Alfons López Tena (1957) es el independentista heterodoxo oficial de la comunidad catalana. Para empezar, es valenciano. Además de exvocal del Consejo General del Poder Judicial, bestia negra de los medios de comunicación nacionalistas —que no le invitan a sus tertulias ni por equivocación— y mosca cojonera del procés separatista. Especialmente esto último.

En una región volcada en el masoquismo, las entrevistas de López Tena son leídas con la misma mezcla de dolor y placer que se siente cuando uno presiona con la punta de la lengua una muela cariada. Porque López Tena, buen conocedor de lo que se cuece entre bastidores del procés, no suele reprimirse a la hora de decir aquello que todo separatista de bien se niega a creer: que Cataluña jamás será independiente; que los catalanes no quieren en realidad la independencia, sino desear la independencia; y que los líderes del procés jamás han tenido otra intención que implantar una dictadura comunitarista maquillada por el voto popular de la mitad de los catalanes.

López Tena fue el inventor de uno de los eslóganes más exitosos, pegadizos e irritantes de la historia de la democracia española (“¡España nos roba!”). Pero él se siente casi más orgulloso de su segunda ocurrencia brillante: la del término procesista, que le sirve para definir a aquellos que han hecho del procés un modus vivendi.

Su carrera política en la Convergència de los años 90 y 2000 y en el partido Solidaritat Catalana por la Independència, donde coincidió con el expresidente del FC Barcelona Joan Laporta, le cae ahora mismo muy lejos de sus intrigas actuales junto a un grupo de fieles a los que él llama “mi KGB” y de los que no suelta prenda. ¿Su objetivo? Hundir el procés y conseguir que Puigdemont, Junqueras y compañía sean condenados a prisión. Y no precisamente para un par de años, sino para un par de décadas. O más.

Me dedico a hacer caer el régimen procesista.

"Me dedico a hacer caer el régimen procesista". Alberto Gamazo El Español Barcelona

¿Usted ha dejado la política activa?

No. Hace tres años anuncié que no quería participar en la vida pública catalana. Lo cual no quiere decir que no participe en la vida política catalana. Pero desde la clandestinidad.

¿En qué consiste esa clandestinidad?

En hacer caer el régimen procesista.

Pero si usted es independentista.

Pero para mí la independencia es un proyecto político como cualquier otro, no un elemento identitario.

Como sí lo es en cambio para los que usted llama 'procesistas'.

Ya se ha visto. Tanto Convergència (o cómo se llame hoy) como ERC como la CUP no han tenido jamás ninguna intención de conseguir la independencia de Cataluña. Sólo han jugado a ello para conseguir lo que les interesa, que son los votos y el control de los presupuestos públicos. A los hechos me remito.

¿A qué hechos se refiere?

Ahora se ha sabido, por ejemplo, que el día que Puigdemont iba a anunciar elecciones anticipadas convocó a todo el Gobierno y al grupo parlamentario en el palacio de la Generalidad y les dijo: “Para que quede claro: no tenemos nada preparado, no hay nada hecho, no hay estructuras de Estado, no tenemos ningún apoyo, no tenemos nada. ¿Se entiende? Pues venga”.

Pero si juraban que llevaban desde el 2012 preparándolo todo.

Y ahora la CUP dice aquello de Casablanca: “¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega! ¡No había nada preparado!”. Bueno, ¿y qué habéis hecho vosotros? Participabais en el Gobierno, le dabais apoyo e ibais a todas las reuniones. ¿Ahora os enteráis?

Y eso que la CUP tiene fama de coherente.

La CUP es, como dijo el biógrafo de Pujol, “carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre”. Y no sólo biológicamente. Forman parte de la misma mentalidad y tienen los mismos objetivos que Convergència y ERC. Es decir, el control clientelar de la sociedad catalana.

¿Qué opina de la acusación de terrorismo, finalmente desestimada, para algunos de los líderes de los CDR?

Depende de si hablamos en términos coloquiales o jurídicos. En términos coloquiales, los mismos que ahora se rasgan las vestiduras han hablado de "terrorismo doméstico" o de "terrorismo de los bancos". Como metáfora, el término terrorismo se utiliza a menudo.

