En la biografía que aparece en la solapa de su libro Hay un camino a la derecha, Santiago Abascal (Bilbao, 1976) se define a sí mismo como “sociólogo de casualidad, escritor temprano por convicción y activista de lo difícil”. Y añade luego: “A los 23 años, la mafia separatista ya quería liquidarme”. A ver cuántas biografías como esa encuentran ustedes en Linkedin. Y a ver a cuántas personas encuentran que las enarbolen con tanto orgullo como hace el presidente de Vox.
De los off the record que canta Santiago Abascal sobre el País Vasco de los años de plomo de ETA guardaremos un escrupuloso silencio. Resulta llamativo en cualquier caso que alguien con ese historial a cuestas —diputado del PP en el Parlamento Vasco desde 2004 hasta 2009, cercano ideológicamente a María San Gil, amenazado por ETA durante la mayor parte de su vida— haya sido definido por la izquierda de este país como un extremista ultramontano. A él parece no importarle demasiado la etiqueta y tampoco parece tener mucha prisa en definir ideológicamente a su partido.
Abascal no rehuye las preguntas sobre Marine Le Pen, pero parece cansado de las comparaciones, que él intenta explicar con paciencia digna de mejor causa. Se muestra muy crítico con el PP y un poco menos, sólo un poco, con Ciudadanos, aunque niega formar parte de una pinza contra Mariano Rajoy y su partido. Las encuestas le dan entre uno y tres diputados y el presidente de Vox agradece que EL ESPAÑOL desglose el apartado "Otros" cuando casi ningún otro medio lo hace. “Cuando se habla de 'Otros' se están refiriendo a nosotros sin nombrarnos”.
Escuchada en vivo y en directo, la ideología de Santiago Abascal parece una mezcolanza de conservadurismo clásico, liberalismo económico y filosofía judeocristiana, pero no niego la posibilidad de que mis sentidos me engañen. Otra cosa es su metodología política, cuya calificación cedo a los lectores. En cualquier caso, mi primera pregunta es obvia. Quiero saber frente a quién estoy.
¿Vox es extrema derecha?
Vox es un partido de extrema necesidad para España. Lo que ocurre es que el campo ideológico se ha corrido tanto hacia la izquierda que hasta la cúpula del PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, se ha convertido en el albacea testamentario del proyecto político de Zapatero. En ese contexto, cualquiera que se rebele contra la corrección política impuesta por la izquierda es inmediatamente etiquetado de ultraderecha. Y eso es absurdo.
¿No le preocupa?
No. Nosotros sabemos que nos votan personas de convicciones liberales, personas conservadoras, personas que creen en la unidad de España y personas que están en contra de la excesiva presión fiscal. Es gente que no se deja asustar por las etiquetas.
Es más, nosotros recibimos con agrado las etiquetas que nos adjudican nuestros adversarios porque entendemos que estamos haciéndoles daño políticamente y representando a muchos españoles que se sentían huérfanos. Además, nosotros no tenemos que defendernos de nada. Nosotros vamos al ataque.
Pero si no se definen ustedes, les definirán sus adversarios.
La izquierda nos ha dicho que somos de ultraderecha, xenófobos, islamófobos y retrógrados. Y lo repito, no nos preocupa. Es tanto el daño que ha hecho la izquierda en tantos terrenos que estamos al otro lado de lo que representan ellos. Son muchos los españoles que no entienden el Estado de las autonomías, por ejemplo. Que es carísimo, que es insostenible, que nos hace desiguales y que nos resta libertades. Y esos españoles no entienden que les llamen fachas por eso. Así que no perdemos ni un segundo en justificarnos o defendernos de esos ataques.
En cierta manera, es normal que ahora que hasta Felipe González, José Sacristán, Joan Manuel Serrat o Gaspar Llamazares son calificados de fachas, a Vox se le considere poco menos que el Ku Klux Klan.
Ya sabemos cómo funciona la izquierda en España. Ellos intentan etiquetar y estigmatizar, que es lo que han hecho con el PP durante treinta años. Al PP le han acobardado hasta llevarlo a un rincón del cuadrilátero y ahora es incapaz de defender ningún valor. El PP se ha convertido en un partido que sólo aspira a gestionar el legado ideológico de la izquierda.
¿Por qué sucede eso? ¿Por qué el marco ideológico de la izquierda es considerado como el estado por defecto de la democracia?
