Manolo Valdés (Valencia, 1942) recibe a EL ESPAÑOL en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, a pie de obra. Es miércoles al mediodía y los operarios ultiman los detalles de la instalación de seis de las damas de acero y mármol que hasta ahora transitaban la Plaza Vendome.
La exposición temporal -comisariada por Javier Molins-, que se podrá disfrutar hasta el próximo 10 de diciembre por iniciativa de la Fundación Hortensia Herrero, resulta muy estimulante. Quien haya contemplado antes estas esculturas gigantes en París quedará impresionado por el cambio de proporciones y el efecto de la luz de Valencia sobre los colores y texturas.
Además, las cabezas de Valdés, plantadas en uno de los lagos del complejo, resultan menudas y coquetas en medio de los edificios de Santiago Calatrava. Las obras de ambos parecen llevarse bien y -pura democratización del arte- la pieza que resulte elegida como preferida por los visitantes será adquirida por la fundación.
El pintor español más internacional -vive y trabaja en Nueva York desde hace 25 años- defiende a Calatrava, opina sobre la Transición y la política españolas, se moja sobre el procés y Cataluña, y relativiza la opinión extendida sobre algunas especies de consumo público habitual: desde las consecuencias del mandato de Donald Trump a la horma de feminista, pasando por la inmigración y terrorismo.
No excusa su condición de artista -algo habitual entre creadores- para eludir temas espinosos: su compromiso con la libertad de juicio y su visión distanciada de las cosas permiten admirar a este hombre no sólo por lo que hace.
¿Cómo afrontó la elección de piezas para un entorno arquitectónico tan inmenso como la Ciudad de las Artes y las Ciencias?
Fue una decisión de Hortensia Herrero; ella lo vio. Se ven diferentes del entorno en el que estaban, en París, algunas mejor. Yo al principio me aterroricé, pero cuando empecé a ver las primeras fotos me fui convenciendo de que las esculturas se iban a llevar bien con el edificio. Claro, si el arquitecto no ha puesto esculturas es porque no ha querido, así que te sientes un poco intruso. Es una arquitectura que no necesita esculturas. Pero se llevan muy bien, están perfectas.
No ha habido en la Historia del arte un valenciano con más proyección internacional y más influencia que Calatrava.
Esta arquitectura se ha asociado al dispendio de los políticos y a las obras faraónicas. ¿Qué le parecen estas críticas?
A mí esa polémica me parece absurda. Además, se trata de una obra que, al necesitar mucho tiempo de ejecución, ha pasado por muchas administraciones y eso siempre provoca choques. Dentro de unos años ninguno estaremos aquí, pero estos edificios y este entorno permanecerán. Esto ha venido para quedarse.
Obras faraónicas hay muchas; y las queremos y las admiramos. Yo pienso muchas veces en Santiago Calatrava y, como valenciano, no sé si ha habido otro personaje de la Historia con más influencia internacional en el mundo del arte. Quizá Sorolla, pero no. Este señor tiene edificios estupendos en todo el mundo.
Otra cosa es que haya personas a las que no les gusta su manera de hacer: eso ya son gustos. Calatrava forma parte de esa docena, ese centenar de personas conocidas en todo el mundo. Acaban de encargarle un proyecto en Londres; en Nueva York ha hecho una obra que acabará siendo un icono de la ciudad, como los puentes; es una cuestión de tiempo.
Su valor como arquitecto nadie lo pone en duda, pero su nombre genera también controversia: ¿por qué?
Eso aparece en los medios, pero en realidad la gente está encantada con su obra. La polémica forma parte del lenguaje de la política. Estamos en un momento tan complicado que yo no me atrevería a aceptar un encargo de obra pública porque sé que, de entrada, iba a tener en frente a quienes estuvieran en la oposición. Esto es dramático y tiene consecuencias porque dificulta que se hagan cosas.
¿Es la sociedad española particularmente cainita?