En términos jurídicos, tanto la directiva de la UE como la legislación española después de su última reforma definen como terrorismo una serie de actividades que, a mi modo de ver, no deberían ser consideradas terrorismo. Son disturbios públicos, son daños, son estragos, pero no terrorismo. El terrorismo tiene un carácter de gravedad que requiere algo más que daños. Por eso no todo asesinato es terrorismo.

La 'kale borroka' tenía por ejemplo una banda terrorista detrás, cosa que no ocurre, de momento, en el caso de los CDR.

Exacto. Yo estaba en el Consejo General del Poder Judicial en aquel momento, y la realidad era que los mismos hechos, realizados en el País Vasco o Navarra, eran terrorismo, mientras que si se llevaban a cabo en otros lugares no lo eran.

Actualmente, la definición de terrorismo, no sólo en la legislación española sino también en la directiva europea, es tan amplia que permite calificar como terrorismo casi cualquier cosa. Lo cual es un error. Ahora mismo no hay en Cataluña una actividad de secuestros o de agresiones contra personas. La hay, eso sí, de coacciones, de presiones psicológicas y de pintadas.

¿Pero cree que hay riesgo real de que en Cataluña se llegue al terrorismo?

Sí. Es el paso lógico tras la frustración.

¿Pero quiénes serían los que darían el paso? Los CDR son poco más que adolescentes.

Recuerde Can Vies. Y recuerde Hamburgo, donde se produjeron asaltos a tiendas y se quemaron locales. Por toda Europa hay grupos antisistema con una cierta coordinación y que no tienen nada que ver con la independencia, pero que se enganchan a ella con el objetivo de liarla. Y esos grupos pueden ser los catalizadores de la violencia física y del terrorismo. De hecho, ya están empezando a verse enfrentamientos físicos entre personas.

¿Qué opina de la decisión del juez alemán respecto a Puigdemont y su desestimación del cargo de rebelión?

Yo estuve en el Consejo General del Poder Judicial cuando se implementó el sistema de la euroorden en 2002. El sistema se basaba en un razonamiento simple: con Schengen, la libre circulación de personas implica también la libre circulación de criminales. La idea inicial fue que la entrega de delincuentes fuera tan automática como esa misma entrega dentro de cada Estado. Es decir, como cuando un juez de Marsella le pide a un juez de París que le entregue a tal o cual persona.

¿Y qué ocurrió?

Lo de siempre. Reino Unido puso todas las pegas posibles. Y luego el núcleo duro de la UE dijo “sí, bueno, eso está bien para nosotros, pero no para algunos de los países del Este que han entrado últimamente”. Y se acabó solucionando todo como se solucionan muchas cosas en la UE: a medias.

Ahora mismo nadie sabe cómo interpretar las euroórdenes.

Se le está diciendo a los jueces: “Mire, si usted interpreta esto de la manera A, no tiene nada que juzgar. Y si lo interpreta de la manera B, puede entrar a decidir sobre el fondo de la cuestión”. Y la opción natural de los jueces es optar por la B porque así ejercen poder. Con la opción A se convierten en una mera instancia burocrática. Y eso es lo que ocurrió en el caso de Falciani y Suiza con la Audiencia Nacional. La Audiencia dijo: “Sí, los delitos de Falciani están tipificados en España, pero como la finalidad era revelar datos de defraudadores fiscales, no se concede la extradición”. Y se quedaron tan anchos.

Pero más allá de la interpretación y atendiendo a la literalidad de las normas regulatorias de la euroorden, ¿esta debería implicar la entrega automática del criminal o la entrada en el fondo de la cuestión?

No está claro. El sistema es ambiguo. Yo, como jurista, y como europeísta, considero que la entrega debería ser automática. Pero no es lo que ocurre en la práctica. Como dicen los americanos, hard cases make bad law (“los casos excepcionales no dan lugar a buenas leyes”). Lo cual quiere decir que un sistema pensado para delitos comunes, en el sentido de habituales, no funciona para delitos como los de Falciani o Puigdemont. Pero hay un segundo problema.

¿Cuál?

En el caso de la euroorden, el único que está allí, frente al juez que ha de decidir sobre ella, es el abogado defensor. No están el fiscal o el juez que solicita la extradición. Es un sistema que no funciona. Si la extradición es un juicio, que lo sea. Pero con presencia del acusador. Es decir, con garantías para la parte acusadora. Que a fin de cuentas era lo que se quería evitar con la euroorden: que las extradiciones se convirtieran en un juicio. Además, ¿dónde está el magistrado de enlace?

