Las habitaciones que rodean el despacho de Carme Artigas (Vilassar de Mar, 1968) son la metáfora perfecta de su misión. Espejos con marcos dorados, sillas isabelinas y hasta un bargueño -aquellos escritorios de madera y mil cajones construidos cuando los secretos se escribían con pluma-. A orillas de este escenario trabaja la secretaria de Estado para la Digitalización y la Inteligencia Artificial. Algo muy parecido a hablar de futuro en un Congreso tan obsesionado con las guerras del pasado.
El mayor consuelo que brinda este escenario quizá sea el nombre que, recientemente, le pusieron a la calle: “Joan Maragall”. Aquel poeta, paisano de Artigas, fue uno de los mayores exponentes de la Renaixença y se dedicó, como ahora ella, a dar un vuelco a la disciplina que le apasionaba. Él, la poesía; ella, el big data.
Antes de decirle “sí” a Nadia Calviño -su puesto se adscribe al Ministerio de Economía-, Artigas fue una de las empresarias más influyentes del sector. Licenciada en ingeniería y ciencias químicas, de ahí viró al todavía desconocido mundo de la digitalización, donde se ganó el respeto de universidades tan prestigiosas como Columbia, Berkeley o Stanford.
Con su paso al frente -fue nombrada el pasado febrero- ganará menos dinero y se someterá al escrutinio de medios de comunicación y adversarios. ¿Por qué lo hace? Concede esta entrevista cuando la Sedia -acrónimo de su secretaría de Estado que también podría dar nombre a una organización de espías soviética- afronta el desafío de implantar la app del Covid.
Necesita un 20% de descargas para ser eficaz. Poco antes de empezar esta conversación, le han notificado que el total ya alcanza el 6%. Se muestra optimista, ya que sólo está activada en ocho Comunidades. “Cuando se sumen Madrid y Cataluña, esto irá mucho más rápido”, vaticina.
Antes de fichar por el Gobierno, dijo en una ocasión -refiriéndose a la digitalización- que el mercado debe autorregularse para, después, diseñar las leyes. ¡No es usted muy socialista!
No sé dónde está la incompatibilidad -sonríe-, todo lo contrario. Hablaba de la inteligencia artificial y su desarrollo. Sigo manteniendo esa postura. Ahora la defiendo desde el Gobierno y por medio de una estrategia nacional. Cuando la innovación va tan rápido, tiene que existir un equilibrio entre el no coartarla y los posteriores mecanismos de corrección.
Debemos definir espacios de prueba, de excepción regulatoria temporal, para ver cómo se desarrollan esas tecnologías. No podemos regular todo porque mataríamos la innovación. Pero debemos regular aquello que vulnera derechos, y eso es totalmente socialista.
Parece una persona entusiasta del futuro, más interesada en mirar hacia delante que hacia atrás, cosa muy poco habitual en la política de hoy.
Por esa razón está aquí un perfil tan atípico como el mío. Yo no vengo del mundo político. Me apasiona la visión de futuro que transmiten el presidente Sánchez y la vicepresidenta Calviño. Es muy significativo que hayan colocado la economía y la transformación digital bajo el mismo paraguas -las engloba un solo ministerio-. Me dieron la oportunidad de poner mi experiencia al servicio del país. Y en eso estoy. No debería ser raro, sino habitual.
Pero es raro.
Entiendo el reto que me han planteado como una oportunidad sin precedentes. En materia de digitalización, España sufre un retraso histórico de por lo menos quince años. Estos temas no han sido prioritarios. No podemos quedarnos atrás en este ámbito. Es la clave para ser competitivos. La pandemia nos ha obligado a reaccionar todavía más rápido. Estoy encantada de poder ayudar.
¿Cómo le convencieron? Usted tenía éxito en el mundo de la empresa. Ahora ganará menos dinero y se someterá a las críticas de los medios y de sus adversarios políticos.