No somos tan diferentes. Este tipo de polémicas se han producido también en otros lugares del mundo. Pero cuando critican que se ha caído un ladrillo, pues me parto de la risa. ¡Hasta en mi casa se caen ladrillos! ¿Cómo un arquitecto va a controlar si un día han puesto más o menos cemento? Es ridículo
La huella que va a dejar Santiago Calatrava es incomparable a la que pueda dejar yo o cualquier otro
¿Nadie es profeta en su tierra?
Yo no puedo estar más contento. Siempre que vengo soy muy bien acogido, me han dado todo. El caso de Calatrava ha sido más desafortunado, pero la huella que él va a dejar en la ciudad es incomparable a la que pueda dejar yo o cualquier otro.
¿Cómo se siente en este último viaje de vuelta a España?
Muy a gusto, estoy muy feliz. Cuando hablas con periodistas sabes si tienes a la gente en frente o no, y mi percepción ha sido siempre muy buena. ¿Qué me falta? Nada, a mí me han dado el Premio Nacional de las Artes Plásticas, he expuesto en el Reina Sofía, en el Guggenheim, en el IVAM... ¿Qué más puedo pedir? Llega un momento en el que le toca a otros hacer esas cosas.
¿Corre un riesgo el artista cuando se acerca demasiado al político, o cuando permite que una administración de un color determinado se le acerque?
Depende de la sensibilidad del político. Por poner un ejemplo: yo estuve muy cerca del nacimiento del IVAM en Valencia y eso se lo debemos a un político concreto, a Ciprià Císcar. Cuando empezamos a hablar de hacer un museo en Valencia, Tomás Llorens había llegado de Londres, imagino que él no sabía lo que era eso de hacer un museo porque en España no había: no existía el Reina Sofía, ni el Guggenheim, no había casi nada. Pero tuvo la visión de hacer eso por la ciudad, así que se lo debemos a él. Es decir, fue un político que no fue hostil al desarrollo del arte, y otros sin embargo sí lo son.
Han pasado treinta años. ¿Ha cambiado mucho España en este tiempo?
Los tiempos son mucho para quien los vive y nada para la Historia. Cuando hablo con amigos arqueólogos siempre se ríen de cómo valoramos las cosas. Es que hay que mirar a largo plazo. Hace treinta años este mismo espacio era un río de porras. España ha evolucionado mucho.
Cuando yo tenía 22 o 23 años ni siquiera podía salir del país porque me habían quitado el pasaporte: estuve sin pasaporte 12 o 13 años y salía de España con uno falso, con el riesgo que eso conllevaba; estuve dos veces ante el Tribunal de Orden Público… Es decir, ni siquiera podía desarrollarme con normalidad. A mí no me pasó nada en realidad, pero a otros sí les pasaron muchas cosas. Ahora no pasa nada de eso. Ni siquiera se entrega el pasaporte en la frontera.
En aquella época, con Equipo Crónica, la suya era una obra muy comprometida con la política.
España vivía una situación anómala y todos los intelectuales estaban comprometidos con hacer de España un país normal. La gente que pintaba abstracto, y cuyos cuadros no representaban nada que pudiera molestar -pienso en Tàpies o en Saura- también estaban comprometidos; y también tenían problemas porque había fuerzas reaccionarias. Cuando todo esto se normalizó, algunos nos fuimos a nuestras casas y otros se quedaron en la política.
Dejé de hacer arte reivindicativo porque las cosas cambiaron: no iba a luchar contra Franco cuando Franco ya no estaba
Dejó de hacer arte reivindicativo.
Bueno, las cosas cambiaron y mi intención no era pelear contra molinos de viento. No iba a luchar contra Franco cuando Franco ya no estaba. El compromiso político no termina nunca porque cada uno tiene su ideología, sus costumbres y su moral, pero se transforma. En los últimos tiempos del Equipo Crónica la serie que estábamos haciendo iba sobre los viajes, ya hablábamos de otros problemas más personales. Todo cambia, afortunadamente.
