El presidente del Gobierno, bien asesorado por su jefe de Gabinete y máximo responsable de la comunicación gubernamental, quiere convencer a sus vicepresidentes y ministros de que la mejor campaña para persuadir a los españoles de que deben vacunarse es predicar con el ejemplo.
Con la salud de 46 millones de españoles en juego y más del 50% de la población negándose a la vacunación en esta primera fase que comenzará en enero, Pedro Sanchez e Iván Redondo han llegado a la conclusión de que, al mismo tiempo que se vacuna a los mayores de edad que viven en residencias y a los sanitarios, las resistencias y dudas acerca de las nuevas vacunas se resolverían si a través de los medios de comunicación se difundieran las imágenes del presidente y sus 22 ministros inyectándose las dos dosis que son necesarias.
El ejemplo -con la memoria del baño en Palomares que realizó el por entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, junto al embajador USA, Biddle Duke para "demostrar la seguridad de las playas de Palomares" tras la caída en sus aguas de 4 bombas termonucleares- se podría extender a todos los responsables políticos en los gobiernos regionales, las Cortes Generales y los Parlamentos y Asambleas de las 17 Autonomías. El gesto serviría de garantía para quienes más dudas albergan ante la rapidez con la que las vacunas se han desarrollado y están listas, en apenas diez meses. Además, la acción de predicar con el ejemplo le serviría al PSOE y a Unidas Podemos para fidelizar a su electorado, el más proclive a la vacunación.
Las mayores resistencias aparecen entre los votantes del PP (57%); Ciudadanos (64%); los de Vox (73%) y la izquierda vasca más radical: los seguidores de Bildu que rechazan la vacunación son un 78%.
Esa aceptación y rechazo se reflejan también por edades: el 65% de los mayores de 65 años afirman que se la pondrían, mientras que la población entre 25 y 35 años es la que se muestra más incrédula y desconfiada ante los posibles efectos secundarios, tanto por la falta de "tiempo" para valorarlos, como por la novedad del proceso de investigación y los cambios genéticos y moleculares que algunas de ellas producen en el organismo, ya sea en el ARN o en el ADN, dos siglas que se asemejan tanto como se distancian. La primera, que es la base de la que ha desarrollado la unión de la Universidad de Oxford con Astra Zenaca no causa alteraciones genéticas. La segunda, en la que se basan las de Pfizer y Moderna, si lo hacen.
1.300 millones de vacunas
Los 450 millones de europeos ya hemos comprado 1.300 millones de vacunas, procedentes de siete laboratorios y empresas, con precios tan distintos y condiciones de almacenamiento y distribución que pueden encarecer la factura en varios miles de millones de euros. Mientras la de Oxford-Astra Zenaca no necesita los 80 grados bajo cero para su conservación y se venderá a 3 euros la dosis, la de Pfizer lo hará a 15 euros, y la de Moderna a 21 euros.
No se conocen los datos de las otras cuatro que llegarán más tarde, pero que también está comprometida su compra por parte de la Comisión que preside Ursula von Der Leyden, la alemana Curevac, la norteamericana Jenssen ( Johnsson & Johnson ), la francesa Sanofi y la británica GSK.
Los compromisos iniciales por parte de las autoridades europeas son: 400 millones de dosis de Oxford, que nos costarán 1.200 millones de euros; 300 millones de Pfizer, que darán lugar a una factura de 4.500; y 160 millones de Moderna que pese a ser la cantidad mucho menor llegará a los 3.360 millones. El resto, hasta los 1.300 millones de vacunas que se piensa que serán necesarias a partir de enero, se repartirán entre las otras cuatro que aún no han fijado fecha para su examen y aprobación por las autoridades sanitarias.
España recibirá unos 140 millones de dosis, tal y como ha señalado en varias ocasiones el ministro Salvador Illa, el 10% del total, que si se traslada ese porcentaje al total de las vacunas por laboratorio y precio, le supondrá un pago de 900 millones de euros, una parte de los cuales lo cubrirá el Presupuesto de la propia Comisión Europea, al igual que en el resto de los países.
La carrera de los siete laboratorios, a los que habrá que sumar los de Rusia y China, tiene para el director ejecutivo de la mayor y más antigua empresa fabricante de vacunas del mundo, la alemana Merck, un lado oscuro. Ken Frazier recuerda que, hasta ahora, la vacuna más rápida en llegar al público, la de las paperas, tardó cuatro años, que la de la tuberculosis tardó trece, y que la del ébola no se aprobó hasta los seis años.
La futura presidenta y CEO del grupo alemán a partir del próximo mes de mayo, la española, nacida en Almansa, Belen Garijo, prefiere que la vacuna que están desarrollando vaya más despacio, sea más segura a medio y largo plazo. Y más barata que las de sus competidores. No estaría mal que tanto Salvador Illa como Fernando Simón y el propio presidente del Gobierno le pidieran opinión.