Resines, Antonio, que deja el papel más lúcido de su vida en la Academia de Cine. Purito Rodríguez, entre lágrimas y adiós a su vocación y a su vida desde un hotel del Pirineo. Cameron, que se va con lo puesto después de armar la gran zapatiesta y de comprobar la utilidad de tanto voto y tanta preguntita y tanta diarrea mental. Y Rajoy, sin embargo, triunfante ante el tiempo prodigioso que le queda por ver de aquí a la eternidad. La pachorra vencedora que le rejuvenece, y Sánchez que salva el día a lo Simeone; como que no hay mañana para Pdr.
Rajoy que sigue ahí. Rajoy que anuncia lo sabido, que persiste ahí mismito, en funciones, a la espera de que el girar del mundo y de los astros y de que el parlamentarismo de mínimos le den la razón a lo suyo. Lo suyo es un raro dejar hacer (laissez faire); una suerte de liberalismo de tesoreros y reyezuelos autonómicos con cargo sentimental -y del otro- al Gobierno central. Lo suyo es preguntarnos "¿Qué salida le damos a esto?", cuando la respuesta está soplando en el aire, en el airazo de la etapa del Mont Ventoux desde el sofá, y le sacude en el morro barbado y ceniciento.
Mas en esto que se nos va pasando la vida, y ya se han quemado las ilusiones del cambio, y se corre el turno vital y biológico de un centroderecha preparado, joven, y con un encomiable sentido de Estado. Hasta a Susana Díaz se le va pasando el arroz, que me dicen los que la quieren. Y España, entretanto, con sus crímenes por julio...
Rajoy es un estado del alma, entre la muerte cerebral y la modorra. Rajoy ha conversado cordialmente con los líderes políticos, y la ronda de contactos ha sido, efectivamente, cordial e hipotensa. El proyecto de este Rajoy presidenciable pasa por un cuadernillo de 55 páginas, que parece un powerpoint venido a más; redactado, quizá, por el primo de un cuñado del jefe de servicio de tal ministerio. Proponer, propone poco, y tanto epígrafe vacío descoloca la lectura con estas calores. El programa juega a la ambigüedad, y si un soso convencido -Brey- oferta un chorro de vaguedades, el resultado tenderá necesariamente a cero o a infinito.
Arguye Rajoy que abrirá un período de reflexión si no tiene la "certeza total" de ser investido. Porque, de lo contrario, se cuestiona, "¿qué salida le damos a esto?". Miren que la formulación de la pregunta es perfecta: el causante de "esto" cuestiona el desastre y se incluye, además, en la legión de los damnificados. A partir de ahí, ya todo le es un feliz y reflexionado "más de lo mismo".