No me arrepiento en absoluto. Espero que, dentro de cuatro años, tampoco se arrepientan quienes me han nombrado. Lo hago por vocación de servicio público. Me convenció el proyecto progresista de país. No podemos dejar pasar el tren de la digitalización. No pretendo que la gente me aplauda el primer día, pero tampoco me gustaría que me prejuzgasen. Tenemos los medios para trabajar. Quizá nos falte un contexto de mayor tranquilidad política.
Ha hablado de un “gobierno progresista”. Si le hubiese propuesto el cargo un Ejecutivo encabezado por el PP, ¿lo habría aceptado?
No lo contemplo porque no me lo han propuesto, pero siempre he tenido ideas progresistas.
Dice que, en este asunto, es muy importante “el contexto”. ¿Le incomoda, entonces, que el Gobierno dedique tanto espacio mediático y parlamentario al pasado? La exhumación de Franco, la nueva ley de Memoria, la Guerra Civil…
Son dinámicas distintas. No obstante, quienes escriben las noticias son los periodistas. Un Gobierno habla de todo durante todo el día. Quien decide qué es importante es la opinión pública. Yo reclamo que los temas en los que trabajamos sean tenidos por la sociedad como importantes. Estoy de acuerdo: nos pasamos el día mirando qué ha ocurrido, pero no miramos hacia dónde vamos. Debemos redefinir la sociedad y nuestros principios, hacernos nuevas preguntas. Les pongo un ejemplo.
Adelante.
Se trata de una iniciativa que me enorgullece impulsar: la carta de derechos digitales de la ciudadanía. ¿Cuáles son nuestros valores? ¿Qué nuevos derechos queremos defender? Los del mundo analógico no se pueden perder en el ámbito digital, pero hay algunos nuevos que no nos habíamos planteado y que empezamos a reclamar.
¿Por ejemplo?
El derecho a la desconexión, a la verdad… El reconocimiento facial por parte de los Estados, la privacidad… Son debates tremendamente interesantes. ¿Qué sucede cuando la tecnología es capaz de pensar? Entre todos, debemos poner esas discusiones de moda.
Es verdad que los periodistas juegan un papel importante, pero el Gobierno es la piedra angular. Depende en gran medida de ustedes. ¿Realmente cree que la digitalización está presente de manera transversal en todos los ministerios?
Es la primera vez que el Gobierno impulsa lo tecnológico de manera transversal. Igual que la economía sostenible y la transición ecológica. Teletrabajo, industria inteligente, turismo, la app del coronavirus… El mejor ejemplo es la agenda digital 2025, que fue presentada por el propio presidente. La pedagogía de la que ustedes hablan, por supuesto, es clave.
Pero, en definitiva, ¿usted cree que el presidente Sánchez da al futuro tanta importancia mediática como al pasado?
Absolutamente, aunque mediáticamente no podemos juzgar lo que ha pasado porque la pandemia ha cambiado la agenda.
La pregunta iba referida a su presidencia en general.
Me siento absolutamente apoyada. La traslación más evidente es la presentación en la Moncloa de la agenda digital. Lo hizo cuatro días después de conseguir un hito histórico de financiación de fondos europeos.
¿Podemos es un impedimento a la hora de pensar en el futuro? Por cierto, a usted, de momento -si nos permite la expresión-, no le han metido ninguna coz. ¿Cómo es su relación con ellos?
Esto es una coalición de gobierno. Estamos absolutamente alineados. Los partidos tienen otros foros donde debatir. A nivel ejecutivo, nuestra relación con todos los ministerios es excelente. A Manuel Castell -Universidades- lo conozco de vidas pasadas y hay una sintonía perfecta. Con la ministra de Trabajo -Yolanda Díaz- hemos abierto un plan de formación digital para los parados. También les hemos apoyado con los ERTE. Cuando trabajo con un ministerio, no hago distinciones de partido.
