Alega Pedro Sánchez que la sentencia de los ERE implica que "están pagando justos por pecadores". Y al hacerlo invoca su condición de presidente de "un gobierno implacable contra la corrupción". ¿En manos de qué jueces estamos?, viene a decirnos, siguiendo la estela de Pablo Iglesias, Oriol Junqueras o Laura Borràs.
Los "pecadores" son, según Sánchez, "quienes se aprovecharon de un mecanismo aprobado por el Gobierno y el Parlamento de Andalucía que ayudó a cientos de trabajadores y empresas en momentos de muchísima dificultad". O sea, los contados pícaros que empañaron esa labor genéricamente benefactora, gastándose el dinero de los parados en putas o cocaína.
Y, por supuesto, los "justos" son Griñán y Chaves, expresidentes de la Junta de Andalucía y —atención— expresidentes también del PSOE nacional, condenados en sentencia firme por el Tribunal Supremo. En el primer caso por malversación —lo que le acarrea seis años de cárcel— y prevaricación. En el segundo sólo por prevaricación.
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Fijémonos de entrada en este delito grave, pero no tanto, que ha supuesto la inhabilitación para ejercer cargos públicos para ambos próceres y otros 13 compañeros de banquillo. La RAE define la prevaricación como "delito consistente en que una autoridad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta".
Correlativamente el artículo 404 del Código Penal establece que "a la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de nueve a quince años".
"Si Sánchez no rectifica, cabrá deducir que en su subconsciente funciona el silogismo típico de cualquier secta"
De lo uno y lo otro resulta que el presidente del Gobierno ha definido públicamente como "justos" a dos figuras históricas de su partido que, según los jueces instructores, la Fiscalía, la Audiencia Provincial de Sevilla y cinco magistrados del Supremo —en esto hay unanimidad—, dictaron durante años y años resoluciones "injustas".
Esta flagrante contradicción sólo puede interpretarse de dos maneras: o bien Sánchez considera que los prevaricadores son todos los jueces y fiscales que han impulsado durante once años el procedimiento penal, o bien atribuye a Griñán y Chaves una condición ontológica de hombres "justos", moralmente compatible con la adopción sistemática de resoluciones "injustas" en el ejercicio de sus funciones públicas.
Lo inverosímil de la concertación durante los once años de itinerario judicial de tantas y tan diversas voluntades, para dañar a los antiguos gobernantes andaluces, deja sólo en pie la segunda alternativa. Si Sánchez no rectifica, cabrá deducir que en su subconsciente funciona el silogismo típico de cualquier secta: si Griñán y Chaves son dos socialistas "pata negra" —aunque él les instara a dejar el partido por motivos de oportunidad— y la razón de ser del socialismo es el impulso de la justicia social, Griñán y Chaves son, tienen que ser, dos hombres "justos".
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Por eso, durante la comparecencia del presidente no dejó de resonar en mis oídos la primera parte del monólogo de Shakespeare en el que Marco Antonio repite una y otra vez que "Bruto es un hombre honrado", "Casio es un hombre honrado" y los demás asesinos de César también son "hombres honrados". Sí, el magnicidio, el feroz apuñalamiento de un hombre adornado de virtudes políticas y méritos militares, había tenido lugar, ahí estaba su cadáver, y nadie cuestionaba la autoría, "pero Bruto es un hombre honrado".
A Sánchez le faltó fijarse a continuación en la víctima de estos hombres "justos" u "honrados" como, de forma tan demoledora para los conjurados, hizo Marco Antonio en su loa final a César. Esta vez no era necesario ensalzar a un hombre en particular, sino lo que el respeto a la legalidad significa en un Estado de derecho. Porque eso es lo que fue perforado, doblegado y abatido, ejercicio fiscal tras ejercicio fiscal, por los puñales de Griñán y Chaves.
"Sánchez no dedicó una sola palabra al daño irreparable causado por sus compañeros de partido y por lo tanto no añadió ni explicaciones ni disculpas"
Si Sánchez hubiera enaltecido el bien jurídico atacado, como era su obligación institucional, la única manera de no incrementar la indignación popular contra los prevaricadores habría sido pedir perdón en su nombre y como líder del PSOE. Pero Sánchez no dedicó una sola palabra al daño irreparable causado por sus compañeros de partido y por lo tanto no añadió ni explicaciones ni disculpas.
Con esa omisión Sánchez estaba dando por buena la propia autojustificación de Bruto que apuñaló a su protector "no porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más". Lo que, trasladado al asunto que nos ocupa, implicaría que Griñán, Chaves y los otros catorce prevaricadores tomaron esas resoluciones injustas no porque se debieran menos a la legalidad, sino porque se debían más a su partido.
Este delito que les ha inhabilitado con oprobio para volver a ejercer cargo público debería ser suficiente para que el actual líder del PSOE repudiara sin tapujos su conducta y se desligara de su memoria. Pero es que en el caso de Griñán y otros ocho condenados, se suma además la condición de malversadores, esto es, de ladrones de casi 680 millones de fondos públicos.
