Rafael Bardají (Badajoz, 1959), miembro del Comité Ejecutivo de Vox, aconseja a Santiago Abascal detrás del escenario, lejos de las listas electorales y liberado de las peleas por el poder. Por eso, a mala uva, sus detractores le apodaron Darth Vader. Un personaje que le encandila. Tanto que colecciona sus máscaras.
Antes de viajar a Vox, trabajó para José María Aznar como asesor de Defensa. Le recomendó, por cierto, la intervención en la guerra de Irak. Bardají detecta la gasolina que riega el debate político. Y, luego, Vox prende el mechero. No le pesa reconocer que el partido -que el próximo domingo busca repetir en Vistalegre el lleno de hace un año- crece aupado por sus posturas acerca de la inmigración, la violencia de género, el islam o la memoria histórica. De Donald Trump, con cuya Administración ha colaborado, dice haber aprendido a surfear los márgenes de lo "políticamente incorrecto".
Figura de senador republicano, en las esquinas de su verbo tranquilo se atisba el placer de quien sabe que no necesita alzar la voz para escandalizar a su interlocutor. El votante de Abascal pensará: "Verdades como puños". Otros dirán: "Qué barbaridad".
Experimentado provocador, acepta de buen grado que le provoquen. Ahora acaba de ser nombrado consejero de una compañía que fabrica armas. Un amigo, al conocer la noticia, le dijo: "¡Es que eres la bomba!". Explota en tres, dos, uno...
Usted es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Años después, le siguieron Iglesias, Errejón y el núcleo duro de Podemos.
La Facultad siempre ha estado orientada a los movimientos de protesta. Cuando yo estudiaba, coincidí con Verstrynge, que venía de la extrema derecha... y con trotskistas y maoístas. Había de todo. Recuerdo con gran cariño la tolerancia y la discusión entre los distintos. Eso ha cambiado con el paso del tiempo. La gente no ha radicalizado su pensamiento, pero se ha vuelto más reacia al debate, al ejercicio racional de escuchar al adversario.
De joven, ¿coqueteó con el comunismo?
Nunca me sentí atraído por el PC, pero era el único movimiento de izquierda y oposición al franquismo. Por aquellos años, quería un cambio de régimen. El comunismo servía de pivote a muchas plataformas, pero siempre me pareció tremendamente estalinista. Yo tendía hacia corrientes más trotskistas.
¿Y cómo un trotskista acaba en Vox? ¿Cuál de los dos extremos es el lado oscuro de la fuerza?
Ambos son muy oscuros [ríe]. Las circunstancias son las que son. Aunque, en los setenta, el régimen se había flexibilizado, existía una limitación de las libertades. Forzar el cambio me parecía lo más normal y así lo sigo pensando. Pero de ahí a comulgar con las visiones totalitaristas de la izquierda... Soy un conservador libertario. El individuo es, junto a la familia, el núcleo social básico.
¿Cuál es su relación con Donald Trump? Se ha especulado mucho con esto. ¿Lo ha saludado alguna vez?
Sí, a ver, le cuento… Me he dedicado a temas de Seguridad y Defensa toda la vida. Por eso he tenido amigos en las distintas Administraciones norteamericanas. Desde la época de Ronald Reagan hasta la actual. Cuando Trump se instaló en la Casa Blanca, me encargaron un asesoramiento que debía responder a algo así como: "¿Cómo debe ser la relación del presidente con los estados europeos? En sus visitas a la OTAN, por ejemplo.
Trump es una persona con un instinto brutal. Cree conocer a su interlocutor en cuestión de segundos
¿Cómo es Trump en las distancias cortas?
Le he visto poco. Es una persona con un instinto brutal. Cree conocer a su interlocutor en cuestión de segundos. También es un tipo transaccional. Si tienes algo que le interesa, te ofrece algo que te interese a ti para conseguirlo. Todo es muy contractual. Quiere ganar y ofrece algo a cambio. Es un trader.
Usted mantiene una estrecha relación con Steve Bannon, que fue gurú de Trump. ¿Era ése su principal contacto con la Casa Blanca?
No, yo siempre he entrado de la mano del asesor de Seguridad Nacional. Conozco a Bannon, sí, y mantuvimos una serie de reuniones. Le había tratado antes y le he seguido viendo después.
