Borja Sémper (Irún, 1976) jamás ha renunciado a hablar claro, fueran cuales fueran las consecuencias. Se afilió al Partido Popular con 17 años, cuando hacerlo en el País Vasco suponía arriesgar la vida. Con tan sólo 19 ya estaba amenazado por ETA. Tras recibir una paliza junto a sus amigos en una fiesta, tuvo que aprender a vivir con escolta. Y así, con dos hombres cubriéndole las espaldas, pasaron sus años en la Universidad del País Vasco, donde se licenció en Derecho. Pese a que ligar así era “muchísimo más difícil”, le ayudó a forjar un carácter valeroso.
Con este currículum, no es de extrañar que al portavoz del Partido Popular en el País Vasco no le tiemble la voz a la hora de contradecir a la dirección general del partido y reivindicar las “excepcionalidades de la sociedad vasca”; que sea capaz de enfrentarse a Cayetana Álvarez de Toledo y recordale que mientras “algunas caminaban sobre moquetas, otros nos jugábamos la vida”.
Padre de tres hijos, político, abogado y poeta. Por ese orden. Foralista, liberal, vasco y español -aquí el orden no altera el producto-. Sin complejos -así se titula uno de sus dos libros- y semper fidelis a sí mismo, a sus ideas. “Yo hay una cosa a la que nunca renunciaré mientras esté en política: a compartir reflexiones y no eslóganes. No me interesa darte titulares, sino ideas”. Bajo esta premisa, transcurre la entrevista concedida a EL ESPAÑOL.
Este lunes ve la luz el proyecto de reforma del Estatuto vasco. Éste plantea un “Concierto Político” análogo al Concierto Económico del que ya goza el País Vasco. ¿Es un eufemismo de independencia?
Sí, es una independencia posmoderna fruto del aprendizaje del PNV de dos circunstancias relevantes: la primera es la experiencia del Plan Ibarretxe y la segunda es la experiencia catalana. Esta independencia posmoderna no busca la proclamación de la independencia como tal, sino el vaciamiento de la presencia de España -como cultura y como Estado- en el País Vasco.
El documento en cuestión también habla de “Euskal Herria” como un sujeto político conformado por las tres provincias vascas, Navarra y las tres regiones francesas. Parece una sistematización de la tierra prometida 'abertzale'.
Es un disparate jurídico e histórico porque hay que recordar que la comunidad política que hoy conocemos como Euskadi no ha existido en la historia nunca. Quien otorga la naturaleza política a Euskadi es la Constitución y el Estatuto de autonomía vigente. Nunca había existido Euskadi como comunidad política, habían existido tres territorios políticos -Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra- con carácter y dimensión política propias.
Todo esto es un invento del nacionalismo para encontrar algún tipo de anclaje jurídico, en este caso la disposición adicional primera de la Constitución Española, y estirar cualquier interpretación política para dotarla con apariencia de legalidad. Es un disparate jurídico, histórico y un disparate político de primer orden.
El debate sobre el nuevo Estatuto llega en medio de las negociaciones por la investidura. ¿Está intentando el PNV chantajear a Pedro Sánchez con exigencias soberanistas?
Yo creo que el PNV está intentando aprovechar un momento histórico de incertidumbre en España. También quiere aprovechar que va a haber un presidente del Gobierno muy débil en toda su dimensión: parlamentariamente y en cuanto a facultades políticas.
Han visto la oportunidad y algunos tememos que Sánchez se la concederá por necesidad y urgencia, pero no es tan fácil. Lo relevante es que todos hagamos un ejercicio y que, a la vez que detectamos y describimos lo que hace el nacionalismo, nuestra respuesta sea equilibrada e inteligente. No será equilibrada e inteligente si respondemos con hipérboles. Debemos aprender de experiencias pasadas y adaptar nuestro discurso a una Euskadi, a una España y a una Europa que son distintas a cómo eran en los años 90. Dicho esto, también creo que nuestra respuesta no puede ser solo legal y jurídica, sino que tiene que ser fundamentalmente política.
El PSE ha pactado -junto a Podemos y PNV- la reforma del Estatuto, pero rechaza el derecho de autodeterminación y pide al PNV que cese en ese empeño. ¿Está en condiciones de hacerlo un partido que se sirve de los nacionalistas para pactar y conformar gobiernos hasta en cuatro comunidades?