¿El magistrado de enlace?

Es una figura nombrada por el Consejo General del Poder Judicial y el Ministerio de Exteriores para que este sistema funcione de una manera fluida. Es un magistrado que trabaja en el Ministerio de Justicia del país receptor, no en la embajada del país que lo envía. Hay un magistrado de enlace en París, otro en Londres, etcétera, de la misma manera que hay un magistrado de enlace británico en Madrid, en Roma, etcétera.

Y del magistrado de enlace español en Alemania, que debería haber intermediado para facilitar la extradición de Carles Puigdemont, nada se sabe.

Es interesante, ¿verdad?

¿Y dónde está ese magistrado de enlace que debería estar en Alemania?

Eso es lo que me pregunto yo. Pero yo ya no estoy en el Consejo General del Poder Judicial. Eso deberíais investigarlo los periodistas. ¿Lo hay? ¿No lo hay? Si lo hay, ¿por qué no ha intervenido? ¿Quién es?

¿Dónde está el magistrado de enlace en Alemania que debería haber facilitado la extradición de Puigdemont?

"¿Dónde está el magistrado de enlace en Alemania que debería haber facilitado la extradición de Puigdemont?" Alberto Gamazo El Español Barcelona

¿Está insinuando que esa figura no ha sido utilizada por el Gobierno por razones X?

Cuando yo estuve en el Consejo General del Poder Judicial se hicieron algunos nombramientos sin tener en cuenta el mérito y la capacidad, y sólo con el objetivo de premiar a los amigos. Con lo cual se nombró a algunos que ni siquiera dominaban la lengua de su país de destino. Me llama la atención, en cualquier caso, que de esto no haya hablado nadie.

¿Qué opina de la actuación del Gobierno español con respecto al 'procés'?

En el fondo lo han hecho bien. Porque ellos sabían desde el primer día que esto era un farol por parte de Mas, Puigdemont y Junqueras. Que sólo se trataba de subir el nivel de ruido para sentar al Gobierno español en una mesa y conseguir contenidos del Estatuto que fracasó en 2010. Y entre otras cosas lo sabían porque los mismos Mas, Puigdemont y Junqueras se encargaron de ir diciéndolo por Madrid. “Es que no nos hacen ninguna oferta, es que nos tenéis que hacer una oferta, es que tenéis que darnos algo”.

El problema es que si tú lanzas un farol y la otra parte no se la cree, has perdido la partida. Que es lo que le ha pasado a ellos. Por eso no ha habido diálogo político. Ha habido un “no” y ya está.

Por otro lado, tampoco ha habido ninguna oferta política por parte del PP, del PSOE o de Ciudadanos. Y eso quedó claro con el anterior Estatuto. Para el Estado, el Estado de las autonomías es el punto de llegada, no el de partida. Y la estrategia del Tribunal Constitucional en este sentido fue devastadora. Liquidaron cualquier posibilidad de autogobierno. Ahora, el Estado no tiene nada que ofrecer a Cataluña en términos de poder. Pero hay un tercer punto.

¿Cuál?

De la misma forma que lo peor que le puede pasar a un hipocondríaco es caer enfermo, porque eso le reafirma en su hipocondría, lo peor que le puede pasar a esa mitad de los catalanes que obtienen placer del victimismo, de la sentimentalización, de la falta de proyecto político y de la negativa a rendir cuentas de nada, es que efectivamente se les trate como a víctimas. Porque entonces se hunden en eso.

Sólo hay que mirar la situación actual. Media Cataluña se ha dedicado al folclore sentimental: a los lazos amarillos, a los conciertos, a las manifestaciones y a tocar la guitarra. Es decir, a algo que no es ya un proyecto político, sino un constante darse satisfacción por lo buenos que son y lo mucho que les persiguen. Alguno hay que ha hecho incluso un paralelismo entre Artur Mas y Nelson Mandela.

Y en este sentido, la táctica del Gobierno ha sido muy efectiva. Porque ha metido a los catalanes en un carril sin salida: el de la queja victimista. Y esto va para largo, porque los presos van a estar en la cárcel durante muchos años. Y con eso el Gobierno ha dejado de tener un problema político y ha pasado a tener un problema, en todo caso, de orden público.

Pero en el pecado llevas la penitencia. España no puede permitirse el lujo de que Cataluña quede anclada en el victimismo y caiga en la decadencia económica, política, social y cultural.

