“Prefiero el vértigo de los reaccionarios” es la frase de la campaña. La escribió Andrés Calamaro en Facebook, la red social que ha convertido en un bloc de notas. A los artistas se les ve el agotamiento igual que a los padres: cuando creen que Facebook es un confesionario. Se interpretó que apoyaba a Vox sin nombrarlo. Hubo desmayos en las aceras, la conciencia dramática de que pasaba algo gravísimo. Ardía Notre Dame para mucha gente. Mi amiga Lorena, rutinariamente brillante, se abanicaba en Twitter como una tonadillera tremenda, imantada por la histeria de los sucesos fatales. No había muerto su mascota: Calamaro sólo estaba fuera de la constelación ideológica que considera normal.
Al día siguiente, publicó un texto en este periódico explicándole lo que es. Como ella, mucha gente cree conocer mejor a Calamaro que el propio Calamaro. ¿Cómo vas a votar a Vox, criatura?, le decía, con tan buenas intenciones. Tuvo que salir el argentino a desmentir su empadronamiento en Malasaña para que respiraran los mitómanos de la salvación. Algunos ven a los artistas como superhéroes, obligados a educar la gente. Hombres y mujeres con ideas iluminadas, las farolas del camino correcto. La sociedad debe impulsarse con ellas y el mensaje ser el fin, tener consciencia del efecto que provoca. Una gilipollez, en resumen. De los artistas sólo hay que esperar hedonismo, cuatro o cinco poses, una foto buenísima fumando y frases como “prefiero el vértigo de los reaccionarios” aunque lleguen a ellas como hizo Calamaro.
Para contrarrestar el maléfico post, muchos dedicaron las últimas horas de campaña a explicar qué es votar bien. Jamás elegiría a Vox pero me da vergüenza ajena el croquis difundido por los concienciados. La superioridad moral, precisamente, alimenta ciertos monstruos. Muchos periodistas o gente comprometida en general han caído en el error de dirigir el voto desde el viernes, repartiendo consejos como octavillas. Los acarreos de votos se producen en las redes sociales. Hay una visión infantil de lo que es votar, en ambos lados: van ir a las urnas a jugarse el derbi de la democracia.
Los que agarraron a Calamaro de las solapas, tiraron sus discos a la basura, escupieron al paso de sus letras, son los mismos que tienen una conciencia Inditex de la cultura: les tiene que quedar bien, encajar. Poseen la misma intención que una inmobiliaria: recalificar el paisaje para construir adosados ideológicos. Nos quieren a todos en las piscinas con jardín, tomando el sol perfecto que nos ofrecen. Ellos escucharon la llamada de la rebeldía. Y diseñaron la conciencia antisistema no como una ruptura sino como una continuación, igual de cerrada, estrecha, hipócrita, del sistema.