Abramovich intoxicado, Cernuda entre amigas y el ego de Sánchez
Roman Abramovich, Pilar Cernuda, Corinna Larsen y Pedro Sánchez; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Roman Abramovich
Lo último de Abramovich ha sido un parte médico dando cuenta de su estado de salud tras un intento de envenenamiento con una sustancia camuflada de chocolate. El ataque también alcanzó a dos miembros de la delegación ucraniana que participaban en las conversaciones de paz. Como consecuencia, el oligarca ruso perdió la vista, sufrió erupciones en la cara y en las manos y hubo de ser ingresado en Turquía. Los otros dos delegados quedaron completamente ciegos durante dos días. En todo el mundo cundió la alarma. Al único sitio que no llegó (y si llegó, nadie se dio por enterado), fue al Kremlin.
Al parecer, la dosis tóxica no era suficiente para matar a nadie. Se trataba solo de una señal de advertencia que la línea dura de Putin enviaba a los supuestos disidentes. Sin embargo, el jueves 31 de marzo algunos medios turcos comunicaron que el propietario del Chelsea no había sido envenenado. Se había intoxicado con gas lacrimógeno.
Anotación al margen: tradicionalmente los rusos aniquilaban a sus adversarios suministrándoles sustancias tóxicas mezcladas con la comida, pero transcurrido el tiempo el método pasó a mejor vida y no ha sido hasta el presente siglo cuando el tóxico polonio se ha puesto de moda.
En un tiempo, Roman Abramovich era medio amigo de Putin, pero invadir Ucrania y cambiar las tornas fue todo uno. El oligarca, que además es filántropo, judío, y puede que de origen catalán (Gerona, 1497), alzó la voz junto a otros rusos de su status, puso el Chelsea a la venta y abandonó Londres por pies. Mejor dicho: por alas. Aquel día, Abramovich marchó a la guerra para pararla.
No ha conseguido grandes proezas, pero ha participado en las negociaciones para un alto el fuego y se ha entrevistado con Zelenski en algún rincón de Kiev. No consta, sin embargo, que Putin lo haya invitado a cenar sopa Borscht y caviar del Caspio en la imponente mesa blanca que construyó el carpintero de Alcasser con las pautas de un maestro fallero.
Sigo con Abramovich, el hombre que empezó vendiendo muñecas en un mercadillo de Moscu y acabó haciéndose rico con el petróleo. Sus principales signos de identidad son el equipo del Chelsea y su yate My Solaris, que pasa la ITV en Barcelona. Allí estaba cuando en plena noche un bote se estrelló contra el yate en señal de protesta por la invasión de Ucrania.
Abramovich ha reconocido que destinará el dinero de la venta del Chelsea a las victimas de la guerra. Su hija Sofía, de 27 años, es el ejemplo más próximo. La niña rica que iba en helicóptero al cole ha pasado de ser una colegiala respondona a descargar su odio visceral sobre Putin. Su hermano Arkadyi es muy diferente a ella. Él no tiene novia y su única pasión es el fútbol.
Pilar Cernuda
La pandemia ha generado bastante tiempo libre, de ahí que en los últimos años la producción editorial se haya disparado. Las mujeres escribimos sobre mujeres. Algunas no sabríamos hacer otra cosa. Otras, por el contrario, están abocadas a ello por exigencias terapéuticas o tentaciones del recuerdo. Nuestro pasado está poblado de mujeres: las madres y abuelas que nos hicieron posibles y las amigas que nos acompañaron en el camino.
Digo que hablamos de mujeres pero en realidad son chicas. La palabra nos iguala a todas porque es la expresión dulce y amable de nuestro tiempo.
La producción editorial de autoras ha recuperado músculo últimamente, con el celebrado fin de las vacunas. Los escaparates de las librerías están repletos de siluetas femeninas y títulos sugerentes. Uno de los más llamativos es el de Pilar Eyre, “Cuando éramos ayer”, que podría haber firmado Cernuda o cualquier chica que hurga en los recuerdos de juventud: la universidad, los novios, el choque generacional con las madres a las que hicimos imposible la vida, la militancia y el cine forum.
El bautizo de Amigas, el libro de Cernuda, fue más una tertulia que una presentación donde todas hicieron causa y afición. No se puede hablar de amigas sin conocer las películas de Berlanga y Saura, de Almodóvar y García Sánchez. En resumen, que no se pueden construir vidas de mujeres sin conocer la historia de España y la transición, el divorcio, el aborto y la llegada del Monarca.
Coincidiendo con la presentación en sociedad de Amigas, mezcla de cuento de Calleja y sermón de Virginia Wolf, las chicas congregadas en el Café Varela hicieron cantos a la amistad que está hecha de la naturaleza de los dioses. Cinco mujeres alineadas en la tribuna, con Imelda Navajo al frente y Carlos Alsina de hombre anuncio. Alguien dijo que las componentes de la mesa tenían calidad de empoderadas. Yo prefiero creer que son mujeres de poderío: las ya mencionadas y, además, Nativel Preciado, Susanna Griso y Carmen Fernandez de Blas.
