La política parece haberse conjurado contra los gestores como Eduardo Serra Rexach (Madrid, 1946), un hombre que trabajó para tres gobiernos distintos -UCD, PSOE y PP- sin militar en ningún partido. Su cargo de mayor responsabilidad llegó con el primer mandato de José María Aznar: ministro de Defensa. Pertrechado de esa transversalidad, clama por la “discordia” en la tierra de la “crispación”.

Presidente de la consultora Everis y de la fundación Transforma España, acaba de lanzar una iniciativa llamada “La mesa”. Suele sentar en ella a distintos representantes de la sociedad civil para alumbrar remedios a los males del presente. Le obsesiona la mejora de la educación. Lo siente como un deber “generacional”.

Sentado esta tarde en su despacho, discurre: “Hoy, la riqueza de las naciones pasa por el talento, que no es otra cosa que la mezcla de biología y de educación. Lo primero no se puede tocar, ¡trabajemos en lo segundo!”. De forma gráfica, apostilla: “Los norteamericanos y los japoneses avanzan en línea recta, nosotros hacemos zigzag”.

A Eduardo Serra le inquieta que España haya dejado de tener “un proyecto”: “Durante la Transición, remábamos para entrar en Europa”. ¿Y qué pasa cuando se desdibuja el horizonte? “La gente inventa proyectos partidistas en sus corralitos y se relaja la cohesión social”. No obstante, este exministro y gestor de éxito pide calma a quienes auguran el fin de la Historia: “El emperador Diocecliano, a finales del siglo III, dividió Occidente en seis diócesis. Hispania, Britania, Galia, Italia, Germania y África. En la actualidad, cinco de ellas son los PIB más grandes de Europa”.

Empezó trabajando para la UCD, siguió con el PSOE y fue ministro con el PP. ¿Con cuál de los tres proyectos estuvo más cómodo ideológicamente?

No pertenecí a ninguno de los tres partidos. Al Gobierno de UCD, llegué ya en tiempo de Calvo-Sotelo, un año después del 23-F. Fui subsecretario de Defensa. Alberto Oliart, el ministro, estaba muy ocupado con el juicio del golpe, así que me dejó a cargo del presupuesto, el armamento y la compra de material. Fue muy interesante. Adquirimos fragatas, carros, los F-18… Resultó interesantísimo, me pasaba media vida fuera de España convenciendo a los americanos de que esto ya era un país libre.

Después llegó Felipe González y usted permaneció en el ministerio de Defensa. 

Sí. Conocí a Narcís Serra, el ministro, en casa de Oliart. Él fue en taxi y luego le llevé en mi coche. Me dijo que quería que siguiera. Pactamos tres meses para ver si funcionaba. Y lo hizo. Me dio poder y directrices. Me respaldaba en un Consejo de Ministros lleno de socialistas. No era fácil. Le pongo un ejemplo: yo decía que había que comprar diez helicópteros. Ellos respondían: “¡Con eso hacemos siete cárceles y ocho hospitales!”. Narcís me apoyaba y explicaba los motivos.

¿Y cómo ficha por Aznar?

No me lo esperaba. Habían pasado casi diez años desde que dejé el gobierno. En 1996, me llamó. Al principio me resistí porque mi situación era muy cómoda: presidía Airtel y la Fundación contra la Droga. Económicamente, resultó un palo notorio, pero dije que sí y regresé. En esa época tuve más dificultad, ya que fui contrario a que se desclasificaran unos papeles del CESID. 

¿Por qué?

Porque al día siguiente el MI5 inglés ya no te da información y la CIA tampoco.

¿De qué papeles estamos hablando?

Unos con los que, presuntamente, se podía acusar a Felipe González en un tema de la lucha contra ETA. 

Los GAL.

Pero era algo mucho más concreto, no eran los GAL en general. Al final, Aznar decidió no desclasificarlos. Contra la posición, por ejemplo, del director de El Español, Pedro J. Ramírez. Digamos que fue un periodo algo incómodo. Pero con Aznar, salvando ese incidente -en el que, por cierto, me respaldó- estuve a gusto.

Irse del gobierno de Felipe González al de José María Aznar era como dejar el Barça para fichar por el Real Madrid -o viceversa-. ¿Tuvo un coste personal? ¿Perdió amistades?

Mi madre me llamaba todas las noches para preguntarme qué pasaba. Cada día aparecía una vejación distinta en la prensa. Felipe González es el único líder de la izquierda que, en ciento cincuenta años, la metió dentro del sistema. Pretender meterle en la cárcel es algo peor que una locura. Y eso que lo quería la mitad de un partido político.