Ahora hay una revisión sobre el valor de la Transición ¿qué opinión le merece a usted aquel proceso?
Mi opinión es positiva porque valoro las cosas con una perspectiva temporal a largo plazo. Lo que no se puede, y eso es algo que percibo en la lectura de la prensa española, es valorar las cosas día a día; resulta insensato. Creo que España no puede haber progresado más. De Madrid a Valencia te pones ahora en menos de dos horas en tren y antes se necesitaban no sé cuántas horas en coche; sólo hay que ver Valencia; el desarrollo y los cambios que ha experimentado este país son brutales.
¿Los políticos de ahora son más quisquillosos que los de antes?
No tengo juicio para afirmar algo así, creo que hay de todo. Pero sí percibo demasiado ruido. ¿Cómo es posible que después de haber vivido en dictadura tengamos que estar pensando en no molestar a nadie a la hora de hablar? ¿No nos hemos ganado la libertad para decir lo que nos dé la gana? ¿Tengo que estar pensando, según con quien hablo, en si lo voy a ofender? En estos momentos hay más crispación y con eso hay que acabar.
Juan Genovés achacaba a la dictadura el hecho de que España no haya seguido a la vanguardia artística del mundo, como sucedió a principios del siglo XX con Picasso, Dalí o Juan Gris.
En la Historia no todo lo que viene es siempre mejor que lo anterior. El siglo XVII dio a Velázquez, el XVIII dio a Goya y el XIX no tuvo figuras así. Si el siglo XX tuvo esas estrellas y el XXI no las tiene, pues no pasa nada. Además, todas esas estrellas de las que habla mi amigo Juan Genovés no estuvieron aquí. Todos tuvieron que irse. De hecho, muchos países consideran a esos artistas como suyos: es lo que sucede con Picasso. ¿Y qué parte de razón tienen? Pues alguna.
El problema de España es que ha tenido productores, creadores de arte, pero no ha tenido empresarios de la pintura, no ha habido galerías. Había alguna en Cataluña, pero los artistas emigraron y buscaron a empresarios extranjeros. La siguiente generación, los Tàpies, los Miró, etcétera, también tuvieron que recurrir a empresarios extranjeros. Y los de ahora, los Barceló, los Plensa… igual. Cuando las galerías se quejan yo no lo entiendo: producto no les ha faltado.
"Vivo en un país donde la Administración tiene menos protagonismo: el Gobierno tiene que hacer carreteras, no darnos un 600 a cada uno
¿Tiene ahí alguna función la Administración?
No, yo vivo en un país donde la Administración tiene menos protagonismo y estoy encantado con eso. Yo no sé qué hubiera pasado si esta exposición la hubiera tenido que hacer con la Administración, pero con la Fundación Hortensia Herrero sólo he tenido facilidades. La Administración tiene que hacer carreteras, no darnos un 600 a cada uno.
¿Qué percepción se tiene de los españoles en Nueva York?
Cuando vas al MoMA, en la puerta tienes un Miró como un castillo y la presencia de Picasso no puede ser mayor. Están Dalí, Gris, Julio González, todos… En el Metropolitan también. Calatrava acaba de hacer una estación de metro impresionante en el World Trade Center. Una vez, una ministra me dijo que faltaba presencia española y yo le dije, vente a los museos y verás. Están los que importan.
¿Leyó el editorial del 'The New York Times' a favor de la celebración de un referéndum de independencia en Cataluña?
Bueno, ya sabes cómo se producen estas cosas: pues la persona que tiene relación con este tema lo ha dicho y el NYT lo ha publicado. Ya está. No tiene importancia. El NYT es un periódico de referencia, un periódico importante, pero ¡he leído tantas cosas! A veces se publican las tonterías del corresponsal de turno; sucede en todos los periódicos. Yo leo cosas en El País sobre EE.UU. que me hacen partirme de la risa.
¿Qué opinión tiene sobre el proceso independentista?
