"Ha muerto el fiscal general más independiente que ha existido en España", ha escrito este sábado un cargo de la carrera fiscal, alguien que, por su posición, ha sido testigo directo de la actuación de José Manuel Maza desde que puso su firma a dos históricas querellas por rebelión contra el expresidente del Gobierno catalán Carles Puigdemont y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.
Maza era un hombre que cumplía su palabra ("Tendréis una respuesta firme y enérgica", anunció en septiembre a los separatistas catalanes, que pueden dar fe de que así ha sido), era un hombre sin miedo y era, sobre todo, un amante del Derecho. Quienes han trabajado a su lado durante este intenso y apasionante año al frente de la Fiscalía saben que lo que su jefe ha hecho en todo momento durante la crisis catalana ha sido lo que su razón jurídica le dictaba.
"Yo soy un jurista, no un político", contestaba cuando desde el mundo político -incluido el Gobierno- se le hacían ver las consecuencias que podía tener pedir prisión para tal o para cual imputado, desde los Jordis a Trapero, desde Junqueras a Forcadell. Escuchaba, preguntaba, contrastaba...y luego seguía su criterio. Lo hacía, además, con valentía pero con sencillez, sin soberbia, sin alharacas, con la humildad de quien actúa desde una convicción jurídica profunda pero admite que puede estar equivocado.
A favor de que se juzgara a Botín
En realidad, echando la vista atrás, ha sido así siempre. Si alguien pensó en 2007 que Maza se vería impresionado por la relevancia del banquero Emilio Botín para librarle del banquillo se equivocó por completo: votó a favor de que el todopoderoso presidente del Santander fuera juzgado por el caso de las cesiones de crédito.
Quien creyese en 2012 que tratándose de una querella contra Carlos Dívar, entonces presidente del Supremo, un juez de ese tribunal sería más condescendiente también erró: Maza votó con toda tranquilidad a favor de admitirla a trámite. Junto a otros tres magistrados considerados progresistas, él fue el único conservador que quiso abrir una causa penal contra el máximo representante del Poder Judicial ni más ni menos que por malversación de fondos públicos.
Era tan, tan de derechas que fue ponente de la decisión por la que la Sala Penal del Supremo rechazó abrir una causa a Pablo Iglesias, dirigente de Podemos, por la supuesta financiación de su formación con fondos procedentes de Irán y Venezuela y, no contento con eso, puso a caldo el llamado Informe Pisa, paradigma de los tejemanejes de la 'brigada política' del Ministerio del Interior...del PP.
"Cuando quieran vuelvo a mi Sala"
Lo de la etiqueta política de conservador era algo que se tomaba con deportividad. Para ser exactos, le importaba muy poco. Cuando fue reprobado por el Congreso lo interpretó como el peaje a pagar por haber sido nombrado por un Gobierno del PP. Sus miembros saben bien el poco caso que les ha hecho. Cuando alguno de sus colaboradores le sugirió que iba a durar en Fortuny menos que un vídeo en Snatchapt se encogió de hombros y le contestó: "Mira, tengo 66 años y soy magistrado del Tribunal Supremo. Cuando quieran me vuelvo a mi Sala, y tan feliz".
José Manuel Maza ha vivido, ciertamente, con felicidad una vida dedicada a mejorar la sociedad desde el Derecho y desde el servicio público. Tentado mil veces por grandes bufetes, siempre dijo no. "Y eso que me ofrecían una pasta", comentaba sonriendo quien ha sabido adecuar su modo de vida a la austeridad y la honradez. La pasión por lo jurídico ha sido su norte hasta el final. Siendo ya fiscal general del Estado realizó uno de sus sueños: terminar la tesis y obtener el doctorado en Derecho.
Un día del pasado mes de julio se fue a la Universidad Autónoma y defendió ante el tribunal sus cuatro años de investigación sobre la responsabilidad penal de los partidos políticos como si fuera un joven licenciado. Obtuvo un sobresaliente cum laude.
Maza ha transmitido su vocación de jurista a su hijo, al que adoraba, y ni siquiera en los momentos más complicados del desafío soberanista ha dejado de ocuparse de su padre, al que recientemente llevó a vivir con él a Segovia. La mujer del fiscal general era la destinataria de las fingidas protestas del anciano, cuando José Manuel Maza llegaba, ya atardecido, y le agarraba el rostro para soltarle un par de besos.
"Anda, Marta, mejor llévatelo y que te bese a ti, que a mi me estruja mucho". Ése era también José Manuel Maza: familiar, cariñoso, divertido, experto bebedor de cerveza, generoso, amigo de sus amigos. Si hubiera un tribunal de calidad humana, también le habría dado un sobresaliente cum laude.