Obligado a escoger entre la vida y la muerte, el PSC suele escoger la enfermedad. Entre la Constitución y el nacionalismo, el nacionalismo. "Quim Torra es el problema de Cataluña, pero Ciudadanos no es la solución" ha dicho Eva Granados, la portavoz del PSC, para justificar su abstención en la moción de censura al presidente de la Generalidad. Olvida Granados que la moción nace fracasada por el bloqueo parlamentario de los partidos nacionalistas y que su sí no habría convertido en ningún caso a Lorena Roldán en presidenta.
Dicho de otra manera. Ni siquiera cuando de él sólo se pide un pequeño gesto es capaz el PSC de posicionarse a favor de la Constitución y en contra de un nacionalismo que hace apenas una semana jaleaba en el Parlamento regional catalán a nueve radicales acusados de terrorismo. La pregunta es qué debe ocurrir en Cataluña para que el PSC vaya un solo centímetro más allá de esa zona de confort que no compromete a nada porque jamás arriesga nada.
"Quim Torra y Lorena Roldán son dos caras de la misma moneda" ha dicho Granados. Que la portavoz del PSC esgrima con impunidad el argumento de que Cs juega en la misma liga que alguien que considera a los españoles bestias taradas con baches en el ADN lo dice todo acerca del público al que se dirige el socialismo catalán: uno que considera al nacionalismo como la ideología por defecto de todos los catalanes y preferible, sean cuales sean las circunstancias, a un Gobierno regional leal no ya a la Constitución, sino al Estado de derecho.
"Antes racista que democrática" podría ser el lema del PSC, aunque ellos lo tunearían como "antes catalanista que española". Ambas frases dicen lo mismo, en realidad. Pero su público compra la falacia de que no son simétricas y eso le basta al PSC para consolidarse como la alternativa "moderada" al trixenofobito nacionalista.
El éxito del PSC catalán ha sido el de convencer, no ya a una buena parte de los catalanes, sino también a una buena parte del resto de los españoles, de que la alternativa al nacionalismo de ERC, JxCAT y la CUP es el nacionalismo del PSC. El del referéndum de independencia en diez años, cuando la sociedad española haya "madurado" lo suficiente como para aceptar bovinamente que una región española decida en solitario sobre algo que pertenece a todos los españoles: Cataluña.
Personalizar en Quim Torra, aunque sea como truco para meter a Ciudadanos en el mismo saco, le permite al PSC obviar el verdadero problema de Cataluña, que es el nacionalismo. No nos vamos a rasgar las vestiduras ahora –"oh, qué escándalo, aquí se fuma"– por el cinismo de la política, pero el del PSC en Cataluña ruborizaría hasta el más desvergonzado de los vendedores de crecepelos.
Tanto tiempo lamentándonos por el modo en que la CUP y Artur Mas han emergido incólumes de un procés del cual han sido padres y motores cuando el que de verdad se ha ido de rositas ha sido el PSC. Ese partido sin el cual el nacionalismo catalán no habría superado el año de vida tras la aprobación de la Constitución del 78. Puede que el problema coyuntural de los catalanes sea, a día de hoy, Quim Torra. Pero su verdadero problema estructural es el PSC. Es decir, el PSOE.