¿Cuáles son las implicaciones de la caída de Afganistán en manos de los talibanes? ¿Cuál es su grado de radicalidad con respecto al ISIS? ¿Quién los financia? ¿Estamos abocados a tratar con ellos? ¿Debemos temer los europeos un repunte del terrorismo? ¿Y los españoles? ¿Se avecina una nueva crisis migratoria?
Muchas son las preguntas que nos asaltan a los españoles en estos días convulsos, pero pocas voces hay más autorizadas para responderlas que la de Fernando Reinares (Logroño, 1960). Así lo atestigua su currículum: director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global en el Instituto Elcano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, así como adjunct professor de Estudios de Seguridad en la Universidad de Georgetown (Estados Unidos).
Podría decirse, en definitiva, que Reinares es el mayor experto del país en terrorismo. Y que su dominio va desde ETA hasta el yihadismo de Al Qaeda y Estado Islámico. Por eso resulta inquietante que en esta entrevista advierta a los españoles de que no deben olvidar "que hubo tres yihadistas implicados en la planificación, preparación y ejecución de los atentados del 11-M" o señale que "es cuestión de tiempo que en algún país de Europa Occidental tengan lugar actos de terrorismo planificados desde Afganistán".
Con la victoria talibán en Afganistán parece que a la yihad global se le abre un gran campo de posibilidades. ¿Puede convertirse el país en algo así como un "santuario del terrorismo", como ha advertido el presidente francés, Emmanuel Macron?
Entre 1996 y 2001, cuando los talibanes se hicieron por primera vez con el poder en Afganistán, permitieron que Al Qaeda y algunas de sus entidades asociadas establecieran en el país un buen número de instalaciones para entrenar a sus miembros y partidarios. En las últimas dos décadas, los talibanes han seguido manteniendo una estrecha relación con Al Qaeda, de igual modo que lo han hecho con otras organizaciones yihadistas activas en el sur de Asia que ya existían o que se han articulado durante este tiempo.
El contexto internacional en que se va a desenvolver hoy el gobierno talibán es diferente. Quizá un nuevo santuario del terrorismo yihadista en Afganistán no sea exactamente como existió antes de los atentados del 11 de septiembre. Pero es muy probable que Al Qaeda, cuyo mando central sigue básicamente localizado en las zonas tribales dentro del territorio paquistaní, encuentre a partir de ahora en el vasto entorno de la frontera entre Afganistán y Pakistán un espacio muy permisivo para la planificación de atentados fuera de la región. Y lo hará por sí misma o en colaboración con organizaciones afines que dispongan de activistas con presencia y conocimiento de la localización de, por ejemplo, Estados Unidos o Europa Occidental, donde se pretenda atentar.
¿Era éste el escenario previsible tras el abandono del país por parte de Estados Unidos?
Sin duda. Sobre todo si tenemos en cuenta la evolución de la insurgencia talibán desde 2003 y la persistencia de unas estrechas relaciones entre los talibanes y Al Qaeda, así como entre los talibanes y otras organizaciones yihadistas con presencia en la región.
Estados Unidos no decidió salir de Afganistán porque Trump y Biden ignorasen esa realidad o porque ignorasen los problemas de ineficiencia y corrupción que en la práctica inhabilitaban a las fuerzas armadas afganas para hacer frente a la insurgencia talibán, sino porque su decisión estaba condicionada por el inmenso coste económico acumulado del despliegue militar y la presión de la opinión pública estadounidense por terminar el conflicto armado más prolongado en el que han participado sus tropas.
En todo caso, hay una responsabilidad moral y no sólo política por parte de Estados Unidos y la OTAN, que actuó bajo mandato de Naciones Unidas, cuando se abandona un país veinte años después de invadirlo en nombre de la lucha contra el terrorismo internacional. Su población está ahora en condiciones similares o peores de como la encontraron.
¿Cómo se explica que los talibanes hayan tomado en días el control de un país que ha estado ocupado por las fuerzas aliadas durante 20 años?
En realidad, los talibanes no se han hecho con el poder o el control de Afganistán en cuestión de diez días. Esta manera de presentar la evolución de los acontecimientos se refiere únicamente a los diez días que pasaron entre la primera capital provincial que tomaron los insurgentes talibanes y la caída en sus manos de Kabul.
Los talibanes estaban culminando un proceso desarrollado a partir de 2003, cuando el presidente Bush optó por desviar en beneficio de la invasión y ocupación de Irak la energía y los recursos que se estaban dedicando a reconstruir Afganistán. Este proceso avanzó decisivamente en 2014, cuando Obama llegó a anunciar un calendario para la retirada en dos años de los militares estadounidenses y finalizó el mandato de la fuerza de asistencia a la seguridad que lideraba la OTAN bajo mandato de Naciones Unidas.
