Joan Mesquida (Felanich, 1962) y la batalla contra el cáncer. 36 días de hospitalización intermitente en plena pandemia. Trescientas horas de quimioterapia. El ahora vicesecretario de Ciudadanos, mano derecha de Inés Arrimadas en el rearme del partido, está a la espera de un nuevo tac, que determinará los resultados del tratamiento.
Los médicos son optimistas. Y él también. Dice que la actitud es tan importante como el aguante físico. Durante su convalecencia, ha asistido vía internet a casi todas las reuniones de la Ejecutiva naranja.
Este ex director de la Policía y de la Guardia Civil sigue con detalle el caso Pérez de los Cobos, un coronel al que conoció durante su mandato, entre 2004 y 2006. Mesquida aprendió el código de honor de este cuerpo y reitera que se ganó el respeto aprendiendo a respetar él primero.
Lamenta que el juez Grande-Marlaska se haya convertido en el "ministro Marlaska", "un personaje siniestro que ha echado todo su prestigio por la borda". Reclama, igual que sus compañeros, la dimisión del máximo responsable de Interior. "Quizá se le haya olvidado, pero es muy importante no dar órdenes ilegales", incide.
Acaba de terminar un intenso tratamiento de quimioterapia. ¿Cómo evoluciona?
Después de 36 días de hospitalización intermitente y 300 horas de quimio, estoy físicamente agotado, pero animado y mentalmente bien. Con fuerza. Esta enfermedad no solo requiere aguante corporal, sino también mental. La actitud ayuda mucho.
Cuentan sus compañeros de partido que, en todo momento, ha estado conectado. ¿Por qué se decidió por esa actitud?
El cáncer es un palo muy inesperado. Cuando me dieron la noticia, lloré. He llorado mucho estos meses. Pero entendí que, para estar anímicamente bien, debía hacer una vida lo más normal posible. Aunque el tratamiento es muy agresivo. Sólo he faltado a una reunión de la Ejecutiva nacional. Coincidió con mi hospitalización y no quería entrar por videoconferencia armado de vías y cables -sonríe-.
¿Cómo le ha cambiado el cáncer?
Creo que no me ha cambiado mucho. Siempre he sido una persona vitalista, que trata de aprovechar el tiempo al máximo. Profesionalmente y en términos de ocio. El cáncer no va a cambiar mis prioridades. Si la recuperación es total, seguiré siendo el mismo. Un hombre apasionado por mi familia, mis amigos y la política.
Usted fue director de la Policía y de la Guardia Civil durante dos años. Imagino que habrá seguido con especial interés el caso de Pérez de los Cobos. ¿Qué pensó al conocer el cese?
Sin tener información, nada más enterarme, pensé: “¡Qué tremenda injusticia se ha cometido!”. Conozco al coronel Pérez de los Cobos. Imaginé que se trataba de una decisión arbitraria. Yo, como director de la Guardia Civil, viví situaciones muy parecidas: un día, solicité un informe y el DAO entró en mi despacho. Me dijo que el juez había dado órdenes estrictas para que, nadie más allá del círculo de operaciones, tuviera conocimiento de la investigación. Lo entendí perfectamente y ahí se terminó todo. Jamás se me ocurrió pedirle a un guardia civil que incumpliera la ley. La petición de Marlaska podría haber acarreado a Pérez de los Cobos la imputación de un delito de revelación de secretos.
¿Tuvo trato con este coronel? Fue un hombre de confianza tanto para el PSOE como para el PP.
Sí. Además, en la Guardia Civil la ideología no trasluce. Cada uno tiene sus ideas y vota lo que le da la gana, claro, pero eso no afecta al trabajo diario. Hablábamos de infraestructuras, de lucha antiterrorista, de las condiciones laborales… La última vez que hablé con Pérez de los Cobos fue en Valdemoro, en un acto de jura de bandera, y pudimos comentar su experiencia al frente del mando en Cataluña durante los días duros del procés.
Justo a continuación, y debido al cese de Pérez de los Cobos, dimitió el número dos de la Benemérita, Laureano Ceña. Y este miércoles fue destituido el número tres, el teniente general Santafé. Más allá del escándalo Roldán, ¿existe algún precedente así?
He intentado hacer memoria estos días… No recuerdo ningún episodio de descabezamiento de la Guardia Civil tan intenso. Ahí está la gravedad. Es tremendo el cese de Pérez de los Cobos, pero también que todo un número dos de la Guardia Civil, en pleno estado de alarma, en plena excepcionalidad constitucional, dimita por interferencias políticas.
¿Hasta qué punto es peligroso que el Gobierno y la Guardia Civil estén en continua fricción?