Bueno, yo no lo veo así. España tiene el objetivo de que Cataluña sea residual. Y todo esto es una manera acelerada de conseguirlo. En estos momentos, por ejemplo, sólo queda una empresa del IBEX 35 con sede en Cataluña. La apuesta siempre ha sido Madrid. Y eso desde la Restauración, como mínimo. Pero no es que al Estado le vaya bien arruinar a Cataluña. Le va bien desplazar el poder económico catalán hacia España. Y todo esto lo ha acelerado.

Es un punto de vista interesante.

Es más bien considerar que España y Cataluña son dos naciones diferentes. Imaginemos que Madrid estuviera geográficamente donde está ahora Barcelona y que Cataluña y Valencia estuvieran donde ahora están Castilla y Extremadura. ¿Alguien tiene alguna duda de que las conexiones con Europa serían diferentes? ¿Se habría hecho una vía de AVE entre Barcelona y Sevilla o se habría hecho primero entre Madrid y París? Aquí de lo que se trata es de dominar. Y para dominar, lo primero que hace falta es que la parte dominada carezca de capacidad económica.

Si usted hubiera sido presidente de la Generalidad, ¿cómo habría actuado para conseguir la independencia, en contraste a como lo han hecho Convergència, ERC y la CUP?

Pues como se han conseguido todas las independencias. Aquí hay dos opciones. Sin acuerdo y con acuerdo. La primera tiene la enorme desventaja de que en una sociedad moderna y europea las cosas han de seguir funcionando. Porque esto no es Sudán del Sur. Fíjese sólo en las enormes dificultades políticas que plantea el brexit, para el que sí hay acuerdo político. Y eso que salir de Europa no es tan complejo como un proceso de independencia. 

¿Y en cuanto a la acordada?

Durante el último siglo ha habido ciento cincuenta independencias y entre ellas ha habido de todo. Pero no ha habido ninguna que se haya conseguido porque el Estado original haya tenido un ataque de buen corazón, sino porque mantener la situación de dominio generaba más inconvenientes que permitir la independencia. Así que en Cataluña se debería haber llegado a una situación en la que para España fuera más rentable la independencia que no la continuidad.

En segundo lugar, la independencia debería ser un proyecto político, no esta cosa paternalista que han hecho los procesistas. El objetivo debería ser que los contrarios a la independencia la vieran como un proyecto político y no como una amenaza existencial. Esa condescendencia, ese paternalismo, esa mentira continua que los procesistas han utilizado puede funcionar para los suyos. Porque es un comunitarismo autoritario. Pero en los contrarios levanta todas las alarmas. Y esa es la segunda parte: no se puede hacer una independencia que implique una guerra civil.

No es lo que se ha hecho durante los últimos años, está claro.

Mi tesis es que los catalanes desean la independencia, pero no la quieren. Como decía Atatürk, no existen los pueblos oprimidos. Si están oprimidos es porque se dejan. Y yo añadiría que si están oprimidos es porque quieren, porque lo desean.

En Cataluña se sigue votando a los mismos hagan lo que hagan, digan lo que digan, prometan lo que prometan. ¿Por qué? Porque lo que quieren es eso: alguien que les proteja de los abusos y prepotencias del Estado central, pero que no les lleve a la independencia. Porque no la quieren, en realidad. Lo que desean es desearla indefinidamente.

Son como los judíos que se pasaron mil ochocientos años diciendo cada viernes por la noche: “El año que viene, Jerusalén”. Pero, ¿iban a Jerusalén? No. Cuando llegaron unos que dijeron “venga, vamos, hagámoslo”, la inmensa mayoría lo rechazó. Porque preferían seguir pensando que eran el pueblo escogido, que eran los buenos. Y la prueba de que eres el bueno es que te persigan. Y por eso decían cada viernes “el año que viene Jerusalén”. I tal dia farà un any [una expresión catalana traducible como “y tal día se cumplirá un año” que indica indiferencia o la poca importancia que se le concede a un hecho concreto].

¿Es por comodidad? ¿Viven demasiado bien los catalanes para querer realmente una independencia que provocaría graves trastornos en su economía y su modo de vida?