La dictadura progre de lo políticamente correcto afecta a todo el ámbito occidental, pero en España es particularmente fuerte porque la izquierda ha utilizado el franquismo para atemorizar a la derecha. Y es curioso, porque lo ha utilizado la izquierda de los últimos años de la democracia, la de Zapatero. No lo hizo la de Felipe González, por ejemplo, que entendió que era la hora de la convivencia y que también entendió que los españoles debíamos mirar hacia el futuro y no hacia atrás.
Y eso es lo que no ha querido entender la izquierda actual.
Necesitaban “tensión”, como le dijo Zapatero a Gabilondo. ¿Quién entendió muy bien eso? El hijo de Zapatero y de Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Iglesias. Iglesias es una consecuencia directa de ese odio inoculado, o rescatado, por Zapatero. Y también de la ayuda en los medios de comunicación que se le ha prestado desde ámbitos gubernamentales para dividir al PSOE.
Socialistas de todos los partidos, como decía Hayek.
En el caso de Montoro, por ejemplo, sería muy benévolo llamarle socialdemócrata. Montoro subió los impuestos en algunos terrenos más allá de lo que planteaba IU. Así que podríamos llamarle cosas mucho peores.
¿Cuántos afiliados tiene Vox ahora mismo y cómo se financia?
Nos financiamos exclusivamente con las aportaciones de los afiliados y los simpatizantes. Tenemos 5.700 afiliados de cuota, y es el momento en el que más afiliados hemos tenido en toda la historia del partido. Es más: teníamos sólo 3.300 en el mes de septiembre de 2017, antes del golpe de Estado separatista, y el crecimiento tras nuestra respuesta al mismo está siendo extraordinario. En poco menos de un año vamos a duplicar el tamaño de Vox. Y lo estamos notando en todos los terrenos. En capacidad de financiación, en la afiliación, en los actos públicos —que llenamos a pesar de que sólo se mueven por redes sociales— y también en la aparición de algunas encuestas.
¿Usted se cree esas encuestas? Las que dan 20 y 30 escaños de ventaja a Ciudadanos sobre PP y PSOE, y entre uno y tres diputados a Vox.
Yo soy sociólogo y creo que las encuestas se han convertido más en una herramienta de inducción del voto que en una herramienta de predicción del voto. Antes de que naciera Podemos en España, conocíamos las encuestas del CIS y algunas preelectorales. Pero ahora nos asedian con encuestas todas las semanas. Yo estoy convencido de que, en general, son herramientas editoriales.
Ahora bien. Sí creo que indican direcciones concretas y que el desplome del PP y del PSOE es creíble. Lo percibimos en la calle todos los días. También creo que el apoyo a las nuevas fuerzas políticas, entre ellas Ciudadanos y por supuesto Vox, va a ser un hecho.
¿Lo notan en la calle?
Hasta ahora nos decían que éramos cojonudos, pero que no era útil votarnos. Y lo que nos dicen ahora no tiene nada que ver con eso. Nos felicitan por lo que estamos haciendo en Cataluña, nos dicen que somos los únicos que hemos tenido el valor de presentar querellas contra los golpistas y nos dan la enhorabuena porque ya nos ven dentro de las instituciones. Yo también creo que vamos a entrar, y con más fuerza incluso de lo que dicen las encuestas.
¿Considera una buena noticia el desplome de PP y PSOE?
El bipartidismo no tiene por qué ser un sistema político que funcione de manera negativa. Hay naciones que funcionan así, con dos partidos que se alternan en el poder, partidos con muchas corrientes internas, y eso no es necesariamente malo.
Pero en España no ha habido nunca un bipartidismo. En España ha habido un cuarteto de partidos, que eran los dos de siempre, PP y PSOE, y los dos de nunca, PNV y CiU, que determinaban las políticas de los dos anteriores.
El bipartidismo es un mito.
Era falso, no existía. Había una dominación por parte de partidos separatistas que han hecho un gran daño al proyecto común por debilidad y falta de responsabilidad de los partidos nacionales, que en vez de pactar entre ellos han pactado con partidos separatistas absolutamente alejados del interés general de los españoles.
Así que no, no me preocupa nada que PP y PSOE se vayan al garete. Creo que sus cúpulas son merecedoras del mayor castigo electoral posible. El PP y el PSOE ya no representan a los españoles. Son votados en gran medida por inercia, casi futbolísticamente. Se vota a las siglas que votaban los padres o a lo que siempre se ha votado.
Ahora hay nuevos partidos.