Yo he vivido los años en que Cataluña lideraba el progreso en España. Vivía en Valencia y, si quería ver cine, me iba a Cataluña, que asumió el boom de la literatura latinoamericana. Yo trabajo en Cataluña con normalidad, pero me gustaba mucho más la Cataluña de antes, la que lideraba este país.
¿Si se celebra una consulta deben votar sólo los catalanes o el conjunto de los españoles?
Yo creo que no se debería celebrar la consulta. Pero si se celebra yo también quiero votar, porque quiero que Cataluña vuelva a ser lo que fue, la que veía lo que los demás no sabían o no eran capaces de ver.
Ha hecho antes referencia a 'El País'. ¿Ofrecen los medios una visión distorsionada de lo que sucede en la EE.UU. de Donald Trump?
Todas las cosas que suceden en EE.UU. tienen mucha repercusión. Con respecto a Donald Trump, yo soy de los que cree que la sociedad americana tiene tanto poder... Hay tantos contrapoderes en EE.UU. ¿Qué problema hay? ¿Va a cerrar el MoMA Donald Trump, acaso? Ni el presidente anterior iba a salvar el mundo ni éste lo va a hundir. No se puede ir contra una sociedad en su conjunto.
Soy consciente de que yo soy un privilegiado que vive en una sociedad a la que llegan todos los bienes. Cuando me desplazo y salgo a las afueras de Nueva York encuentro alguna gente que no piensa lo mismo que yo y que no se considera tan afortunada. Esa gente ha votado otra opción, una opción contra la política, a la que responsabilizan de sus males.
Donald Trump, 'brexit' y auge de la extrema derecha en Europa. ¿Son consecuencias de un mismo fenómeno?
Todo responde a que hay ciudadanos que votan estas opciones porque no están a gusto. Hay que aceptar en democracia este tipo de cosas.
El problema de la polución lo solucionará la ciencia, no el alcalde de turno con las bicicletas: creo en la sociedad más que en los políticos
¿Estamos ante una involución social después del desarrollo conseguido tras la Segunda Guerra Mundial?
Desde nuestro punto de vista sí. Desde el de ellos, imagino que lo ven al revés. Pero yo estoy convencido de que no hay vuelta atrás. Da igual que ahora los ingleses hagan lo que hagan, o que Trump diga ahora lo que diga. En cuatro o cinco años las cosas serán de otra manera. Y las universidades seguirán inventando vacunas y haciéndonos progresar. Y la ciencia nos seguirá haciendo progresar. Ayer leía que ya hay un ascensor que no tiene cables: eso que parece una tontería lo va a revolucionar todo...
El problema de la polución, por ejemplo, lo solucionará la ciencia, no el alcalde de turno con las bicicletas: pues con Donald Trump igual cuando protege el carbón o dice que va a levantar un muro. Yo tengo mucha confianza en la ciencia porque vivo en un país que por ese camino ha logrado muchas cosas. Cuando oigo hablar a mis amigos, de buena voluntad, sobre los países nórdicos como modelo, siempre me planteo: está bien, pero las vacunas y los ordenadores no están ahí por esos países, los han traído de otros, así que ¿cómo nos van a liderar? Yo creo en la sociedad más que en los políticos.
Otro problema de alcance global es el de la inmigración. ¿Qué se puede hacer?
No lo sé, pero evidentemente esos países tendrán que progresar y eso repercutirá sobre ellos. El crecimiento de África es espectacular y ofrece indicios esperanzadores. Recuerdo una cena en la que estaban Chencho Arias y otros diplomáticos y personalidades en la que se hablaba de los problemas de África. Recuerdo que Kofi Annan dijo: “Bueno, algo tendremos que hacer nosotros mismos, por nosotros mismos y para nosotros mismos”. Entendí que asumía que hay muchas cosas que no se hacían en esos países. Yo he comprado muchas veces mármol de África para mis esculturas y he pagado en Suiza. Tendrán que ponerse a trabajar ellos también para mejorar.