No, no. Los últimos cuarenta años son años buenos. Son años de libertad, de democracia. Los cinco siglos anteriores son horrorosos. Y la mentalidad de un pueblo y de sus ideólogos se produce a partir de una decantación histórica. Ante la situación de dominio de España, habiendo perdido las instituciones, el derecho, etcétera, los catalanes respondieron replegándose. Y se replegaron generando una ideología comunitarista y autoritaria. Es decir: “Todos juntos y todos agrupados, porque así sobreviviremos”.

Pero eso, ¿qué comporta? Comporta que no haya ninguna crítica, ningún pensamiento, ninguna individualidad. Y por eso Cataluña, en materia de pensamiento, no ha producido nada durante los últimos siglos. Y lo que ha producido en aquellos terrenos en los que se requiere individualismo es muy escaso o fruto de catalanes que han salido huyendo de Cataluña. Por otro lado, hay muy pocos casos en el mundo en el que una lengua que no es lengua de Estado haya sobrevivido como lo ha hecho la catalana. Y eso es, por otra parte, un éxito.

Así que gracias a esa ideología comunitarista y autoritaria se ha formado una resistencia que ha permitido que siga existiendo un pueblo catalán. Al mismo tiempo, ha provocado que los catalanes sean incapaces de culminar ningún proyecto político. Porque el catalán está programado para resistir, pero no para avanzar.

Y por eso, a mi modo de ver, es imposible la independencia de Cataluña.

¿Y eso tiene remedio? Es una inercia histórica muy pesada.

No tiene remedio. Si lo tuviera, yo me dedicaría a ese proyecto.

En Madrid se suele decir que el Estado ha desaparecido de Cataluña. ¿Es cierto?

No. Basta con mirar el orden del día de una sesión del Congreso o del Senado y mirar una del Parlamento de Cataluña. O comparar la lista de los acuerdos del Consejo de Ministros de una semana cualquiera con la lista de los acuerdos de la Generalidad. Y se verá que en un caso se trata de asuntos sustanciales y en el otro… bueno… se trata poco más que de jugar a las guarderías. Yo estuve en el Parlamento de Cataluña y le puedo asegurar que aquello es la nada.

Hombre, tanto como “la nada”…

¿Usted se imagina un Estado europeo que no tuviera gobierno durante seis meses?

Bélgica estuvo 541 días sin Gobierno.

No, no, no. En Bélgica había Gobierno. Un Gobierno en funciones. En Cataluña llevamos seis meses sin Gobierno y sin Parlamento, y no pasa nada. Y no pasa nada porque son irrelevantes. Eso indica quién tiene el poder.

A ver, los españoles se quejan mucho de esto. “Oh, es que el Estado ha desaparecido”. Vale, pues que tengan la santa paciencia de mirarse el orden del día del Congreso y del Parlamento de Cataluña un día cualquiera.

¿Por qué no concede entrevistas a medios catalanes?

Por lo que he mencionado antes. Porque no quiero participar en la vida pública catalana. De todas maneras, los medios catalanes que me han contactado se pueden contar con los dedos de una mano y son, por decirlo claro, relativamente marginales. Porque en los medios controlados por Convergència y ERC hay instrucciones. Y listas. Por eso hay gente que jamás aparecerá en esos medios. Y eso incluye a medios públicos y concertados, como La Vanguardia, El Periódico de Cataluña o RAC1. Es decir todos los que dependen del presupuesto público y forman parte de las redes clientelares del régimen procesista.

Es llamativo porque en TV3 ha aparecido hasta el abogado de VOX, pero no usted o Xavier Rius. Es decir, parece que prefieren a los discrepantes externos, por más radicales que sean, que a los internos.

Es el comunitarismo del que te hablaba antes. “Todos juntos, todos unidos y todos callados, porque fuera del rebaño hace mucho frío y los lobos nos van a comer”. Por eso, cuando ha aparecido alguna voz discrepante interna se ha presionado para que su situación se volviera insostenible. A base de insultos, de descalificaciones y de trampas. Y eso me afecta a mí, a Albert Boadella, a Ignasi Guardans o al mismo Salvador Sostres. Eso, al mismo tiempo, les reafirma a ellos: “¿Veis como eran traidores?”.

Somos igual de catalanes que ellos. Sólo que no somos clientelares, ni corruptos, ni mentirosos, ni autoritarios. Que es lo que son ellos.

Usted ha llegado a utilizar la palabra “dictadura”.