Las exigencias y peticiones del Partido Socialista caen en saco roto porque los nacionalistas les tienen tomadas las medidas. Saben de sus necesidades partidistas y saben que el PSOE es un partido con vocación de poder por encima de cualquier circunstancia. Aquí en el País Vasco lo hemos visto en esta legislatura. Ha sido una legislatura extraordinariamente plácida para el PNV porque el partido socialista ha sido un convidado de piedra. Las exigencias actuales del partido socialista no son creíbles para el mundo nacionalista. La parte socialdemócrata del constitucionalismo en España, por desgracia, falla. Los constitucionalistas liberales y conservadores también hemos fallado en estos últimos años, aunque no tan gravemente como los socialdemócratas.
¿Usted entiende que PNV y PSE, socios de gobierno en nueve consistorios del País Vasco, discrepen en puntos tan vitales como “el derecho a decidir”?
Lo entiendo porque conozco cómo funciona la dinámica política en el País Vasco. El partido socialista se ha plegado a la estrategia del PNV. Lo vemos en el día a día de la gestión de la política vasca.
¿Su partido considera necesaria la reforma del Estatuto de Guernica (1979)?
No, pero no nos cerrábamos a una reflexión sobre una reforma. El problema es que lo que se plantea no es una reforma, es un texto constituyente de la nación vasca. Esto impide cualquier tipo de posibilidad de acuerdo. Nosotros podríamos estar abiertos a reflexionar sobre reformas estatutarias, como hemos hecho en otras comunidades autónomas de España. Lo que no podemos es hacer saltar por los aires los consensos básicos de convivencia para Euskadi.
Lo que plantea el PNV de la mano de Bildu es un desbordamiento constitucional que sería un drama social, político y económico para la sociedad vasca.
Las exigencias del PSOE no son creíbles para el mundo nacionalista. La parte socialdemócrata del constitucionalismo en España, por desgracia, falla
¿Por dónde pasa la redacción de un Estatuto vasco de amplio consenso?
Por la observancia de los márgenes constitucionales y por la aceptación de que la sociedad vasca es extraordinariamente compleja e imposible de homogeneizar, como todas las sociedades modernas y desarrolladas. Lo que consiguió el Estatuto de autonomía vigente es llegar a un punto de encuentro en base a renuncias, en base a la aceptación de las identidades múltiples. Si esta aceptación desaparece, no vamos a ningún sitio.
Hay que recuperar la aceptación política de la heterogeneidad de la sociedad vasca e identificar los problemas reales a los que debemos responder. Hay que recordar que el País Vasco cuenta con el nivel de autogobierno más grande habido en su historia. Es una realidad política con un nivel de autogobierno casi pleno. Salvo en tres o cuatro cosas relevantes, la presencia del Estado en Euskadi es prácticamente simbólica, pero es un simbolismo relevante. El nacionalismo quiere acabar con esos restos de la presencia del Estado.
¿Cree que los constitucionalistas han sabido transmitir los problemas del País Vasco del mismo modo que se han transmitido los problemas en Cataluña? En el resto de España se tiene la impresión de que el nacionalismo vasco es más moderado, más respetable.
Nosotros nos hemos desgañitado, pero había guerras cruzadas dentro del partido que nos han debilitado en el País Vasco. Eso y la corrupción han deterioridad la marca del Partido Popular en Euskadi y en el conjunto de España. La aparición de un nacionalpopulismo también nos ha debilitado, pero sobre todo los errores propios. El PP ha fiado demasiado su posición ante el desafío nacionalista a argumentos jurídicos, cuando deberíamos haber buscado un enfoque más político. Eso nos ha debilitado y ha dado alas al nacionalismo.
PNV y Bildu han expresado en numerosas ocasiones su solidaridad con los “presos políticos y exiliados” en Cataluña. ¿El nacionalismo catalán y el vasco comparten objetivos? ¿Están jugando una misma partida en dos tableros distintos?
El nacionalismo vasco siempre ha jugado con un péndulo y lo ha movido en función de sus intereses partidistas. El nacionalismo vasco ha sido utilizado en el resto de España para contraponerlo al nacionalismo catalán. Y en esa utilización, se ha convertido al PNV en referencia del buen nacionalismo en contraposición con el nacionalismo hegemónico catalán. Por eso el PNV ha consolidado una posición hegemónica en el País Vasco desde el punto de vista político, mediático y social. El nacionalismo vasco se ha aprovechado de esa contraposición con el nacionalismo catalán.
Ahora, una vez consolidada la imagen de movimiento político razonable, llega la puntilla por la puerta de atrás a través de este Estatuto. Más allá de matices y de diferencias, los dos nacionalismos llegan a la misma consecuencia: una independencia posmoderna.
