Cuando Juan Díez-Nicolás (Madrid, 1938) comenzó a hacer encuestas electorales, una vez se acabó la dictadura, el recuerdo de voto era de la Segunda República. Es decir, de cuarenta años más atrás. "No era muy útil", sonríe. Ahora, esa variable (a quién recuerda haber votado el encuestado), es junto a quien declara que votará "la masa del pastel", explica.
Díez-Nicolás fundó como director técnico el Instituto Nacional de Opinión Pública, en el que trabajó entre 1963 y 1969 al servicio de Manuel Fraga como ministro de Información y Turismo. Después, ocuparía la dirección general del organismo entre 1976 y 1979, trabajando directamente para Adolfo Suárez cuando se produjeron las dos primeras elecciones generales y los dos primeros referéndums, el de la reforma política y el de la Constitución.
Según él, las encuestas aciertan. Si acertaban entonces, con la demoscopia en pañales en España, ¿por qué no iban a hacerlo ahora? El secreto está en la masa: el número de encuestados, el diseño de los cuestionarios o cómo se hacen. Según Díez-Nicolás, en España se estiman escaños con demasiada alegría y pocas entrevistas, entre otras cosas porque quienes las encargan no quieren gastarse el dinero sino que el resultado se amolde a lo que quieren que pase. Ahí está el error.
El catedrático de sociología cree que es necesaria una reforma de la ley electoral (lo cree desde 1976), lamenta que en campaña no se haya hablado de temas como la política exterior, los aforamientos, la democracia interna en los partidos, el gasto de la administración o la educación y es muy crítico con PP y PSOE, la izquierda y la derecha moderadas que, según él, están condenados a entenderse. Como en la Transición.
El recuerdo de voto de entonces era el de la Segunda República. Los españoles despertaban de nuevo a la democracia. ¿Era más fácil o más difícil hacer encuestas?
Muchos de los sociólogos no han hecho nunca en su vida investigación desde el inicio del proceso hasta el final y ahí residen muchos de los problemas de hoy. Yo tuve la oportunidad de hacerlo y de aprenderlo en la Universidad de Michigan: plantear los objetivos, hacer el cuestionario, elegir la muestra, hacer las entrevistas… Todo tiene sus cánones. Cuando yo preguntaba a los técnicos si habían habido dificultades para entrar en las casas en los años 60, los entrevistadores me decían que tenían dificultades para irse, porque les invitaban a tomar café o incluso les pedían que les echasen una mano para lograr una vivienda protegida o colocar a algún familiar. Creían que como trabajaban en el Ministerio de Información y Turismo eran todopoderosos.
Eso es menos probable hoy.
Ahora hay más dificultad para hacer las entrevistas. Además, se ha metido el dinero de por medio. Se buscan los resultados que quiere el que paga. Debo decir que Manuel Fraga nunca nos dio, en pleno franquismo, instrucción alguna mientras dependimos de él, desde 1963 a 1969. Hicimos una encuesta sobre práctica religiosa en la que nos salía que había un 60 o un 70% de españoles que iban a misa todos los domingos. Varios obispos escribieron a Fraga pidiéndole que nos cortara la cabeza porque, según ellos, el 90% de los españoles iba a misa. Nosotros sabíamos que no era cierto porque incluso ese 60 o 70% estaba inflado. No todos los que decían que iban, acudían.
Cuando hay quien dice que el presidente no nos representa, tiene toda la razón
Ahora tenemos cinco partidos. Suponiendo que hay un 70% de votantes y el que más saca obtiene el 30% de los votos, el presidente que salga será elegido con el voto del 21% de los votos del censo. Cuando hay quien dice que el presidente no nos representa, tiene toda la razón. Así, es muy difícil. Hay que reformar la ley electoral. En cuanto a las encuestas, es muy difícil predecir escaños con 1.200 entrevistas en toda España. Pero ni con 1.500, ni con 15.000 se puede hablar de repartos de escaños.
¿Ni con las 16.000 entrevistas del barómetro preelectoral del CIS?