¿Qué hizo, hace y hará usted en Vox?
Lo que he hecho es lo mismo que hago y seguiré haciendo. Colaboro aportando ideas, pienso en cómo encarar la situación nacional, detecto temas que puedan tener impacto. Ayudo a mejorar la estructura del partido, la toma de decisiones, las relaciones internacionales… No soy la mano que mece la cuna. Soy amigo de Santiago Abascal, me pidió ayuda y estoy a su disposición. Sigo en el Comité Ejecutivo de Vox.
Permítame una traducción provocadora de lo que ha dicho: usted se dedica a detectar los temas que generarán incendios en el debate político.
Bueno, llevo muchos años en esto, tengo una edad y una sensibilidad para saber qué temas funcionan en términos de atractivo político. Vox posee una gran ventaja sobre el resto. Emplea asuntos transversales que atraen a gente de Podemos y el PP. Violencia de género, memoria histórica, criminalidad e inmigración, islamización de Europa... Hay que saber percibirlos en su momento y utilizarlos como bandera política.
Ustedes suelen recurrir a este tópico: “No somos políticamente correctos”. ¿Es una excusa a la que agarrarse para decir barbaridades?
Venimos de unos años de mucha censura. Bueno, quizá pueda darse ese caso, que uno parezca más radical de lo que es... Ese clima nos empuja a ser más provocadores de lo que otros consideran necesario. En España, enseguida te acusan de ser un fascista. Romper esa dinámica a base de provocaciones es lo único que se puede hacer. No me parece que Vox se pase tres pueblos.
¿Qué aprendió Vox de Trump para encarar la última campaña electoral? Se dijo que, incluso, les brindaron alguna tecnología.
No hay relaciones formales ni institucionales. Por mi parte, intenté sacar lecciones de los movimientos de nueva derecha que nos pudieran servir. El de Estados Unidos era el caso más obvio, la única victoria importante a excepción del brexit. Eso que usted apunta del Big Data... Con lo pequeñito que era Vox, aquello resultaba para nosotros la Guerra de las Galaxias. A la gente le gusta seguir las manos negras por todas partes.
Una periodista del Washington Post me preguntó cuál era la influencia de Bannon en Vox. Yo le contesté: "La que le den los periodistas". No nos sentimos atados ni asesorados por Trump. Vox ha crecido porque ha sabido encontrar los elementos temáticos y conectar con una franja de la población. No hemos tenido herramientas especiales, ocultas ni extranjeras.
¿Qué lecciones extrajo de la victoria del trumpismo para orientar a Vox?
Que no hay que conformarse con seguir la narración dentro de los márgenes de lo políticamente correcto. Siendo provocador se causa más impacto. También, la utilización exhaustiva de herramientas como Instagram. Pero, en definitiva, pusimos el foco en eso que le comentaba: detectar los temas que son tabús para muchos, pero que para parte de la población resultan cercanos y necesarios.
¿Qué le dijo Bannon, cuando se reunió con él, acerca del posible éxito de Vox en España?
En ese momento, él creía que lo que había pasado en Estados Unidos podía replicarse en Europa. Parecía una ola que subía. Creía que apelando a la ruptura de los partidos tradicionales, a la degeneración de las instituciones, a la debilidad del bipartidismo… Veía posible abrir ese espacio.
Bannon rompió con Trump. ¿Por qué?
Bueno, Trump rompió con Bannon. En un momento dado, Bannon pensó que el círculo familiar estaba desorientando al presidente, llevándolo a un camino tradicional, y no rupturista. Calificó a su hija como "más tonta que una piedra". La familia es importante para Trump y esa gota colmó el vaso. Bannon creía que podría servir de imán para todos los movimientos de derecha alternativa que estaban surgiendo en Europa. Las cosas han ido en otro sentido.
Tengo mis dudas de que Trump sepa lo que es Vox. La Administración norteamericana, sí
¿Trump sabe lo que es Vox?
¿Él personalmente? No tengo ni idea. La Administración norteamericana, sí. Tienen analistas para distintos temas.
Pero, si le preguntan directamente: “Mr. Trump, ¿have you heard about Vox?
Tengo mis dudas. No lo sé. No tengo elementos de juicio. No lo esperaría. El presidente de Estados Unidos está en millones de cosas.