Nuevos partidos que nunca nos van a representar al 100%. Porque nadie puede compartir completamente el programa electoral de Vox o el del Ciudadanos. Bueno, el de Ciudadanos es más fácil porque son cuatro cosas y no se mojan. Pero el de Vox es más difícil porque somos muy claros en muchos terrenos. Es necesario, además, votar a partidos que vayan a cumplir lo que prometen para que no ocurra como con Mariano Rajoy, que ha incumplido todo lo que prometió y mantenido todo lo que criticó.
¿Es Vox el 50% de una pinza al PP, junto con Ciudadanos?
No. Y, de hecho, nosotros somos muy severos con PP y PSOE, pero también tremendamente críticos con Ciudadanos por ser un partido que juega a la indefinición y la confusión. Por lo tanto, no podemos ser parte de una pinza con nadie, y menos con Ciudadanos, que es un partido con el que competimos electoralmente. Muchos de los que hoy les votan nos votarían en realidad a nosotros, pero optan por ellos porque tienen un tamaño político mayor.
¿Y Podemos?
A Podemos le consideramos el enemigo. Es enemigo de las libertades, enemigo de la unidad de España y enemigo del sistema democrático.
¿Cuál es la intrahistoria de las querellas presentadas por sus abogados contra los líderes del proceso separatista?
Nosotros hace tiempo que reclamamos la aplicación del 155 y del Código Penal a los golpistas. O, mejor dicho, contra los protogolpistas que ya anunciaban el golpe antes de octubre de 2017. No había que esperar a que se produjera la declaración de independencia. Por eso, acudimos a los tribunales ya en 2015 y presentamos querellas contra Artur Mas por delitos de malversación, usurpación de funciones, desobediencia y conspiración para la rebelión y la sedición en grado de tentativa.
En su día, los tribunales nos impusieron fianzas elevadas que no pudimos asumir, nos quedamos fuera de esos procedimientos y la Fiscalía acabó retirando en su acusación final los delitos que llevaban aparejada cárcel. Para los intereses de los españoles fue muy negativo que no existiera una acusación popular que pudiera mantener esos delitos hasta el final.
Y luego llegó Puigdemont.
Tras las declaraciones del juez Santiago Vidal, acudimos al juzgado 13 de Barcelona y al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y presentamos querellas contra los aforados y también los no aforados. Esa querella fue determinante porque dio lugar a una investigación del juez que provocó a su vez las primeras detenciones previas al 1-O y los consiguientes ataques a la Policía y la Guardia Civil. Todo aquello fue provocado por la querella de Vox. Y, de hecho, en algunas de las conversaciones interceptadas ellos mismos dicen que lo que más les preocupa es la querella de Vox.
Todo esto sucedió antes del 1-O.
Después, volvimos a presentar querellas contra la Mesa del Parlamento y todo el Gobierno en el TSJC. Nos impusieron elevadas fianzas, que nosotros pagamos a través de campañas de captación de fondos y con las aportaciones de gente que en muchos casos ni siquiera era afiliada de Vox o votante, pero que quería que hubiera una acusación popular.
Y yo creo que esa acusación popular, que es de todo el pueblo español, ha sido determinante. Porque ha marcado el paso a otras instituciones y no le ha permitido al Gobierno y a la Fiscalía actuar con tanta debilidad como habrían deseado. El caso de Jordi Forn es un buen ejemplo. Forn estaría hoy en libertad si no fuera por la acusación popular de Vox. Porque la propia Fiscalía pidió su excarcelación hace una semana.
¿Cree que el Gobierno no deseaba realmente procesar a los líderes del golpe?
Nos consta que el Gobierno ha presionado fuertemente, de manera creciente y sistemática, a la Fiscalía General del Estado para que no pidiera prisión preventiva. Nosotros sabemos que eso ha sido así. Y lo sabemos por distintas vías y por fuentes más que fidedignas.
¿Estamos hablando de tres personas en concreto?
A la Fiscalía se la ha presionado a través del Ministerio de Justicia, a través de la Vicepresidencia del Gobierno y a través del presidente del Gobierno.
Nicolás Redondo me decía la semana pasada tener la sensación de que la derecha española necesita que la acompañen de la mano.
Estoy de acuerdo. Da la sensación de que se quiere hacer todo por consenso. Y el consenso es deseable, pero no es imprescindible cuando uno tiene mayorías de Gobierno claras. Parece que Rajoy ha necesitado permanentemente el apoyo de Sánchez y Rivera para aplicar un 155 que luego no ha sido tal, porque no ha servido ni para controlar a los Mossos d’Esquadra ni para poner en su sitio a TV3.
