Decíamos ayer… ¿Decíamos ayer? No, decíamos hace 40 años: "Jagger es el ángel caído que siempre se levanta. Por eso, porque su energía parece interminable, el ‘mensaje Rolling’ no es, a pesar de la apariencia, un mensaje nihilista. Y es que nada merece la pena, excepto la posibilidad de gritarlo a todo gas."
"Es el vértigo del piloto de carreras, la atracción irresistible de las rugientes cataratas sobre el Niágara. Es la sublimación del acto por el acto. Mientras conservemos el vigor subsistirá la esperanza, por mucho que más allá de los decibelios furiosos de la batería de Charlie Watts todo sean estepas de silencio".
"Jagger es el último flautista de Hamelín. Los hombres ya sólo les siguen a él y al Papa Woytila…".
Charlie Watts ya no está –"Te echamos mucho de menos", dijo Jagger el miércoles en sus primeras palabras en castellano- y el Papa Woytila tampoco. Pero, nosotros, los que vibramos el 7 de julio de 1982 en el Manzanares y hemos vibrado el 1 de junio de 2022 en el Wanda Metropolitano, seguimos siendo los mismos.
Yo era el director de Diario 16 y ahora soy el director de EL ESPAÑOL, con todo un mundo de por medio. Sólo hay que recordar el pasado para perfeccionar el futuro. Gato impreso, gato electrónico, ¿qué más da? Lo importante es que informe bien y les diga la verdad a los ratones. Y a los leones.
¿Cómo no vamos a sentir simpatía por este diablo, si Jagger volvió a levantarse y a tumbarse, a saltar y correr, a tocar la guitarra y la armónica, a cimbrear las caderas y a sacarnos la lengua, igual que hace cuarenta años? Y no en un concierto cualquiera, sino en el inicio de una gira para conmemorar que lleva ya sesenta sobre el escenario.
Cuando Serrat grabó aquel disco titulado "Fa vint anys que tinc vint anys", muchos pusimos el reloj en hora. Pues bien, nació el mismo año que Jagger, nueve días después que Keith Richards. A finales de 2023 les tocará a los tres decir que hará veinte años desde que se cumplieron veinte años de cuando dijeron que veinte años atrás tenían veinte años. Cuatro por veinte, ochenta.
De nuevo, Jagger contra el tiempo. Esta vez no tuvo que desafiar a la meteorología, como cuando irrumpió en un escenario descubierto mientras arreciaban los truenos y relámpagos –"Fue el mayor cataclismo emocional vivido por un número tan grande de personas de mi generación", escribí al día siguiente-, pero sí ha desafiado a la cronología.
¿Cómo no vamos a sentir simpatía por Jagger, que volvió a saltar y correr, a sacarnos la lengua, igual que hace cuarenta años?
Su rostro parecía algo acartonado, la carne se adivinaba más trémula, pero el inconformismo del músico y acróbata genial que sigue proclamando su "I can’t get no, sa-tis-fac-tion" -y fíjate que lo intenta- ha logrado convertir el tiempo en un marco inmóvil con gradas cubiertas, palcos sofisticados y mullidos asientos. Con una acústica perfecta y una producción digital maravillosa. El envoltorio cambia, los Rolling permanecen, la esperanza sigue intacta.
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Decíamos ayer… ¿Decíamos ayer? No, decíamos hace 40 años: "Entrar a formar parte ahora del reducido y privilegiado club de naciones en las que se respetan los derechos del hombre más allá de sus opiniones y creencias, requiere asumir simultáneamente todos los compromisos compartidos de Occidente… El líder del PSOE debe reflexionar muy seriamente sobre este asunto, en el que una vez más se ve arrastrado por la beligerante postura anti OTAN de los comunistas".
En "Palabra de Director" recuerdo mi entusiasmo cuando Adolfo Suárez me invitó a almorzar, mano a mano en la Moncloa, en diciembre de 1979, para contarme que, aunque España acababa de asistir a la cumbre de los No Alineados en La Habana, él había decidido "plantear la adhesión a la OTAN dentro de la actual legislatura".