Esto es una coalición de gobierno. PSOE y Podemos estamos alineados. Los partidos tienen otros foros donde debatir
¿Cuáles deben ser, a su juicio, los tres principales debates digitales y tecnológicos que debe incorporar la política española?
Hay dos que ya están en agenda. Los derechos de los ciudadanos en el mundo digital, que se convertirán en un proyecto de ley. Por otro lado, los retos éticos de la inteligencia artificial. El otro gran desafío es: ¿cuáles son las claves para conseguir que la economía española sea competitiva? Ahí entran en juego la digitalización y el big data.
Llevamos décadas escuchando a los gobiernos hablar de “digitalización”, ¿por qué ahora debemos creerles a ustedes?
Porque ya no queda más remedio que abordar ese reto. No se trata de voluntad, sino de necesidad absoluta. O implantamos la economía del dato inteligente en todos los sectores o no tendremos las bases para ser prósperos. Otra de las claves de la agenda digital es la apuesta concreta por sectores: agricultura, salud, turismo y movilidad. Esos cuatro son los primeros en los que hemos puesto el foco.
Los fondos europeos como gran oportunidad.
Son muy importantes. Tenemos una agenda digital. Los agentes sociales, los sindicatos y las organizaciones empresariales coinciden en que estamos proponiendo las medidas que el país necesita. Encuentro un consenso absoluto. El reto es su ejecución: hacerlo bien y todos juntos. Será muy necesaria la cooperación público-privada.
¿Cuál es la financiación de la que dispone?
Existen tres vías: los Presupuestos Generales del Estado, el plan plurianual 2021-2027 de la Unión Europea y los fondos de rescate por el coronavirus. Una parte importante de esos 140.000 millones irán destinados a los planes digitales que el Gobierno ya tenía en marcha y que la agenda digital concretará con medidas, compromisos y planes de acción. Los Presupuestos serán muy importantes. Por sí solos y porque los necesitamos para que lleguen los fondos europeos.
¿Llegaremos a 2025 con todos los deberes digitales hechos?
Claro que sí. Qué duda cabe. Llegaremos con los cambios que el país necesita para ponerse en marcha, estar en la primera línea europea y ser competitivos. España no tiene ninguna razón para no estar entre los G8. Seguro que jugaremos en la primera liga.
Sindicatos, empresarios y agentes sociales coinciden en que las medidas digitales que proponemos son las que el país necesita
Falta una semana para la vuelta a los colegios y muchos centros públicos critican que no disponen de la digitalización necesaria para hacer frente a la pandemia. ¿Cuál es su diagnóstico?
Sí. Esa es una de las cosas que teníamos previsto resolver. Antes era muy importante, pero ahora, en plena pandemia, es también urgente. Se dan tres brechas. En primer lugar, una brecha de acceso y conectividad. Hemos acordado, con el ministerio de Educación, 260 millones de euros para dotar de equipos a las familias que carecen de ellos. Aunque es verdad que, con la Covid, hay un desabastecimiento mundial de ordenadores, lo que puede hacer que los equipos lleguen en cuatro o seis meses. En cualquier caso, lo resolveremos este curso. Técnicamente, no habrá ningún hogar que se quede atrás en la educación de sus hijos por no tener acceso a un ordenador.
Segunda brecha.
La formación digital de la propia escuela y el profesorado. Está contemplado en nuestro plan. Dotaremos a los colegios de herramientas tecnológicas que permitan no sólo grabar una clase online, sino también aprovechar otros recursos multimedia. Creo que ya hemos asumido que la universidad y el cole no son una disyuntiva entre lo online y lo presencial, sino que están englobados por lo virtual. Muchos padres nos preguntábamos por qué no podía seguir la clase nuestro hijo si estaban con sarampión en casa. Creo que eso ya lo hemos resuelto.
¿Y la tercera?