¿Ha contribuido el PP al blanqueamiento del PNV? Durante el último cuarto de siglo los nacionalistas vascos han dado y quitado gobiernos tanto a populares como a socialistas.
El problema no es que hayamos necesitado al PNV para gobernar, el problema es que no ha habido lealtad constitucional del PNV. Lo que hoy podemos asegurar viendo la historia es que no había lealtad constitucional por parte del PNV. Hemos jugado con quien tenía las cartas marcadas y no decía la verdad. No es un problema de blanqueamiento.
El recuento del voto en el extranjero les permitió arañar un escaño, el de Beatriz Fanjul, cabeza de lista por Vizcaya. ¿Qué opinión le merece como política?
No puedo tener una opinión mejor en lo personal. En lo político, es una mujer con mucho recorrido.
Quienes la conocen afirman que tiene mucha personalidad, que es un verso suelto y destacan también su valentía. ¿El coraje es condición indispensable para militar en el PP vasco?
Yo pertenezco a una generación de jóvenes que nos metimos en política cuando suponía que te mataran o te hicieran la vida imposible. Ahora las circunstancias, por suerte, son muy diferentes para Bea Fanjul. Yo he vivido quince años de mi vida con escolta, ETA intentó asesinarme en varias ocasiones, mis padres sufrieron amenazas directas, nos pintaban el portal de casa, nos insultaban por la calle… Afortunadamente la generación de Bea Fanjul ya no va a tener que vivir aquello. Ha demostrado valentía y personalidad, pero en unas circunstancias muy diferentes. Yo me alegro mucho por que sea diputada en esta legislatura. Se lo merece.
Pese a su alegría, el escaño logrado en el País Vasco está lejos de los siete que logró Aznar en el año 2000. ¿Qué debe hacer el PP Vasco desde el punto de vista orgánico para volver a ser lo que fue?
Probablemente lo mismo que debe hacer en el resto de España para llegar a alcanzar más de diez millones de votos. La gente no te vota por lo que has hecho, sino por lo que cree que vas a hacer. Hay que ser un partido útil, que pueda proporcionar bienestar y responder a los problemas de la sociedad actual. La España de 2020 tiene muy poco que ver con la España de los 90, igual que Euskadi. España ha cambiado y la sociedad se ha transformado. El discurso útil en los años 90 ya no es útil, hay que actualizarlo. El Partido Popular ha logrado sus mayorías políticas en España siempre que se ha ubicado en una posición de centralidad, de capacidad de acuerdo, de moderación y de respuesta a los retos que tiene la sociedad. Si dejamos de ser eso, no tendremos buenos resultados.
En el País Vasco sucede lo mismo, pero con más dificultad. El Partido Popular vasco fue un partido útil contra ETA y ahora que ETA no existe yo creo que somos igual o más útiles, pero tenemos que convencer a la gente de que eso es así. Además, en el PP vasco parece que tenemos enemigos donde no los esperábamos. Parece que el PP vasco es peor. Tenemos que hacer oposición no solo al nacionalismo, sino a quienes se consideran más puros y auténticos que nosotros. Y creo que no hace falta que sea más explícito.
¿Se refiere usted a Cayetana Álvarez de Toledo?
No voy a dar nombres -ríe-.
Ella habló de “tibieza” del PP vasco ante el nacionalismo, usted respondió tajantemente. Este viernes coincidieron en el acto en defensa de la constitución organizado por el PP vasco en Bilbao. ¿Ha habido buen rollo?
No hemos hablado del tema, pero ha habido cordialidad y afecto. Es un episodio superado. Personas como Cayetana y yo estamos acostumbrados a los rifirrafes y a los choques, no nos afectan para luego tener una buena relación. Es importante que los políticos recordemos que no militamos en sectas. Es sano que dentro de un partido haya matices y diferencias. Ahora bien, eso no quita que yo siempre vaya a defender mi posición con vehemencia.
Lo que les achacaba Álvarez de Toledo no está alejado de lo que les achaca Vox cuando habla de “derechita cobarde”.
En Vox hay maldad y en Cayetana hubo desconocimiento.
El PP ha logrado sus mayorías políticas cuando se ha ubicado en la centralidad y el acuerdo. Si dejamos de ser eso, no tendremos buenos resultados
El PP Vasco ha reivindicado siempre la foralidad y el Concierto Económico. Además, siempre ha pedido que se respeten las especificidades de Euskadi desde Génova, ¿se sienten a veces disidentes dentro de su propio partido?
