Simeone en el súper, Bosé negacionista, Frida en la memoria, y un cocinero seductor
Diego Pablo Simeone, Miguel Bosé, Frida Kahlo y Jordi Cruz; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Diego Pablo Simeone
A estas alturas del año el tiempo se pone bobo y avanza con torpeza. Entonces te das cuenta de que ya nada es como antes. Ni como nunca. Antes la Navidad coincidía con los capones que regalaban a los guardias urbanos cuando se acercaba el día de la lotería. En cambio ahora las fiestas corren calendario arriba y el día menos pensado coincidirán con las fiestas de Pilar.
No fue ni hace un mes cuando observé que las luces navideñas lucían ciegas (y mudas) de lado a lado de la calle. Nada que ver con la moda anterior. Hasta que no llegaba el puente de la Constitución no se hacía la luz. En cambio ahora Madrid no espera que caigan las hojas para parecer el Rockefeller center..
No se a quien se le ocurrió semejante acceso de tempranez. Al alcalde, seguro. Martínez Almeida no estaba dispuesto a consentir que le madrugara Abel Caballero.
Yo sufrí lo mío el día que me acerqué al súper y vi las estanterías repletas de polvorones. Allí se ofrecía la Navidad en todas las versiones de la UE: turrón de Jijona, mazapán de Toledo y mantecados de la estepa. También turrón del duro y turrón del blanco, pan de Cádiz. panetone italiano, y stollen aleman, una especie de pan alargado que simboliza el niño Jesús envuelto en pañales. Finalmente, turrón de yema tostada, que es mi debilidad. Para vencer la tentación no me queda más remedio que pasar de largo sin detenerme en las estanterías e ir en busca de los encurtidos.
En esta época del año mis visitas al super son agobiantes. Está frente al campo donde entrena el Atlético de Madrid. Muchos días, cuando entrenador y jugadores terminan la clase, se acercan a darse un capricho. A los hombres les gustan mucho estas tiendas que despachan carnes exóticas (wayú) o marisco. A veces me encuentro con Diego Pablo Simeone, que hace la compra mientras su mujer, Carla Pereyra, recorre los pasillos con sus hijas en busca de chuches.
Algunos hombres hacen cola en la carnicería dispuestos a dejarse el sueldo a cambio de carne de vaca japonesa. Sus nombres son wagyu, o Kobe (llamada asi porque su denominación de origen es la ciudad de Kobe. En ambos casos se trata de carnes muy caras, El wagyu se paga a unos 100 euros el kg. Y el de Kobe puede alcanzar Los 800 euros Kg. Dicho lo cual a Simeone le recomendaré el cañón de la espaldilla española, denominado también filete del carnicero. Incuestionable para un buen guiso.
Miguel Bosé
Ha pasado por Madrid Miguel Bosé, el ángel endemoniado, y se ha armado la zapatiesta. Es lo suyo. Agitaba con la mano El hijo del capitán Trueno, su particular Quijote, y dirigiéndose a la multitud de periodistas que le pedían unas declaraciones, gritaba, entre afónico y descoyuntado de modales: ofrezco entrevistas al minuto, ¿alguien da más?
El libro de Miguel Bosé dice ser un libro biográfico, pero a su antojo. Extraído aparentemente de la sección infantil de una librería, “El hijo del capitán Trueno” parece más bien un libro de garabatos ideal para que lo regalen los Reyes Magos.
Sin embargo, todo hay que decirlo, se trata de un libro para adultos en el que Miguel narra, con cierta capacidad de inventiva, su niñez y su juventud hasta los 17 años.
No ofreció entrevistas indiscriminadamente, y las que ofreció no siempre lo hizo con buen talante. Pongo por testigo a la periodista Luz Sánchez Mellado, a la que amargó el trance. Otros, con menos suerte que Luz, sufrieron humillaciones y desprecios, modalidad en la que el cantante se ha especializado desde que está en la secta de los negacionistas.
Pero Bosé no es el único que ofende. Otros hay a punto de ganarle. Veamos. En el centro de Madrid hemos podido disfrutar de un bochornoso espectáculo a cargo de Ernesto de Hannover, que de eso sabe bastante. El último fue cerca de la casa que ocupa con su novia Claudia, la hija menor de la fallecida Pitita Ridruejo. Mientras ella regresaba llorosa a su domicilio, él se perdía en patinete por las calles de Madrid
En una competición entre Bosé y Hannover, no se quién ganaría. Un empate a maleducados les haría justicia.
