Llega Josema un pelín tarde porque se ha cortado el dedo. Lo cuenta muy serio, pero a nosotros nos entra la risa. Es la maldición de quien ha hecho reír tanto tiempo y a tanta gente. Muestra su dedo, lo toca con cuidado a la altura de la uña. Pero nosotros no vemos un dedo. Vemos una empanadilla.

Estamos en un hotel del barrio de Mirasierra, en Madrid. En el centro, un árbol de Navidad enorme. Hemos concertado la entrevista a finales de año para, así, estrenar 2023 con Josema Yuste (Madrid, 1954), una de las mitades de Martes y Trece. Fue la Nochevieja su mejor tarjeta de visita. Algo así como hacer el número del hombre bala. Después de cada programa, les contrataban en torno a cien galas.

Josema siempre quiso ser actor. Lo supo con siete años, tras interpretar su primera función en el colegio de las Damas Negras. Su madre no se lo tomó mal, pero no se lo tomó en serio. Josema era un niño. Su madre era una buena actriz... dentro de casa. Hacía imitaciones de los personajes famosos que aparecían en la tele. Ese fue el principio.

Entrevista a Josema Yuste Laura Mateo

Su padre era empleado de banca, pero quería ser poeta. También amaba el teatro. Sin embargo, montó en cólera cuando escuchó el deseo de su hijo. Era aquella generación que confiaba mucho más en el deber que en el querer.

Josema se fue de casa, de aquel nuevo hogar fundado por su padre y su madrastra. Se matriculó en la Escuela de Arte Dramático. En el Reina Victoria, de Madrid, conoció a un tal Millán Salcedo, que se le presentó de sopetón. Comenzaron a trabajar juntos, a escribir, sin saberlo, la historia del humor patrio. Luego aquello se rompió. Y trasluce cierto dolor en sus ojos cuando lo cuenta. Jamás se ha reído con nadie como con Millán, pero lo mejor, hoy, es "verse lo justo".

Es uno de esos entrevistados modelo, de los antiguos: mediante una charla reposada, acepta desnudarse en torno a los grandes temas del hombre. El amor, la envidia, el odio, los celos, la familia, la ambición, el deseo. También sobre la reciente polémica que le envuelve tras unas declaraciones sobre los límites del humor. "Huelo la intolerancia", dice.

Encontramos a un Josema Yuste inundado de proyectos. Dirige a Juanra Bonet, David Fernández y Agustín Jiménez en una nueva adaptación de La cena de los idiotas, que se estrenará este mes en Madrid. Él mismo se subirá al escenario dentro de unos días para interpretar El aguafiestas (a partir del 11 de enero en el Reina Victoria, donde empezó todo).

No parece Yuste, a estas alturas, un hombre preocupado por el qué dirán. Pese a su tono calmado y cálido, se expresa con contundencia sobre los asuntos candentes de nuestro tiempo. Cuando llega el turno de la política, desaparece la risa. Se muestra "cansado", "harto de la mediocridad" de nuestros representantes de hoy.

Bebe agua. Acaba de salir de un fuerte catarro, así que se quita el abrigo una vez toma asiento, pero no el chaleco. Algunos, seguro, dirán... "fachaleco", pero a él le importa un pimiento. Que empiece el show.

Feliz año, Josema. 

¡Igualmente!

Te he traído una bolsa de empanadillas por si te da pereza cocinar estos días. 

“Empanadillas de atún y bonito”… congeladas. Me gustan más las hechas en casa. Son otra cosa. No soy muy fan de lo precocinado.

Las empanadillas de aquella señora que llamaba a Encarna serían mucho mejores, ya lo siento.

Hombre, es que aquellas empanadillas yo las imaginaba con su masita casera, doraditas, a la sartén… Bueno, al horno son más sanas, pero a mí me gustan más fritas.

Veo que a raíz de aquello te convertiste en un experto en empanadillas.

Me encantan. De verdad, ¿eh?

Es una gran responsabilidad hacer reír a la gente. 

Sí. Porque si no lo consigues, quedas muy mal. El cómico que sale a un escenario debe hacer reír sí o sí. El actor dramático hace el papel y se va a su casa, no espera una reacción directa del público. Nuestra obligación, en cambio, es que la gente se ría.

Tiene que ser terrible la sensación de un cómico en el escenario al ver que el público no se ríe.

