Es para frotarse los ojos. Si alguien lo propusiera como argumento de novela, nadie lo publicaría por inverosímil. Desde el sábado ya tenemos un poder moderador que no es el de la Corona sino el de un diplomático salvadoreño especializado en poner de acuerdo a guerrilleros y terroristas con democracias tambaleantes y regímenes corruptos.
Tras los indultos a cambio de votos, vinieron el blanqueo de la sedición a cambio de votos y la reforma de la malversación a cambio de votos. Pero a la vez se nos dijo que había líneas rojas que nunca se traspasarían. Ya se ha traspasado la de la amnistía a cambio de votos y la del verificador internacional a cambio de votos.
Y ya se admite que se negocian las nuevas fronteras que se nos acaba de decir que esas no, esas no se traspasarán nunca. Se negocia, pues, el referéndum de autodeterminación a cambio de votos. Y se negocia un insolidario régimen fiscal propio para Cataluña a cambio de votos.
Además, se negocia en Suiza, el país neutral por antonomasia, anfitrión de tantas conferencias internacionales de paz. Se negocia en Suiza con Junts y se negocia en Suiza con Esquerra.
Zapatero acaba de decir que el PSOE "es libre para reunirse con quien quiera, donde quiera y como quiera, eso es la democracia libre".
Pero también los líderes del PP, el presidente de Castilla la Mancha, múltiples ex ministros del PSOE, todas las asociaciones de jueces, fiscales, diplomáticos, inspectores de Hacienda, policías o guardias civiles y por supuesto miles de periodistas de muy dispares ideologías, somos libres de decir que esas reuniones, esas negociaciones y ese verificador suponen una vergüenza nacional y una humillación colectiva.
Y sobre todo definen una política turbia y oscura, una política regresiva y reaccionaria, en la medida en que la conducta de los grupos parlamentarios que hoy apoyan al gobierno, el sentido del voto de esos diputados que en teoría no están sometidos a mandato imperativo, está quedando determinado, sin transparencia de ninguna clase y bajo el arbitraje de un señor elegido por una fundación extranjera financiada por otras fundaciones extranjeras vinculadas a extraños intereses.
Ha querido el destino que el apellido del señor verificador sea el mismo que irónicamente utilizó como alias el policía Amedo cuando contrataba a los mercenarios para atentar en el sur de Francia: Gallego Galindo. Cuando descubrimos la verdad, hicimos una pausa tras la primera sílaba Gallego Gal-indo.
Aquello era delictivo y esto es bochornosamente legítimo. Por eso aquello era la guerra sucia y esto tan sólo es la política sucia. Decirlo, explicarlo y argumentarlo sin perder la calma también es "la democracia libre". ¿O acaso no lo es, señor expresidente?