Ha dicho que colabora con Vox en la planificación de reuniones internacionales. ¿Orquestó la visita de Abascal a Salvini?
La relación con Salvini viene de antes. Fue polémica porque él empezó apoyando al separatismo catalán. Santiago le presionó para que se desdijera. Yo no he intervenido, no ha sido necesario. A Salvini le he tratado poco. He coincidido en varias reuniones y en algún sarao internacional más distendido. Es un animal político. Entiende bien los temas que llegan a la gente. El órdago que lanzó saliendo del Gobierno para forzar elecciones le ha salido mal. No significa que esté acabado.
¿Vox no tiene más que perder mostrando su amistad con Salvini?
Ese tipo de imágenes con líderes internacionales tienen poco impacto en el votante. No es relevante. Me importan las soluciones, que se generan aquí y no vienen de fuera.
Si el 'Aquarius' hubiera estado frente a una costa española, y no italiana, ¿habría apostado por acogerlo?
España debería haber recibido el barco y deportar inmediatamente a todos los que estaban a bordo.
¿A sus países de origen?
Adonde hubiera sido posible. Queman los pasaportes y tiran la documentación para que no se pueda identificar su país de origen. España tiene acuerdos de repatriación con varios estados. Lo ideal es lo que marca la ley: desembarcar en la costa más cercana y segura.
Yo no quiero que se mueran a bordo, por supuesto, los recibiría y les daría elementos suficientes para mantenerlos bien, pero inmediatamente los mandaría en avión o barco a otro país. No se debe premiar a quien entra en España cometiendo una ilegalidad.
Vox se define como un partido defensor de la civilización cristiana y occidental. En los Evangelios se apela a la caridad. Algunos de esos inmigrantes estaban enfermos y venían de sufrir torturas en sus países. ¿No es incompatible con la caridad deportarlos?
El perfil de inmigrante irregular que viene a España no es el más pobre en sus países de origen. Son de clases medias-altas porque pagan un dineral a las mafias que les traen. No hablo de que mueran de sed, enfermedad o hambruna. Hay que curarles, pero con el límite temporal de que, en la primera opción, tienen que ser repatriados. No suelen estar en la escala más pobre, sobre todo cuando no vienen de zonas de conflictos.
La caridad cristiana bien entendida no exige el suicidio de una civilización. Siento que pasen esas cosas fuera de España, pero no somos responsables ni tenemos la llave para que cambien. Las llegadas deben admitirse en función de parámetros como, por ejemplo, el mercado laboral: si nos hace falta gente, que entren, pero de manera legal, como cuando se fueron los españoles a Alemania en los cincuenta.
El efecto llamada hace flaco favor a los inmigrantes legales y a los propios españoles. Aumenta la criminalidad, crecen los manteros. Y, encima, suponen una carga muy grande para el Estado. ¿A quién proteges como país? ¿A los tuyos o al resto del mundo? A los españoles, que han construido este país con su esfuerzo y su sudor. Mire los cien primeros nombres de un listado de vivienda social, habrá dos de origen español, el resto son latinos o musulmanes.
Entonces, ¿usted es partidario de priorizar a los españoles en la concesión de viviendas públicas y en la atención de los comedores sociales?
La obligación de cualquier Estado es primero con sus nacionales.
Pero, ¿priorizaría por ley a los españoles?
Los españoles tienen que ser tratados con un plus de diferenciación positiva, no a la inversa. Se han invertido los parámetros. Hay que hacer una tarea más fuerte y directa para situar al español en el centro del Estado. Sin duda.
Cuando hablaba del 'Aquarius', me ha recordado a Marcos de Quinto y sus “bien comidos”. Viendo las fotografías y la expresión de aquellos inmigrantes… Tengo la sensación de que era justo al revés.
Mire, por desgracia, muchas de las mujeres que vienen son vendidas por su propia familia. Les dan un buen dinerito y saben que aquí van a ser esclavizadas. Eso responde a una estructura social y cultural de esos países de origen que no vamos a arreglar ni pretendemos arreglar.
Cuando miraba las fotos del Aquarius no veía a gente en peligro de nada. Esas enfermedades tan drásticas de las que hablaban los médicos a bordo, ¿dónde están? ¿Cuánto han tardado en salir de los hospitales? Existe un discurso de la exageración. Esos buques están en connivencia con las mafias y luego cantan la obligación moral de que les atendamos. Esto es tráfico de personas y así debe ser tratado.