Corinna Larsen
Se ha cargado el apellido compuesto que traía cuando conoció al verdadero Rey de España y se ha quedado con Larsen a secas, un apellido que allá arriba, en los septentriones, viene a ser como López en la Peninsula Ibérica.
Ahora, una vez roto el affaire con el Borbón y escenificado a su manera el aforismo de “Tu a Bostón y yo a California”, Juan Carlos y Corina se retiran los embajadores y se triplican los abogados. Los ex novios se miran de perfil, y Corina aprieta la mandíbula mientras se acuerda de los pretendientes que ha perdido en el camino y las oportunidades que le han dado la espalda. Piensa, por ejemplo, en la que fue ex mujer de Kassoghi desde 1991 hasta 2014, una mujer exquisita y hermosa que actuó como intermediaria entre la casa real Saudí y el consorcio español del AVE. Se llama es Shahpari Zanganeh y en aquellos tiempos era una importante comisionista que le ponía los dientes largos a Corina.
Todo fue en vano. Larsen se quedó con lo que arañó del bolsillo del Monarca español pero que se sepa, no consiguió ni el anillo de compromiso. Ahora un juez británico dirime su caso por lo civil prometiendo mucho chascarrillo. Corina se la tiene jurada al emérito y lo tilda de acosador. Seguramente el juez no se lo cree, pero tampoco se lo cree Corina y sin embargo, espera que la indemnicen con un maletín de dinero.
Días atrás Corina se presento ante en el juez como la Mistinguett se presentaba ante los caballeros importantes. Siempre es así. Cuando una mujer se presenta ante el juez lo hace de forma sencilla, pero elegante. Ni una brizna de maquillaje, ni un tacón de aguja, ni una joya.
La falsa princesa convence lo mismo a un Rey que a un juez. Con el Rey Juan Carlos I estuvo a punto de casarse y al juez está en un tris de convencerle. Cuando se presentó en el juzgado de Londres vestía un abrigo camel de cashemire que haría ganar el juicio a la mismísima Tania Doris.
Las grandes amantes de la historia han ido ido forradas de joyas hasta las cejas. Corina también. Su primer aderezo del que dio cuenta la prensa fue un collar de esmeraldas que había subastado en Londres su propietaria, la condesa de Romanones.
Una vez conocido el collar, los periodistas conocimos a Corina. Un día, en un hotel de Londres aparecieron tres personajes alineados: el Rey de España, la falsa princesa Corina Larsen con el aderezo de esmeraldas y un señor de pelo cano y pinta de elegante que según el pie de foto era un conocido joyero londinense. Se acababa de descubrir el pastel.
Tras la ruptura del Rey y la Corista, algunas fuentes difundieron el noviazgo de Larsen con ruso millonario, como no podía ser de otro modo. El nuevo noviazgo duró un soplo. Y es que Corina Larsen ya no lo tiene tan fácil. Quizás por eso machaca con esa frase que ha convertido en su muletilla: "Soy una víctima de la venganza de Sofía".
Pedro Sánchez
El presidente es un hombre solo. No digo que carezca de amigos o que esconda a sus consejeros debajo de las alfombras. Digo que va solo por la vida, lo mismo en Bruselas que en la carrera de San Jerónimo. Da la impresión que apenas consulta sus proyectos y le gusta fingir que todo sale de su sesera. Los suyos se enteran por la Prensa y los demás tienen dos opciones: la adhesión inquebrantable (eso me suena a tiempos gloriosamente fenecidos) o cargar con el sambenito de antipatriotas.
Personalismo lo llaman. Yo solo digo que Sánchez me parece un hijo único. Ahora ni siquiera lleva adosado un jefe de gabinete al que poder endosarle sus ocurrencias. Antes tenía a Iván Redondo, hasta que se lo quitó de encima e incorporó a Óscar López. Pero a Óscar no lo saca de Moncloa. Y tampoco consta que esté ahí, junto a Antonio Hernando, para alumbrar el camino al jefe, que es la tarea encomendada el ministro Bolaños.
En el pleno de esta semana sobre las causas de sus desgracias (Sahara y plan de choque frente a la subida de precios y el empobrecimiento de los españoles), prácticamente todos los partidos aparcaron los argumentos de fondo y centraron las causas de nuestros males en la persona del presidente del Gobierno. Parecía que Sánchez fuera el anticristo. Juro que lo escuché en boca de unos y otros: “autócrata”, “traidor”, “soberbio”, “sectario” y, según Cuca Gamarra (PP), que va en el sentido contrario a la marcha de los demás, ergo “¿No será usted es que va en la dirección equivocada?”