Es terrible. A nosotros nos pasaba al principio, cuando no nos conocía la gente. He vivido momentos realmente ingratos.

Cuéntame uno que no hayas olvidado.

Estábamos en un pueblo de Burgos, en una discoteca en medio del campo. Fue una actuación penosa. Nos tiraban pesetas. Unos incluso estiraban del cable del micro para ver si se iba el sonido y nos callábamos. Pasó de todo. Además, era después de una boda y la gente iba muy cascada. Inenarrable. 

Dime un momento feliz de 2022.

Junio, cuando nació mi nieta. Mi primera nieta.

¡Ya eres abuelo!

Sí, yo creía que esta etapa no llegaría nunca, pero ha llegado. Y es una gozada. Mona, rica, graciosa. ¿Qué te voy a decir de mi nieta? 

¿Y un sueño para 2023? Pero un sueño real, si es que esto existe, que esté al alcance de la mano.

¿Sabes lo que me gustaría? Hacer una obra de teatro con un actor o una actriz de mucho peso. De mucha calidad artística. Oye, que mis actuales compañeros no piensen que… 

¡Van a pensar que los estás llamando desarrapados!

No, no [suelta una carcajada], son geniales. Pero me gustaría enfrentarme a un actor impresionante para medirme.

Eso tiene algo de reivindicación, como decir: no sólo soy un gran cómico, puedo ser un gran actor.

Sí, va por ahí, lo reconozco. Nadie te toma muy en serio y entonces… He vuelto a mis orígenes, al teatro, que siempre fue mi verdadera vocación.

Una vez dijiste que te encantaría representar un personaje que trascendiera la comedia. Uno de esos personajes de novela que encierran todas las emociones del ser humano.

Sí, ese es otro sueño a realizar. Llevo varios años en una zona de confort, pero me gustaría dar ese salto artístico del que hablas: tener esa relación con otro actor de mucha categoría para medirme y poder sacar lo mejor de mí. Es como en el deporte: juegas mejor cuando te enfrentas a alguien que te da varias vueltas.

Josema Yuste estrenará 'El aguafiestas', en Madrid, el 11 de enero.

Josema Yuste estrenará 'El aguafiestas', en Madrid, el 11 de enero.

Todo empezó con tu madre. Fue a ella a quien le viste hacer imitaciones por primera vez.

Tenía un sentido del humor riquísimo. Era muy graciosa, con un gran don de gentes. Cuando era pequeño, la veía imitar. Salía un locutor de radio, un presentador de telediario… Se ponía a imitarlos y era increíble. Creo que puso una semilla en mí.

Pienso en una mujer valiente: puede que sea un prejuicio, pero me costaba imaginar a una mujer de esa época haciendo imitaciones. 

No es un prejuicio absurdo. No conocí a ninguna otra mujer de esa época que hiciera imitaciones. Y eso que mi madre sólo lo hacía en casa. No lo hacía la madre de ningún amigo. Cuando lo contaba, no se lo creían. Lo pasábamos muy bien juntos.

¿Cómo la recuerdas? Murió cuando tenías nueve años.

La recuerdo poco, pero sí tengo algunos momentos fotografiados: su cara, su movimiento, su voz… Era muy guapa y muy alta. Risueña. Lo tenía todo.

¿Te dio tiempo a decirle a ella que soñabas con ser actor? Ya empezaste a hacer algo de teatro en aquel colegio de las Damas Negras.

Sí, se lo dije con siete años. Hicimos una función en el colegio y luego se lo conté: “Mamá, me ha encantado, quiero ser actor”. No se lo tomó mal, pero tampoco muy en serio: “Venga, cariño, hay que estudiar”. En cambio, cuando se lo dije a mi padre, montó en cólera.

"Cuando murió mi madre, yo tenía nueeve años. Entré en una especie de depresión. Nadie sabía qué me pasaba. Estaba lleno de tristeza y melancolía"

Te criaste, precisamente, con tu padre, que era un empleado de banca, pero soñaba con ser poeta y actor. Formaba parte de esa generación que se dedicaba a lo que debía, y no a lo que quería.

Tú lo has dicho. Me dijo: “Debes hacer esto”. Quería para mí unas oposiciones al Banco de España, un sueldo fijo para toda la vida. Me podía ayudar en el sector. Creo que yo le comprendía más que él a mí. Es decir: yo comprendía que quisiera eso para mí. Pero cuando tienes una vocación real, no un capricho, no hay nada ni nadie que pueda pararte.