Al PP vasco se nos podrá acusar de defender lo que el PP ha defendido siempre, que es la España foral. No entender que la foralidad -tanto la de Navarra como la de las tres provincias vascas- es uno de los tres anclajes fundamentales de España es no entender la historia del país, no entender la sociología navarra ni la vasca. Uno de los objetivos del nacionalismo vasco es acabar con la foralidad y así lo plasma en el nuevo Estatuto. Se puede estar en contra del Concierto Económico y de la foralidad, pero no se puede estar en contra alegando que se defiende España. Estar en contra de la foralidad y del Concierto Económico es hacer daño a España en el País Vasco.
“No soy de derechas ni conservador, soy liberal” ha llegado a decir. Con esa definición, uno pensaría que usted milita en Ciudadanos. ¿Le han tentado alguna vez desde el partido naranja?
Tengo buenos amigos en Ciudadanos y respeto mucho su posición política, que me parece muy importante para España. Ahora bien, mi vínculo con el Partido Popular es más que un vínculo político, es un vínculo emocional. Lo confieso. A mí me han querido asesinar por ser del PP. El PP es un partido de amplio abanico ideológico en el que los liberales tenemos cabida porque contribuimos a un discurso más amplio y que llega a más espacios de la sociedad española. Por eso me siento cómodo en el PP. No me sentiría cómodo en un partido que fuera solo conservador. A mí me unen muchas cosas con los conservadores y con los socialdemócratas, pero soy un liberal convencido. España no necesita gurús ni pastores ideológicos, sino ciudadanos libres amparados por el Estado.
¿Qué opina de la dimisión de Albert Rivera?
Creo que no le quedaba otra salida, pero eso no resta valor a su paso. Hay mucho ventajista que le critica por haber dimitido obligado por los resultados, pero resulta que estamos hartos cómo los políticos no toman reacciones necesarias por obvias que parezcan. Albert Rivera ha hecho cosas tan titánicas como convertir a Ciudadanos en un gran partido a nivel nacional. El tiempo se lo reconocerá en su justa medida.
¿Las suyas son vidas paralelas? Los dos dieron el salto a la política en momentos y lugares complicados.
Sí. Hay circunstancias excepcionales que obligan a dar pasos extraordinarios. Entrar en política en Cataluña en el momento en el que lo hizo Albert era dar un paso extraordinario. Hacerlo en el País Vasco era necesario y obligado. Yo no podía vivir mirando hacia otro lado ante la imposición del nacionalismo vasco o la imposición de la dictadura de ETA.
¿Por qué el PP no concurre junto a Ciudadanos en el País Vasco? En Navarra ha funcionado para aglutinar el voto del centro derecha.
Porque Ciudadanos no ha querido. Las circunstancias del País Vasco hacen conveniente que partidos constitucionalistas que coincidimos en lo fundamental construyamos una plataforma política de cara a las próximas elecciones autonómicas. Lo que no fue posible en el pasado, creo que es necesario en el futuro próximo. No veo otro escenario. Debemos confluir ya sea como algo instrumental de cara a las próximas elecciones o como algo sólido de cara a medio y largo plazo.
A mi me encantaría porque los dirigentes de Ciudadanos en el País Vasco son amigos míos y tengo una opinión magnífica de su valía política. Hay que recordar que mucha gente se alejó del PP y se fue a Ciudadanos por la corrupción y porque entendía que el PP era un partido excesivamente conservador. Gracias a la nueva dirección, el PP está alejando el estigma de la corrupción y está entendiendo que debemos ocupar el centro derecha. Por eso creo que ahora mucha gente de Ciudadanos puede sentirse cómoda en el PP.
El PP vasco tiene enemigos donde no esperaba. Hacemos oposición al nacionalismo... y a quienes se creen más puros y auténticos que nosotros
Intuyo por su discurso que dentro de esa confluencia constitucionalista por la que aboga no entra Vox.
No, en absoluto. Vox no es un partido constitucionalista, es un partido que quiere cambiar la constitución y sólo cree en una parte de ella. El otro día alguien me decía: “Oigo cosas que dicen los de Vox que me parecen interesantes”. El problema no es en lo que coincides con Vox, el problema es aquello en lo que discrepas. Vox tiene una serie de características que lo convierten en un partido que está en las antípodas del Partido Popular.