¿Recuerda cuando jugaron a la república de la señorita Pepis, esa república que no tenían ninguna intención de implementar? ¿Recuerda la ley fundacional de la república? ¿La delegación en blanco de la facultad legislativa del Parlamento al Gobierno para que este pudiera legislar por decreto en todas las materias que fueran desarrollo de esa ley? Que, como era una ley fundacional, lo incluía todo.

Y algo más. No sólo nombran ellos los jueces, sino que esos jueces no pueden juzgar ninguno de los decretos que haga el presidente en desarrollo de la ley fundacional. A eso no se han atrevido ni Putin ni Erdogan. A eso sólo se atrevió Hitler con la Ley Habilitante. Así que, ¿cuál es el proyecto político que tiene esta gentuza en la cabeza? ¿Qué es lo que harían si pudieran?

Y eso lo ha hecho Carles Viver Pi-Sunyer, lo ha hecho Jordi Turull, lo ha hecho Carles Puigdemont, lo ha hecho Marta Rovira y lo han hecho los de la CUP. ¿Cómo se llama un régimen así?

Puigdemont dice lo mismo que dicen Erdogan, Putin o Trump.

"Puigdemont dice lo mismo que dicen Erdogan, Putin o Trump". Alberto Gamazo El Español Barcelona

Dictadura, obviamente.

Una dictadura con voto popular. ¿Quién utiliza en Europa el eslogan de “la voluntad de un pueblo”? Marine Le Pen. ¿Quién dice “la voluntad del pueblo está por encima de las leyes”? Erdogan, Putin, Trump y el partido polaco Ley y Justicia. ¿Quién dice “los jueces no pueden perseguir a los gobernantes”? También Erdogan, Putin, Trump, y el partido polaco Ley y Justicia.

Nadie ha reaccionado.

Sólo reaccionó Jordi Cañas. En 2010, por ejemplo, hicieron presidente a Mas con marranadas. Porque las marranadas de ahora son las que han hecho siempre, sólo que antes no se les prestaba atención. En 2010, por ejemplo, invistieron al presidente antes de constituir los grupos parlamentarios. Porque sin grupos parlamentarios no tienes Junta de portavoces. Y tan contentos.

Ese año, en 2010, Oriol Pujol dijo: “No, no, aquí hay remos para todos”. Y yo me quedé con la boca abierta. “Oiga, ¿y eso del Gobierno, la oposición y tal?”. La gente te ha votado para que te opongas al Gobierno, no para que remes en las galeras de Ben-Hur mientras Oriol Pujol toca el tambor. Y a nadie le pareció raro. Excepto a Jordi Cañas, con el que nos cruzamos una mirada de “¿Pero y esto qué es?”.

Recuerdo que en ese momento di una rueda de prensa en la que dije que pensaba que había llegado al Parlamento para defender la independencia, pero que me iba a tocar más bien defender la democracia.

¿Qué opina de Inés Arrimadas?

Pues que les ha ganado las elecciones y la han demonizado. Pero esto siempre lo han hecho igual. ¿Qué ocurre en los telediarios? Primero sale uno del Gobierno español diciendo no sé qué. Y eso se presenta como una gravísima agresión a Cataluña. Después sale Carles Puigdemont (o Artur Mas en su momento). Y después sale uno del PP o de Ciudadanos. Es decir, el contraste. Si a ti te ponen un monstruo, luego tú, y luego otro monstruo, quedas muy bien. En Cataluña, los contrarios son monstruos y los discrepantes internos no existen.

El odio une mucho.

Es la táctica del ISIS. ¿Cómo consigues que la gente se identifique con un elemento identitario único? Porque todos tenemos muchos: el color de piel, el color de ojos, la orientación sexual, la religión, nuestra ideología política. Pero… ¿cómo consigues que un número muy amplio de gente se identifique prioritariamente con uno de ellos? Consiguiendo que sean atacados por él.

¿Y cómo se consigue que sean atacados por él? Provocando esos ataques y magnificándolos. Que es la táctica del ISIS. “Voy a hacer algo horroroso para que los contrarios caigan en la trampa de culpar a todos los musulmanes porque eso me permitirá decir que nos atacan por ser musulmanes”. Y el corolario de eso es: “Venid con nosotros porque nosotros os defenderemos”.

Y eso tiene una segunda consecuencia. Si se supone que te atacan por ser catalán, todo aquel catalán que no esté con ellos es un traidor o no existe.

¿Habrá nuevas elecciones?