Los que hemos tenido un padre que no ha podido dedicarse profesionalmente a sus pasiones solemos acabar arriesgando más en nuestro camino. Es como si se produjera un reequilibrio, un movimiento pendular. Quizá en contraposición a lo que hemos visto. 

Estoy de acuerdo, sí. Porque ves la evolución de ese padre que ha tenido que dedicar gran parte de su vida a cosas que no le gustaban para poder sobrevivir, creyendo que ese era el único camino. Ojo, algunas de estas personas son amargadas, pero no tiene por qué. Mi padre no era un amargado, se lo tomaba con filosofía. 

Pero hay algo que es un hecho: si te dedicas a lo que te gusta, vas a ser más feliz. El trabajo ocupa gran parte del día. He tenido mucha suerte, vivo de lo que me gusta. Ahora es más fácil. En la generación de mi padre, era muy complicado encontrar respaldo familiar y social a una vocación artística. Leí una encuesta hace poco que decía que el 80% de españoles no trabajan en lo que les gusta. Es un porcentaje demasiado alto.

Tu padre escribía poesía en sus ratos libres. ¿Recuerdas algún verso suyo? ¿Hay alguno que te acompañe? 

No, porque dejé de hablar con mi padre cuando tenía 17 años. Antes, entre los 9 y los 11, estuve sumido en una especie de depresión. Nadie sabía qué me pasaba. Había perdido a mi madre y estaba lleno de tristeza y melancolía. No podía estudiar, no podía concentrarme.

Además, en aquella época lo de ir a un psicólogo era impensable. “Es un niño raro, ya se le pasará”.

Totalmente impensable. Iba al colegio, no es que estuviera todo el día metido en la cama, pero no estaba abierto al mundo, no sé cómo explicarlo. De los 11 a los 17 tuve una relación con mi padre que iba yendo a peor. Porque mi vocación de actor aumentaba. Y si se lo decía, se enfadaba. La reacción fue ni molestarme en leer sus libros.

¿Os reconciliasteis?

Sí, ahora viene la parte buena. Nos arreglamos. Él fue viendo que tenía éxito, que vivía de lo que me gustaba, que la gente me tenía cariño. Vio casi toda mi carrera porque murió con 97 años. Aprendió que se podía ser un tío sano siendo actor, que no hacía falta ser bohemio ni drogadicto.

Tu abuelo paterno es el único precedente artístico en la familia: Miguel Yuste, músico, que da nombre a la calle donde está la redacción de 'El País'. ¿Tienes más cariño a ese diario que a otros?

El País, en la época de González, era otro periódico. Tenía una línea editorial muy clara, pero era distinto. Hoy sigue teniendo grandes columnistas, pero lo veo demasiado volcado con el Gobierno, como La Sexta.

¿Sabes qué me da pena? Que los periodistas de ahora no sean algo más asépticos. Entiendo que un periodista tenga sus ideas, que sean progresistas o conservadores, pero hemos alcanzado un punto… El periodismo se ha convertido en una guerra. Ni ellos ni los lectores salen beneficiados de eso.

Para terminar con el árbol genealógico, me gustaría preguntarte por tu madrastra. Igual que tu padre, tengo entendido que fue un motor importante para que te dedicaras al teatro. Es decir: la lucha con ellos, aunque fuera en contraposición, te empujó en la buena dirección.

Mi padre se casó a los ocho años de morir mi madre. Mi hermano Gonzalo y yo vivimos con él y su nueva mujer. Fue difícil, no hubo feeling. Es que una madre es una madre y… No digo que ella fuera mala persona, pero no conectamos. Mi hermano se fue en un año y yo me fui al siguiente. Me matriculé en la Escuela Dramática.

"Tuve la oportunidad de conocer a Adolfo Suárez, un señor de los pies a la cabeza. Le voté entonces y volvería a hacerlo hoy si pudiera"

Poco después, cuando hiciste uno de tus primeros papeles, conociste a Millán Salcedo, que fue a verte y te propuso crear un dúo.

Así fue. Estaba en el Teatro Reina Victoria haciendo uno de mis primeros papeles. Era una obra en la que actuaba Rocío Dúrcal. Apareció Millán, al que no conocía de nada. ¡Le vi esa cara tan graciosa y tan cómica! Dije: “Con este puedo hacer algo bueno seguro”. Creo que acerté, ¿no? 