Todo se aceleró de modo irreversible en febrero de 2020, cuando Trump acordó con los talibanes que los soldados norteamericanos se retirarían de Afganistán en poco más de un año. Y el proceso se precipitó irremediablemente poco después de que Biden reiterara su promesa electoral de repatriar a los soldados estadounidenses sin cumplir la fecha límite pactada por su antecesor.
En particular, a partir de la segunda semana de julio de 2021, después de que los militares de Estados Unidos desmantelaran y desalojaran de un modo vergonzante la base aérea de Bagram, la mayor de Afganistán.
Desde 2003, los talibanes no han dejado de reorganizarse, rearmarse y expandirse
¿Se han rearmado recientemente los talibanes o nunca dejaron de estarlo?
Desde 2003, los talibanes no han dejado de reorganizarse, rearmarse y expandirse. Y hay tres factores que me gustaría destacar. Primero, que para aumentar de manera continuada sus recursos humanos y materiales, los talibanes se beneficiaron del progresivo control social que durante años fueron instaurando sobre sectores desprotegidos y vulnerables de la población afgana, principalmente en zonas rurales a partir de las que más tarde llevarían a cabo el asalto de las ciudades y de las capitales provinciales.
En segundo lugar, el rearme y la expansión de los talibanes ha obedecido a la paulatina ampliación de sus fuentes de financiación, que incluye desde la producción de adormideras y el narcotráfico hasta la explotación de yacimientos minerales, pasando por la recaudación de impuestos en zonas bajo su dominio o influencia, así como la extorsión o la práctica de secuestros a cambio de rescate. También hay, desde luego, apoyo financiero procedente del exterior, de donaciones remitidas por individuos acaudalados que comparten los fines talibanes y de organizaciones no gubernamentales que se presentan como benéficas, pero que comparten con los talibanes una misma agenda política de inspiración islamista.
En tercer lugar, es importante tener en cuenta que los talibanes afganos han recibido la colaboración permanente de los talibanes paquistaníes, con quienes comparten no sólo ideología sino etnia, muy en especial desde que las distintas milicias pastunes en que se encontraban dispersos los segundos completaran a finales de 2007 un proceso de articulación que llevó a la formación de Therik-e-Taliban Pakistán, una entidad asociada con Al Qaeda desde su origen.
¿A quién beneficia que se hayan hecho con el control de Afganistán?
En relación con la geopolítica del sur de Asia, el nuevo Gobierno talibán de Kabul altera los parámetros de la seguridad regional en beneficio de los servicios de Inteligencia, el estamento militar y las fuerzas islamistas de Pakistán, que siempre han considerado a los talibanes como el instrumento más eficaz para avanzar sus intereses y ambiciones en Afganistán.
Los talibanes no van a discutir sobre qué sistema político deben aplicar en el país porque lo tienen claro: la ley islámica entendida en un sentido fundamentalista y brutal
¿Y quién es el principal perjudicado?
El pueblo afgano, que va a experimentar un régimen islamista totalitario. Como uno de los dirigentes talibanes dejó claro el miércoles pasado, con motivo de la declaración formal mediante la que Afganistán se convierte (por segunda vez en su historia) en un Emirato Islámico, los talibanes no van a discutir sobre qué sistema político deben aplicar en el país porque lo tienen muy claro: la ley islámica entendida en un sentido fundamentalista y brutal.
Por eso, las limitaciones de derechos y libertades van a perjudicar aún más si cabe a las mujeres, los jóvenes y los niños de Afganistán. A las niñas de Afganistán que algún día serán mujeres. Piénsese que seis de cada diez personas en Afganistán son niños y jóvenes.
¿Podemos esperar de manera inminente ataques terroristas en Europa perpetrados por los talibanes?
Ni de manera tan inminente ni perpetrados por talibanes. A muy corto plazo, pienso que los talibanes evitarán que Afganistán se convierta en un foco evidente de terrorismo global para tratar de obtener el mayor reconocimiento internacional para su Gobierno que les sea posible. En mi opinión, sin embargo, es cuestión de tiempo que en algún país de Europa Occidental tengan lugar actos de terrorismo planificados de nuevo en Afganistán o en el espacio transfronterizo entre Afganistán y Pakistán, incluyendo las zonas tribales de este último país.
Y no se tratará tanto de una empresa de los talibanes como de las organizaciones que siguen existiendo y tienen experiencia en llevar a cabo atentados en Europa Occidental o intentarlo. Pienso en Al Qaeda o su asociada la Unión para la Yihad Islámica de origen uzbeco en un caso o la Red Haqqani o TTP en el otro.