Para mí la OTAN era parte del mismo puzzle que los Rolling Stones: el del club de la libertad en el que habíamos tenido vedada la admisión durante el largo apagón del franquismo. En las dictaduras fascistas o comunistas a los músicos provocadores se les amordazaba, se les encarcelaba, se les degollaba o se les amputaban las manos. Igual que a los periodistas. Resultaba imprescindible una alianza militar que protegiera el derecho a disentir en paz y Occidente no era un menú a la carta.
Antes de que Suárez pudiera consumar esa vacilante determinación atlantista, llegó su dimisión solapada con el 23-F. Fue así Calvo Sotelo quien dio el paso, con Felipe González en contra. La campaña electoral de octubre del 82 giró en gran parte sobre este asunto. Había que retratarse y yo lo hice:
"La contribución más efectiva que una potencia europea de tipo medio como España puede hacer a la causa de la paz guarda relación directa con su comportamiento en el organismo en que se toman decisiones que afectan a la seguridad de Occidente. Dicho organismo es el Consejo Atlántico y en su seno empezará a escucharse dentro de poco la opinión española".
Durante los tres años siguientes, tratamos de disuadir a González de que convocara su prometido referéndum para sacar a España de la OTAN. Cuando, impelido por la ‘realpolitik’ de los euromisiles, esbozó la idea de celebrar la consulta con el propósito contrario, nos pareció el arrogante "disparate" de un volatinero.
Pero nos opusimos con el mismo vigor al llamamiento a la abstención preconizado por Fraga durante una tensa campaña que mantuvo a la nación en vilo hasta el último día. Lo dijimos en la jornada de reflexión: "En esta víspera en que se presume que todo puede pasar, debemos subrayar que el triunfo del "sí" supondría una contribución al desarrollo de la democracia española en el medio natural que le corresponde".
Cuatro décadas después los liberales seguimos pensando lo mismo… y los comunistas también. Pero el atlantismo es un sentimiento compartido por casi todos los demás sectores, incluido el PSOE; y el neutralismo, con Putin en danza, es ya sólo una posición "testimonial", como acaba de subrayar Sánchez. Muy propia, añadiría yo, del infantilismo radical de la rémora de socios que le va hundiendo día a día.
Resultaba imprescindible una alianza militar que protegiera el derecho a disentir en paz
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Decíamos ayer… Bueno, en realidad fue anteayer jueves en el Senado: "El hundimiento del centro político desencadenó el fracaso del Trienio Liberal porque permitió a un rey felón como Fernando VII aprovechar la polarización social para fomentar la intervención extranjera".
Pocas iniciativas del actual Gobierno me han parecido tan pertinentes como este Congreso de historiadores e intelectuales en el bicentenario de aquel primer régimen constitucional que sirvió de embrión a nuestro desarrollo político. La pandemia se adelantó a los planes de Carmen Calvo y ha sido Félix Bolaños quien ahora se ha apuntado el tanto.
¿Cómo se fraguó la caída del gobierno parlamentario en 1823? ¿Qué determinó aquella "Desventura de la Libertad" que yo reconstruí, a través del archivo olvidado de su admirable presidente José María Calatrava?
Aunque pueda parecer un abuso del presentismo, las posiciones políticas se distribuían de forma muy similar a la actual. En un extremo estaban los absolutistas, realistas o apostólicos que tenían una visión integrista y reaccionaria del Estado; en el otro los revolucionarios comuneros que esbozaban planes rupturistas para acabar con el trono.
En medio había dos partidos obligados a entenderse para estabilizar el sistema: los 'doceañistas' más bien moderados y los 'veinteañistas' con mayor brío progresista. Entre unos y otros había un pequeño grupo de personas dispuestas a ejercer de puente o "partido regulador" entre las que se contaba Calatrava. A menudo se les denigraba, identificándoles con la Sociedad del Anillo, remedo de otras asociaciones secretas como la Masonería o la Comunería.