Fueron unos años tremendos aquellos: finales de los setenta, la Transición. Primeras elecciones democráticas, la Constitución cocinándose… 

Fue muy bonito, había bastante trabajo. Adolfo Suárez fue un presidente magnífico. Asumió la España más compleja que hemos conocido. Un señor de los pies a la cabeza. Lo conocí. Jugué al golf con él un par de veces.

¿Cómo fue?

En unos torneos que organizaba Luis del Olmo. Suárez era muy educado, agradable, pero más bien hacia dentro. Eso sí, cuando hablaba, tenía esa simpatía, ese magnetismo. No lo describiría como extrovertido, pero su presencia era… Sabías que estaba ahí. Luego nos vimos también en un avión. Le voté. Ojalá se presentara hoy, volvería a hacerlo.

Vista panorámica de la entrevista, celebrada en el Hotel Eurostars Mirasierra.

Vista panorámica de la entrevista, celebrada en el Hotel Eurostars Mirasierra. Sara Fernández

Tengo que preguntártelo: muchos, al verte en una fecha tan señalada como esta, se acordarán de “Martes y Trece” y preguntarán por tu relación con Millán Salcedo hoy. ¿Os habéis arreglado?

Con Millán me llevo normal, bien. Nos guasapeamos, especialmente cuando juega el Madrid. Es que somos muy diferentes. Mucho y en todo. ¡Menos en el humor! Con el humor se producía una conexión total. Él ya no está trabajando, tuvo un accidente difícil.

Pasa mucho en España con las parejas “históricas”. Estoy seguro de que tienes esa sensación: cuando un gran dúo se separa o se enemista, la gente no se olvida y está pendiente de si hay reconciliación o no. Se genera un interés brutal. 

¡Es verdad, tienes razón! Nos suelen llamar para intentar juntarnos, pero es muy complicado. Hicimos un gran trabajo, curramos juntos diecisiete años. Fue sensacional, con sus más y sus menos, con sus discusiones, como cualquier pareja. Pero había tanta luz y tanta química en el escenario… eso lo suplía todo.

Jamás en mi vida me he reído tanto como con Millán. Jamás. Pero nos sacabas de ahí y éramos tan diferentes… Pensamos radicalmente distinto en mil cosas. Eso lo hace complicado. Entonces, lo mejor es verse lo justo.

También formó parte de “Martes y Trece” Fernando Conde. 

Sí, empezamos los tres. Fernando, a los cinco años de estar en el trío, decidió de una manera muy valiente ser actor de teatro. Se fue, se casó, tuvo un niño… Fue muy valiente.

En esa época, tenías una novia negra. Aquella España, imagino, todavía era algo racista. Me han contado que resultaba muy llamativo. 

¡Sí, sí! Era una chica americana, de Chicago. Trabajamos juntos en un musical. Un día, estando en Castellón, entramos en un bar. Había cinco o seis tíos que empezaron a vacilarnos. Me entró un cabreo… No pude contenerme. Me fui hacia ellos. Se callaron. Menos mal. Eran cinco contra uno. Podrían haberme matado. Nunca he soportado las injusticias.

Y el racismo es una de las peores injusticias. 

De las mayores que hay, efectivamente. No lo pude soportar. Volviendo a lo de antes: España ha avanzado mucho. Aunque debo decir que España nunca ha sido un país muy racista en comparación con el resto. En pueblos o ciudades pequeñas probablemente fuera peor.

"Jamás en mi vida me he reído tanto como con Millán, pero fuera del escenario somos tan diferentes que lo mejor es verse lo justo"

La Nochevieja fue vuestra mejor tarjeta de visita: en aquellos especiales teníais un 60% de audiencia, una cifra hoy impensable. Imagino que notaríais esa influencia.

Sí, los especiales de Nochevieja nos catapultaron. Uno solo nos hacía firmar cien galas. Un año, estando ya Antena 3 y Telecinco, tuvimos un 54% de audiencia.

¿Cuál es el modelo de presentación de campanadas que más te gusta? Cristina Pedroche, Anne Igartiburu, Ramón García… 

Me encanta Anne Igartiburu. Lo hace fantástico. Habla lo justo. Es que, joder, “vienen los cuartos, estamos a punto”. Calla, coño, deja a la gente un poco de tranquilidad, no hables hasta medio segundo antes de la campanada. Anne mide muy bien los tiempos.

