Tanto España como Estados Unidos están desempeñando un papel internacional clave en el drama que ensombrece el futuro de Venezuela. Y ello a pesar de la división ideológica en ambos países entre la izquierda y la extrema izquierda que simplifica excesivamente el problema y el apoyo de Donald Trump al presidente encargado Juan Guaidó. Las izquierdas, que deberían liderar un asunto en el que están en juego los derechos humanos, se están perdiendo en peleas. Los venezolanos merecen algo mejor.
En el centro del asunto está la cuestión de quién es el líder legítimo de Venezuela y quién ha intentado algún tipo de golpe de Estado, un término que las partes se arrojan mutuamente. Cualquier apoyo o rechazo a la presidencia de Guaidó se basa en dos cuestiones: la primera es la legitimidad de las presidenciales celebradas en mayo de 2018 y la toma de posesión de Nicolás Maduro el 10 de enero de este año.
La Unión Europea (UE), la Organización de los Estados Americanos (OEA), el Grupo de Lima, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y 46 países consideraron ilegítimas las presidenciales. Una baja participación del 46% -cifras del oficialismo- subraya la falta de fe del pueblo en los comicios en medio de violaciones de la Constitución de Venezuela, incluida la prohibición de varios partidos y la persecución a líderes de la oposición. ¿A quién le pareció legítima esta elección? A Rusia, China, Cuba, Irán, Egipto, Siria y Turquía, entre otros. No es exactamente una lista que proyecte mucha luz democrática.
Si las elecciones de Venezuela en 2018 fueron efectivamente fraudulentas, entonces la segunda cuestión es la de la legitimidad de Guaidó como presidente interino. Eso depende de una lectura de la Constitución de Venezuela, en particular los artículos 233, 333 y 350, que otorgan a la Asamblea Nacional el derecho de nombrar un presidente interino en ausencia de un presidente de la República hasta que se celebren nuevas elecciones.
El ex vicepresidente Biden y el senador Sanders han chocado con Venezuela, al igual que Sánchez y Pablo Iglesias
Hacer comparaciones transfronterizas de izquierda a derecha casi siempre es una tarea estúpida. La izquierda en España y en Estados Unidos se diferencian en muchos puntos, pero pueden hacerse algunas comparaciones analizando tema por tema, como este. Y en base a las dos cuestiones de legitimidad, no debería haber razones para que las izquierdas discutan sobre el apoyo a Maduro o Guaidó, pero la realidad es que lo hacen.
En EEUU, los principales candidatos demócratas, el ex vicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders, han chocado al respecto, al igual que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La ideología juega un papel en esto, algo que Trump ha avivado en mítines y tuits instando a elegir bando en este enfrentamiento entre presidentes que él encuadra como una lucha contra el socialismo. Pero olvida el núcleo del asunto: mientras que el socialismo cae a la izquierda económica del eje izquierda-derecha de "socialismo contra capitalismo", hay otro eje arriba-abajo de autoritarios contra liberales. El fallido liderazgo de Maduro y las crisis humanitarias que están sufriendo los venezolanos tienen que ver con el enfoque iliberal y autoritario de gobernar, incluida la cita fraudulenta con las urnas de 2018.
El senador Bernie Sanders, notable candidato demócrata, se negó a llamar dictador a Maduro y también se negó a decir si Guaidó tiene legítimo derecho a la presidencia interina. En enero, tuiteó: "...debemos aprender las lecciones del pasado y no involucrarnos en el cambio de régimen o el apoyo a los golpes de Estado, como hicimos en Chile, Guatemala, Brasil y República Dominicana. Estados Unidos tiene una larga historia de intervención inapropiada en las naciones latinoamericanas; no debemos seguir por ese camino".
Mientras intenta demostrar sus capacidades en política exterior, Sanders demuestra su profunda falta de experiencia y comprensión al igualar las aventuras anteriores de Estados Unidos en América Latina con las crisis humanitarias actuales en Venezuela.
Esto ha provocado enfrentamientos con otros demócratas, entre ellos Joe Biden, principal favorito, que escribió en Twitter que "el régimen de Maduro es responsable de un sufrimiento increíble. Estados Unidos debe apoyar a la Asamblea Nacional y a Guaidó en sus esfuerzos por restaurar la democracia a través de elecciones legítimas y supervisadas internacionalmente".
Biden no está solo en esta posición, se le unen la mayoría de los candidatos demócratas y la speaker Nancy Pelosi. Todos ellos apoyan nuevas elecciones en Venezuela pero se oponen a cualquier tipo de intervención militar.
Apoyar a Guaidó es probablemente la única inclinación decente en política exterior que ha tenido Donald Trump
Pero Sanders tampoco está solo. El grupo de activistas de izquierda Code Pink entró en escena al okupar la Embajada de Venezuela en Washington protestando contra cualquier forma de involucrar activamente a Estados Unidos en Venezuela. Colgaron carteles de los balcones de la embajada que decían: "No al golpe de Estado, paz con Venezuela" y "No a la guerra por el petróleo". Y en un artículo de opinión en el Washington Post, su colíder asimilaba la posición de la Administración Trump en Venezuela con la invasión de Irak.
Code Pink también presentaba a los activistas como víctimas de manifestantes venezolanos que impidieron la entrada de alimentos a la embajada. En su afán por "proteger" a los venezolanos de una guerra, los activistas de Code Pink no repararon en la ironía aplastante de ese supuesto hecho: al parecer no conocían la "dieta Maduro" que provoca la grave escasez de alimentos.
Iglesias lleva su oposición contra Guaidó más allá incluso que Sanders, pero podemos contemplar el mismo tipo de supersimplificación del problema. En enero, Iglesias tuiteó: "A Trump y a sus aliados no les interesa la democracia y los derechos humanos en Venezuela, les interesa su petróleo. España y Europa deben defender la legalidad internacional". ¿Le suena familiar? Recientemente redobló su rechazo y dijo: "Condenamos rotundamente el golpe de Estado".
Mis artículos en estas páginas y en otras confirman mi oposición a casi todo lo que hace Trump en nombre de mi país. Apoyar a Guaidó es probablemente la única inclinación decente en política exterior que ha tenido y ha sido guiado en gran medida por el senador republicano Marco Rubio, mucho más moderado y experto internacionalmente. Sí, es importante oponerse a la intervención militar con la que están coqueteando el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Es absurdo esgrimir el apoyo de Trump a la presidencia interina de Guaidó como razón para llamarlo un golpe de Estado, tanto como la vaga idea de que Maduro representa a la izquierda y Guaidó a la derecha. Se trata de poner fin a la crisis humanitaria en Venezuela y de apoyar los valores democráticos. Los venezolanos y Juan Guaidó están empeñados en un trabajo muy duro, se enfrentan a fuerzas corruptas con inmenso poder y riqueza que cuentan con el respaldo de Rusia y de China. Merecen nuestro apoyo inequívoco.
*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.