Aunque hayan rectificado -por presión popular-, el cartel de Patria (serie) tendría que ser la foto de José Luis López de Lacalle bajo el sirimiri, con ese paraguas rojo que le daba más sangre a la tragedia. O la cara de una madre de Úbeda a la que le arrancaron a su hijo. O la bazofia de Alsasua en esos gigantes y cabezudos con los que celebran el abertzalismo tabernario. Pero no, el cartel primigenio de Patria (serie) es lo que es, una X en la quiniela de lo que llaman el conflicto vasco y que no es más que una realidad: que ETA nos mató hasta los mejores años de nuestra vida.
Lo peor del cartel -rectificado en el descuento- no es ya un cromatismo triste de calabobos, sino cómo la equidistancia ha ido comiéndole terreno al Estado de derecho hasta el punto de que Otegi me negocia los conflictos laborales. La equidistancia caló en muchos, en muchos escribidores, en muchos que se dicen constitucionalistas y que le han bailado el agua al PNV, que recogió las nueces y ahora nos negocia los presupuestos.
El cartel de marras le ha tocado las barbas hasta a Aramburu, de natural morigerado, que con su novela vino a decir hasta qué punto la violencia estaba en el ADN de una sociedad enferma que veremos si el tiempo cura. De los proetarrillas de Alsasua a la dignidad moral de Aramburu va todo el contraste de un mundo que existe, y ya sabemos que los odios, y más en España, suelen durar varias generaciones y algo más de siglo y pico.
Porque el cartel, quien narices lo haya diseñado, es un blanqueamiento de los hijos de los hijos de la ira que sabemos dónde se blanquean y con dinero público. ETA ya no mata, y cualquier día yendo a por setas en Iparralde igual me encuentro con un arsenal de esas 9mm parabellum que apuntaron a tantas nucas inocentes: durante demasiados años.
Vascongadas no merecía que en Wyoming o en Liverpool crean que fue una cosa de igual a igual. Hubo guerra sucia, pero en el cartel -corregido- podría haber figurado Amedo o Domínguez, o Txeroki y la Tigresa en coyundita armada y Euskadi y libertad y en ese plan, que diría mi querido Pacumbral.
El audiovisual lleva tiempo dándonos la matraca con lo que pasaba en Intxaurrondo, pero no hemos visto mucho que digamos a la viuda de Gregorio Ordóñez, a Maria San Gil, a Gorka Landáburu o a Daniel Portero. Y hay que pensar que esta gallofa mafiosa del abertzalismo tiene unos resortes y unos recursos televisivos que yo prometo descubrir. Y desconectarlos.
No sé si veré la serie. Sale medio staff de Vaya semanita y la cosa queda en casa. HBO es un poco ETB aunque rectifique, y así nos va cruzando Miranda de Ebro.