La falta de competencias digitales de algunos padres, que no pueden ayudar a sus hijos en las tareas escolares. Al final, hay un gap de falta de recursos que resolver. Pero lo más difícil es: ¿cómo elevamos esas competencias digitales que van a ser fundamentales? La nueva alfabetización es la alfabetización digital.
Como madre, ¿le ha sublevado la incomparecencia de la ministra de Educación? El otro día, a falta de apenas una semana para la vuelta al colegio, habló de “exceso de alarma social”.
Yo estuve escuchando la comparecencia del ministro de Sanidad, Salvador Illa, con la ministra Celaá y me tranquilizó muchísimo.
No está respondiendo como madre, sino como miembro del Gobierno.
No, no. Se lo digo como madre. En el colegio de mi hija, nos presentaron una carta que nos trasladaba tres posibles escenarios: el primero, todo presencial; el segundo, todo a distancia; el tercero, mixto. Antes de la comparecencia, no sabían cuál tocaba; ahora sí lo saben. Se ha alcanzado el consenso con las Comunidades. Creo que las medidas son razonables. Que no se cuente no significa que no se haga o que no se trabaje entre bambalinas.
Hablando de educación: a usted siempre le ha preocupado que el alumnado de las carreras científicas siga siendo tan masculino. ¿Eso cómo se combate?
En el plan de habilidades digitales nos hemos comprometido a una cifra: queremos que, en 2025, el 80% de los españoles tenga esas competencias básicas y que el 50% de ellos sean mujeres. No queremos que la brecha de género también condicione la brecha digital. Lo de las carreras científicas que ustedes comentan es muy complejo: tiene que ver con la falta de referentes, pero también con la concepción de las propias carreras. Las empresas modernas y flexibles dan mayor cabida a la mujer.
No queremos que la brecha de género también condicione la brecha digital
Estoy muy contenta de que los hombres puedan cogerse bajas de paternidad o un día libre para llevar a sus hijos al médico. Esa corresponsabilidad habilita la igualdad. Por otro lado, la separación entre ciencias y letras es artificiosa. Una persona de ciencias debe saber de ética y una de letras aprender datos. Esa transformación ya la estamos viviendo.
La app es el principal reto de la secretaría en estos momentos. ¿Tiene verdadera confianza en que sea una herramienta eficaz contra la pandemia?
Es una herramienta que se ha demostrado eficaz para mejorar la eficiencia en el rastreo de contactos. Lógicamente, la prioridad número uno para combatir la pandemia es encontrar una vacuna. La segunda clave es la capacidad de testeo masivo; y la tercera, el rastreo de contactos y el aislamiento de positivos. Ahí entra en juego la app.
Vayamos, entonces, al meollo del asunto.
Desde el comienzo de la pandemia, hemos puesto la tecnología al servicio de la gestión sanitaria. La eficacia de la app se ha probado en el proyecto piloto de La Gomera. Cuando un rastreador manual es capaz de hallar dos o tres contactos, la app encuentra por lo menos seis o siete. Multiplica por dos o por tres la capacidad del rastreador.
Porque la app recuerda más que las personas.
Eso es. Cuando a uno le preguntan, ¿con quién estuvo aquel día? Se acuerda del primo y del vecino, pero no de la señora del Metro o del hombre en la cola del supermercado. La app vigila permanentemente. Llamo a todo el mundo a que se la descargue. No resolverá el gran problema, pero ayudará en la previsión, la anticipación y la reacción.
¿Qué porcentaje de la población debería bajársela para que surtiera algún efecto? ¿En qué cifra estamos ahora?
Según el piloto, a partir de un 20% de usuarios se puede reducir el impacto de la pandemia en un 30%. Ese sería el umbral mínimo, pero creo que podemos llegar a más. Cuando a los españoles se nos plantea un reto, somos solidarios y responsables. Lo hemos demostrado durante el confinamiento. Esta mañana he recibido el dato de instalaciones que ustedes me piden.
¿Y qué porcentaje alcanza?
