Ya sabéis que cuando Larra volvió a Madrid a finales de 1835, tras una estancia de casi un año en el extranjero, lo primero que hizo fue fichar por El Español, el primer periódico moderno de nuestra historia, recién fundado por Andrés Borrego con maquinaria y operarios traídos desde Londres. Lo que quizás no sepáis es que, tal y como explicó a un amigo imaginario que había dejado en Paris, lo que él buscaba era "un nido para pasar el resto del invierno". Y ese nido tenía que ser "grande, largo, ancho y desahogado" para que en él cupiera toda su prosa, sin los problemas de espacio de la escueta prensa en octavo o doceavo de la época.

Ilustración: Javier Muñoz

Lo más fascinante es cómo describe en su artículo Fígaro de vuelta la forma en que descubrió El Español, como si se tratara de un sueño. Él no fue al periódico, sino que el periódico vino a él. Concretamente dice que "como el borracho del cuento, aguardaba que pasase mi casa para meterme en ella".

Y es que en aquella época había que estar bebido para imaginar que las casas o los periódicos podían desfilar delante de una persona inmóvil como si se tratara de una pasarela mecánica. Esa fantasía sólo se hizo realidad 150 años después cuando se inventó Internet y en lugar de tener que ir a por el periódico al quiosco o al buzón de casa, el periódico empezó a venir a nosotros a través de los PC, las tabletas y los móviles.

"Este es", cuenta Larra que dijo, en medio de su sueño, al ver pasar a El Español delante de su cara. "Y metime de rondón en él". En ese nido se quedaría el año y pico que le restaba de vida.

Pues bien, el primer propósito de este encuentro es dar las gracias a los diez millones y medio de lectores que en este último mes de noviembre, como ya lo hicieron en octubre, se han “metido de rondón" en EL ESPAÑOL. Permitidme que os considere sus representantes y que os invite a acomodaros en nuestro periódico como en ese nido "grande, largo ancho y desahogado" -así es nuestro diseño- en el que "pasar el invierno", incluso si este invierno dura toda una legislatura.

RENDICIÓN DE CUENTAS

Mi segundo propósito es rendiros cuentas justo cuando EL ESPAÑOL acaba de cumplir su primer año de vida. Puesto que los periódicos siempre pedimos cuentas a los demás -es nuestra función social- también estamos obligados a rendirlas nosotros.

En sentido estricto ya hubo una primera rendición de cuentas a comienzos del verano ante la Junta General que representa a nuestros 5.600 accionistas. Pero un periódico se debe también a sus suscriptores, al conjunto de sus lectores y en definitiva a la sociedad en la que interactúa. Y este Foro de la Nueva Comunicación fue hace ya 22 meses, el 24 de febrero de 2015, el lugar en el que hice algunas predicciones y adquirí algunos compromisos públicos en mi propio nombre y en el de mis compañeros. Veamos si el tiempo me está dando o no la razón, veamos si estamos siendo fieles o no a nuestra palabra.

Pero antes dejadme resumir, en línea con lo que ha hecho ya nuestra consejera delegada Eva Fernández, la instantánea de lo que es hoy nuestro periódico. Tal vez algunos de los que nos acompañasteis en aquel desayuno del Ritz recordaréis lo eufóricos que estábamos porque habíamos llegado a los 3.000 accionistas cuando faltaban sólo 5 días para que se cerrara el plazo del proceso de crowdfunding. Pues bien, esos 3.000 accionistas se convirtieron, como he dicho, en casi el doble, 5.600, lo que supuso que batiéramos el récord mundial de crowdfunding de medios de comunicación.

Tanto las aportaciones de esa pléyade de pequeños accionistas, como las de los grupos y amigos que invirtieron mayores cantidades, como la mía propia, convirtieron a EL ESPAÑOL en el proyecto mejor capitalizado de la prensa nativa y eso nos permitió contar con una plantilla cualitativa y cuantitativamente competitiva , tanto en la redacción como en el resto de las áreas.

¿Qué hemos hecho hasta hoy con esos recursos? Nos hemos convertido en el segundo nativo digital de España con 10,7 millones de lectores según Google Analytics y 6,2 millones según Comscore. Eso implica que en un solo año la penetración de EL ESPAÑOL ya equivale, en uno y otro cómputo, a dos tercios de la que distingue al líder de esos medios nativos, al cabo de más de quince años de actividad. Si se considera que tenemos además cerca de 14.000 suscriptores, está claro que en el primer año de vida de EL ESPAÑOL hemos conseguido más que en el primer año de vida de EL MUNDO cuando lo fundamos en 1989 o que en mi primer año al frente de Diario 16 cuando lo cogimos medio moribundo en 1980.