La profesionalidad de la Guardia Civil está fuera de toda duda. No va a desafiar al Gobierno. Estoy absolutamente convencido. Otra cosa es que algunos expresen su malestar, legítimamente, con sus dimisiones. Pedro Sánchez ampara las decisiones de Marlaska, que pueden socavar el ánimo de los agentes, pero no el prestigio del cuerpo. ¿Qué imagen están mandado a los más jóvenes? ¡Acaban de cesar a un guardia civil por cumplir la ley! En cualquier caso, no les van a amedrentar. Seguirán trabajando con profesionalidad.
¿Cree que podría estar sucediendo algo parecido en la Policía nacional?
La estrategia del Gobierno es muy clara: un plan predeterminado para poner los poderes del Estado a su servicio. Lo vimos con la Fiscalía General. ¿Se acuerdan de lo que respondió Sánchez cuando le preguntaron de quién dependía? Luego nombró para el cargo a su exministra de Justicia. La abogacía general del Estado ya es la abogacía del Gobierno. También hacen lo mismo con el poder judicial, al que el vicepresidente desacredita continuamente. Batet, más que presidenta del Congreso, es la ministra del Congreso. Cuando hablan Bildu y ERC, es libertad de expresión. Cuando hablan los constitucionalistas, se borra del diario de sesiones. Ahora se está intentando controlar políticamente a la Guardia Civil.
Tal y como publicó este diario, Pérez de los Cobos recibió hasta dos llamadas de presión para que revelara al Gobierno una investigación judicial en curso. ¿Usted puede asegurar que, como director del cuerpo, jamás hizo algo así?
Como le he comentado, pedí algún informe, evidentemente. Sobre todo relacionados con el terrorismo, una materia en la que estuve muy involucrado. Pero cuando me decían que un juez había dado la orden de que no se mostraran esos documentos, lo respeté. Jamás eché una bronca por eso. ¡Y mucho menos un cese! Nunca actué de esa forma. En la Guardia Civil, tienes que respetar para que te respeten. Marlaska quizá no lo sepa, pero también es muy importante no dar órdenes ilegales. Mi norma fundamental de conducta fue: no hagas nada que no puedas explicar.
El otro día, un ex director general de la Guardia Civil, a condición de no revelar su nombre, me dijo: “En lo de Marlaska, no todo es blanco o negro, hay que saber cómo funcionan estas cosas por dentro”. ¿Qué cree que significa?
No sé qué quiere decir. Yo tengo la sensación de que esto es blanco y en botella. ¿Un cese para “dar un impulso” a la Guardia Civil? Es un argumento tan ridículo… La Guardia Civil no se gestiona por impulsos. Y también está la ingenuidad política de pensar que, liberando una parte del dinero de la equiparación salarial, se iba a tapar el escándalo. Un dinero, por cierto, fruto de un acuerdo entre PP y Cs, que el ministro Marlaska tenía bloqueado.
Marlaska ha actuado como inquisidor político. Como ministro, ha tirado por la borda el prestigio que se ganó como juez
Las coacciones sufridas forman parte de una cadena. La cuestión es: ¿de dónde sale la primera orden? ¿Pedro Sánchez? ¿El propio Marlaska? ¿La directora del cuerpo?
Para empezar: la jueza está investigando al Gobierno. Es un asunto que tiene entidad de ministro y de presidente. A tenor de mi experiencia, puedo imaginar esta cadena: el ministro le comenta al presidente, “oye, hay una jueza que está investigando la posible responsabilidad penal de tales personas en relación al 8-M”. A partir de ahí, el ministro llama a la directora del cuerpo y le dice que estaría bien conocer el contenido para saber por dónde va. ¡El Gobierno es el investigado! De entrada, nunca se me habría ocurrido pedir ese informe. Después, la directora llamaría al DAO y así sucesivamente.
¿Quiénes deben dimitir?
El máximo responsable es el ministro del Interior. En cuanto a la directora… Cuando uno tiene ese puesto, debe defender a los que están a sus órdenes. Sobre todo cuando actúan con rigor y profesionalidad. Es una norma de oro. Ella no la ha cumplido.
¿Cree que se ha cometido algún delito?
Si se ha cometido algún delito, será la Justicia quien lo determine.
¿Se atreve a lanzar un pronóstico? ¿Este caso le costará el puesto a alguien?
Es difícil saberlo. A la investigación le queda recorrido. Seguro que la jueza practica más pruebas, además del contenido del informe. Está pendiente la declaración del delegado del Gobierno en Madrid. Es muy pronto para lanzar un pronóstico así.
¿Qué piensa de Marlaska?