Hay un total de 3,3 millones de descargas sobre un parque móvil de 55 millones. En términos porcentuales, es un 6%. Y todo eso sin estar todavía implantada en todas las Comunidades -sólo funciona en ocho y Madrid no está entre ellas-. A partir de septiembre habrá una gran campaña de comunicación en cuanto esté disponible en todo el país. Cuando entren en marcha Madrid y Cataluña, irá mucho más rápido.
Pero, ¿qué fecha exacta estiman para que la app funcione en todas las Comunidades?
Ya no depende de nosotros. La tecnología está disponible, pero las Comunidades necesitan dos cosas para enchufarse. La primera es técnica, la mera conexión, que es relativamente fácil. La segunda, que lleva más tiempo, tiene que ver con el encaje de los códigos. La persona que da positivo recibe un código para introducirlo en la app, pero ¿quién custodia esos códigos hasta que llegan al usuario? Otra cosa a tener en cuenta es que estamos ante una app nacional interoperativa.
¿Eso qué significa?
Que si me cruzo en Madrid con un señor que ha venido de vacaciones desde Andalucía y da positivo a su regreso también me lo van a notificar. Por último, cuando recibo una notificación, debo saber adónde tengo que ir y cómo hacerlo. Eso también corresponde a cada Comunidad. Pensamos que, para el 15 de septiembre, todas estarán conectadas.
Creemos que, para el 15 de septiembre, todas las Comunidades estarán conectadas y la app funcionará en todo el país
¿El sistema de las autonomías y su burocracia han frenado el rápido desarrollo de la app que esperaban?
En absoluto tengo esa sensación. Teníamos muy claro que no queríamos lanzar la app hasta que Google y Apple no estuvieran disponibles. En mayo no quisimos implantar una solución sin haberla probado antes. Por eso practicamos el piloto de La Gomera durante tres semanas en coordinación con Sanidad. Después viene la adaptación de las Comunidades. Y, luego, evidentemente, la realidad de España es la que es.
¿Cuál es?
Somos un conjunto de Comunidades. Se decidió la descentralización de determinadas tareas para ganar en eficacia y estar más cerca del ciudadano. Eso no va en detrimento de que la información pueda coordinarse en un ámbito nacional, que es donde tiene valor. La pandemia no es distinta en una u otra región. No tendrían sentido 17 apps diferentes. De hecho, a partir del 15 de septiembre, intentaremos que nuestra app interopere con Alemania e Italia.
La app sólo será eficaz si los ciudadanos se la descargan. Y no existe una obligación legal para que lo hagan. Usted dice tener mucha confianza en esa voluntariedad, pero la pandemia también ha demostrado que, si esa voluntariedad existiera, no habría habido tantos rebrotes. A Europa nos remitimos: la app no ha prosperado en ningún Estado.
Somos un país muy solidario, el que más donantes aloja en el mundo. De órganos, de mascarillas… Cuando remamos en la misma dirección, logramos cosas increíbles. Aunque a veces nos perdemos en nuestras guerras y no alineamos fuerzas para ser mejores. Ante los retos, España da la talla. Si no lo hace, no será culpa de la voluntad del ciudadano, sino de que el Gobierno no lo está haciendo ni comunicando bien. Ahí me pongo yo de responsable. Si somos capaces de comunicar sus garantías tecnológicas y jurídicas, no tengo dudas de que funcionará.
Entonces, si la app de la Covid no funciona, será culpa del Gobierno, no de los ciudadanos.
Siempre.
Eso sí que es asumir la responsabilidad.
Claro, siempre. La clave pasa por la confianza que uno pueda transmitir. Ese es nuestro deber: transmitir confianza en el futuro, en que vamos a superar los retos tecnológicos. Esa es nuestra labor. Si no creyera firmemente en esa visión de país, no estaría aquí. Si la gente entiende que la app es útil, la adoptará sin problema. De hecho, estoy sorprendida del buen nivel de aceptación al poco de empezar.