En primer lugar, Vox es un partido nacionalista y yo no quiero más nacionalismo en el País Vasco ni en España. Soy consciente de los estragos que ha causado el nacionalismo a lo largo de la historia y que ha causado el nacionalismo en el País Vasco. No quiero, por tanto, el nacionalismo para España. En segundo lugar, es un partido de corte nacional-populista que tiene un discurso que se basa en una visión de España superada, el de las dos Españas. El Partido Popular rechaza la idea de las dos Españas. Por último, Vox tiene un discurso que busca inflamar el enfado y acentuar las diferencias entre españoles. El PP busca la concordia que emana de la constitución.
¿Vox no defiende la Constitución?
No la defiende, la acata. Es importante establecer esta distinción. Vox quiere acabar con la Constitución actual porque no cree en el modelo de concordia, no cree en el modelo de las comunidades autónomas, es un partido confesional… Juega y opera en los márgenes de la Constitución para cambiarla. Eso nos aleja radicalmente de ellos.
¿No valora pactar con ellos pese a que enfrente tiene al nacionalismo vasco y a la extrema izquierda 'abertzale'?
Estaríamos entonces combatiendo el nacionalismo con otro nacionalismo. Yo creo que debe ser un choque entre la Constitución, la modernidad, las ideas de la Ilustración frente a ideas nacionalistas. Nuestro discurso en el País Vasco se debilitaría con el discurso nacionalista e identitario de Vox. Igual que el nacionalismo vasco entiende que los nacionalistas son mejores vascos, Vox entiende que hay una manera mejor de ser español que es la de ser nacionalista español. Ambos pretenden homogeneizar nuestras identidades, pero somos sociedades complejas.
Tanto usted como Abascal vivieron su juventud en el País Vasco con escolta. ¿Nada les une? ¿No deberían estar juntos contra quienes resumen los años duros del terrorismo diciendo que “hubo víctimas en ambos bandos”?
En los últimos tiempos he perdido esa relación, pero a Santi le guardo un afecto a prueba de bombas. Hemos vivido y compartido momentos difíciles y hemos tenido una relación estrecha, aunque creo que ahora está profundamente equivocado. Y él pensará lo mismo de mí.
Me encantaría ir con Cs a las próximas elecciones en el País Vasco, los que coincidimos en lo fundamental debemos construir una plataforma conjunta
¿No cree que es un error equiparar a Vox y Bildu, como hizo Juan Carlos Cano (PP Guipúzcoa)?
No son equiparables. Yo equiparo el discurso nacionalista de Vox con el discurso nacionalista vasco. Bildu no es nacionalista, es una formación totalitaria, revolucionaria y socialista. En términos de radicalidad, los dirigentes de Vox son ursulinas en comparación con los dirigentes de Bildu. Los de Bildu juegan en otra liga, son una expresión política sin parangón en España. Tienen un componente amoral porque defiende que la violencia es legítima según qué circunstancias y según a quién se aplique. Abascal es la derechita cobarde en comparación con Otegi.
El último informe PISA ha vuelto a dejar en evidencia el modelo educativo del País Vasco. La comunidad está a la cola de España en numerosos indicadores y, sin embargo, a la cabeza en gasto público por alumno. ¿Todo sea por la imposición del euskera?
Una parte importante de los recursos económicos se destinan a un modelo bilingüe, que es un modelo que no se ha evolucionado por el importante peso que tienen los sindicatos nacionalistas en la escuela pública y concertada vasca. Es un modelo ineficiente, porque hay comunidades como Galicia que también son bilingües y complejas, pero ahí con menos inversión el resultado es mejor. El problema es que el nacionalismo vasco es ortodoxo y ultraconservador y no quiere que en la escuela el modelo evolucione. Los niños y las niñas salen sin conocimiento de inglés porque no quieren que éste quite tiempo al aprendizaje del euskera. Es un disparate.
¿Sería un gobierno de concentración constitucionalista - PSOE, PP y Cs- lo mejor para España? Lo contrario es depender de los chantajes de partidos nacionalistas.
Sí, pero a día de hoy y con estos mimbres es imposible. El presidente en funciones actual no quiere ese Gobierno. Lo demostró cuando después de las elecciones anunció en menos de 48 horas un Gobierno en coalición con Pablo Iglesias de vicepresidente. Eso es levantar un muro ante PP y Ciudadanos. El presidente en funciones no tiene generosidad ni sabe identificar las circunstancias en las que se encuentra España. Si Pedro Sánchez tuviera talla de Estado y fuera capaz de hacer un análisis político profundo, se daría cuenta de que un Gobierno de concentración sería lo mejor para España y para él mismo. Pedro Sánchez es la muestra de que en la política española se caracteriza por el cortoplacismo.