Ha actuado como un inquisidor político. Nos ha sorprendido. Todos recordábamos a aquel juez al que llamábamos Grande-Marlaska. El “grande” ha desaparecido. La imagen de aquel magistrado tan profesional en su lucha contra ETA se ha difuminado completamente. Se ha convertido en un personaje siniestro que encarga informes sin firmar cuando dirigentes de Ciudadanos son atacados en la manifestación del Orgullo. Todo ese prestigio acumulado como juez lo ha tirado por la borda como político.
¿Existe algún mecanismo que, jurídica o políticamente, pueda dirimir lo sucedido? Marlaska ha obviado las preguntas de los periodistas en rueda de prensa y las de la oposición en el Congreso.
El eufemismo de la “pérdida de confianza” es perfectamente legal. El cese de Pérez de los Cobos no tiene recorrido judicial. Tampoco creo que el coronel vaya a contar en público las presiones a las que ha sido sometido para que cometiera un delito de revelación de secretos.
¿Por qué existe ese silencio entre los guardias civiles? Un político, cuando es purgado, no tarda ni un minuto en dar una entrevista.
Entra dentro de la profesionalidad del cuerpo de la que le hablaba. Creo que hay ceses que no empañan la hoja de servicios, sino que la engrandecen. A partir de ahí, el Gobierno dice que ha perdido la confianza y él lo acepta disciplinadamente. Ya le gustaría a Pablo Iglesias que hubiera una reacción airada para poder decir: “¡Mirad cómo llaman a la insubordinación!”. La Guardia Civil es una de las instituciones mejor valoradas por los españoles. Puso muy en hora el reloj constitucional en 1978.
Estamos asistiendo, de nuevo, a uno de los grandes males de la partitocracia. A la directora de la Guardia Civil se le presupone una especie de neutralidad, pero ha sido elegida por el Gobierno.
Lo malo no es el nombramiento del Gobierno, sino la actuación de la directora. Cuando alguno de estos cargos actúa mal, no podemos cargarnos el sistema. Roldán deshonró a la Guardia Civil, pero hubo buenos directores.
El caso Pérez de los Cobos es la punta del iceberg, algo así como la prueba de que un Gobierno puede llegar a ser invulnerable ante la Justicia.
Llevo en política más de treinta y cinco años. Si me preguntan: “¿Cree usted que la democracia está amenazada?”. Jamás pensé que pudiera contestar que sí. Tenía claro que la democracia estaba consolidada, que no había que preocuparse por eso. Hoy, viendo a los populistas y a los comunistas en el Gobierno, y viendo que el presidente dice una cosa y hace la contraria, creo que la democracia si está en riesgo. Amenazar la división de poderes es amenazar la democracia.
En la Justicia también existe ese problema y se manifiesta con mucha mayor frecuencia. Algunos magistrados abogan por que unas elecciones entre jueces elijan, por ejemplo, a los miembros del CGPJ. ¿Se imagina algo así con los altos cargos de la Guardia Civil?
Hay un modo de elección de esos cargos que siempre me ha gustado. En su día se lo planteé a Albert Rivera y lo convirtió en propuesta electoral. Evaluemos el mérito y la capacidad. ¿Qué sabe de hoteles el hoy presidente de Paradores? Me gustaría que, como en Estados Unidos, quien quiera acceder a un cargo pase por una comisión parlamentaria en la que se le ponga a prueba y se le hagan preguntas. Una especie de servicio de cazatalentos. Que fuera el mérito y no el carné del partido lo que determinara el acceso. ¿Por qué muchos de los que echaron a Sánchez ahora no le critican?
Usted dirá.
Porque esperan algo. Uno quiere ser embajador en no sé dónde, otro quiere ser consejero de una empresa… Y quizá, algún presidente autonómico no quiera soliviantar a su líder no vaya a quedarse fuera de las próximas listas electorales...
Otra de las últimas decisiones de Marlaska ha sido permitir los viajes de familiares de terroristas de ETA a las cárceles en plena pandemia. ¿Cree que es un pago encubierto a EH Bildu?
El Gobierno está permanentemente haciendo concesiones a Bildu. A mí me indigna ver los homenajes que se hacen a los etarras cuando salen de la cárcel. Habría que actuar inmediatamente: es una clara apología del terrorismo. El PSOE tampoco recurrió la mal llamada ley de abusos policiales del Parlamento vasco. En relación a ETA, este Gobierno está cometiendo muchísimas indignidades.
Usted, cuando se dio de baja del PSOE, alegó precisamente los pactos de Sánchez con los separatistas. Por eso defendió con vehemencia el “no” inamovible de Ciudadanos al actual presidente. ¿Comparte ahora que Inés Arrimadas siga negociando con él?