Unamos a ello el estricto cumplimiento de nuestro plan de negocio, gracias al récord de ingresos para un medio de nuestras características que está consiguiendo Alejandro de Vicente y al riguroso control de los gastos a que nos somete Eva Fernández. A nada que este segundo año suponga una razonable progresión, el objetivo de entrar en rentabilidad en el tercero estará ya al alcance de la mano.

Si sumamos todos estos elementos parece que la predicción de que EL ESPAÑOL terminará siendo la más importante de mis tres criaturas periodísticas empieza a tener ya algún fundamento empírico.

HUNDIMIENTO DE UN MODELO

Porque ¿cuál es el contexto en el que se está produciendo nuestro robusto crecimiento? Responder esta pregunta supone repasar ya algunas de mis predicciones. Hace veintidós meses os dije que viviríamos una aceleración en el proceso de traspaso de lectores, influencia e inversión publicitaria de los medios impresos a los digitales y nadie discutirá que eso es lo que está sucediendo.

Entonces comenté que, según la OJD, ya sólo había un diario de información general que vendiera más de 100.000 copias en los quioscos de toda España. La caída se ha acelerado y en estos momentos lo exacto es decir que, según la OJD, ya sólo hay un diario de información general que declara vender más de 70.000 copias en un país de 47 millones de habitantes.

De ahí que se refuerce la credibilidad del diagnóstico de la revista especializada Media Tics, que entonces pronosticaba que a las ediciones impresas en España les quedaban unos 8 años de vida. No parece aventurado pensar que ahora ya sólo les quedan 6 y medio. ¿Qué motivo habría para que unas difusiones que llevan varios años cayendo entre un 15 y un 20% no sigan haciéndolo a tasas parecidas hasta convertir en un negocio ruinoso una actividad que implica costes rígidos en la impresión y distribución?

En este hundimiento del modelo de negocio de la prensa tradicional está la clave de su supeditación al poder político y económico con la consiguiente merma del derecho a la información de los ciudadanos. Hubo un momento en que la impresión y distribución física de noticias relevantes para los lectores dejó de ser una actividad rentable y los propietarios de los medios se echaron en manos de los comisarios políticos que aun llevan la batuta en algunos de esos periódicos en la medida en que son quienes garantizan el alivio en la cuenta de resultados a cambio de la docilidad editorial. Es la diferencia entre entregar poder a los lectores y entregar lectores al poder.

Yo nunca miro hacia atrás pero a quien quiera entrar en detalles de lo ocurrido en España en los últimos años, y de la trama urdida contra mí para neutralizar el anterior periódico que fundé, les recomiendo el último libro de José García Abad El malvado Ibex.

Aunque afortunadamente ese Ibex ya no es lo que era, no es de extrañar que desde el Gobierno y algunos sectores regulados se pretenda apuntalar de manera artificial el edificio en ruinas de la prensa tradicional. Nada le gustaría tanto al poder como trasladar al ámbito de la prensa el modelo duopolístico mediante el que controla la televisión. Por eso los periódicos con ediciones impresas siguen recibiendo una inversión publicitaria desproporcionada para su audiencia y son las únicas cabeceras citadas en los fantasmagóricos resúmenes informativos de la radio y televisión públicas.

LA “PRENSA DIGITAL” COMO PLEONASMO

Es una situación transitoria fruto a menudo tanto de la inercia y la pereza como del propósito de poner puertas a un campo imposible de vallar. La tozuda realidad es que la inmensa mayoría de los ciudadanos recibe ya la primera noticia de cualquier acontecimiento a través de las alertas de la prensa digital, descubre las historias relevantes que permanecían ocultas a través de la prensa digital y forma sus opiniones a través de la prensa digital.

De hecho, cada vez que utilizo la expresión “prensa digital” tengo la sensación de estar incurriendo en la redundancia del pleonasmo. De igual manera que entre 1980 y 2014 nadie me dijo nunca que yo dirigía “periódicos de papel”, por la simple razón de que todos los periódicos eran de papel, estoy seguro de que pronto nadie dirá que EL ESPAÑOL es un diario digital porque todos los periódicos serán digitales. Sólo se ha hablado de la prensa de papel cuando ha empezado a desaparecer.