¿Qué opina de TV3?
Bueno, lo que habría que hacer con TV3, como con todas las televisiones autonómicas públicas, es cerrarla. Esas televisiones son herramientas de propaganda. Tampoco ha servido el 155 para garantizar la libertad de enseñanza y la de poder escolarizar a tus hijos en la lengua común de todos los españoles.
Y ese complejo no sólo parece operar respecto a la izquierda, sino también con respecto a las instituciones europeas.
Sí, parece que necesitamos el sello de calidad de Europa. Y eso es inaceptable. El único mensaje que desde el Gobierno se estaba lanzando a nuestros compatriotas catalanes durante los últimos años era, por un lado, el de que esto iba a ser muy malo para la economía y que algunos iban a ser más pobres. Cosa que a los separatistas les daba igual porque “con la patria, pan y cebolla”.
¿Y por el otro?
Que la UE no lo iba a aceptar. ¿Qué pasa? ¿Que lo peor que se le puede decir a un catalán es que va a dejar de ser europeo? Lo peor que le puede pasar a un catalán es dejar de ser español. Y si el Gobierno de la nación no es capaz de transmitir un mínimo de orgullo de lo que significa ser español… ¿quién lo va a hacer? El hecho de que el PP necesite de esos dos sellos de calidad, el de la izquierda y el de las instituciones europeas, lo convierte en un partido irrelevante y prescindible.
Quizá el PP se ha creído la propia leyenda negra española.
Desgraciadamente, muchos españoles, influidos por la cobardía de muchos intelectuales, se han tragado la leyenda negra española. Desde la reconquista frente al islam, llamada “insidiosa reconquista” por el señor Cebrián, hasta la gran obra de la hispanidad, que con sus luces y sus sombras —y yo creo que hay más de lo primero que de lo segundo— es la mayor obra de hermanamiento universal hecha por ningún pueblo. Allí donde llegaba el ferrocarril de los anglosajones, por ejemplo, se acababan los indios.
Los españoles, en cambio, podemos decir, como afirmaba el historiador Venancio Diego Carro, que “la cara de los hispanoamericanos es un documento viviente y nuestra mayor apología”. Porque los españoles hemos aceptado el mestizaje y no nos ha importado la cuestión racial, sino el hecho cultural y religioso.
Hay una tercera leyenda negra.
La de la lucha contra la invasión francesa. Hay quienes dicen, como Pérez-Reverte, que por otro lado está muy acertado en otras cosas, que lo mejor que nos podría haber pasado es que los franceses también nos hubieran hecho la revolución aquí.
Y sobre esos tres hechos —la construcción identitaria frente al islam, la construcción en torno a la obra de la hispanidad y la afirmación de España como nación política, y no sólo histórica, a partir de la Constitución de 1812— hay una leyenda negra aceptada por españoles de lo más variopinto. Nosotros no nos identificamos con eso. Sabemos que la historia de España no es únicamente rosa, pero desde luego tampoco es negra. Es una historia de la que nos podemos sentir muy orgullosos.
¿Tiene opinión sobre lo ocurrido con los Mossos d’Esquadra en Cataluña?
Sí. Las políticas de Interior deben estar en manos del Gobierno de la nación y no deberían existir ni los Mossos ni la policía autonómica vasca. Nosotros tenemos muchos seguidores entre los Mossos y la Ertzaintza. Muchísimos. ¿Significa eso que queremos mandarlos al paro? No. Significa que debe existir un Cuerpo Nacional de Policía y una Guardia Civil en todo el territorio nacional, y que esos mossos o policías autonómicos vascos deberían poder integrarse en ellos.
Lo ocurrido ahora nos viene a dar la razón. Hemos puesto en manos de los golpistas, de los más desleales, una fuerza extraordinaria y armada que estaba comprando armas de guerra, no armas de carácter policial. Parte de la deslealtad de esos Mossos d’Esquadra ha sido facilitada por el Gobierno de la nación y, en general, por los partidos nacionales, que no han querido solucionar ese problema.
¿Qué opina de la polémica sobre los editoriales de diarios como The Times y The Guardian, entre otros?
A mí me importa tan poco lo que diga Angela Merkel como lo que diga el New York Times. No tienen ni puñetera idea. A lo único que tiene que atender nuestro Gobierno es a lo que digan nuestras leyes y a lo que diga el pueblo español. Volvemos una vez más a los complejos respecto al "prestigio" del que gozan unos medios decadentes que ya no determinan la opinión pública. Ni en los EE.UU. ni en el resto del mundo. Como demuestra por cierto la victoria de Donald Trump. Las oligarquías mediáticas ya no mandan. Da igual lo que digan, ya no son tan importantes.