El partido del gobierno en el que usted entró.

Sí. Yo me había marchado voluntariamente del PSOE habiendo dicho hasta la saciedad que no era socialista. De hecho, cuando llegaron al poder, mantuve algunos enfrentamientos con ellos. Fíjese, le voy a contar un ejemplo.

Adelante.

Convocaron una reunión para mejorar la eficiencia de los funcionarios. Dijeron: “Aquí todo el mundo tiene que venir a la misma hora. O de 8h a 15h; o de 9h a 14h y de 16h a 19h. Se posicionaron. Yo, que era el último en responder, dije: “Ninguna de las dos. Veamos cuántas horas, de las cuarenta semanales, cumplen los funcionarios”. Yo había hecho ese estudio en el INI dos años antes. Había gente que no iba nunca a trabajar. ¡Nunca! Y cobraban. Otros asistían diez horas, algunos veinte, otros cuarenta… Vamos a ver lo que van y, después, dejamos de pagar a los que no van. Si no hacemos eso, seguiremos siempre igual. Eran ese tipo de discusiones.

Unos le llamarían “chaquetero”, otros “pragmático”; y quizá también “hombre de centro”. 

Cuando me incorporé al gobierno del PSOE, la gente de la comisión de subsecretarios me conocía. Eran compañeros de facultad. Cuando fiché por el del PP, bueno… A nivel personal nunca noté nada. Fue más en los medios de comunicación.

Zapatero ha sido, con diferencia, el peor presidente porque intentó dividir a los españoles

¿Cuál de los tres proyectos políticos para los que trabajó ha hecho más por este país?

La UCD fue un periodo glorioso de intentar y conseguir una reconciliación. Desde la Revolución Francesa, el principio de igualdad lo defiende más la izquierda; y el de libertad, la derecha. Si un hombre camina con una sola pierna, avanza menos. Felipe centró a la izquierda y Aznar a la derecha. Cuando lancé el Instituto Elcano (2001), visité a Suárez en su casa para ver si se quería incorporar. Me dijo: “El Gobierno de Aznar es el que mejor lo ha hecho”. No sé. Hoy la política traslada crispación a la sociedad, pero la sociedad no está crispada.

Se lo pregunto de otra manera: ordene de peor a mejor a los presidentes del Gobierno.

El peor, con diferencia, ha sido Zapatero. Intentó dividir a los españoles con una nefasta ley de Memoria Histórica. Al de ahora no lo puedo clasificar todavía. Después, Rajoy. Gestionó bien la crisis económica, pero en Cataluña simplemente no hizo nada. Entre los otros tres no veo demasiada diferencia. 

No tiene claro, entonces, quién es el mejor.

Suárez hizo lo que tenía que hacer. González cumplió con una misión histórica antes de llegar al gobierno: renunciar al marxismo. Aznar culminó la Transición. Un día, Felipe me dijo que con Aznar había empezado la crispación. Yo le dije que no, que llegó después.

Eduardo Serra es presidente de Everis y de la fundación Transforma España. Beatriz Donlo

Acaba de lanzar una iniciativa llamada “La Mesa”, donde reúne a distintos miembros de la sociedad civil para que aporten soluciones a los grandes problemas de nuestro tiempo. ¿Cuáles son las más llamativas en relación a la pandemia? 

Hay una, la más urgente: paliar los terribles daños al sector turístico y del automóvil. Después, hay otras que se repiten y que son muy acertadas: trabajar en I+D, educación y ciencia, una revolución tecnológica. Luego hay una muy curiosa, de Pedro Luis Uriarte, vicepresidente del BBVA, que habla de lanzar una “deuda patriótica”. 

Según entiendo, se trata de “emitir deuda patriótica para los ricos”, ¿no? ¿En qué consiste? 

Me parece una idea brillante de Pedro Luis. La comparto. Consiste en emitir bonos con un interés moderado y pagarlos al cabo de quince años. Por lo pronto, no estaríamos friendo a la gente con nuevos impuestos.

¿Sería un sustitutivo de los impuestos a la clase alta? 

También a los de la clase media.

Para que eso funcionara, debería existir una voluntad clara por parte de los potenciales compradores. Si el Gobierno renuncia a subir los impuestos e implanta esta medida, ¿realmente aumentarían los ingresos? 