El mando central de Al Qaeda, asistido por organizaciones yihadistas asociadas, estuvo detrás de atentados como los del 11-M en Madrid, en colaboración con el Grupo Islámico Combatiente Marroquí o del 7-J en Londres. TTP, con el beneplácito de Al Qaeda, estuvo detrás del fallido intento de perpetrar un atentado en el Metro de Barcelona en enero de 2008. En la tentativa, planificada en Afganistán, de ejecutar en el otoño de 2010 una serie de atentados múltiples en varias ciudades de al menos tres países europeos, ordenada por el directorio de Al Qaeda, estuvieron implicadas además la UYI y la Red Haqqani.
A lo largo de la próxima década Europa Occidental hará frente a una doble amenaza yihadista: la de un Estado Islámico en repliegue y la del retorno de Al Qaeda
¿Debemos temerles más o menos que a ISIS?
Estado Islámico es la organización yihadista que, mediante sus actividades y su propaganda desde Siria e Irak, ha conseguido provocar, entre 2012 y 2019, un ciclo de movilización yihadista sin precedentes que afectó, aunque en grado variable, a la mayoría de los países de Europa Occidental. El alcance y la intensidad de los procesos de radicalización y reclutamiento que han tenido lugar durante esos ocho años han sido tales que sus consecuencias y corolarios van a continuar haciéndose notar a lo largo de la próxima década. Y esto es lo preocupante, que a lo largo de la próxima década Europa Occidental va a tener que hacer frente a una doble amenaza yihadista: la de un Estado Islámico en repliegue y la del retorno de Al Qaeda.
El politólogo Iam Bremmer asegura que Europa va a pagar un precio más alto que Estados Unidos por lo sucedido en Afganistán.
Tanto para Estado Islámico como para Al Qaeda Estados Unidos se encuentra lejos y ejecutar en su territorio atentados no es fácil y requiere eludir medidas de protección en las fronteras, capacidades de inteligencia contraterrorista en zonas de conflicto y medios expeditivos de respuesta a partir de sus numerosas bases militares en Oriente Medio.
En otras palabras, tanto para Estado Islámico como para Al Qaeda, que por cierto ya ha empezado a volverlo a explicitar en su propaganda, las tierras de infieles o del mundo occidental donde materializar actos de terrorismo yihadista más próximas y relativamente permeables son las que corresponden a los países de la Unión Europea.
¿Existe la posibilidad de que entren terroristas haciéndose pasar por refugiados? Los talibanes están liberando ya a todos los que estaban presos.
No sería la primera vez que un yihadista se hace pasar por emigrante o por refugiado. Son una minoría que estadísticamente apenas es significativa, pero que, como ha ocurrido ya en algunas ocasiones en Europa Occidental, pueden tratar de cometer atrocidades. Es pues muy importante la labor de los servicios policiales y de Inteligencia para detectar a esos individuos y detenerlos sin que ocasionen el daño que pretenden.
¿Vamos a vivir un aumento del radicalismo islámico?
Sin duda. El acceso de los talibanes al poder es uno de esos acontecimientos que, como la reciente guerra en Siria, están dando ya lugar a una narrativa yihadista sobre la derrota y la humillación infringida a Estados Unidos y a sus aliados. Esta narrativa va a ser utilizada en estrategias de radicalización y reclutamiento yihadista por todo el mundo.
De un lado, como evidencia de la supuesta obligación que un musulmán tiene de confiar en los designios de Alá y en contribuir a la yihad contra los infieles, especialmente en zonas donde existe presencia militar occidental o donde rigen autoridades heréticas que los yihadistas consideran subordinadas a los occidentales. Por otro lado, como evidencia de que la yihad, en la acepción belicosa del término y en su práctica terrorista tal y como se justifica religiosamente con el Corán (azora 3, aleya 151D) son útiles para alcanzar fines como el de instaurar emiratos y avanzar el califato.
Las organizaciones yihadistas de todo el mundo, salvo Estado Islámico, han aplaudido y celebrado el acceso al poder de los talibanes en Afganistán. Estado Islámico considera por el momento que los talibanes no aplican la ley islámica con el rigor suficiente y que pecan de plantearse objetivos localistas y no mundiales.
Está por ver si el regreso del epicentro del yihadismo global a Afganistán bajo los talibanes y Pakistán, donde ya estuvo de 2002 a 2011, para situarse en Siria e Irak entre 2012 y 2020, acarrea un elevado flujo de combatientes terroristas extranjeros. No parece que ese vaya a ser el caso, al menos a muy corto plazo.
¿Deberían estar los españoles preocupados ante el panorama que describe?
La ciudadanía española no debería olvidar que en Afganistán se entrenaron tres yihadistas implicados en la planificación, preparación y ejecución de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Hablo de Amer Azizi, el cerebro de la matanza en los trenes de Cercanías, Said Berraj y Allekema Lamari.
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