Sin embargo, en muchos de esos países vemos que se extiende el islamismo radical y que exportan el terrorismo yihadista.
Hace unos días tuve una exposición en el Museo Nacional de Pekín y, viendo un país de esa dimensión, pensé: menos mal que a estos no les ha dado por matarnos, menos mal que los chinos y los indios quieren parecerse a nosotros. Yo no sé cómo se solucionan ciertos problemas, soy un pobre artista. Pero sí sé que hay sociedades con las que me identifico y otras con las que no puedo.
¿Los inmigrantes que vienen deben asumir nuestros valores y nuestra cultura?
Yo soy un inmigrante, de lujo si quieres, pero soy inmigrante. En EE.UU. ese debate existe y los hispanos hablan mucho de hispanizar el país. Pues yo no veo por qué hay que hispanizar nada. ¿Por qué voy a tratar de imponer mis costumbres frente a las costumbres del país adonde he ido porque he pensado que me ofrecía algo mejor y que me ha acogido?
Parte del éxito de mi trabajo radica en que mi identidad es diferente, pero estaría loco si quisiera luchar contra una sociedad que es más avanzada que la mía. No habría nada peor que hispanizar los EE.UU. y hay mucha gente que está en eso. Yo veía el desfile puertorriqueño, donde líderes independentistas se han hecho fuertes, y pensaba: pero si ése país no puede estar mejor, si no pagan impuestos, salen y entran cuando quieren... No lo entiendo, aunque parece que lo de los sentimientos no se puede controlar.
La visión occidental y anglosajona ha dominado el mundo del arte, ¿cómo afectará la globalización y la inmigración?
La inmigración y la globalización producen sus influencias, pero en cada lugar predomina una forma de expresión. La producción pictórica española ha sido enorme y valiosa. Sin embargo, los autores latinoamericanos que han triunfado en pintura lo han hecho al modo anglosajón. De ellos ha sido la literatura, la novela, pero no la pintura. Es más, nosotros asimilamos y aplaudimos a los autores del realismo mágico, pero no aceptaríamos a un autor nuestro hablando de papagayos o de sandías. Yo presto especial atención a lo que se produce en Latinoamérica.
Los colectivos gay y feminista son poderosos y presionan porque sienten que algo les falta, pero tampoco pueden pasar por encima de los demás
¿Es machista el mundo del arte?
Pues no lo sé. Es decir, yo creo que el colectivo feminista, como el colectivo gay... son colectivos poderosos y presionan porque sienten que algo les falta. Pero tampoco pueden pasar por encima de los demás. Me resulta muy difícil entender que en la Bienal de Venecia se extienda el discurso de que faltan mujeres, por ejemplo. ¿Ponemos cuotas porque sí? ¿Inventamos la Historia del Arte a partir del sexo?
¿Qué consejo le daría a un joven con vocación artística?
Yo veo a los jóvenes bastante más preparados de lo que estaba yo porque, gracias a la globalización, la información fluye. Hoy la gente sabe mucho más de lo que yo sabía entonces. Sin embargo, el desarrollo económico de las artes, o de algunos artistas cuyos precios resultan escandalosos, es un fenómeno que contagia.
Cuando yo empecé no imaginaba que me iba a ganar la vida con esto; y la verdad es que no me importaba. Hoy es difícil que la gente no piense en eso; y es humano que crean que su trabajo es mejor que el de los demás y que, por tanto, merecen más. Yo recibo a alguna gente que viene y siempre les digo lo mismo: tú vienes a Nueva York y siempre vas a recibir algo, siempre vas a aprender, pero cuidado si vienes a enseñar. En el caso de los artistas, enseñar es exponer. Yo lo que recomiendo a todo el mundo es que vayan a las ciudades y lugares donde hay más información.
¿Que salgan de España en todo caso?
¿Por qué no? Pero hoy en Madrid hay excelentes exposiciones, y las hay en Valencia, y en Bilbao, y en otras ciudades, aunque toda formación complementaria es buena.