La Transición según San Gabriel. Óleo sobre píxel. El charnego rebelde, el Pijoaparte con el peinado a cincel y gomina que saca una foto de Felipe VI, cuando chaval y cuando una vez le tuvo que dar la mano a Franco.
Se ve alegría en la cara de Rufián, que siempre es la misma y que lleva una cadencia como de reguetón de La Mina que sólo él sigue bailando en su tierra, que son los madriles y Casa Manolo, donde se gesta el meollo del cogollo y los ujieres salen con prisa de cigarrillos y de pleno. Rufián sabe buscar en Google y España se lo premia.
Gabriel Rufián dice que Felipe VI es diputado de Vox, y lo dice entre que su jefe despacha en Lledoners eso de los preindultos y los pregones cuando caiga el confinamiento y le llegue el mensajero con la inmunidad y el perdón y el olvido.
Gabriel Rufián no es Oriol Junqueras porque a Rufián le falta la derrota y a Junqueras le falta esa chulería del Makinavaja que Rufián, si se esfuerza, puede conseguir. Uno va por la santidad hacia Dios, el otro por tuiter al Diario de Sesiones... a cada cual según sus oportunidades, que diría el otro.
Yo veo a Rufián y quiero ser diputado, pues que me gusta a mí explicar la Transición con calma y fotografías y ser constituyente por San Jerónimo. Explicarle a la taquígrafa y a una diputada distraída y surfera, y hasta al pendiente de Matute -el aplaudido por el PSOE-, las traiciones de unos y de otros, eso del consenso, y que sin la monarquía quizá Gabriel Rufián Romero no ostentara representación alguna y quizá fuera un procurador tecnócrata en Cortes. Vestido de blanco en los días grandes con el yugo, las flechas y el bigotillo a lo González Ruano.
Uno ha dudado entre retratar este domingo a Mafalda, a la cosa medio mártir/medio performance pobre de Torra o el modo en el que el PSC nos ha colado a Madrit un confinamiento en un BOE que salió a primeros de octubre. Pero es mejor Rufián explicándole a España la Transición en su condición de ministro in péctore de Información y Turismo.
En el fondo, Rufián tiene algo que nos fascina: calle y descaro, y unas bases ideológicas que se mueven más que los calzones de Millán Astray. Rufián nos explica la Transición que no vivió a unos españoles que creemos que el socialismo verdadero es Jorge Javier (Vázquez). Porque estamos en la UCI, que diría Lopera.
La subversión del régimen constitucional, del milagro del 78, necesitaba un macarra. Acaso porque jamás se vio "español más claro", el mejor "vasallo si oviesse buen señoor". La Transición se cerrará para un nuevo amanecer cuando Rufián pose con un sombrero cordobés.
Vivimos tiempos líquidos. Y Rufián es gaseoso y ministrable.