Corría el año 2009 cuando se me puso a tiro Orhan Pamuk, el insigne escritor turco, ya Premio Nobel de Literatura. Yo era corresponsal de un periódico español en Nueva York, Pamuk llegó a Harvard a dictar unas conferencias y encima acababa de editarse en España una novela suya, El museo de la inocencia, que a mí me había puesto los pelos de punta. Joven turco laico de buena familia a punto de casarse con una se lía con otra, no sabes cómo pierde la cabeza, deviene un personaje cada vez más tradicional, arcaico y poco menos que iluminado… como si fuera desprendiéndose de todo el pellejo occidental como de una costra. Cambiando una muda de serpiente.
Pamuk era el turco de moda, el turco razonable, el otomano amigo. Además yo le encontré de excelente humor: recién enamorado y con la mujer amada durmiendo en el piso de arriba mientras en el piso de abajo hacíamos esta entrevista. Déjenme transcribir aquí algunas de las cosas que yo le pregunté y que él me respondió. Y saquen sus conclusiones. Entonces y ahora.
GRAU: Tras el escándalo de sus declaraciones sobre el genocidio armenio, ¿vive usted en Turquía o no?
PAMUK: Sigo viviendo en Turquía, pero no tan pacíficamente como solía. Paso mucho tiempo dando clases en el extranjero y en Turquía tengo que resignarme a llevar guardaespaldas, pero no creo que se deba tanto a mis posicionamientos políticos como al hecho de ser premio Nobel... yo me sigo sintiendo muy a gusto en mi país.
GRAU: ¿Y no es mucha carga para un escritor pensar que cada vez que abre la boca puede comprometer el ingreso de su país en la Unión Europea?
PAMUK: Rechazo totalmente eso, las pocas veces que haya podido pasar eso será por manipulación de mis palabras... yo seguiré hablando de política siempre que me parezca.
GRAU: ¿Lo de Europa y Turquía es definitivamente un amor imposible?
PAMUK: Cuando estuve en Barcelona y Madrid promocionando Mi nombre es Rojo, a finales de los 90 y principios de los 2000, me encontré una actitud muy receptiva y muy propicia, muchos periodistas hicieron reflexiones sobre la cultura mediterránea común, incluso haciendo paralelismos entre la transición española a la democracia y a la modernidad, y el mismo proceso en Turquía... por unos años fue así, pero de repente las puertas se cerraron y las perspectivas fueron muy malas. La oleada conservadora en Europa, con Merkel en Alemania y Sarkozy en Francia, la misma Turquía, que no hizo los deberes en materia de libertad religiosa y libertad de expresión...
GRAU: Bueno, no siempre las reticencias a la entrada de Turquía en la Unión Europea son en clave conservadora... a veces han tenido un fuerte componente antiamericano, coincidiendo con los años de la guerra de Irak... ¿Cree que Obama puede ser una ayuda?
PAMUK: Obama puede ayudar, pero en el fondo esto va mucho más allá de qué partidos políticos ocupan el poder. Tiene mucho que ver con desconfianza y resentimientos culturales por los dos lados. ¿Están dispuestos a aceptar a Turquía y ser una Europa fuerte o grande, como Estados Unidos? ¿O prefieren replegarse a una vida más fácil pero menos ambiciosa? Dejar fuera a una Turquía secular de Europa tiene costes económicos y tiene costes culturales…
Pues sí. Los tenía.