¡Os mandaron a entrevistar a Madonna! Concedió en Milán una ronda a un montón de medios europeos. Y por España fuisteis vosotros. 

Sí, y no entendíamos un carajo de música. Aunque, cuando empezamos a hacer la entrevista, la que no entendía un carajo era ella. Yo creía que su guardaespaldas nos iba a matar, pero la tía al final entró en nuestro rollo absurdo.

Ella no sabía que erais humoristas.

¡Qué va! Ella pensó que éramos, como ocurría con el resto de países, especialistas en música pop. Su primera respuesta fue: “Estos tíos están locos, ¿quiénes son?”. Mirábamos al guardaespaldas, que era un negraco enorme, y decíamos: “Este nos va a arrancar la cabeza”. Pero Madonna entró en el rollo y fue genial.

Josema Yuste habla en esta entrevista de su relación con el poder. Conoció a Suárez y a Guerra.

Josema Yuste habla en esta entrevista de su relación con el poder. Conoció a Suárez y a Guerra. Sara Fernández

¿Cómo fue vuestra relación con el poder? ¿Tuvisteis la oportunidad de conocer a los presidentes y ministros de la época? Esas cuotas de pantalla tan enormes os daban mucha influencia. 

Un día nos llamó Alfonso Guerra. Quería comer con nosotros para conocernos. Le hacía ilusión que saludáramos a un hijo suyo. Fuimos. Me pareció un tío interesante. Me di cuenta de lo de las parejas que tú decías antes. Porque hablamos mucho de Felipe.

Percibí que Alfonso y Felipe no tenían nada que ver el uno con el otro. Alfonso creía que Felipe se había metido en una urna de cristal y que no salía de allí. Alfonso le decía que retomara el contacto con la gente. Yo pensaba por dentro: “Estos son muy distintos en lo personal, pero tienen un gran éxito profesional. Coño, ¡como Millán y yo!”.

Fue como una terapia psicológica, entonces. Reconforta mucho eso de ver que a otros también les pasa. 

Sí, sí. Y fíjate: cambió mucho mi percepción de Alfonso Guerra. Hasta ese momento, no me caía demasiado bien, pero me pareció un tío muy interesante. Por cierto, estoy bastante de acuerdo con las declaraciones que hace últimamente.

Además de a Guerra, ¿conocisteis a más dirigentes?

Sí, pero no en profundidad. En los ochenta, trabajábamos en las casetas de las ferias. ¡En las de todos los partidos! Alianza Popular, UCD, el Partido Comunista… Éramos muy transversales y no hacíamos distingos. No me importa el carné de mis compañeros ni del público.

"Teníamos un público muy transversal; actuábamos en las casetas de las ferias de todos los partidos políticos"

Creo que las últimas imitaciones que hiciste fueron de la época Zapatero-Rajoy.

Sí, en un espectáculo que hacía con Florentino Fernández. 

¿Te vas a animar con esta?

No, ya no imito en relación a la actualidad.

¿Estás cansado de la política de hoy? 

Leo muchos periódicos y veo telediarios de cadenas distintas. Sí, estoy cansado. Les ha tocado un momento difícil a los políticos de hoy, pero… Mira, yo a un presidente le pido que sea sincero. Sé que en política es difícil, pero si no lo es… Le pongo la cruz, pam-pam. 

Me hablas de Sánchez. 

Obviamente. Es que la hemeroteca, por fortuna, está ahí. Puedes mentir una vez, o incurrir en mentirijillas… Los políticos siempre te la meten doblada. Pero cuando mientes tan descaradamente, tanto tiempo y delante de tanta gente… 

Bueno, entonces Sánchez te puede valer para el teatro. 

No, no, no me vale ni para el escenario.

Se viralizaron unas declaraciones que hiciste sobre Sánchez en varios medios.

Sí, dije que era un sociópata. Y el tiempo me ha dado la razón, ¿no crees?

Oiga, yo no soy psiquiatra.

Basta con tener sentido común. Hay gente del PSOE que también lo dice. No pasa nada malo por ser un sociópata, no es ir matando a la gente por la calle. 

Hombre, a mí que me llamen sociópata no me gustaría.