En el separatismo hay dos bloques. De un lado, Convergència y ERC. Y del otro, la Corte del Mejillón, formada por Puigdemont y su grupillo. Es decir Agustí Colomines, este del OPUS… ¿cómo se llama?… ¡Joan Maria Piqué! Y la Corte del Mejillón está apoyada por los pagafantas de la CUP.

Y por Elsa Artadi.

No, no, Artadi es sobrevenida. Ahí también está Josep Maria Matamala, que anda haciendo de Señora Danvers. En fin, todos esos. Su objetivo ha sido siempre liquidar a Convergència y a ERC para generar luego un partido del presidente. Eso es, de hecho, lo que le habían montado a Mas. ¿Recuerda cuando hablaban del “partido del presidente”? Pero todos estos quedaron desplazados y anulados tras el congreso constituyente de Convergència, así que se reengancharon con Puigdemont.

Menuda mezcla. Lo mejor de cada casa. 

Es que a Puigdemont puedes rellenarlo con lo que quieras. No sé si ha visto una entrevista que le hizo la extrema izquierda alemana de Die Linke. El entrevistador le dice “usted debería ser marxista”. Y Puigdemont responde: “Ah, puede ser, yo nunca he sido ni de derechas ni de izquierdas”.

No han conseguido en cualquier caso liquidar a ERC. Al menos, de momento.

No les dio tiempo. Porque las elecciones las convocó Rajoy y se quedaron sin margen para negociar una candidatura única. Así que Puigdemont hizo la lista que le dio la gana y colocó a quien le dio la gana. Esa fue la primera fase. Les dio tiempo a liquidar a Convergència, pero no a ERC.

Y aun así, quedaron segundos en las elecciones.

Desde su punto de vista, primeros. Porque a ellos los demás les dan igual. Para ellos, Ciudadanos no existe y les da igual que obtenga tres diputados o treinta y seis.

Pero a partir de ese momento, tras las elecciones del 21-D, su objetivo sigue siendo el mismo: liquidar definitivamente a Convergència y a ERC sobre la base de hacer elecciones cada seis meses. Y todo eso recurriendo al discurso del Estado contra Cataluña, del franquismo, de la opresión, y etcétera. Porque, de esa manera, el 47% del electorado irá donde ellos quieran. Ese es el plan.

La ventaja de Puigdemont es que no tiene una clientela a la que alimentar, como sí la tienen Mas, Convergència, ERC y hasta la CUP. Y, en ese sentido, Puigdemont puede jugar con fuego.

Por otro lado, Puigdemont es muy limitado. Yo siempre he pensado que a lo máximo que podía llegar en la vida Artur Mas es a jefe de planta de El Corte Inglés. Pero claro, es que Puigdemont no habría podido pasar de una parada en un mercadillo callejero. No da para más. Y como no da para más, es ciclotímico. Igual tiene una idea que la contraria. Depende del último con el que haya hablado. Además, como en todas las cortes, en la de Puigdemont hay celos y hay envidias.

Y el resultado es el caos.

Hay un jugador, que es ERC, que está descabezado. ERC es un partido piramidal, y cuando te cargas la cúpula, el partido no funciona. Convergència, tres cuartos de lo mismo. Ahora mismo han tenido que echar a un pobre técnico de uno de los chiringuitos de Convergència para colocar a Neus Munté, que ha sido presidenta del partido y exconsejera de Presidencia. Es decir, que andan ya en un punto en el que deben echar a un pobre técnico para poder cobrar todos los meses. El clientelismo y la corrupción es la misma, pero ahora ya se mueve a un nivel muy, muy bajo. Y la CUP, lo mismo.

Así que hay cuatro jugadores. Dos de ellos son un poco sólidos (ERC y Convergència) y los otros dos son el caos (Puigdemont y la CUP). ¿Cómo quieres predecir lo que van a hacer y lo que no? Es imposible.

No lo saben ni ellos.

Ese es un consejo básico que ellos no han seguido: no consumas tus propias mentiras. Dicho de otra manera. No te metas la droga con la que traficas.

¿Habrá nuevas elecciones?

Es lo más probable. Pero por caos, no porque tengan un plan.

Puede que haya nuevas elecciones. Pero por caos, no porque tengan un plan.

"Puede que haya nuevas elecciones. Pero por caos, no porque tengan un plan". Alberto Gamazo El Español Barcelona