Por eso no puedo por menos que mirar con cierta conmiseración a esos últimos náufragos de un barco ya hundido, a esos soldados japoneses perdidos en la selva que no se enteran de que su guerra ya ha terminado, que a veces me preguntan si EL ESPAÑOL descarta publicar alguna vez una edición impresa. Yo les contesto que ya lo hacemos todos los días cuando a las 9,30 de la noche publicamos nuestra Edición para suscriptores y a todas horas del día cuando actualizamos nuestra web.

En realidad son todos y cada uno de nuestros lectores quienes llevan en su bolsillo su propia rotativa que reproduce con calidad óptima nuestros contenidos. ¿O acaso hay en esta sala una sola persona que no utilice un móvil con conexión a internet o una tableta? Hace un par de años que ni una sola persona levanta la mano cuando hago esta pregunta.

Es verdad que seguimos inmersos en la crisis que caracteriza esos periodos en los que lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer. Y debo reconocer que la transformación del sector en España está siendo más lenta que en otros países desarrollados. Por eso no ha empezado a generalizarse aún el modelo mixto de negocio, implantado por algunos de los principales periódicos del mundo, basado en complementar los ingresos publicitarios con alguna modalidad de cobro por contenidos.

En eso como en tantas cosas EL ESPAÑOL está siendo pionero y de ahí que tengamos esos cerca de 14.000 suscriptores que pagan todos los meses por el acceso sin límite a nuestros contenidos, además de por recibir La Edición, aprovechar todas las funciones de nuestra app, incluidas las revistas de Spain Media y los pasatiempos interactivos, disfrutar de las ventajas de la Zona Ñ, recibir El Despertador o participar en el Club del Suscriptor.

Puede que esta predicción tarde más o menos en materializarse, pero las cosas caerán por su propio peso a medida que siga desmoronándose el negocio tradicional. Los medios nativos no tenemos tanta urgencia pero los medios tradicionales no podrán hacer frente ni remotamente a su estructura de costes y sus redacciones sobredimensionadas si no monetizan sus contenidos digitales. Tras la experiencia precursora de Orbyt y aquel proyecto abortado por mi destitución, bautizado como "El Mundo cambia de piel", algunos de los diarios de Vocento ya han iniciado ese camino al parecer con resultados alentadores.

Ahí es donde nos encontraremos los dos o tres primeros medios tradicionales y los dos o tres primeros medios nativos, configurando la primera división del periodismo español a finales de la presente década. EL ESPAÑOL será uno de ellos y ya veremos en qué orden estaremos en el ranking.

EL GENIO DE LA LÁMPARA

El asentamiento de esta nueva realidad se aceleraría si existiera una mayor colaboración entre los editores a la hora de hacer planteamientos comunes ante la administración, los gigantes del mundo digital como Google y Facebook, los anunciantes o las empresas de medición de audiencia. A todos nos interesa conseguir que el IVA del 21% que padecemos los medios digitales se reduzca hasta el 4% que soportan los medios impresos. A todos nos interesa que la distribución de contenidos a través de las redes sociales fortalezca nuestra marca y nuestra identidad en lugar de debilitarla. A todos nos interesa que las agencias de publicidad fomenten el valor cualitativo de la audiencia en Internet. A todos nos interesa que la seguridad jurídica, la equidad y la transparencia impregnen los sistemas de medición de audiencias, algo que desgraciadamente está hoy lejos de suceder.

Sin embargo, aquí debo admitir mi pesimismo, pues este es un sector en el que muy pocos creen en la libre competencia, en el que muchos prefieren aferrarse a sus vergonzosas relaciones privilegiadas con el poder. Un sector, en suma, que sigue rigiéndose por la versión española del cuento del genio de la lámpara. Eso significa que cuando dos editores van por un camino y uno de ellos tropieza con la lámpara y la frota, el genio le dice que le concederá cualquier deseo, con la salvedad de que a su colega le dará lo mismo multiplicado por dos. El editor español no pide entonces ni un incremento de difusión, ni una mayor inversión publicitaria, ni una serie de exclusivas caídas del cielo. Lo que pide es: sácame un ojo, pues considera que el placer de ver a su competidor ciego le compensa con creces el inconveniente de quedarse tuerto.

