Cuando salimos del ascensor, la puerta del piso de Víctor Díaz-Cardiel (Fuensalida, 1935) ya está abierta. Nos espera dentro. Hace sesenta años, en su casa de entonces, la puerta estaba cerrada. Él quemaba todos los papeles que podía en una cocina de carbón. Su hijo, un bebé de ocho meses, lloraba. Pasos en el rellano. Pum, pum, pum.

La puerta cerrada se abrió a golpes. A Víctor, la policía se lo llevó también a golpes. Lo metieron en la cárcel. Lo torturaron. Estuvo siete años y pico seguidos. Los rastros: el cochecito y los sillones despeluchados. La historia de la España reciente está en las puertas. En cómo se abren y cómo se cierran.

Víctor está contento. Le divierte posar. Porque la última vez que un fotógrafo le dedicó tanto tiempo fue en la Dirección General de Seguridad, los calabozos de la Puerta del Sol. Porque incluso su boda fue clandestina. "¡Oigan, que yo no sé hacer esto!", dice mientras cruza los brazos e improvisa una sonrisa.

[Tamames ultima su "programa de gobierno" para la moción de censura y lo tratará con Abascal]

Obrero metalúrgico, era uno de los líderes del PCE que organizaba las huelgas. Con la llegada de la Transición, accedió al Comité Central del Partido y formó parte del núcleo duro de Carrillo. Aquí, en esta conversación, se dice "el partido". Por eso vamos a ponerlo con mayúscula. Da un poco de miedo, "el Partido".

Para él, la política no fue un ascensor social. Tampoco una profesión. En este piso, no muy grande, lo más lujoso son los libros y un par de cuadros de Rafael Alberti. A Víctor le caía mucho mejor Celaya que Alberti, todo sea dicho.

Cuando nos enseña su biblioteca, nos asomamos a la Historia. Para nosotros, no vivida. Para él, a sangre y fuego, que diría Chaves Nogales. En las últimas décadas, Díaz-Cardiel se ha dedicado a leer todo lo que se ha ido publicando sobre el PCE y la Transición.

–Oiga, esos dos tomos de ahí...

–¡Sí, claro! "El Tamames" –así se conocía el Estructura económica de España, de Ramón Tamames–. Cójalo, cójalo.

Lo abrimos. Está subrayado. En los márgenes, diminutas anotaciones a boli. Víctor dedicó buena parte de su tiempo en la cárcel a estudiarlo. Admira a Tamames. Era su compañero. No fueron amigos fuera del Partido, pero se llevaron bien. Se tienen cariño. Hoy, se confiesa invadido por la estupefacción. Sólo comprende que Tamames pueda ser candidato en la moción de Vox... "por una vanidad enferma".

A grandes rasgos, había dos grupos en aquel PCE de los sesenta y setenta. Por un lado, los obreros criados en las fábricas. Por el otro, los intelectuales. Era difícil que convivieran en ambientes alejados del Partido. Díaz-Cardiel revela que Tamames no salía con ellos de fiesta... y que ellos no iban a las fiestas de Tamames.

Porque Tamames fue juerguista. Organizaba encuentros nocturnos a los que asistían Paco Umbral, Joaquín Garrigues Walker... y un montón de distintos. Paralelamente, Víctor fue el encargado de organizar las famosas fiestas oficiales del PCE, que luego copiarían muchos partidos... y que hoy copia, por ejemplo, Vox.

Es momento de hablar de Tamames, claro, pero eso es sólo una anécdota. Porque Díaz-Cardiel ha vivido en primera persona uno de los episodios más emocionantes de nuestro tiempo, si es que hoy a la Transición se le puede seguir llamando así.

Fue tremenda la metamorfosis del PCE en la Transición.

Absolutamente brutal. Se refiere al reconocimiento de la monarquía y de la bandera nacional, ¿verdad? 

Sí.

Tan brutal que a mí casi me zumban.

¿Compañeros del Partido?

Exacto.

Había dos bandos: los que querían aceptar al Rey y los que no. 

Eso es. Pero sucedía lo siguiente: en la calle, eran mayoría los compañeros que no querían aceptarlo. En cambio, en el Comité sucedía justo al revés: una abrumadora mayoría a favor. Carrillo mandaba y Carrillo lo impulsó. 

¿Usted estaba en contra o a favor de aceptar la monarquía y la bandera?