No, porque los escaños se reparten en cada circunscripción, en la que hay que hacer por lo menos mil entrevistas. Si a mí me preguntan, ¿con cuántas entrevistas se hace una encuesta en España? 1.200. ¿En la Comunidad de Madrid? 1.200. ¿En la ciudad de Madrid? 1.200. Cuando tienes más de 100.000 personas en el universo que quieres estudiar, basta con una muestra de 1.000 o 1.200, siempre que la muestra esté elegida probabilísticamente. Con Suárez, yo puse de moda las 30.000 entrevistas en tres oleadas, para tener un tracking (seguimiento). Nos salió muy bien en 1977 y 1979. A mi sucesor le tocó el trago de pronosticar que UCD perdía. Los que vinieron después mantuvieron el método y acertaron, punto porcentual arriba o abajo.
¿Qué le parece el actual estado del CIS?
Tengo amistad con José Félix Tezanos, porque entre sociólogos nos conocemos y hemos hecho la Transición juntos. Pero el CIS se ha ido politizando cada vez más. Y eso no viene de ahora.
¿Cómo se politiza el CIS?
Si uno quiere interferir puede hacerlo en las preguntas o en la muestra. Eso te permite aplicar un sesgo. Incluso el orden de las preguntas puede alterar una encuesta y, por supuesto, el momento en el que haces el trabajo de campo. Durante mucho tiempo, el calendario de todo el año se fijaba a principios de enero. Un director del CIS llegó a ser cesado fulminantemente cuando desde Moncloa se le pidió que retrasase dos semanas una encuesta. Se negó y en el BOE no le agradecieron los servicios prestados.
Lo que no creo es que se cambie el resultado. Ni ahora ni nunca, porque cualquier cambio de ese tipo lo conocen decenas de personas. No hay encuestas secretas en el CIS ni es fácil cambiar los resultados sin que lo sepan muchas personas que, por otra parte, son de partidos políticos diferentes.
La mayoría de los directores del CIS han sido parte de un partido político o han simpatizado. Incluido yo
¿Se puede ser presidente del CIS y tener responsabilidades en la Ejecutiva de un partido?
La mayoría de los directores del CIS han sido parte de un partido político o han simpatizado. Incluido yo, que era de UCD, aunque me afilié después de la victoria de 1977. No creo que eso influya para nada.
"Pero, ¿es que alguien es neutral?"
¿No debería ser alguien neutral, sin sombra de duda?
Pero, ¿es que alguien es neutral? ¿Dónde la vas a encontrar? Todos tenemos nuestras ideas. Lo que hay que procurar es que no interfieran en el análisis.
¿Y la cocina?
Es un aspecto metodológico. Todos hemos utilizado un cuadro de doble entrada con la intención de voto y el recuerdo de voto. Si un partido tiene un 20% de intención de voto y pero recuerdan haberlo votado un 40%, está claro que hay quien se está subiendo al carro del vencedor, porque dicen que le han votado pero no le han votado. Y si han mentido en eso, probablemente mientan también en lo que van a votar. Si fuera un pastel, la cocina es la masa, pero luego viene todo lo demás: valoración de líderes, opinión sobre asuntos concretos, la simpatía… La cocina es tener en cuenta más unos factores que otros.
¿Tiene el CIS una buena metodología?
No, porque ha cambiado demasiado hasta que nos quedamos sin referencias. Es un error.
Como las encuestas políticas son las menos, porque las comerciales ganan de largo, las empresas han aplicado a las políticas lo que hacen siempre: abaratar los costes
¿Acertaban más antes las encuestas que ahora?
En los años de la Transición no sólo acertaba el CIS sino también casas privadas como Metra Seis, Sofemasa, Emopública o Demoscopia, aunque esta última vino después. Desde entonces, el coste de las entrevistas ha ido aumentando. Como las encuestas políticas son las menos, porque las comerciales ganan de largo, las empresas han aplicado a las políticas lo que hacen siempre: abaratar los costes. Empezaron a preguntar por teléfono. ¿Tú dirías qué vas a votar por teléfono? ¿No es más probable que me digas la verdad cara a cara, estableciendo una relación de confianza?
¿No está a favor de encuestas por teléfono?
