro, aquí, en mi país, en toda España, y mientras la izquierda eso no lo denuncie de verdad, pero con dureza, con dureza, seguiremos igual.
Pero la corrupción no es privativa de la derecha.
Naturalmente, allí donde hay poder... Pero esto es un desastre. No tiene nombre.
¿Cree que hay más corrupción en España que en otros países? Mire Francia…
Hay más en España. Aquí hay cosas muy gordas que aún no se saben.
¿Seguimos en ‘La escopeta nacional’?
Claro, pero todo es porque falta cultura, porque el nuestro es un pueblo inculto. Aquí todo el mundo habla de los derechos humanos y nadie se ha leído la declaración, que son un preámbulo y 30 artículos, para mí es como un poema.
Ha dicho antes ‘mi país’ en alusión a la Comunidad Valenciana, o Païs Valencià. ¿España es un país de países?
Yo tengo una idea muy clara al respecto. Creo que con una República Federal de los pueblos de Iberia se solucionarían los problemas territoriales: Portugal, Euskadi, Cataluña, España… Si no se impone el nombre de España, sería factible y lógico. Como Estados Unidos, México, Brasil, Alemania…
¿Cataluña, después de el ‘Espanya ens roba’, la ve usted con Portugal?
En una república federal todos seríamos iguales y cada territorio tendría su Hacienda y su economía. Lo de las comunidades autónomas es una broma, es de un paternalismo lamentable. Es un sistema muy centralista.
En Cataluña hay familias enteras que se sienten reprimidas y que llevan generaciones queriendo la independencia
Pero las competencias están transferidas.
Sí, pero dependiendo del centro, de lo que te den. En el siglo XVIII Cataluña ya estaba reclamando sus derechos, no es una cosa de ahora. Y cuando se proclamó la República lo primero que hicieron fue proclamar la independencia. En Valencia ocurría igual, lo que pasa es que lo cortaron. En 1909 hicieron la Exposición Regional Valenciana para que no siguiera un camino parecido al de Cataluña. Yo conocí a Maximiliano Thous, cuando teníamos el Grupo Los Siete y me dijo que en el himno de Valencia, lo de Per ofrenar noves glòries a Espanya, no estaba en su letra, se lo hicieron poner a la fuerza con la intención de hacer a Valencia más española.
En sus obras ha reflexionado mucho sobre el individuo y la multitud. ¿Existe un sujeto colectivo o el concepto pueblo es un pretexto de los poderosos para legitimar su voluntad?
Hay de todo, pero sí que existen los pueblos y tienen derecho a decidir su futuro democráticamente y a ser libres.
¿En un referéndum sobre el futuro de Cataluña tendrían que votar sólo los catalanes o el conjunto de los españoles?
Permitir que la gente vote es lo primero. ¿Y todos los españoles por qué? ¿Qué sabe un andaluz de lo que puede ser y necesitar Cataluña? Esa pregunta que me hace lleva implícita la enajenación de la que hablábamos. Los pueblos que se levantan son los que no están a gusto o conformes con una situación, históricamente ha sido así. En el caso de Cataluña roza el 50%, hay familias enteras que se sienten reprimidas y que llevan generaciones queriendo la independencia. Lo de votamos todos no tiene sentido. Y el caso vasco es el mismo.
A Elias Canetti le interesó también la masa. En una sociedad digitalizada, ¿cómo ha evolucionado la masa?
Estamos tan enajenados… Queremos creernos las cosas que nos dicen, los smartphones nos dan respuestas pero no ofrecen ninguna pregunta. Los libros sí hacen pensar, los cuadros también… Estos bichos [muestra su teléfono móvil] generan una ilusión de saber. Luego incluso en las comidas familiares todo el mundo está pegado a la maquinita.
De los últimos 40 años ¿qué es lo que más le satisface y lo que menos?
A mí España nunca me ha satisfecho del todo. Me hubiera gustado que fuéramos un pueblo culto, un pueblo que apreciara y respetara a la gente del arte. Yo eso lo he visto en México. En España existe aún el tópico de tratar a los artistas como a vagos y drogados, pero yo a mis 87 años trabajo ocho horas diarias: empiezo a las cinco de la mañana, a las 9 desayuno, duermo hasta las doce y otra vez por la tarde hasta las 9 o las 10. Aquí hay desprecio por la ciencia y la cultura. En las escuelas se enseña docilidad, se le enseña a los niños a ser borreguitos, en lugar de a que sean inquietos y se pregunten por el sentido de las cosas. Y es una pena porque de los niños se puede aprender mucho: ¡cómo pintan, cómo se entregan! A Picasso le decían “esos dibujos los podría hacer un niño”, y él contestaba “ya quisiera yo poder pintar como un niño”.