Hay que tener clara una cosa. Son marcos muy distintos. Ciudadanos negocia la salud de los españoles: son medidas que sirven para paliar la crisis económica que se avecina. No hemos dado un cheque en blanco al Gobierno. Somos muy contundentes con la gestión de Moncloa. Creemos que Sánchez ha llegado a la presidencia mintiendo y engañando. Pero estamos hablando de una pandemia: con el pacto logramos desvincular los ERTES del estado de alarma y obtuvimos una moratoria fiscal para pymes y autónomos. Ciudadanos aspira a acordar todo lo que sea bueno para los españoles.
Sánchez ha llegado a la presidencia mintiendo y engañando, pero Cs seguirá aspirando a acordar todo lo que sea bueno para España
¿El objetivo a medio plazo de Ciudadanos no es, entonces, sustituir a ERC como socio preferente?
No. El objetivo es hacer una política útil y actuar con la mayor firmeza posible frente a los errores del Gobierno. Estaremos muy vigilantes ante esa usurpación de los poderes del Estado que le comentaba. A partir de ahí, aspiraremos a incrementar nuestro apoyo social y a mejorar nuestros resultados electorales.
¿Se siente más cómodo en el Ciudadanos de Arrimadas o en el de Rivera?
No hay dos Ciudadanos distintos. Sólo tengo palabras de reconocimiento para Albert. Es un político de primerísimo nivel. Creo que algún día volverá a la política. Tras una larga trayectoria, creo que sé identificar a los que les encanta esto. Se marchó con una coherencia absoluta. Presentó su dimisión tras un mal resultado, pero venía de implantar un partido a nivel nacional en cinco o seis años. Consiguió 57 escaños.
Alguna diferencia habrá entre el Ciudadanos de Rivera y el de Arrimadas.
Evidentemente, Inés tiene su propia forma de ser, su propia idiosincrasia. Es joven, con una enorme preparación y comunica muy bien. Posee un activo fundamental: ganó las elecciones en Cataluña. Quizá esto no se haya valorado lo suficiente. No gobernó porque no le dieron los números. Estoy seguro de que esa impronta que dio al partido allí, se la dará a nivel nacional al partido. Ciudadanos irá hacia arriba con Inés Arrimadas.
Pero, ¿podría apuntar alguna diferencia entre un modelo y otro?
Soy un recién llegado, pero lo que sí he podido comprobar, tras visitar asambleas del partido por toda España, es que el afiliado quiere participar más, tener más mecanismos de participación, ser más útil. Quizá eso sea una carencia que se deba rectificar.
¿Tiene relación con algún ministro actual? De momento, el Gobierno -más allá del plante de Calviño- cierra filas con Sánchez y Marlaska. ¿Es oro todo lo que reluce?
Sólo he tenido contacto telefónico con la ministra de Industria, que me llamó tras la quiebra de Thomas Cook -una empresa situada en Baleares-. Conozco personalmente al ministro Planas y la vicepresidenta Ribera. También, aunque un poco menos, a Carmen Calvo. Pero no mantenemos contacto.
¿Y qué hay de los barones? ¿Cree que darán un paso al frente?
En política, el mejor pegamento para un partido es gobernar. Si Sánchez perdiera el gobierno, estoy seguro de que aparecerían muchas voces críticas en el PSOE. Estando en Moncloa, lo veo mucho más difícil. No creo que se dé un enfrentamiento directo.
Su partido fue muy crítico con las manifestaciones automovilísticas de Vox. Usted tiene una larga trayectoria en la gestión de la seguridad. ¿Cree que debieron ser prohibidas?
En un estado de alarma, después de tantas vidas perdidas, lo más prudente habría sido prohibir esas manifestaciones. Bueno, lo más prudente habría sido no convocarlas.
Muchos de sus compañeros han dicho estos días que a Vox “le queda grande la bandera de España”. ¿Así lo piensa?
Vox es oxígeno para el PSOE y Podemos. Cuando Pedro Sánchez comete un gran error y está casi noqueado, su desfibrilador es Vox. Necesitan a Vox. Así llaman a su electorado diciendo: “¡Que viene la ultraderecha!”. Esa fue su estrategia en las dos últimas elecciones generales: el voto del miedo.
Iglesias llama, despectivamente, a Álvarez de Toledo “marquesa”. Ésta le dice que es el “hijo de un terrorista”. Luego Iglesias acusa a Vox de “querer dar un golpe de Estado”. ¿Teme que esa crispación se traslade a la calle?
Ya se está trasladando. Sin duda. Ese mal ejemplo provoca tensión ciudadana y desafección hacia los responsables políticos. Me pongo, por ejemplo, en la piel de los trabajadores de Nissan. ¿El vicepresidente de Asuntos Sociales no debería estar ocupándose de eso en lugar de insultar en el Congreso? Es una imagen absolutamente lamentable, impropia de un Gobierno.