En un debate organizado por GATE Center en 2022, defendí que la globalización se había frenado, una afirmación que fue fuertemente contestada por Jeffry Sachs, quien sostenía entonces que, salvo episodios puntuales, la globalización gozaba de buena salud. Hoy pocas voces discuten que el fenómeno de la globalización iniciado en los años 80 del siglo pasado, coincidiendo con el empuje del pensamiento liberal, la caída generalizada de los aranceles, el abaratamiento de los costes de transporte, la creación de zonas de libre comercio y el auge de tratados comerciales entre regiones y entre países ha sufrido no sólo un frenazo, sino un claro retroceso. ¿Confirman los datos ese cambio de tendencia en la globalización?
La métrica de la globalización. –
Hay diversas formas de medir el fenómeno de la globalización. La más sencilla, e incontestable, es utilizar la ratio entre el comercio mundial y el PIB mundial, ambos en términos reales. Cuando el comercio mundial crece más que el PIB mundial, es señal de que la globalización avanza, pues el comercio (exportaciones mundiales) crecen a un ritmo mayor de lo que lo hace la actividad económica global. Es decir, que las economías se hacen más abiertas. La razón por la que es mejor utilizar los datos en términos reales es para evitar las distorsiones que puedan causar las subidas repentinas de los precios de las materias primas, como es el caso del petróleo, que es un bien fuertemente comercializado.
Por tanto, en términos nominales, en muchos casos hay un aumento del valor de las exportaciones (por ejemplo, cuando sube el precio de las materias primas), sin que se eleve el número de barriles exportados. Y lo mismo, con el signo cambiado, en caso de una caída del precio del petróleo u otras materias primas. En el Gráfico 1 presento el índice de comercio mundial en términos reales desde 1980 a 2024, lo que va a ser el numerador del índice de globalización.
Gráfico 1. Índice de comercio mundial en volumen (1980=100)
Desde 1980 a 2008 el comercio mundial en volumen creció de forma exponencial, multiplicándose por más de 5 (de 100 a 520). Este proceso sufrió un bache en 2009, del que se recuperó en dos años. Pero el ritmo ya no fue el que había sido hasta la fecha. Desde 2008 a 2019 el crecimiento acumulado del comercio mundial fue de apenas un 40%. Con la Covid-19 vuelve a producirse un retroceso, del que también se recupera en dos años. Pero el ritmo desde 2019 a 2024 ha sido incluso menor: un crecimiento acumulado de sólo un 11%.
Como decía antes, el índice de globalización se construye a partir de este índice de comercio mundial dividido el PIB mundial, también en términos reales. Utilizando los datos del FMI, encontramos dos medidas del PIB mundial: una, un promedio de los PIB reales de cada país, ponderado por su peso en el total mundial, y dos, cuando esas ponderaciones se ajustan por el tipo de cambio de mercado (el peso de EE.UU., por ejemplo, sube cuando el dólar sube y viceversa). En función de estas dos medidas de PIB mundial, construimos dos indicadores de globalización, que se recogen en el Gráfico 2.
Gráfico 2. Índices de globalización (1980=100)
Desde 1980 a 2008 los dos índices reflejan el mismo hecho: un importante auge de la globalización. El comercio mundial se multiplica por 5,2, como vimos antes y el PIB mundial se multiplica por 2,6 en el primer caso (menos de la mitad) y por 2,3 en el segundo. Por eso, los índices de globalización pasan de 100 a 200 en el primer caso y de 100 a 224 en el segundo. Con la Gran Recesión de 2008 se produce la primera gran caída de los índices de globalización, aunque ya se había registrado un retroceso en 2001, tras los atentados del 11 de septiembre en EE.UU., aunque fue más suave que la caída con la crisis financiera.
De hecho, con el primer índice, la globalización no ha recuperado todavía los valores de 2008 (estuvo a punto de hacerlo en 2018). Y con el segundo, se recuperó del bache de la Gran Recesión en 2011 y creció de forma suave hasta 2018, en que alcanzó un máximo que no ha vuelto a recuperar. Este frenazo a la globalización no puede explicarse solamente por la Gran Recesión de 2008 o la pandemia de 2020. Por ejemplo, ambos índices ya cayeron en 2019, antes de la Covid, y han vuelto a caer en 2023 y 2024, pese al notable crecimiento del PIB mundial.