Tomo su ejemplo: dice que hay mujeres que son vendidas por sus propias familias. ¿No habría que evitar, precisamente por eso, la deportación a sus países de origen? Las estaríamos enviando a lugares donde son capaces de deshacerse de ellas por dinero.
El mundo ni es justo ni es perfecto. No puede ser que paguemos los españoles esas imperfecciones. La responsabilidad está en las estructuras sociales y culturales de esos países. Si España disfrutara de bonanza económica, cohesión social y nacional, podríamos admitir más inmigrantes. En esta situación de disolución de la imagen nacional, de crisis económica y de un relativismo galopante, el número de inmigrantes que podemos absorber es mucho menor.
Hemos llegado a un límite: aquí no cabe nadie más. Y lamento mucho las situaciones dramáticas, pero no las hemos causado nosotros ni las vamos a resolver. Además, de esas mujeres, ¿cuántas acaban en un club de alterne y carretera? No les estamos prometiendo un futuro mucho mejor.
España Suma es una ocurrencia dirigida a los votantes de Cs para que Rivera parezca irresponsable
¿Blindaría las fronteras españolas con muros?
No concibo un país que no defienda sus fronteras. Hay que ver con qué mecanismos se pueden hacer más impenetrables. Las vallas de Ceuta y Melilla se están demostrando ineficaces. La Guardia Civil está maniatada. ¿Un muro de ladrillo o piedra mejoraría la situación? Es posible, no lo sé. Pero sí sé que debemos cambiar de manera urgente.
¿A qué se refiere?
Por ejemplo, autorizaría a los agentes a utilizar herramientas que ahora no tienen: gases lacrimógenos o pistolas teasers.
Usted arguye: “Como la identidad nacional corre el riesgo de disolverse, no vamos a acoger a nadie más”. ¿Eso no es nacionalismo español?
Yo soy nacionalista español, lo digo muy orgulloso. No voy a ser nacionalista americano, boliviano o filipino.
Hay una diferencia entre patriota y nacionalista. El primero está orgulloso de su país; y el segundo, por ese motivo, se cree superior a los nacidos en otros lugares.
Eso son definiciones que uno se inventa. La diferencia entre nacionalismo y patriotismo puede ser lo sofisticada que usted quiera pero, al final, son lo mismo. Yo no entiendo el nacionalismo como los arios. Somos producto de una historia, de un estado, no me arrepiento de lo que ha pasado y entiendo cuál es el mínimo común denominador de esta sociedad.
No soy portugués ni chino. ¿Por qué un senegalés va a ser español? No puede serlo. Hay cosas objetivamente imposibles. Eso es para mí el nacionalismo. Los españoles no somos mejores ni peores, pero tenemos intereses distintos que nos definen. Lo de patriota suena más a gesta heroica.
Entenderá perfectamente, entonces, a los nacionalistas catalanes. Ellos, igual que usted, dicen sentirse catalanes, y no españoles. Por eso buscan la independencia, “defienden su Estado”.
Creo que los nacionalismos comparten cierta base de sentimiento irracional. Dicho esto, es difícil imaginar un sentimiento más artificial que el nacionalismo catalán. Su base es la historia falseada. Es como si me dice, ¿podemos entender el cantón de Cartagena? Sólo desde el punto de vista de tres gatos, pero no en términos de evolución histórica. No pueden tener la misma base que una nación creada hace quinientos años.
¿Cómo solucionaría usted el conflicto catalán? ¿Ha teorizado al respecto?
Hay varios mecanismos, todos a largo plazo. Debemos ir reduciendo la infraestructura ideológica del separatismo, eliminando progresivamente esas cámaras de resonancia: televisiones y escuelas. Invertir en educación, revertir la hegemonía monolingüística… Todo pasa por ahí. Es cuestión de años.
Hablemos del 10-N. Usted era del PP, ahora es de Vox. ¿Qué le parece la idea de España Suma?