El secretario general de Comisiones Obreras (Unai Sordo) y el de UGT (Pepe Álvarez) han ido a la cárcel a visitar a Oriol Junqueras, condenado a 13 años por sedición, para animarle a facilitar un gobierno entre PSOE y Podemos. En las manos de políticos presos está el Gobierno de España.
Yo no daba crédito. Por desgracia, en manos de ese sindicato de clase están la defensa de los derechos de trabajadores y desempleados. Es preocupante que los sindicatos de clase se dediquen a hacer política en lugar de aportar soluciones para el mercado laboral o para la situación de los trabajadores. En España todo el mundo habla de la necesidad de los partidos políticos de modernizarse, pero los sindicatos también deben hacerlo. En lugar de modernizarse, juegan a copiar lo peor de los partidos políticos.
Vox y Bildu no son equiparables. Abascal es la derechita cobarde en comparación con Otegi
¿Qué le parecería que el PP llevara las riendas y ofreciera ese pacto a cambio de una serie de condiciones? Por ejemplo, pedir que en Navarra se deje gobernar a la lista más votada -Navarra Suma- y que el PSN renuncie al Ejecutivo -que ostenta junto a nacionalistas y con la dependencia de los votos de Bildu-.
Esa debería ser una de las condiciones, pero también debería haber muchas más: no incrementar los impuestos, abordar la reforma del sistema de pensiones, acordar el papel de España en Europa, arrancar un compromiso en cuanto a la legislación laboral… Es decir, no sólo deberíamos hablar de la España territorial con el PSOE, sino que deberíamos hablar de la España de la economía y de las grandes reformas que hay que hacer.
Sé que a usted le apasiona Patria, de Fernando Aramburu. El autor dice en el libro que “sacarán a los presos de las cárceles y aquí -en el País Vasco- no habrá pasado nada”.
Eso solo podría pasar si el PP pierde presencia en el País Vasco porque somos los únicos que tenemos un discurso que recuerda lo que ha sucedido antes de ayer aquí. Y no hay que recordarlo como un hecho histórico, sino como un hecho relevante en el presente y futuro de nuestra sociedad. Si pasamos la página de ETA permitiendo que se diluya la verdad, no estaremos garantizando que en el futuro no pase lo mismo. Tampoco habrá justicia ni reparación.
Lo que pasa es que jugamos con los mimbres que nos otorga el Estado de derecho. Si Bildu está en las instituciones es porque así lo ha querido el Tribunal Constitucional. Nosotros jugamos en ese escenario con las reglas que nos han marcado. No se trata de lamentarse continuamente, sino de hacer política.
¿Cree que el relato en el País Vasco lo han impuesto los verdugos?
No, el relato no lo han impuesto los verdugos pero sí que corremos el riesgo de que el relato lo impongan quienes nunca se opusieron a ETA. Éstos quieren que se imponga un relato aquí que defiende que ETA fue un mal necesario que tuvimos que soportar, que hubo una comunidad enfrentada y que el terrorismo fue consecuencia de una serie de factores y de circunstancias que obligaron a empuñar las armas a determinados personajes. Está en juego que la generación de mis hijos crea que ETA fue la consecuencia inevitable de un conflicto. Este relato no es el que impone la izquierda abertzale, no nos equivoquemos; lo impone quienes nunca hicieron nada contra ETA.
¿Quiénes son los que “nunca hicieron nada contra ETA”?
Quienes miraron para otro lado, quienes justificaron su existencia al principio o quienes se opusieron con tibieza. También quienes buscaban elementos de comprensión del terrorismo. Un buen ejemplo sería el cura de Patria.
¿Es fácil ser no nacionalista en el País Vasco?
Hoy es infinitamente más fácil de lo que era cuando entré en política, pero lo que no resulta del todo fácil es defender una posición equilibrada en un tiempo de extremismos. Ser moderado en el País Vasco y triunfar políticamente es complicado.
¿Cree que ha puesto su granito de arena para que hoy sea, como usted dice, “infinitamente más fácil”?
Gracias a quienes dimos la cara en aquel entonces hoy Euskadi es un lugar en el que no hay ETA. ETA fue derrotada, pero queda mucho camino por hacer. Toda la arquitectura del odio que se contruyó durante décadas hay que desmontarla. Es un entramado que lleva a odiar a determinadas personas en función a cómo piensen y a quién voten. Esto no se desmonta de la noche a la mañana. Y no se desmonta ni con olvido ni con hipérboles.