Voté a favor. Había dos opciones: votar a favor o volver a la clandestinidad. Una vez se tomó la decisión, los plenos de distrito eran tremendos. Salíamos del local y la militancia nos decía de todo, principalmente que éramos unos “traidores”. Acudí a una cena del distrito centro y me pusieron a parir. Se dio esa divergencia entre el aparato y los compañeros.

Con la perspectiva que da el tiempo, ¿está conforme con su decisión de entonces o se arrepiente?

No podíamos volver atrás. En ese momento, el PCE era muy respetado y tenía una gran consideración en España. Jugó un papel extraordinario en la Transición. Pero le soy honesto: la Transición, una vez concluida, me pareció un proceso mucho más descafeinado de lo que creímos y quisimos. 

Para saber por dónde piso y teniendo en cuenta la volatilidad de este tiempo: usted es comunista para toda la vida. 

Sí, he sido comunista toda la vida. Y lo voy a seguir siendo. La vida de cada cual la marcan las circunstancias. En los años cincuenta, yo trabajaba en la fábrica del metal. ¡Doce años estuve! Los aprendices cobrábamos cinco pesetas y veinte céntimos. Después estuve nueve años en la cárcel. No conocí en el PCE nadie que hubiese estado tanto tiempo seguido en prisión.

¿Nueve años seguidos?

No. Primero, siete años y cuatro meses de seguido. Después, el resto. La última etapa fue en trocitos. Me cogieron con la voladura de Carrero, con la muerte de Franco… 

Pero, ¿tuvo usted que ver algo con el asesinato de Carrero?

¡No, no! Pero me detuvieron unos días antes. La policía publicó un boletín diciendo que yo estaba en ese ajo y en otros. Oiga, ¡yo no podía estar en tantos sitios a la vez!

Comunista enraizado en lo de Marx: la religión es el opio del pueblo y la única religión es el comunismo.

Pues más o menos así, sí [suelta una carcajada]. Le diré algo: en la cárcel conocí a pocos católicos y a pocos socialistas. Hablo de presos políticos.

"En la cárcel, durante la dictadura, conocí muy pocos presos políticos que fueran católicos o socialistas"

Cuando venía hacia aquí, da la casualidad de que he hablado con Raúl del Pozo.

¡Hombre, Raúl!

Le he preguntado por usted y me ha dicho: “Un gran luchador, un tipo íntegro y honesto. De los de antes. No tenía nada que ver con algunos siniestros que había en el PCE y que parecían agentes de la KGB”. 

Tanto como de la KGB… Pero sí había esos perfiles. Por ejemplo, Ignacio Gallego. “Yo soy secretario del campo”. ¡Pero si no había visto el campo ni de lejos! O cuando Carrillo le da el liderazgo a Gerardo Iglesias, pero le obliga a mandar al alimón con él… Qué cosas.

¿Carrillo era uno de los siniestros?

Le cuento una anécdota. Un día, Carrillo me dijo: “Cardiel, cállate, que estás todo el día mirando al pasado”. Fue porque propuse un reconocimiento a unos fusilados. En líneas generales, le explico: Carrillo llegó desde el exilio y no sabía lo que había en España. No pudo entender la política del nuevo tiempo. Carrillo, en términos internos, fue un desastre. Sólo miraba lo que él hacía. Y aquel presente lo hicimos nosotros, con las huelgas y la lucha en las fábricas.

¿Se reconciliaron?

No. Nunca hablamos con calma después de todo aquello. Pero fui a su entierro y al de su mujer. Mantengo una buena relación con su hijo mayor.

Díaz-Cardiel, en el salón de su casa, junto a la biblioteca. Jesús Umbría

¿Conoció la intimidad de Carrillo? ¿Pudo preguntarle por Paracuellos?

Fíjese, el primer alcalde democrático de Paracuellos fue militante del partido. Fuimos varios a darle la enhorabuena. Le pregunté a Carrillo a ver si quería venir y me dijo que no. Yo sí me creo la versión de Carrillo, que no supo nada. Era una guerra, un momento muy complicado, de muchas turbulencias…

¿Sabe cómo explico yo todas aquellas historias? Diciendo que los españoles somos la hostia. Una guerra entre hermanos… Y luego todos los fusilados en dictadura, la represión. Terrible. Franco fue listo y dibujó una correlación entre la república y el régimen. Creo que eso caló en este país. La historia es brutal.