Esta misma semana se ha publicado en PR Noticias que los grandes de la AEDE han rechazado la condición de Javier Moll, a quien habían ofrecido la presidencia rotatoria, de abrir la puerta a los medios nativos: “Por ejemplo, Prisa considera inconcebible estar en la misma patronal que El Confidencial, periódico al que ha demandado por varios millones de euros por competencia desleal y por involucrar a Juan Luis Cebrián en los Papeles de Panamá. Lo mismo pasa con Unidad Editorial que no se ve sentada en el mismo lugar que Pedro J. Ramírez y EL ESPAÑOL, periodista que despidieron de malas maneras hace un par de cursos. Nadie de los grandes editores quiere legitimar a la prensa digital, a la que han desprestigiado y deslegitimado durante una década, entre otras cosas porque son los únicos diarios que se atreven a airear sus vergüenzas”. 

Lo de menos es el escaso atractivo y utilidad de una organización tan anquilosada como la AEDE cuya autodisolución yo propuse la última vez que me invitaron a una de sus asambleas. Lo de más es la actitud exclusivista de esos ejecutivos que tratan de preservar una estructura de gremio medieval, en la creencia de que les bastará con mantener izado el puente levadizo de sus tambaleantes fortalezas para evitar que alguien entre a quitarles lectores.

TRES AMENAZAS A LA LIBERTAD

En cuanto a los detalles de esa información, a mi todavía no se me ha curado la amnesia sobre lo sucedido en el periódico que fundé en 1989. A lo sumo queda la nostalgia de los buenos momentos vividos con los compañeros. Ni siquiera las noticias sobre la recompensa que recibió Bellido Dolfos cuando entregó aquella plaza a sus sitiadores me sacan de la bruma del olvido. Entre otras cosas porque el desdén iría siempre acompañado de la satisfacción por el impulso fundacional que esa traición supuso para EL ESPAÑOL y de todas las dichas que la diosa Fortuna viene deparándome a la sombra del león.

Pero sí quiero referirme al aberrante carácter liberticida de la iniciativa de Cebrián contra El Confidencial. Presentar como un caso de competencia desleal la publicación de su participación accionarial en StarPetroleum, fruto del regalo del turbio empresario Farshad Zandi, supone en primer lugar transferir la defensa de sus chanchullos financieros personales a la empresa que preside. No es el primer potentado que lo hace, pero resulta especialmente escandaloso tratándose de un periodista. Y es que, en segundo lugar, invocar una figura como la “competencia desleal” para amedrentar a un medio crítico con reclamaciones millonarias, supone intentar convertir el derecho mercantil en un escudo de impunidad y en una mordaza contra la transparencia.

Espero que ningún juez avale semejante planteamiento, pero al día de hoy la libertad de prensa corre tres graves riesgos en España: la injerencia gubernamental para premiar a los dóciles y castigar a los réprobos, las pretensiones podemitas de convertirnos a todos en panfletos al servicio de su causa y los intentos de personajes como Cebrián de obtener la consideración de intocables.

COMPROMISOS FUNDACIONALES

Contra todas esas coacciones que intentan restringir la libertad de expresión ha nacido y se alza diariamente EL ESPAÑOL. Sólo tenemos un año de vida pero ya es momento de repasar el nivel de cumplimiento de nuestros compromisos fundacionales.

Prometimos contribuir a elevar el nivel del periodismo en Internet y las redes sociales y ahí está la calidad de nuestra cobertura de los grandes eventos internacionales, de la actualidad política, empresarial o -muy notablemente- judicial. Ahí está la calidad de nuestros reportajes en profundidad. La calidad de nuestras largas entrevistas del fin de semana por las que han pasado ya gran parte de los pensadores y comunicadores de todas las tendencias.

Prometimos que contribuiríamos a desvelar los abusos de los poderosos y ahí está la contundencia de nuestras revelaciones sobre las pasadas andanzas del actual Rey Emérito, de la familia Pujol o de los concesionarios de la sanidad pública que generan beneficios espurios, a base de cobrar comisiones a los proveedores de los hospitales que gestionan.

Prometimos que impulsaríamos una agenda regeneracionista alejada por igual del inmovilismo y los proyectos de ruptura del orden constitucional y ahí están los rugidos del león -es decir en nuestros editoriales- propugnando la reforma de la ley electoral, de la ley de financiación de partidos, de la ley orgánica del poder judicial o la propia reforma de la constitución.