Creo que sí, que habría más ingresos públicos. Con una subida impositiva, perjudicas a esa capa, la que ahora tiene capacidad de invertir. La medida tiene la ventaja de no ser obligatorio, pero entraña el inconveniente de la duda: no sabes lo que vas a conseguir de financiación. 

¿Está de acuerdo con los que dicen que en España se estigmatiza al “rico”?

Sí, claramente. 

¿Por qué?

Hay muchas teorías. España fue ajena a la primera revolución industrial, que empezó en 1776. En 1935, cuando Inglaterra tenía 3.200 dólares de renta y Francia 2.500, nosotros andábamos por los 300. Solía decirse: “No hemos disfrutado de las ventajas del desarrollo porque los ricos no han invertido y han sido egoístas”. A mí me parece una leyenda urbana. Luego, se nos inoculó en el cerebro que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja. La condena del rico. Un país adoctrinado por la iglesia católica: siendo un niño de catorce años no podías decir que aspirabas a ser rico porque suponía aspirar a ir al infierno. 

Pues mire que era rica la Iglesia en comparación con la clase media.

Y eso que la Iglesia había sido mucho más rica, tenga en cuenta que hubo tres desamortizaciones. Puede haber otras causas, pero cuando uno va a ver a los verdaderos ricos, no están en España. Los llamados ricos tienen mala prensa. 

Ahora la tienen incluso en Moncloa. 

Un gobierno de izquierdas tiene esos prejuicios. Churchill escribió una frase estupenda: “Muchos piensan que el empresario es la fiera a abatir, muchos piensan que es una vaca a ordeñar y muy pocos que se trata del caballo que tira de tan pesado carro”.

España ganaría mucho si el comunismo y el espíritu de Podemos salieran del Gobierno

¿Y dónde sitúa a Pablo Iglesias? 

Iglesias ha cambiado muy deprisa. Del barrio a su casa actual, de decir que Europa era austericida a aplaudir el acuerdo… Está girando, no sé dónde se sitúa. Va variando en función de sus conveniencias.

Usted sabe lo que es gobernar. ¿Qué nota le pone a la gestión de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?

Es difícil contestar a eso, pero le diré que España ganaría mucho si Pablo Iglesias, el comunismo y el espíritu de Podemos salieran del Gobierno.

¿Cree que un Ejecutivo de centro-derecha lo habría hecho mejor?

No es con ideología como se combate una pandemia, sino con capacidad de gestión. Hay gente en el PP con esa capacidad, pero también en el PSOE. Este gobierno, excluyendo a dos o tres, tiene escasa capacidad de gestión.

Podemos ha incrementado sus ataques a los medios de comunicación. Iglesias llegó a hacerlo desde Moncloa. ¿Qué pensó al escucharlo? 

Yo estoy en las antípodas de la discordia. Iglesias se ha dedicado a sembrarla. Estoy muy en desacuerdo con eso. Ojalá se vaya llenando de sentido de la responsabilidad. Los medios de comunicación libres y privados son consustanciales a la democracia; si alguien está contra eso, está contra la democracia. 

Vox, en el otro extremo, no deja entrar a sus ruedas de prensa a los periodistas que le incomodan. ¿Son dos caras de una misma moneda?

A mí me parece que no es justo decir que es anticonstitucional un señor -Abascal-, que quiere cambiar el régimen autonómico. Que lo diga otro señor que va con la bandera republicana y que es frontalmente anticonstitucional… Me parece que es injusto dar a Vox un trato de anticonstitucionalidad.

El PP debe ser más moderado y dialogante, más de concordia que de discordia

Pero, ¿son equiparables como partidos en los extremos?

Desde un punto de vista material, no. Uno lo es claramente y el otro no. Pero desde un prisma funcional, se han situado uno en cada extremo. Han hecho que un país bipartidista que tendía hacia el centro -PP y PSOE trataban de robarse los votos-, tienda a los extremos. Han polarizado España. Funcionalmente, aunque Vox no sea anticonstitucional, sí han jugado un papel paralelo.

Abascal ha anunciado una moción de censura. ¿Era la gasolina que necesitaba el Gobierno? 

A Sánchez, para recibir ayudas europeas, le interesa ahora mostrar una cara más centrista. Creo que no le viene bien la confrontación con Vox porque deberá exhibir cierta agresividad. Y España, en este momento, necesita acuerdo y consenso.