Permítame que discrepe: le hablo de mi generación. Tanto en el colegio como en la universidad aprendí muy pronto la realidad del franquismo: la falta de libertades, la represión, el exilio, las cárceles… En cambio, lo sucedido en la retaguardia republicana, y no estoy equiparándolo porque fue un periodo mucho más breve, no lo supe hasta ya mayor. Gracias a lecturas propias y a un interés por la Historia. 

Es verdad que esa parte que usted menciona no es tan conocida, pero creo que estamos en un momento… en que se han olvidado muchas cosas del franquismo. ¿Sabe? Conocí mucho a Julián Grimau. Estuve con él hasta casi cuando lo detuvieron. A Grimau lo "ejecutaron" en virtud de unas acusaciones de que había sido un sanguinario en las checas, pero nunca pudieron probarlo.

¿Cómo fue cuando conoció a Grimau?

Le contaré lo que pasó ese día porque refleja bien la diferencia entre esas dos generaciones: la de Carrillo y la nuestra. Nos llevábamos veinte años. Habíamos quedado en Madrid. Yo había huido de mi casa porque habían ido a detenerme. Estaba escondido en casa de unos amigos del Partido. Eran un poco de todo: un periodista, un obrero, un médico… Grimau no daba crédito.

¿Por qué? 

Porque éramos de distinta clase, de distintas profesiones. Eso no lo entendía. Pensaba que yo, por ser obrero metalúrgico, tendría como amigos a… obreros metalúrgicos. Me pidió que se los presentara. Lo hice. Le íbamos a buscar un lugar parecido. Todo eso creo que le impactó, le enseñó a mirar de otra forma.

No todo eran católicos y no católicos, obreros y no obreros… Justo al salir, fuimos andando hacia la plaza de Manuel Becerra. Se montó en un autobús y lo detuvieron. Lo habían delatado. Fue uno del Partido. Lo hizo a cambio de que no lo metieran otra vez en la cárcel.

"Carrillo, en términos internos, fue un desastre para el Partido. Yo sí me creo que no supo nada de Paracuellos"

Entienda que yo he nacido en Democracia y que, entre los chavales de mi edad, es prácticamente imposible encontrar un comunista. Los hay de Podemos y tal, pero con carné del PCE es muy, muy raro… ¡Me parece usted una pieza de museo!

Lo entiendo perfectamente. El papel del Partido hoy no tiene nada que ver con aquella época en que yo fui dirigente. En este barrio, había seiscientos militantes. Hoy son treinta. Nosotros, en muchas cosas, no hemos cambiado. Le pongo un ejemplo: hace no mucho, El País nos hizo una entrevista a nueve presos políticos del franquismo. Me dicen: “Es que los presos políticos de Cataluña...”. 

¿Y qué respondió?

¡Qué cojones de presos políticos son esos! ¿Me dice usted que este señor que parece obispo y que ha estudiado en El Vaticano [se refiere a Junqueras] es un preso político? Me enfado. Claro que me enfado. Porque nosotros no tenemos nada que ver con esos señores. No hay más que ver lo que está ocurriendo. ¿Quiere que le diga lo que es un preso político?

Diga, diga. 

Una detención a las tres de la mañana. Te tiran la puerta abajo. A tu niño, que tiene ocho meses, lo ponen boca abajo. Te rajan los sillones y hasta el cochecito. ¡Qué tiene que ver eso con lo de Cataluña!

Luego está lo del “exilio”, que dicen quienes huyeron de la justicia.

Mi tío Pedro falleció en el exilio. Cuando esos dicen “exilio”… Pero, ¿alguien ha visto las casas que tienen? Hombre, lo que pasa es que luego en el otro extremo, eso de meter a estos de Cataluña en el mismo saco que a ETA… Yo estuve en la cárcel con muchos de ETA. 

¿Y cómo era la relación entre los presos del PCE y los presos de ETA?

Éramos muy distintos. Les decía: “Yo no compartiré nunca contigo que para traer la libertad haya que asesinar a la gente. ¡Y me piden los mismos años que a ti! ¡Y me tiro en la cárcel los mismos años que tú!”. Mataron a José Luis López de Lacalle, que era un tipo extraordinario. Por escribir artículos que no les gustaban. Encima, eran unos fanfarrones. Nos decían que nos ganaban fácil al frontón, pero luego no era verdad.

