Ayuso, en el fango de los memes
Isabel Díaz Ayuso llegó a la primera línea del PP para frenar la sangría de viralidad del partido. Rajoy lo había dejado en el coma digital, convertido en una fortaleza de señores burócratas, obsesionados con los tecnicismos. “Ni llega ni pega”, que decía el Beni. La contestación-zasca de Ayuso a una presentadora de la Sexta hizo que Casado viera en ella el dique frente a las derechitas valientes que pretendían acabar con él: candidata a la Comunidad de Madrid. El puesto ideal para esa especie de política que rompe el partido tres o cuatro veces por semana. Ayuso sustituía a las líderes que habían hecho lo que quisieron dentro de la formación con sus dosis de folclore montaraz.
Pero después de que el PP se fuera hasta los 66 escaños han cambiado las cosas, y el perfil de Ayuso ha entrado en el bucle de los perdedores, la sombra doblada sobre los que tienen algún tipo de carisma. Es la historia de mi adolescencia, caer simpático o gracioso, el tipo a evitar durante toda la noche, en lo que me convertía la mayoría de veces. Ayuso hace equilibrios sobre el hundimiento del proyecto, cayendo últimamente del mismo lado. Una victoria redonda en las generales habría cambiado la perspectiva de algunas declaraciones. La disolución de la mayoría son las arenas movedizas de los memes, que han agarrado fuerte por los pies a la mujer elegida para reinar en Madrid.
Quiere salir del fango con frases ingeniosas, algún titular ocurrente, aparecer en la fotografía del electorado como la candidata sin complejos, capaz de decir públicamente lo que comentan los vecinos en el ascensor, pero sigue cayendo por el tobogán de los políticos monologuistas, una subespecie a la que pertenece, por ejemplo, Antonio Miguel Carmona. Ayuso forma parte de la nueva generación del PP, que vio a los mayores coquetear con la corrupción, cómo esas ambiciones destruían el ecosistema político de toda la vida. Desde abajo, la vieja política era un ideal porque no estaban tan expuestos y aún no existían los virales. Ayuso parece echar de menos esos tiempos, regenerando con el labio arrugado, tiene la sensación de ser una incomprendida.
“Los periodistas cuestionáis todo lo que digo”, se quejaba el otro día, descubriendo la esencia de las dos profesiones. Las apariciones de Ayuso cuentan con un público entregado, precisamente el que no le vota, como si quedara para ver Eurovisión. El CIS anuncia otro drama: nadie echa de menos los atascos en la ciudad.