Frida Kahlo
Días atrás se celebró en la sala Sotheby's de Nueva York la subasta de “Diego y yo”, el último autorretrato de la pintora Frida Kahlo, estrella de la puja, que con un precio de salida de 30 millones de dólares alcanzó finalmente casi 35. El resultado ha sido una bofetada histórica para el su marido, el muralista Diego Rivera, que pasaba por ser el artista latinoamericano más cotizado. Frida no lo necesitó para conocer la gloria port mortem. Tumbada en su cama, la artista no dejó de mirarse al espejo y de hacerse autorretratos con los que transitó por todas las etapas de la pintura.
Fue naif, surrealista, símbólica, naturalista y moderna, dejándose también tentar por el realismo mágico y el cubismo. A lo largo de su vida no se privó de sufrir, siendo la tortura el eje principal de su sufrimiento. La juventud le dolía en todas las esquinas de su cuerpo, pero siempre estuvo presa de un corsé que le impedía hacer cualquier movimiento.
Todo por culpa de un accidente de tranvía, donde Frida fue atravesada por un hierro que la mantendrían postrada de por vida. En la cama, mirándose al espejo y tratando de descifrar su rostro, pintaría autorretratos sin descanso. A todos les dio un nombre “Autorretrato con collar de espinas y colibrí”, “Autorretrato con mono” “Yo y mis pericos”, “Pensando en la muerte” “Autorretrato con pelo corto” “Frida en Coyoacán”, “Autorretrato con trenza”, “Autorretrato muy fea”, “Yo y mi muñeca”, “Autorretrato con el retrato de Frida Kahlo”, “Perro Itzcuintli conmigo”, etc.
Son muchos, muchísimos. Algunos muy turbadores, como el de los horribles pericos posados sobre su cuerpo, que tanto recuerdan a la famosa película de Hichtcock.
El autorretrato subastado en Sotheby's es uno de los más originales de toda la colección. Se caracteriza porque en la frente de Frida brota suavemente el rostro de Rivera. Es un Rivera insólito que a su vez tiene en la frente un tercer ojo del tamaño de un sello de correos.
Jordi Cruz
Una de los programas más exitosos de TVE 1 es “Masterchef Celebrity”, un espacio de cocina amateur en versión famosos. No le falta de nada. Tiene aspirantes, cocineros profesionales, presentadores-docentes y jueces de mano dura. Brillan con luz propia Samantha Vallejo-Nájera, una emprendedora que empezó en Nueva York llamándose Samantha España y repartiendo tortillas de patata por Manhatan.
Aquella divertida organizadora de catering que sacaba canapés de la chistera, regresó un día a España y ahora es una consagrada empresaria de hostelería. Con Samantha, completan el trío Pepe Rodríguez, cocinero del restaurante El Bohío, de Illescas (Toledo), con una estrella Michelín. Es el risueño del grupo y siempre tiene el comentario a punto para una broma.
Jordi Cruz tambien aporta un negocio a la causa. Cocinero y empresario de restaurante & hotel, ejerce de chef titular de ABaC, de Barcelona.
Jordi Cruz aporta sex appeal y autoridad. Las chicas le persiguen, no solo fuera de Masterchef sino dentro, y allá donde va siempre tiene una novia con denominación de origen. Ahora sale en las revistas acompañado de una brasileira. En Masterchef derrocha personalidad y carácter. Da la impresión de que está rodeado de corazones de colores con la palabra love dentro. Así es Jordi. Ingenioso, guaperas, más bien estricto y un poco ácido, de pelo revuelto y mirada penetrante.
He dicho que a las chicas les gusta Jordi. Y a Jordi le gusta gustar. Todo cuadra. En el programa que he visto esta semana, tanto los concursantes como los jueces han hecho gala de buen sentido del humor. Miki Nadal estaba sembrado, y lo mismo Carmina Barrios, la madre de Paco León. Bustamante me parecio la pera y Juanma Castaño no digamos. Pepe Rodríguez se refería constantemente a Juanma diciendo: es el descubrimiento de esta edición. Una bomba.
En cambio, Verónica Forqué salió zumbando y que se sepa, no ha vuelto. Habrá que esperar a la próxima semana, a ver si interviene Jordi Cruz dedicándole unas carantoñas a la cómica. Cosa distinta es que Verónica le responda con un bufido. Menuda es ella.