Sánchez miente compulsivamente y se queda tan tranquilo. Lo hace con una frialdad absoluta. Tan ancho. Eso es propio de una sociopatía.

¿Qué es lo que más te subleva de este tiempo? 

La mediocridad de los políticos de hoy me saca de quicio. Les exigiría, como mínimo, una carrera universitaria. No me vale eso de “es que yo estuve trabajando de…”. Todas las profesiones son dignas, pero exijo una carrera.

Es decir: la carrera como requisito obligatorio.

Absolutamente. 

Pero a lo largo de tu vida habrás visto que hay gente con carrera que no sabe hacer la o con un canuto y gente que, sin estudios, es muy brillante y trabajadora. 

No estoy de acuerdo. Una persona que no ha estudiado una carrera no está suficientemente preparada para la política. Podrá ser intuitiva o lista, podrá tener habilidad para montar un negocio, pero gobernar no es eso. España no es un negocio, es un país. Amancio Ortega, por ejemplo, vendía batas. No creo que tenga una carrera. Seguro que es muy intuitivo, listo, trabajador y minucioso, pero… 

¿No podría ser un buen presidente o un buen ministro?

No. Sinceramente, creo que no. Es bueno en lo que es. Un político que maneja los destinos de un país debe tener preparación, además de labia.

"Me gustaría que se exigiese una carrera universitaria a los políticos"

¿Y qué hay de la corrección política? Empezaste a hacer humor en la Transición. Muchos artistas de tu generación dicen que ahora hay menos libertad que entonces.

Lo comparto. Me sentía mucho más libre en los ochenta o en los noventa que hoy. No es que ahora no me sienta libre, pero sí noto ese ambiente de “no digas esto, ten cuidado, no te metas con tal”. Me estresa demasiado.

¿Te autocensuras?

No. Una línea roja en mi vida siempre ha sido la educación, el sentido común y el respeto. Hay tantas cosas para hacer humor… ¿por qué me voy a reír de alguien con un problema grave? Si uno ve mis obras de teatro, se dará cuenta de que es un humor blanco. Por ejemplo, no me hago pis en la bandera de mi país.

Fuiste muy crítico con aquel gag de Dani Mateo en que se sonaba los mocos con la bandera de España.

Bueno, no fui muy crítico. Di mi opinión: me parece que no tiene ninguna gracia y que ofendió a mucha gente. 

En redes sociales, se respondió a tu opinión con un gag de Martes y Trece sobre una mujer maltratada. 

Fue injusto. La España de hace treinta años no tenía nada que ver con la España de hoy. Sobre lo de la bandera: me parece que no tiene gracia y que ofende gratuitamente. 

Pero, ¿defiendes su derecho a hacerlo?

Por supuesto, igual que defiendo mi libertad para opinar al respecto.

[Un día después de celebrarse esta entrevista, Yuste fue centro de la polémica por unas declaraciones sobre los "límites del humor" hoy. Contactamos con él para ahondar en lo que quiso decir y le lanzamos esta pregunta].

Le dijiste a Iker Jiménez que "no se puede hacer humor sobre gremios como el homosexual o los negros". ¿A qué te refieres? ¿Podrías explicarlo?

Quiero pedir disculpas porque al referirme al colectivo gay utilicé por error el término "gremio". En una entrevista de noche y en directo a veces no te viene la palabra correcta a la mente, y dije "gremio" en lugar de "colectivo", obviamente sin querer.

Por otra parte, me duelen como al que más las muertes a manos de sus parejas de las mujeres maltratadas, y lo he dicho decenas de veces, revisad la hemeroteca. Insinuar como se ha insinuado que parece que no sé lo que ocurre en España con ese drama es rastrero y mezquino. Creo en la igualdad al cien por cien. "Hablemos de sexo" [un gag que ahora se ha viralizado en las redes para criticarle] fue un gag que hizo Martes y Trece hace más de treinta años; es muy injusto juzgarlo hoy. ¿Alguien se ha preguntado por qué no se juzgó entonces? El gag no tiene nada de ofensivo, es un gag inocente situado en aquella España.

¿Lo habrías hecho hoy?

No, sin duda, porque hoy el maltrato a las mujeres es un auténtico drama. Pero insisto: creo en la igualdad al cien por cien, nadie es más que nadie, y nada nos debería diferenciar en el fondo, porque ante todo somois personas. Creo en la libertad individual, en la libertad sexual y de todo tipo...

