Pablo Iglesias
El protagonista de hoy es Pablo iglesias, y no por merecérselo personalmente, sino porque en Collado Villalba, el partido Unidas Podemos pidió en el pleno municipal que se instituyeran “los lunes sin carne” con el fin de tomar conciencia de las consecuencias negativas del exceso de su consumo.
Me gustaría saber qué piensa Pablo de esta medida (tumbada en el pleno), pero me cuesta imaginar que esté entusiasmado con la idea. Yo la comparto, y no tanto por la bondad de la iniciativa en sí, como por el hecho de que detesto la carne. Me ocurre como a los niños. Se me hace bola.
Vayamos hacia atrás. “Lunes sin carne” es un movimiento internacional que llama a bajar el consumo de carne. Actualmente, uno de los mayores activistas en favor del movimiento es Paul McCartney, aunque la historia se remonta a la Alemania de 1933, ya que fueron los alemanes quienes crearon la campaña con el fin de ahorrar medios para una organización benéfica estatal.
Ya puestos, no olvidemos la abstinencia de los viernes de cuaresma, que algún fundamento tendrían, aparte del religioso. Podías comer angulas, pero no chuletón de buey.
Iglesias, aparte de ser uno de los personajes más odiados del país, tiene algún lado bueno. Uno de ellos es su amor por la familia y concretamente, de la preocupación por la nutrición, que va desde la lactancia materna a la salud pública. De eso sabe mucho Julio Basulto, el nutricionista al que se encomienda la familia Iglesias Montero.
Lola Delgado
Lola para los íntimos y María Dolores para los extraños. Es inteligente y apasionada, guapa y un poco chula, aunque no me extrañaría que en este caso la chulería fuera cosa de dos, como el amor, y tanto Lola como Balta la hubieran adquirido por puro mimetismo, primero el uno y luego la otra.
Todo empezó en la Audiencia Nacional, cuando ambos coleccionaban cromos sobre terrorismo y drogas. Corría el año 93 y la AN era un hervidero de rumores sobre la pareja. Si fuera verdad que conocerse es amarse, Lola y Balta ya habrían empezado a amarse locamente. Solo eso explicaría que se hicieran novios antes de ser amigos.
Hace poco se publicaron en prensa unas fotos de la fiscal general y el ex juez cenando mano a mano en un restaurante del Trastevere romano. Estaban en actitud romántica y confinada. Lo de romántica es un suponer, pues no se dirigían la palabra ni la sonrisa. En cuanto a confinada, lo indica su comportamiento: solos y apartados, observando la distancia social que marca el protocolo.
Lola y Balta (de ahora en adelante, los tortolitos), no podían imaginar que a su regreso la liarían parda. Confesaron entonces que su relación databa del pasado junio, si bien habría podido ser antes considerando que los dos llevan unos años separados de sus respectivas parejas. Lola estuvo casada con Jordi Valls, del área internacional de El Corte Inglés.
Ana Soria
La prensa del corazón está de capa caída. El último verano apenas asistimos a un par de movidas y ninguna resultó gran cosa. Lo de hoy es distinto. Nos quejamos de la ausencia de personajes nuevos en el mundo del cuore. Pues bien. Ya tenemos uno. O sea, otro. Se trata de Ana Soria, una bella desconocida que sale desde hace poco con Enrique Ponce, Quique para los amigos de la cuchipandi. Ponce es para todos como un padre.
Ana tiene 20 años (21 todo lo más), estudia Derecho en Granada y vive en Almería, donde su familia goza de un estatus tirando a bueno.
Las malas lenguas dicen de Ana que ya se ha cargado un matrimonio, pero en realidad quien se lo ha cargado ha sido Quique, el chico de la cinturita breve y la laca en el pelo. El día menos pensado Ana se cargará la tradición. Sólo hay que ver a la guapa almeriense yendo de plaza en plaza y llamando a su chico por el móvil cuando se dispone a recibir al toro.
Los toreros son unos golfos de cuidado, pero difícilmente han presumido de llevarse al huerto a una artista de cine. Solo Luis Miguel se permitió el lujo de yacer con Ava Gardner para darse el gustazo de ir a contarlo.
Ana Soria ha saltado a la actualidad coincidiendo con la separación de Cuevas y Ponce, aunque tal vez sea al revés y la actualidad venga dada por Ana, que salió antes a la luz. De no existir ella, el matrimonio ya se habría muerto de aburrimiento.
Irene Montero
La ministra de Igualdad es una de las más solicitadas del gabinete, pero sus palabras no siempre son recogidas con el mismo entusiasmo que las pronuncia. Montero da doctrina, pero no titulares. Este mes, la revista Vanity Fair la ha llevado a sus páginas de la mano de Joana Bonet, que ha hurgado en las verdades y mentiras de su currículo. La periodista le ha tirado de la lengua con la 'jsa' que la caracteriza.
Algunas de sus declaraciones merecen ser recordadas. Fue cajera de supermercado, lo probó todo en su juventud (chicas y chicos), menciona la palabra "proyecto" trece veces por minuto y la de “familia”, otras tantas. Es montesoriana (partidaria de las teorías de la pedagoga María Montesori), juega con Pablo y los niños por el suelo de la casa de Galapagar, es militante de la lactancia materna y les enseña a los niños a comer con las manos (los niños, por su parte, le enseñan a estrellar la papilla contra la pared). Reconoce su tendencia conservadora. “Y no es una virtud”, añade.
Fue una brillante empollona. A punto estuvo de aceptar una beca en Harvard, pero prefirió el 15-M, que acababa de estallar en Madrid.
Su peor momento como ministra fue la tarta de cumpleaños, rodeada de risitas y aplausos. Una vergüenza.