Ni por ordenador, salvo que sea una muestra de un universo que está todo él en internet.
¿Es difícil acertar el resultado de Vox?
Es difícil, claro. En 1977 fue muy difícil pronosticar el resultado de UCD. En la primera de las tres oleadas, UCD no existía. En la segunda, tampoco. En la tercera, acababa de nacer y predijimos el resultado. Eso sí, estábamos muertos de miedo [ríe]. El que nunca fallaba era el del Partido Comunista: el recuerdo de voto y la intención eran clavadas.
¿Hace falta una reforma del sistema electoral?
En 1976 cuestioné la ley electoral que se hizo, pero no me hicieron mucho caso. Entonces, Rafael Arias Salgado me dijo: “Son las primeras elecciones y la gente no tiene ni idea". Se buscó concentrar el voto en cuatro grandes partidos nacionales y dos periféricos. Se pensó en reformar el sistema después de que se aprobase la Constitución, pero nunca ocurrió.
La idea de partido no ha calado en nuestro país, como tantas otras cosas
¿Cuál es el sistema idóneo?
Un sistema mayoritario unipersonal. Es decir: que en un distrito se elija a un solo diputado. Y ese es tu diputado, lo hayas votado o no. Así, cuando tengas algún problema, sabrías dónde ir. Ese es el sistema británico. El francés es parecido, aunque con alguna modificación. Incluye la segunda vuelta, algo que en España sería muy conveniente porque tenemos propensión a la proliferación de partidos, como en Italia. Nuestra naturaleza es más tribal y aquí siempre ha habido azañistas, romerorrobledistas o largocaballeristas. La idea de partido no ha calado en nuestro país, como tantas otras cosas.
¿Por qué sería buena la segunda vuelta?
Porque así tú eres el que decides. Ahora, la segunda vuelta existe, pero en restaurantes de cinco tenedores donde se hacen los pactos. Hay que acabar con eso. No son los electores de los partidos quienes pactan sino sus dirigentes, a veces haciendo lo contrario de lo que le indicaron los votantes que hiciesen. O lo contrario de lo que prometieron. La doble vuelta tiene más ventajas: por definición, el que gane sacará más de la mitad de votos.
¿Cómo se garantiza el reflejo de la diversidad territorial de esa manera?
No soy contrario a la existencia de partidos nacionalistas, pero también hay que recordar que países europeos plenamente democráticos los prohíben en los parlamentos nacionales. Los partidos regionales deben tener su lugar en los parlamentos regionales: ese es su ámbito. La culpa de que en España hayan adquirido tanto protagonismo es, por otra parte, de PP y PSOE. La primera vez que ocurrió fue en 1993. Lo que tendrían que haber hecho los dos grandes partidos es recurrir el uno al otro para las grandes cuestiones de Estado.
Ha defendido en un artículo que la izquierda moderada y la derecha moderada deben entenderse, que ese fue el espíritu de la Transición.
¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que los que tenían el Estado en la cabeza, los que hicieron la Transición, fueron Suárez, Felipe [González], Carrillo y Fraga? Suárez pactó primero con Carrillo. Ahí se acabó la Guerra Civil y el franquismo. Pero después, para gobernar, miró al PSOE. La izquierda y la derecha moderadas deben entenderse. Simplificando: la Guerra Civil se produjo porque la izquierda y la derecha moderadas se fiaron más de sus extremos que entre sí. El artículo 155 en Cataluña contó con el apoyo de PP, PSOE y Ciudadanos. Es un ejemplo de pacto bueno para el país. Sánchez tuvo en ese apoyo un acto de patriotismo total. Otra cosa es que el artículo no llegase a aplicarse plenamente. Y por eso irrumpió Vox.
¿Vox nace por el 155?
Todo viene de más atrás. La corrupción abonó el terreno para que surgiera un líder de extrema derecha o de extrema izquierda y se llevase el electorado. Pablo Iglesias se adelantó e irrumpió en las europeas y luego en las generales. Vox ha triunfado en Andalucía no porque haya 400.000 personas de extrema derecha. Vox surge como contrapeso a Podemos y por la unidad de España.