Pablo Casado ha dicho que Sánchez se anda marcando una "danza suicida" con los independentistas. Convendría, pues, entender qué significado tiene para Sánchez el suicidio y la propia danza. En todo caso, sería una danza homicida para la Constitución, para los autónomos, para los cristaleros y para toda esa buena gente -mucha- que nunca votó a Sánchez. Gente que ya dará su golpe en la mesa o le tocará la quiniela y abandonará este país que cada vez se parece más a un páramo.
Sánchez no es suicida, sino un irresponsable nacido en el detritus del rajoynismo, que fue una época que alimentó la actual.
Porque es cierto que hay una España que transige con él; más por anemia moral que por ideología. Y sin embargo, ha pasado Sánchez el verano y el otoño más intacto de lo esperable. Entre las fantasmadas de Tezanos y una España que no lee periódicos, el presidente sabe que le ladran pero que cabalga. Sánchez no es suicida porque su biografía lo ha hecho un resistente, un contraejemplo de patriota, un paradigma de que lo peor aún está por llegar.
A Sánchez nada le turba por las vísperas de San Silvestre. Hay barones que no gritan lo suficiente y no hay fuerza ni músculo para corregir a un PSOE irrecuperable: sí, irrecuperable. Cruzado ese río, ya no hay vuelta atrás. Todo desastre para el PSOE estatal son dos días más de Sánchez en la Moncloa, y bien sabe Pedro que con esta aritmética nos sale ganando.
Decíamos que dice Pablo Casado que el bailecito de Sánchez con los golpistas catalanes es "suicida"; aunque este guaguancó que va a acabar por dejar el 78 para el arrastre es, más bien, un ballet de traidores. Porque a Sánchez le da igual cuanto opine la masa crítica de sus compañías: es capaz de darle una cosa y la contraria a Torra, mosquearlo y contentarlo en una misma tarde.
El año que se nos va vimos qué líquido era todo lo que era sólido: el sentido de Estado, la Constitución, la teórica lejanía de los violentos que ahora, como Otegi, nos felicitan las navidades en primera plana. El año acaba y Sánchez sigue danzando con los malditos. No es Schz un suicida, ni un botarate. Sánchez está porque el sistema tiene sus fallos y sus desagües.
Quizá nadie nos avisó nunca de que la Historia nos tenía guardado a Pdr. Pero aquí está, de vacaciones pagadas, salvando día a día sus muebles: su despropósito.