Por tanto, si somos todos iguales ante la ley, y yo creo en eso, como reza la Constitución, ¿por qué no puedo hacer humor de todo y de todos y todas? ¿O es que hay unos colectivos con supremacía sobre otros? Pues entonces conmigo no contéis.

Soy un demócrata convencido, no de pancarta. A veces huelo a mi alrededor la intolerancia y cierto totalitarismo. ¡Qué pena! Seguiré haciendo humor en mis comedias con respeto de todo, absolutamente de todo.

Josema Yuste es uno de los humoristas españoles más reconocidos.

Josema Yuste es uno de los humoristas españoles más reconocidos. Sara Fernández

¿Estás de acuerdo con ese tópico según el cual la mayoría de artistas es de izquierdas?

Da la impresión de que la cultura es de izquierdas. Hace poco, el Gobierno de Sánchez nos dio un premio. Delante del ministro de Cultura [Rodríguez Uribes], dije: “La cultura no es de izquierdas. Tampoco de derechas. Es de los artistas que la hacen, de todos y cada uno de ellos”. Pero la izquierda se ha querido apropiar de la cultura. Me parece una falacia porque te encuentras de todo entre los actores.

¿Te parece que está demasiado politizada, por ejemplo, la gala de los Goya?

Sí. Muchísimo. Me acuerdo de una entrevista con Carlos Herrera. Fue cuando ETA mataba. Ocurrió lo de la guerra de Irak. Fueron incapaces de sacar un “no” a las dos cosas. Sólo hablaron de Irak. Pero nunca entonaron un “no” conjunto a la ETA. Me pareció cobarde e injusto. ¡Que hubieran sacado dos pegatinas! 

Decía Arturo Fernández: “Nunca me han dado un Goya porque soy de derechas”.

Y decía bien. Fue así, estoy absolutamente convencido. No te quepa la menor duda. 

Hombre, pero algún Goya se habrá dado a alguien de derechas. 

No lo sé, pero sí te puedo decir que es difícil conseguir un Goya siendo de derechas. Si se gana un Goya siendo de derechas, tiene mucho más mérito.

Probablemente seas uno de los cómicos que más se ha travestido en los últimos cuarenta años. Tiene que ser muy difícil interpretar a una persona del género contrario.

Sí, no es nada fácil. Porque tienes que estar todo el tiempo en pose física. Adoptar una forma de cadera y movimiento… y que sea natural, no amanerado. Recuerdo algunos papeles femeninos que he hecho, sí. Es duro.

Al hilo de esto, me gustaría preguntarte por la Ley trans. 

Apelo de nuevo al sentido común. Me parece bien la Ley trans en un punto: hay personas que, efectivamente, sienten que viven en un cuerpo equivocado. Perfecto. Pero digo yo que el Gobierno tendrá que consultar con grandes expertos para redactar la ley. Me da la sensación de que no lo ha hecho.

Pero me parece una locura que un chaval de dieciséis años se cambie de sexo sin consultar con sus padres. Ojo, ni siquiera estoy hablando de un permiso, ¡sino de consulta!

Vas camino de los setenta, pero continúas trabajando a todo tren. Dime qué es lo que te mueve.

La vocación y las ganas de hacer reír a la gente. El agradecimiento a la naturaleza, a mi madre, al que me haya dado el don de hacer reír. Dicen que no es fácil, que no mucha gente lo sabe hacer. Me siento un privilegiado. El cariño de la gente que me para por la calle es importantísimo.

Has dicho: “Quien me haya dado este don”. ¿Crees en Dios? 

Soy católico porque así me educaron mis padres, pero dejé de creer en Dios. Tengo un gran respeto por la religión católica. También por muchos sacerdotes y muchas monjas, que hacen grandes obras en la India, en África… Y creo que la educación cristiana está muy bien en general. Me gustan sus valores.

El actor tiene la facultad de interpretar varios personajes casi al mismo tiempo. Para acabar, pregúntate algo que no te hayan preguntado nunca.

“Josema, ¿cómo te gustaría morir? ¿En un escenario o rodeado de tu familia?”. 

Josema, ¿cómo te gustaría morir? ¿En un escenario o rodeado de tu familia? 

Preferiría morir rodeado de mi familia. Sin duda.