El PP no la apoyará pero, a su juicio, ¿qué tono debería adoptar Casado? Con motivo de las elecciones gallegas, resucitó ese debate interno entre los centristas y quienes apuestan por endurecer el mensaje.

Creo que el PP debe ser más moderado y dialogante, más de concordia que de discordia.

Serra trabajó para los gobiernos de UCD, PSOE y PP, pero no militó en ningún partido. Beatriz Donlo

 

Usted vivió, desde dentro, una confrontación durísima entre PSOE y PP. ¿Qué límites se han sobrepasado ahora?

No habíamos tenido ministros comunistas, se ataca a la monarquía y a los medios de comunicación desde Moncloa… Jamás se había visto algo así. Siempre habían gobernado dos partidos dentro del sistema. Podemos pregona acabar con el “régimen de 1978”. 

Ahora que menciona la monarquía, ¿cree que Juan Carlos I debe ser eternamente inviolable?

Juan Carlos es el español que más ha hecho por el progreso y la paz entre españoles. Que ahora estemos, sin sentencia de por medio, pateándole así, me da vergüenza. De verdad, siento vergüenza. He visto cómo ha ayudado a las empresas y a las fuerzas políticas para que llegaran a acuerdos. Que se lo paguemos así… Con lo que dice un espía corrupto o una amante despechada…

Esta vez hablamos de papeles salidos de un juzgado, en concreto desde Suiza. Las últimas informaciones publicadas suponen un cambio notable.

No mientras no haya una sentencia. Y no la hay, pero ya estamos tachándole de culpable. Me da vergüenza. Si todo el mundo estaba de acuerdo en que había sido un rey incomparable… Esperemos a que hable la Justicia. Ya damos por supuestas las comisiones, las fortunas, los paraísos fiscales… Si esto hacemos con el hombre que más ha hecho para que vivamos en paz, ¿qué haremos con los demás? 

Eso dependerá de lo que se dilucide. Una cosa no quita la otra. Le pongo un caso paralelo, muy diferente pero con un fondo parecido: Petain. En la Gran Guerra, fue el héroe de Francia. En la Segunda Guerra Mundial, abrazó a Hitler.

La barrabasada de Petain costó muchísimo a Francia. Aquí estamos hablando de si se ha pagado o no unas cosas a Hacienda… Juzgamos a un Rey con criterios de funcionario. Me da vergüenza el espectáculo que estoy viendo.

Me habría gustado la existencia de un partido bisagra que no fuera nacionalista

Volviendo al punto anterior, ¿le gustaría un regreso al bipartidismo? ¿Cree que ayudaría a recuperar esa concordia de la que habla?

Más que el número de partidos, me preocupan las tendencias de los partidos. Me gusta tender al centro: si eso se cumple, me da igual que lo hagan tres, cuatro o cinco. Por ejemplo, me habría gustado la existencia de un partido bisagra que no fuera nacionalista. 

Suelen ser polémicas sus afirmaciones respecto a las llamadas “puertas giratorias”. Reitera que deben existir porque, en caso contrario, se formaría una “casta política”. ¿Podría argumentarlo? 

Es así. Si el que entra en la política no puede salir, le estás obligando a permanecer y a tragar carros y carretas con tal de quedarse en la poltrona. En los regímenes democráticos de Occidente, uno entra y sale. Pero, en realidad, sólo hablan de puertas giratorias cuando se trata de un empresario. Los profesores universitarios regresan sin problema. A mí, por ejemplo, me llamaron en 1996, y me había ido en 1987.

Pero existe una dinámica muy peligrosa: que el político mime a una empresa por encima de las demás para garantizarse un hueco en ella al dejar el poder; o que las propias empresas fichen exministros para obtener prebendas del gobierno. 

Para eso están los periodos de excedencia. Ese razonamiento viene de pensar que la empresa privada va en contra del interés general. Sucede todo lo contrario. En la pandemia, hemos visto cómo Inditex ha ayudado a traer material sanitario. ¿Y está mal? La raíz de la crítica a las puertas giratorias es la animadversión contra el sector privado. Si pensamos que el interés público y el privado se contradicen, colocamos a España en inferioridad respecto a franceses, ingleses o alemanes. 

Entiendo que “La Mesa” tiene una vocación muy inclusiva. ¿Hay algún político al que le vetaría la entrada?

Yo, en principio, no excluyo a nadie. Acojo a todo el que viene a conversar. Otra cosa es que luego alguien se ponga a descalificar: ése se estaría excluyendo a sí mismo.

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