Ahora casi cuentan más las redes sociales.
Las redes sociales han democratizado la opinión. En algunos casos, en sentido negativo, porque es cierto que la violencia que se expresa en las redes es a veces pavorosa, pero también es cierto que han logrado que todos esos que pretendían determinar cómo debía ser nuestro futuro ya no puedan hacerlo.
Si estuviera en sus manos decidirlo, ¿cuál sería el grado exacto de integración en Europa que querría para España?
Europa es un espacio cultural y geográfico. Y España es Europa con mayor derecho que el resto de los países europeos. Porque Europa es Europa gracias a que España permitió que lo fuera y porque los españoles y los franceses del sur impidieron la islamización de Europa hace muchos siglos. Antes se decía que “Europa termina en los Pirineos”. Pues bien: si Europa termina en los Pirineos es porque empieza en Gibraltar.
Así que, con pleno orgullo, manifiesto nuestra adhesión a Europa, de forma indisoluble.
Habrá un pero.
Esa adhesión no puede llevarnos de ninguna manera a aceptar una UE burocrática que pretenda la disolución de los Estados-nación. Porque nosotros creemos en la unidad de España, y creemos que ni se puede romper ni disolver en el contexto internacional. ¿Hay que replantear el proyecto europeo sobre otras bases? Sí. No creemos en las bases federales que se plantean desde la izquierda, desde Ciudadanos o desde el PP, en boca de dirigentes del PP como Margallo.
Nosotros no creemos que Europa deba ser una gran supernación federal. La referencia del Estado-nación sigue siendo válida y es con la que nos identificamos la mayoría de los españoles. Además, nosotros nos creemos el artículo 2 de la Constitución española. Creemos, además, que la UE está atacando la identidad europea con su política de puertas abiertas a la inmigración y a los supuestos refugiados.
Hace unas semanas, un viejo líder del PSOE me habló de “ordenar” la inmigración. Es el tipo de declaraciones que se le perdonan a la izquierda pero que jamás se le perdonarían a Vox.
La inmigración es un hecho. España ha sido un país de emigrantes y ahora también de inmigrantes. Hemos emigrado con orden y concierto, respetando la legalidad de los países a los que hemos ido, y hemos recibido inmigración con desorden y desconcierto. Nosotros lo que planteamos es que la inmigración se ordene y se regule.
¿En función de qué?
De dos elementos. En primer lugar, de las necesidades de la economía nacional. Porque con varios millones de parados, España no necesita inmigración en estos momentos. Decir que los inmigrantes nos van a pagar las pensiones es, directamente, mentira. Los inmigrantes que llegan a España lo hacen de manera ilegal, sin contratos de trabajo, y para recibir las ayudas sociales que no reciben muchos españoles.
En segundo lugar, en función de la capacidad de adaptación de los inmigrantes. No es lo mismo recibir a un inmigrante de naciones hermanas como las hispanoamericanas, con una misma cultura, una misma lengua y una misma cosmovisión, que recibir a un inmigrante de países islámicos. Incluso dentro de los países islámicos hay diferencias. Hay países más radicales y otros más moderados. Pero nosotros somos partidarios de detener la inmigración procedente de países islámicos habida cuenta de en qué se ha convertido en Europa.
¿En qué se ha convertido?
La inmigración de los primeros años llegó a integrarse, pero la más reciente no tiene ninguna intención de hacerlo. Y se están creando guetos y zonas no go donde no es que no puedan entrar los ciudadanos, es que no puede entrar ni la Policía. Pronto las habrá en España. Son microestados, islas religiosas donde se pretende aplicar la sharia. Y creo que esa es la voluntad de una gran parte de la inmigración islámica en Europa: convertir la ley religiosa en ley civil. El problema es que por vía demográfica, y por lo tanto democrática, podrían llegar a considerarlo.
Usted me está hablando de identidad, entonces.
Nosotros creemos que es absolutamente lícito querer mantener nuestra cultura y nuestra identidad. Identidad no en un sentido metafísico, sino en el sentido de la libertad del hombre, de la igualdad del hombre y la mujer, y de la separación de Iglesia y Estado. Que, por cierto, es un préstamo del cristianismo: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Lo que está ocurriendo en muchos barrios de Bélgica, Suecia o Alemania no parece indicar que ese vaya a ser el camino seguido mayoritariamente en Europa.
