A Jorge Javier lo quisimos cuando el tomate, con Alcayde tan morena y él tan anti-Pantoja (aunque luego se volvieran inseparables, Paquirrín mediante).
Entonces era primavera y era verano y era Marbella, y pasó que pasó la Operación Malaya, y en la neurona última de una maruja española media, quedó que el nuevo periodismo de Jorge Javier Vázquez era el que había metido en cintura y ante la Justicia al gilismo mostrenco de Julián Muñoz.
JJ Vázquez entretenía, y mucho, cuando le ponía continuidad cachonda a la tele de Berlusconi y mamachichos, cuando entre las criaturas del GH sacaba a relucir sus estudios de Filología charnega y una retranca que hacía del cuché algo más canalla y poliédrico que las pijadas de la Igartiburu. Recuerdo que sacó a leer a Gil de Biedma a uno del Gran Hermano -a Kiko- y aprendimos por las lecturas sugeridas por dónde respiraba el pájaro.
A Jorge Javier lo quisimos también cuando se puso de productor teatral y rescató a Miguel de Molina, en un espectáculo entre lorquiano y entrañable, con coplas y ojos verdes y mucho de cabareteo de la memoria histórica. Entonces Rigalt me preguntó que qué tal y yo le dije que JJ Vázquez era más de lo que parecía, de esa telebasura de servicio público en la que quería regodearse.
Claro que, como siempre, Badalona hace a sus hombres y Sánchez los deshace. El encuentro tuvo lugar un día, ya remoto, en que Sánchez entró a Sálvame a hacer un alegato contra la tauromaquia en plena hora de siesta y lolailos. Entonces se reveló la zurdería de JJ, que iba por libre cuando el Orgullo, como una carroza de sí misma y bailando una batucada particular -como Maradona- y voceada por su programa, adalid de tantas causas.
El encuentro en directo y prime time de dos egos -el ego vacío de Sánchez y el ego chafardero de Vázquez- dio un nuevo tiempo a España para todo: Máxim Huerta nos saldría ministro pero Sálvame y Sánchez sabrían que ambos eran la misma cosa, condenados gozosamente a entenderse. Y el momento ha llegado.
Ahora JJ Vázquez lleva los negros norcoreanos de una vieja siciliana, pues el histrionismo en ese canal va de sua, que diría un editorialista repipi. Si durante la pandemia JJ Vázquez metía a otro histriónico -el Dr Spiriman- para reafirmar por contraste al Gobierno, ahora es con su intento de lapidación de Belén Esteban cuando consuma su cierre de filas con el Gobierno de coalición.
JJ Vázquez era ya talludito y millonario para acampar en las plazas quincemayescas, pero ahora, con el podemismo triunfante, consorte, cursi y serrano, puede el filólogo de Badalona auparse a su causa histórica y disponer de esa televisión suya que no es La Tuerka pero que bien vale pal convento.
En el fondo, la bronca con Belén Esteban que tan bien describió en estas páginas mi tocayo Carmona denota eso: la tiranía a la que ha llegado el dueño del cortijo julijustri de la media tarde.
JJ Vázquez, a lo contrario que Jesús Quintero, fue recogiendo a las criaturas del arroyo para erigirse -por contraste, insistimos- como un intelectual de los nuevos tiempos. Pero su cosa queda clasista mientras que brilla Belén Esteban, que volvió de Ambiciones con dos ideas muy agropecuarias pero muy válidas sobre lo que es España y la -su- condición humana.
JJ Vázquez fue el entretenimiento de un tiempo, una forma de hacer humor que ya no es: como bien saben Tricicle, Garó, Risitas y lo que vive de Martes y 13 y del Dúo Sacapuntas. Aún lleva JJ Vázquez la inercia de cierta audiencia, pero su tiempo ya pasó y por mucho que le duela, ay, Jorge Javier no es Sardá. O es un Sardá de remiendos que nos llama fascistas antes de conectar con la Isla y bebernos el Biomanán.
Los he traído a los dos, a JJ Vázquez y a la Princesa del Pueblo, porque su foto es la foto de las dos Españas: la del cortijero y macho alfalfa que pretende abusar y adoctrinar a una mujer que fue a la Universidad de la vida, y la vida le pagó con las cosas claras y una diabetes histórica.
Lo de JJ Vázquez con Belén Esteban, más que proselitismo con fórceps fue machismo televisivo. Jorge Javier Vázquez quiere un ministerio en el sanchismo porque hemos salido más fuertes y España tiene a los intelectuales que se merece.
Belén Esteban, Calviño, Olona y Robles son las más nuestras. Pero su voz, sus verdades, la calla este populismo de marujas que morirá de éxito en la cuarta pandemia que se nos venga.