Tomando un período largo, desde 2008, el Comercio mundial ha crecido un 56% acumulado y el PIB lo ha hecho en un 63%, según la primera medida y un 48% según la segunda. Es decir, que la globalización se ha estancado según la segunda medida y ha retrocedido según la primera. Pero si tomamos el período desde 2018, el mensaje de los dos índices es el mismo: el Comercio mundial ha crecido sólo un 12% y el PIB mundial lo ha hecho en un 18% y un 15%, respectivamente. Es decir, que la globalización ha retrocedido, se mida como se mida.
Las causas de la desglobalización. -
¿Cuáles son los motivos que explican este frenazo? Han sido varios los factores, aunque es difícil asignar la responsabilidad de cada uno de ellos. El aumento de los aranceles, sobre todo tras el primer mandato del presidente Trump (2016-2020), que luego ha mantenido su sucesor Biden (2020-2024) debe tener un poder explicativo importante. Aunque la guerra comercial empezó entre EE.UU. y China, se extendió rápidamente a los países europeos y a otros del mundo. También habrá influido el frenazo a los Tratados de Libre Comercio.
El caso más llamativo fue el NAFTA (North America Free Trade Agreement) que entró en vigor en 1994, con un desarme arancelario total y que fue “descafeinado” a partir de 2020, al ser sustituido por el USMCA (US-Mexico-Canada Agreement) y donde es significativa la desaparición de las palabras “comercio libre”. Otro ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur, estancado desde hace décadas.
Por otra parte, la Covid-19 dio alas al “concepto de seguridad estratégica nacional”. La idea es producir en casa una serie de productos esenciales (mascarillas, respiradores) para evitar la falta de suministro en caso de pandemia, aunque la producción doméstica sea más cara y menos eficiente que la importada. La lucha contra el cambio climático y la descarbonización también supondrá un sesgo a favor de la producción local, dado que buena parte de las emisiones de CO2 se producen por parte del sector del transporte.
El auge de los movimientos nacionalistas y populistas en muchos países del mundo es otro veneno para la globalización, pues esta requiere ceder soberanía nacional a favor de la supranacional. El rechazo a la inmigración por parte de estos movimientos, y la presión por elevar muros y vallas infranqueables o incluso recurrir a las deportaciones, también contribuye a frenar la integración económica mundial y la globalización.
Pero, como decía antes, los aranceles y las barreras no arancelarias (desde cuotas a las importaciones a formalidades burocráticas, requisitos de presunta “calidad” y homologaciones, pasando por las prohibiciones directas) deben estar jugando un papel importante en este freno a la globalización. Para ilustrarlo, en los Gráficos 3 y 4 presento el porcentaje que las exportaciones chinas y alemanas representan del total de las exportaciones mundiales. Solamente estos dos países explican entre un 20-22% del comercio mundial. El Gráfico 3 se refiere a las exportaciones de bienes, exclusivamente. El Gráfico 4, las de bienes y servicios, incluyendo el turismo, que también ha experimentado un fuerte despegue en las últimas décadas y no parece haberse frenado salvo durante la pandemia.
Gráfico 3. Porcentaje de las exportaciones mundiales de bienes
Gráfico 4. Porcentaje de las exportaciones mundiales de bienes y servicios
Desde 1990, Alemania ha ido perdiendo peso en el comercio mundial, al igual que lo ha hecho su economía en el PIB global. En 2008 fue adelantada por China. Pero no se detecta una aceleración en los últimos años, coincidiendo con el fenómeno de la desglobalización recogido en el Gráfico 2. La tendencia a la baja ha sido mayor en el comercio de bienes que en total de bienes y servicios, lo cual podría indicar que los aranceles y el proteccionismo comercial han tenido algún impacto sobre las exportaciones alemanas.