Ahí está también nuestro planteamiento a favor de grandes acuerdos de Estado entre los tres grandes partidos constitucionalistas. Y ahí queda nuestro entusiasta apoyo a lo que fue y sobre todo a lo que pudo ser el Pacto del Abrazo, sin duda el acontecimiento político más importante del año que concluye, a pesar de que no consiguiera su propósito de formar Gobierno. Estoy convencido de que antes o después esa transversalidad entre las dos orillas que flanquean el centro político en España tendrá una segunda oportunidad y servirá de cauce a los grandes anhelos reformistas. EL ESPAÑOL estará ahí para apoyarla.

Prometimos en suma que seríamos un medio participativo e influyente y ahí está la variedad de nuestros columnistas y colaboradores, la actividad del Blog del Suscriptor y muy especialmente el sentido y trascendencia del simposio Modernización y Reforma con el que acabamos de celebrar nuestro primer aniversario.

EL TRÁFICO Y LA INFLUENCIA

Esa seguirá siendo nuestra pauta, pues no sólo pretendemos ser, ya somos, un medio de masas sino que también pretendemos ser, ya somos, un medio con capacidad de contribuir a determinar el curso de nuestra nación. De ahí la ecuación que algunos ya me habéis oído repetir más de una vez: el tráfico sin influencia es estéril, la influencia sin tráfico es impotente. Guardadme el secreto de que es lo mismo que decía Robespierre sobre el terror y la virtud. Pero la fórmula es muy certera y esta vez avala una causa noble e incruenta. Por eso EL ESPAÑOL se diferencia tanto de aquellos medios que tienen tráfico pero no influencia, como de aquellos que aspiran a tener influencia sin tener tráfico.

Que nadie espere en todo caso milagros de nosotros. La experiencia nos demuestra que por muy grande que sea el peso de un medio en términos de audiencia, por muy contundentes que sean nuestras revelaciones, por muy bien argumentadas que resulten nuestras denuncias, no está en nuestras manos determinar los acontecimientos. Sólo los ciudadanos tienen en las urnas la capacidad de provocar cambios políticos de envergadura. Nosotros podemos proporcionarles los elementos de juicio pero son luego ellos los que, a la vista de las opciones reales de cada momento, tienen la posibilidad de desencadenar esos cambios. Lo hicieron en el 82 y en el 96, en el 2004 y en el 2011. Pero tanto en diciembre de 2015 como en junio de 2016 se quedaron a medio camino.

Los procesos históricos no son casi nunca rectilíneos. Como escribió José Maria Blanco White, iniciador en Londres de la primera vida de El Español, “la libertad es una planta que no puede crecer con mayor rapidez que la que permita la mejora progresiva del terreno”. Lo mismo cabe decir de la calidad de las instituciones democráticas. Sin una cultura democrática en la base de la sociedad no podrán germinar las reformas que necesitamos en la cima. Y como se puede ver con el auge de los populismos hasta en lugares con tanta tradición racionalista como Estados Unidos o Gran Bretaña, los periodos de progreso democrático alternan a veces con los retrocesos. Lo esencial es no rendirse nunca a la tentación de adoptar remedios simplistas para problemas complejos.

Ya que acaba de reponerse Ricardo III en Madrid, y además en el Teatro Español, concluiré diciendo que el "invierno de nuestro descontento" no ha alumbrado aún el nuevo "sol de York" del regeneracionismo. Pero las esperanzas engendradas hace un año en la política y el periodismo tampoco han sido estériles, en la medida en que los leones del inconformismo ya tienen, ya tenéis, ya tenemos ese nido "grande, largo, ancho y desahogado" en el que pasar el invierno por mucho que se prolongue. Ese nido que servirá de refugio y guarida, de base de operaciones de nuestros merodeos y de plataforma de nuestros rugidos. Como dijo Antonio Maura, otro gran hombre ligado a otra de las siete vidas de El Español, en una encrucijada parecida, por nosotros no quedará. Hagámoslo juntos. Sigamos haciéndolo juntos.

*Este texto sirvió de base a la intervención del presidente y director de EL ESPAÑOL en el desayuno del Foro de la Comunicación celebrado este viernes en el Hotel Palace de Madrid