Volviendo a la RAE, malversar es "apropiarse o destinar los caudales públicos a un uso ajeno a su función". Eso es lo que hicieron Griñán y los demás consejeros y viceconsejeros andaluces al desviar, año tras año, mediante una triquiñuela llamada "transferencia de financiación" los fondos asignados a la Consejería de Empleo, sujetos al control de la Intervención del Estado, a un fantasmal Instituto de Fomento de Andalucía únicamente regido por la ley del Oeste. Primero se entregaba la pasta a quien convenía y luego se encontraba la excusa para hacerlo.
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Todavía hay personas muy cualificadas que advierten, en línea con la afirmación de Sánchez sobre la "ayuda a trabajadores y empresas", que gran parte de ese dinero se utilizó de manera acorde con sus fines. Pero eso es imposible de demostrar porque todas las subvenciones fueron arbitrarias como fruto que eran de un árbol prohibido. Lo que la casuística indica es que en la práctica pasaron de ser subvenciones de la Junta a subvenciones del PSOE, convirtiéndose en un arma partidista de propósito clientelar y efectos electorales.
Si restringimos el "enriquecimiento personal" a meterse billetes en el bolsillo o trasladar dinero a cuentas opacas en paraísos fiscales, es verdad que ni Griñán ni ninguno de los otros hizo nada de eso. Pero si en sentido amplio hablamos de los medios que te permiten mantener el poder, con sus sueldos y prebendas, también es obvio que hubo un beneficio personal indirecto.
"La prueba de que el propio Sánchez percibió los ERE como un flagrante caso de corrupción es que nada más ser elegido líder del partido impulsó la renuncia de Chaves y Griñán"
Y de lo que no cabe duda es de que la utilización de los ERE fue una variedad de "financiación ilegal" del partido, en la medida en que le otorgó la ventaja competitiva de concurrir a las elecciones con el dopaje de unos fondos que permitieron comprar o afianzar voluntades en aquellas zonas de Andalucía donde más lo necesitaba el PSOE.
¿Qué es la corrupción -frente a las lenguas de madera, aferrémonos al diccionario- sino la "práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones públicas en provecho económico o de otra índole de sus gestores"? Por eso no hay listado alguno de delitos de corrupción en el que no aparezcan destacadamente la prevaricación y la malversación.
La prueba de que el propio Sánchez percibió los ERE como un flagrante caso de corrupción es que nada más ser elegido líder del partido impulsó primero la renuncia de Chaves y Griñán a sus cargos parlamentarios y después su baja en el PSOE. Por eso tantos analistas se preguntan qué le ha hecho cambiar de actitud, erigiéndose ahora en paladín de quienes son ya dos delincuentes con todas las credenciales.
A mí me parece muy patente que este gesto es parte de la nueva estrategia para movilizar a los suyos que con tanta determinación como riesgo ha emprendido Sánchez tras la debacle de Andalucía. Por lamentable que resulte, el giro a la izquierda incluye la justificación de cualquier desmán cometido por los tuyos y la execración estructural del identificado como adversario o enemigo: "Si la señora Botín y el señor Galán protestan, es que vamos en la buena dirección". Y lo dice un gobernante que sabe que el futuro de su país depende de las empresas y la inversión privada.
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En fin, son estos derrapes por el asfalto aceitoso del maniqueísmo irracional los que invitan a abrazarse a las vacaciones con el sopor impotente de la solastalgia. El término lo acuñó el filósofo australiano Glenn Albrecht para definir la tristeza por el deterioro del medio ambiente. Este año de temperaturas infernales, incendios pavorosos y restricciones en ciernes no nos faltan los motivos para sentir esa desolación. Sobre todo, cuando escuchamos al científico Fernando Valladares explicar que probablemente estemos viviendo "el verano más fresco del resto de nuestra vida".
Pero a esa solastalgia —etimológicamente, "dolor que consuela"— hay que unirle la que produce este deterioro del medio ambiente político en el que de nuevo se configuran bandos excluyentes, tensiones cainitas y clamorosas mentiras disfrazadas de verdades oficiales.
"Se me ocurren buenos motivos para conceder el indulto al Griñán prevaricador y malversador que fue injusto a sabiendas, desviando dinero público a un uso partidista, si lo pide con sayal de penitente"
Es desalentador que el PSOE de 2022 haya reaccionado ante la condena de Griñán y Chaves igual que lo hizo el PSOE de 1998 ante la condena de Barrionuevo y Vera. Qué triste debut el de Pilar Alegría como portavoz. Sólo falta la cadena humana rodeando la cárcel si se produce el ingreso en prisión.
¿Tan difícil de entender es que cuando se admiten los hechos, se reconoce la culpa, se garantiza la no reincidencia individual o colectiva, se pide perdón y se intenta reparar el daño se está pavimentando el camino de la magnanimidad y abriendo las puertas a las medidas de gracia?
De hecho, se me ocurren unos cuantos buenos motivos para conceder el indulto al Griñán prevaricador y malversador que fue "injusto a sabiendas", desviando dinero público a un uso partidista, si lo pide con sayal de penitente; pero ninguno para conceder el indulto al "justo" Griñán que "ayudaba a empresas y trabajadores", si se encastilla desafiante en una inocencia iusnaturalista emanada de la presunta superioridad moral de la izquierda. Los españoles no hemos llegado hasta aquí para volver a comulgar con ruedas de molino, señor presidente.