El caso de China, por el contrario, es muy clarificador. La evolución del porcentaje de sus exportaciones sobre el comercio mundial ha seguido una senda prácticamente idéntica al de los índices de globalización: un crecimiento exponencial desde 1980 a 2008 y un frenazo desde entonces, con un retroceso claro desde 2018.
El parecido es incluso mayor en el caso de comercio de sólo de bienes, recogido en el Gráfico 3, lo cual indica que los aranceles y otras barreras proteccionistas han jugado un papel relevante tanto en la caída del potencial exportador de China como en la globalización. En el comercio de servicios sólo se detecta un retroceso en los últimos años, aunque ha podido deberse en parte a la caída de los flujos turísticos asociados a la política de “Covid cero”, que se mantuvo hasta finales de 2022.
¿Es evitable la desglobalización? -
Lo primero que habría que preguntarse es si deseamos revertir este proceso. La respuesta es afirmativa, por la multitud de ventajas asociadas al fenómeno de la globalización. Además del crecimiento mundial, el mayor de la Historia (el PIB mundial se duplica cada 20 años), de la mejora del bienestar de los consumidores, por tener acceso a bienes y servicios más baratos y de más calidad, del impulso a la innovación tecnológica y a su difusión en todo el mundo, del abaratamiento del transporte, tanto marítimo como aéreo y una cierta igualación de las condiciones laborales en todo el mundo, probablemente el logro más importante asociado a la globalización ha sido la reducción de la pobreza global. El Gráfico 5 recoge, con datos del Banco Mundial, el número de personas en el planeta que se halla en una situación de “pobreza extrema”, es decir viviendo con menos de 2,15 $ al día.
Gráfico 5. Evolución de la pobreza extrema
En 1990 había 2.000 millones de personas en situación de pobreza extrema. Hoy es número se ha reducido a 692, es decir, casi la tercera parte. Sin duda, el fenómeno de la globalización ha protagonizado esta evolución: sacar a 1.300 millones de la pobreza en apenas 30 años. Lo preocupante es que, como la globalización, este proceso se ha frenado en los últimos años e incluso ha retrocedido desde 2018.
Con respecto a la pregunta de la inevitabilidad, el reciente Informe Draghi para la Unión Europea afirma que “ya no podremos contar con los crecimientos del comercio mundial vistos en el pasado”, es decir, que la desglobalización está aquí para quedarse. La llegada de Trump a la Casa Blanca por segunda vez, con un apoyo social y margen de maniobra político mayor que en 2016, tampoco invita al optimismo. La amenaza del fin del proceso de globalización como el que ocurrió en 1870-2014, que desembocó en dos guerras mundiales y un auge del proteccionismo hasta 1945, es más que latente. Hay cosas que podrían hacerse desde la Unión Europea para frenar o revertir la desglobalización. Aquí van algunas ideas:
1. Declararse neutral en la más que probable guerra comercial entre EE.UU. y China, extendiendo el concepto de “autonomía estratégica” a la esfera económica y comercial, y no sólo a la de defensa.
2. Aprobar los Tratados de Libre Comercio que tiene pendientes, como el de la UE-Mercosur y elaborar nuevos con México, África y ASEAN.
3. Participar en el proyecto de “Una franja, una ruta” también conocido como “La Nueva Ruta de la Seda”, fundamental para que Europa recupere su posición en África y la mantenga en América Latina.
4. Facilitar la inversión extranjera directa de todos los países, incluyendo China, sobre todo en el área tecnológica, de energías renovables y movilidad eléctrica.
5. Potenciar la gobernanza mundial, basada en instituciones multilaterales fuertes, que haga innecesario el argumento de la “seguridad de suministro” nacional, o al menos, lo minimice.
6. Llevar a cabo una política de inmigración ordenada y flexible, que favorezca la integración y la convivencia.
El panorama político es, sin duda, muy poco proclive a una agenda de este tipo. Pero precisamente es en estos momentos convulsos cuando la Unión Europea tiene la oportunidad de hacer valer su autonomía estratégica en todas las esferas, de recuperar su posición en el mundo y de reforzar el multilateralismo, la convivencia, el progreso y el comercio libre.