No sé a quién suma. Es una ocurrencia electoralista para parecer que el PP está abierto a incorporar en una gran tienda a todo el mundo. Está dirigida a los votantes de Ciudadanos para que Rivera parezca irresponsable. En mi humilde opinión, allí donde se ha gestado, como Navarra, ha sido un fracaso absoluto. Siento muy poca atracción por esa idea. Es una táctica burda e infantil, un abrazo del oso a quienes están en los márgenes del PP.
¿Por qué no exhumamos a un gran responsable de asesinatos como Santiago Carrillo?
Tras leer algunos de sus artículos me da la sensación de que usted considera de izquierdas a PP y Ciudadanos.
Son socialdemócratas. Favorecen una serie de medidas que tienen que ver con la socialdemocracia de los años cincuenta y sesenta. Los sitúo en el centro izquierda.
¿Qué piensa de la exhumación de Franco?
Es una instrumentalización política para agitar a sus bases. No está bien jugar con la Historia. ¿Por qué no exhumamos a un gran responsable de asesinatos como Santiago Carrillo?
¿Realmente quiere exhumar a Carrillo?
No, yo quiero dejar a todos los muertos en paz, allá donde estén, en el cielo o en el infierno.
Carrillo, a diferencia de Franco, no tiene un mausoleo en su honor.
Bueno, enterrarlo allí fue decisión del Rey Juan Carlos. Es lo que hay. No tengo el más mínimo interés en remover el pasado. Es un ejercicio que solo divide. Y más cuando se orienta al rédito electoral. Sánchez ha actuado con mala fe. La izquierda se ha vuelto loca y nos está llevando al abismo. No me imagino a Macron exhumando a Napoleón.
En calidad de experto internacional, ¿cómo evalúa la visita de Sánchez a la ONU?
He visto la parte que ha dedicado a ensalzar la exhumación de Franco. Se ha equivocado de tribuna. Hablar de democracia y de ajustar cuentas con dictadores muertos… imagino que la sala estaría vacía. Los turnos de España suscitan poca atención. Es parte de su campaña electoral, entiendo que lo haga.
Hace unos días, los concejales de Vox se presentaron con su propia pancarta -”la violencia no tiene género”- en un homenaje a una mujer asesinada. ¿Se pasaron de la raya?
No. Es coherente con lo que hemos mantenido. La violencia es intrafamiliar: afecta a mujeres, hombres, padres, niños… Hay que abordarla desde esa visión más completa. En segundo lugar, creemos que todo lo que conlleva la ideología de género está al servicio de unas estructuras que pervierten el discurso y sacan beneficio económico de ello. Vox no está en contra de las mujeres, quiere protegerlas mejor. Se ha creado una situación en la que parece que los hombres asesinados son inferiores.
No es que sean inferiores… Estadísticamente, es violencia de género porque los hombres asesinan a las mujeres en un altísimo porcentaje de casos. ¿Cuántas mujeres asesinan a sus maridos? ¿Percibe la diferencia numérica?
Se pueden poner medios, pero sin justificar que hay una violencia específica para las mujeres. Hemos caído en una cultureta en la que parece que la mujer es víctima de todo y el hombre es el mayor asesino. Debemos endurecer las penas, ir en contra de cualquier tipo de agresor, pero eso no significa que haya que poner bases legales y culturales por las que el hombre siempre sea sospechoso.
La solución se confecciona a raíz del problema. Si la mayoría de asesinatos son de hombres a mujeres, ¿cómo la ley no va a tener eso en cuenta?
El problema que ha generado esa ley es un entramado de instituciones que viven del erario público y alimentan un discurso irreal. La ley no ha mejorado la condición de las mujeres, sino de aquellos que se mueven alrededor de la violencia de género. La ley ha tenido un efecto perverso, ha generado una industria ineficaz que además culpabiliza a los hombres.
La propuesta de Vox acerca de las armas levantó mucha polémica. ¿Cuál es su criterio?
En España ha desaparecido algo básico para la civilización: el derecho a la autodefensa. Legalmente, no existe. Vox propuso, en contra de lo que se dijo, que uno pueda defenderse en su casa cuando es atacado: puede ser una escopeta, un cuchillo o una sartén.
Si hoy en día me atacan, tengo que poner el otro carrillo para no acabar en la cárcel. El derecho a la autodefensa debe incluirse en el Código Penal. Se favorece más a quien comete el acto criminal que al que se defiende.