El Aquarius se puede volver en contra de Pedro Sánchez en el seno de la Unión Europea. Nuestros socios comunitarios están más por la labor de reforzar la vigilancia de las fronteras para controlar el flujo migratorio que por gestos humanitarios como los del Gobierno español al acoger en Valencia a los 629 pasajeros que previamente habían sido rechazados por Italia y Malta.
Frente a la bandera de la solidaridad que ondea el nuevo presidente del Gobierno, la mayoría de nuestros vecinos, con Roma y Viena a la cabeza, quieren más mano dura. Se pretende sellar nuestras fronteras y crear “plataformas de desembarque” fuera de la UE para frenar la llegada masiva de migrantes. Europa no se quiere subir al ‘Aquarius’ con España: lo prioritario, dicen, es el control, no la solidaridad.
Sin demasiados aliados en Bruselas
Es casi seguro que este próximo domingo, en la minicumbre sobre migración que se celebrará en Bruselas, las tesis de Pedro Sánchez no encuentren demasiados aliados. Sólo Grecia y Jean-Claude Junker, presidente de la Comisión y organizador del encuentro, tienen un punto de vista similar al de España. Muy poca munición frente al resto de invitados que opta por posiciones más duras para combatir un problema que preocupa a todos los países europeos.
Preocupa por ejemplo a Angela Merkel. La canciller alemana necesita que se visualice que Europa se toma en serio el control de los flujos migratorios para apaciguar a sus socios de Gobierno del CSU. Su ministro del Interior, Horst Seehofer, le ha lanzado un ultimátum: o pacta medidas que frenen las llegadas masivas o actuará unilateralmente y cerrará las fronteras alemanas a todos los que demanden asilo.
Cárcel para los que ayuden a los refugiados
Y es que todos los países europeos miran sus fronteras. Este miércoles, coincidiendo con el Día Mundial de los Refugiados, el parlamento de Hungría ha aprobado una polémica ley que castiga con hasta un año de cárcel a quienes ayuden a inmigrantes en situación irregular, entre los que se incluyen refugiados y solicitantes de asilo.
Al final, el Aquarius no ha sido el revulsivo que buscaba el presidente. Más bien puede acabar siendo todo lo contrario. Europa no parece estar de acuerdo con la buena voluntad por encima de la protección de sus fronteras.