Víctor Díaz-Cardiel estuvo nueve años en la cárcel como preso político del franquismo. Jesús Umbría

Cuando estudié el PCE en el colegio, me hablaron de La Internacional y el internacionalismo. Yo creía que eso era todo lo contrario al nacionalismo. Pero el Partido Comunista hoy, en España, trabaja en plena sintonía con las formaciones nacionalistas.

Eso que dice usted no puedo discutirlo. A mí también me parece una conjugación imposible. Yo entré en el PCE por la admiración que teníamos a los camaradas soviéticos. Eso fue desapareciendo poco a poco. Nuestras referencias eran internacionales. 

Ahora que ha mencionado la Unión Soviética: ¿tuvo oportunidad de visitar aquello? ¿Contribuyó al desengaño?

Sí, fui. A mí me trataron muy bien. Estuve invitado por el Partido. Nos llevaron a un balneario muy conocido. No recuerdo el nombre, es que era en ruso. Yo iba entregado, como se puede imaginar.

Víctor, ya sabe que vengo a preguntarle por su compañero Ramón Tamames. Por si usted me pudiera explicar algunas unas cosas.

Sí, ya me lo había dicho por teléfono, adelante. Ya sabe usted que en las elecciones del 77, la lista al Congreso fue: Carrillo, Camacho, Sánchez Montero, Tamames y yo. 

¿Mantiene amistad con él? ¿Suelen hablar? 

Hace tiempo que no hablamos. Pero siempre nos hemos tratado bien. Después de haber dejado Ramón el partido, cuando nos hemos visto, hemos estado bien.

Aproveche para decirle algo, estoy seguro de que leerá esta entrevista. ¿Qué le parece que pueda ser el candidato de Vox en su moción de censura? 

¡Es un desatino! Me parece innecesario que un señor con tal trayectoria, con una vida política tan respetable, vaya a ser el candidato de la extrema derecha. Ya sé que Vox es un partido constitucional, pero oiga: esos señores dicen que Sánchez es peor que Franco. Me parecería impresentable que lo hiciera. 

Aunque la cosa está muy avanzada, todavía no lo ha cerrado. 

Le pido que no lo haga. Ramón, no lo hagas. Me parece un desatino. Con esa trayectoria a la espalda… No tiene ningún sentido. ¡Cómo va a apoyar Ramón una cosa así! 

Cuando escuchó la noticia por primera vez, ¿qué pensó? 

Conociendo a Ramón… Mire, sólo le encuentro una explicación: la necesidad de estar en el centro. Pero eso tampoco lo entiendo a estas alturas, con casi noventa años. Ramón tiene dos años más que yo, creo. He visto la foto mítica del PCE estos días… Ramón Ormazábal, Víctor Díaz Cardiel y Ramón Tamames. Por cierto, también pienso que esta maniobra puede favorecer a Pedro Sánchez. No me extrañaría nada. 

¿Por qué? 

Hombre, tiene lógica. Porque dibuja a la oposición como desorientada. La política española ha alcanzado unos niveles que… yo no sé ni qué decir.

Díaz-Cardiel era el organizador de las míticas fiestas del PCE. Jesús Umbría

Carrillo vivió casi cien años. A punto ha estado de ver lo de Tamames y Vox. ¿Qué cree que le habría dicho? 

Conociendo a Carrillo como era… Habría sido algo así como: “Ramón, eres gilipollas”. Carrillo despachaba las cosas así. Le cuento una anécdota entre Carrillo y Tamames. Ramón le dijo a Santiago que había que cambiar el nombre del PCE, que eso del comunismo ya no funcionaba. 

Eso podría encajar con lo que dice Tamames de que él nunca fue comunista, que sólo estuvo en el PCE porque era “el partido que mejor luchaba por la libertad entonces”. ¿Le da crédito?

Yo ya no sé cuándo Tamames se cree lo que dice y cuándo no. Lo he estado viendo estos días en la tele… Esto de Vox me parece la gota que colma el vaso. Me parece de una vanidad enfermiza.

Pero, ¿Tamames se creía eso de la dictadura del proletariado? 

Yo creo que no. Creo que nunca fue comunista como lo pude ser yo.