En España hay barrios conflictivos donde, por suerte, no se ha llegado todavía a esos extremos. Lavapiés o, en su momento, el Raval de Barcelona. O las zonas rurales de Lérida y Gerona, que se han llenado de inmigración islámica gracias al separatismo.
¿Y quiénes son los que no pueden aceptar eso? Pues las personas que se ven obligadas a convivir con ese tipo de inmigración, que son las que se dan cuenta de las consecuencias. ¿Quién lo puede aceptar? Pues quien no convive con ello. Es decir los más privilegiados económicamente. Estoy recordando las palabras de un alto directivo de una de las principales multinacionales europeas, Airbus, que decía que la oleada de refugiados era muy buena porque eso les iba a permitir abaratar los salarios.
Hablemos de ello, de economía. ¿Es Vox liberal?
A mí no me gustan las etiquetas. Vox es un partido que de forma muy rotunda desafía la corrección fiscal que impera en el resto de los partidos. Apostamos por la rebaja de muchos impuestos, y los impuestos que no queremos rebajar los queremos suprimir, como el de sucesiones y el de patrimonio, que están afectando a las clases populares. Los ricos tienen muchas formas de transmitir su patrimonio, pero las personas que reciben una pequeña herencia en forma de piso en un barrio modesto, y que ven que no pueden asumirlo porque no tienen la liquidez suficiente para pagar los impuestos derivados, son las que lo sufren.
Apostamos por que a los españoles no se les arrebate de forma desmedida el fruto de su esfuerzo. Los impuestos deben ser los justos, los mínimos para mantener un Estado que no debe tener el tamaño del Estado actual.
¿A quién culpa de ese tamaño?
Al Estado de las autonomías. Nosotros somos partidarios de un recorte drástico de la parte improductiva del Estado, es decir del aparato autonómico.
¿Pero es compatible una política fiscal liberal con el proteccionismo que defiende Vox?
Creo que sí. Al final, la competencia desleal con mano de obra barata acaba abaratando mucho los productos y nos permite comprar a precios bajos productos que antes no podíamos comprar. Como los teléfonos móviles, por ejemplo. Todo esto es consecuencia de la globalización. ¿Es una consecuencia positiva? Sí.
Pero también tiene su lado B, y hemos de ser capaces de analizarlo. Donald Trump en los EE.UU. ha sido muy consciente de ello y ha querido acabar con los acuerdos multilaterales para llegar a acuerdos bilaterales que creo que le están haciendo triunfar en materia económica.
¿Se identifica con Trump, más allá de sus políticas concretas?
Con la pregunta me das la respuesta. Es un personaje, y todos tenemos uno. En el caso de Trump, ese personaje es superlativo. Todos nos hemos reído con los vídeos que corren por ahí de él. Pero yo, al personaje caricaturesco de Donald Trump, lo veo con distancia. Al Donald Trump que desafía la corrección política, que protege los intereses norteamericanos y que se atreve a enfrentarse con la izquierda en todos los terrenos lo veo sin embargo con simpatía.
He de suponer que si algún día llegara usted a presidente del Gobierno, se comportaría de forma más ajustada al protocolo.
Yo creo que en general ya lo hago, ¿no? Pero, lo repito: no me identifico con el personaje. Me identifico con esa reacción tan difusa que se ha producido en todo el mundo contra la reacción política dictada por la izquierda desde Mayo del 68. En ese sentido, Donald Trump ha sido muy beneficioso.
¿Usted le habría votado?
Sí. Mil veces antes que a Hillary Clinton, que representa lo progre en su máxima expresión.
¿Cree que la alarma por el supuesto auge de la ultraderecha en Europa se corresponde con su peso real?
Es que yo creo que no es ultraderecha todo lo que llaman ultraderecha. Es muy fácil etiquetar y decir que un 36% de los franceses son ultraderecha. Pero es equivocarse. A Marine Le Pen la votan principalmente los obreros franceses y las clases populares. Llamarle ultraderecha a todo eso, sin matices, es un error. Un error deliberado.
¿Pero comparte algo con ella?
Alguna gente criticaba aquella reunión que mantuvimos con ella. ¿El modelo de sociedad que Vox defiende para España es el que defiende Marine Le Pen para Francia? No. ¿El modelo de Estado? No. ¿El modelo fiscal? No. ¿El modelo de civilización es compatible? Sí.
¿Estamos frente a un choque de civilizaciones?
Eso es mucho decir. Estamos frente a un choque de la civilización contra la barbarie.