Si hubiera vivido hace doscientos años, yo habría sido "anillero" por la misma razón por la que en el 82 pedí el voto para la ya desahuciada UCD, en el 86 apoyé al Partido Reformista, en el 89 al CDS y más recientemente a UPyD y Ciudadanos. Por la misma razón que aplaudí el ‘viaje al centro’ de Aznar o el talante de Zapatero cuando decía que ‘bajar impuestos es de izquierdas’ y promovía a un conservador para presidir el CGPJ. Y, sobre todo, por la misma razón por la que siempre he defendido los grandes pactos de Estado entre el PP y el PSOE, tan necesarios y urgentes tras la guerra de Ucrania y el agravamiento de la crisis económica.
Las posiciones políticas en el trienio liberal se distribuían de forma similar a la actual
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¡Doscientos años! Cuan largo me lo fiáis. En realidad, sólo un meandro en el flujo interminable de la historia con media docena de españolísimas guerras civiles dentro. Cinco veces el intervalo entre mis dos conciertos de los Rolling. Lo mínimo que, a juzgar por las apariencias, pretenden vivir Mick Jagger y Keith Richards.
Ninguna estadística avala que lo vayan a conseguir, pero sólo estarán perdidos el día que dejen de tocar, cantar, saltar y reír. Las piedras deben seguir rodando hacia la próxima parada del autobús. Para ellos, la de esta noche en Múnich. Para nosotros, observadores y analistas, ciudadanos concienciados todos, la de dentro de dos domingos en Andalucía. Allí está la nueva gran cita de la que, como tantas otras veces, depende el porvenir.
Y el radar del buen centrista, del moderado valiente, del progresista sensato o, como él mismo dice, de esas personas que votan con "ponderación" no puede soslayar el mérito, los logros y las promesas de Juanma Moreno.
En tres años y medio, él y su gobierno le han dado la vuelta a la Andalucía del conformismo y de los ERE, convirtiéndola en una comunidad competitiva y pujante que apuesta por el emprendimiento y la vanguardia tecnológica. Todo ello con buena educación, sin aspavientos ni ‘doctrinología’.
El riesgo no es que vuelva el PSOE con sus satélites, sino que Vox estropee el invento cubriéndolo de hiel. Por eso la petición de esos "votos prestados" a los socialistas que Juanma Moreno hacía anteayer en EL ESPAÑOL tiene tanto sentido. Si de lo que se trata es de parar el auge de la extrema derecha, ese va a ser el camino del voto útil.
A menos, claro, que Juan Espadas varíe los términos de su desafío ante notario. No se trataría solamente de comprometerse a no gobernar con Vox. Además de excluir también a Podemos -que tanto monta, monta tanto-, ambas partes deberían obligarse a dar estabilidad política a Andalucía tras descontar a esos extremos. Es decir, a permitir la investidura y gobernabilidad de quien obtenga mayor apoyo. Sólo así cauterizaría el PSOE su hemorragia de votantes por el centro.
Espadas estaría dispuesto, pero ni Ferraz ni Moncloa se lo permitirán para no generar un precedente de cara a las generales. Aunque su verdadero espíritu tampoco es ese, Sánchez se aferra al frentismo para tratar de embadurnar a Feijóo con el mejunje de Vox. Por eso Juanma Moreno ha lanzado un órdago compartido con el líder gallego: si no logra la mayoría absoluta, Vox impone la condición de entrar en el Gobierno y el PSOE no se abstiene para permitir la investidura, entonces se repetirán las elecciones.
Con el precedente de Mañueco, casi nadie cree que, llegada esa tesitura, Juanma Moreno vaya a atenerse a su promesa. Yo, sin embargo, estoy convencido de que lo hará porque es ya un curtido rockero que ha aprendido que la mejor forma de seguir en la política es demostrar estar dispuesto a marcharse.
Entre tanto es probable que, recordando su etapa como vocalista de "Falsas Realidades" -eso es lo que había entonces en Andalucía- tome prestada, a modo de himno de su campaña, una de las icónicas canciones de los Rolling que todos los presentes coreamos este miércoles en Madrid: "You can’t always get what you want/ But if you try sometimes, well, you might find/ You get what you need/ Ah, yeah".
O sea, queridos votantes del PSOE, "No podéis conseguir siempre lo que queréis/ Pero si lo intentáis a veces, bueno,/ podéis encontrar lo que necesitáis/ Ah, yeah".