"Creo que una moción de censura de Vox con Tamames al frente favorecerá a Sánchez"

A grandes rasgos, había dos almas en aquel PCE: por un lado, estaba el partido de los obreros, de los movimientos vecinales, donde se encuadraba usted. Por el otro, estaba el partido de las élites culturales que mantenía cierta relación con el establishment, que era donde estaba Tamames. ¿Qué tal se llevaban?

Javier Pradera y Ramón eran dos grandes intelectuales. Pradera sabía más de política que Ramón. Pero Ramón era el que dominaba la economía. Después de abandonar el PCE, Ramón cambió muchas veces. Este es un cambio más. Me resulta muy difícil seguirle y entenderle.

¿Tamames es brillante?

Sí, brillantísimo. Lo digo de veras. Pero creo que se le ha subido la brillantez a la cabeza. No puede soportar que no se hable de él. No le veo otro sentido a todo esto.

Montaban ustedes un tipo de fiestas y Tamames organizaba otras. He leído acerca de las de Tamames. Por ahí pasaba gente como Umbral, poetas, escritores, políticos de otro signo… ¿Estuvo usted en alguna? 

No, jamás. Nos llevábamos bien. Pero no había una relación más allá del Partido.

Aunque tan diferentes, tienen Tamames y usted algunos rasgos biográficos comunes: estuvieron en la cárcel, detuvieron a sus padres, les pegaron palizas los grises.

Además de ser brillante intelectualmente, Tamames era valiente, muy lanzado. Pero ya le digo, perdone que insista: todo esto de Vox me parece un sinsentido, una locura.

Me han contado que tuvieron ustedes dos una bronca en el comité del Partido.

Sí. Porque se puso a hablar de Economía y parecía que nos estaba dando clase. Se lo dije tal cual: “¿Tú te crees que vienes a darnos una clase de Estructura Económica? Aquí la mayoría somos obreros metalúrgicos y de la construcción”. A veces no se daba cuenta.

Tiene ahí el libro, primera y segunda edición. Muy subrayado, por lo que veo. 

Le teníamos admiración, gozaba de un prestigio enorme. Todos los presos estudiábamos el libro de Tamames en la cárcel. Por eso, esto que está pasando ahora está siendo un choque tremendo para mí.

Umbral decía: “En todos los apartamentos donde follaban los progres había un libro de ‘Estructura Económica de España’, de Tamames”. 

¡Era un libro famosísimo! Algo así debía de pasar [se parte de risa].

Díaz-Cardiel es un gran admirador del libro más famoso de Ramón Tamames. Jesús Umbría

 

Cambiando de tercio: ¿qué le parece Podemos? En teoría, es el partido heredero de lo que ustedes fueron.

No sé. Cuando habla Ione Belarra, no entiendo nada. Ahora dicen que Pablo está espoleando a los suyos para que machaquen a Yolanda. No sé, no sé. Estoy fuera de todo esto. Sí quiero decir que Yolanda lo está haciendo bastante bien. Oiga, y lo del “sí es sí”…

¿Cómo lo ha vivido? En un primer momento se dijo que la ley no estaba mal, que era culpa de “los jueces machistas”. 

Eso fue una barbaridad. Hombre, puede haber jueces machistas, claro. Igual que periodistas u obreros metalúrgicos. Pero de ahí a decir eso…

¿Y lo de reducir las penas de la malversación?

Otra barbaridad. El PSOE nunca termina de superar sus contradicciones. Nunca habíamos tenido un gobierno como este. Me parece que están haciendo cosas aplaudibles, pero…

Estará usted cansado de que le hagan la misma pregunta: pero, ¿por qué defender el comunismo hoy si su aplicación práctica siempre ha supuesto millones de muertos?

¿Ha estado usted en China?

No.

China hoy le tutea universalmente a Estados Unidos. 

¿Le parece una sociedad modelo?

No, pero no hay la miseria que había en la Unión Soviética. Es verdad que tienen que hacer grandes avances en el sentido democrático.

Pero, ¿usted dónde preferiría vivir? ¿En China o en Estados Unidos?

No, no, oiga, ¡yo en España! Mire, le contaré una cosa: estando en la cárcel, pusieron en la tele un partido de fútbol que enfrentó a la Unión Soviética con España. Todos mis compañeros del Partido querían que ganara la URSS. Yo no, yo iba con España. Siempre voy con España.

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