Al Papa Francisco le viene mareando desde hace un tiempo la curia española. Rouco con su voz ronca, hueca, martillo de herejes, más toda una serie de purpurados conservados en formol, que van desde el propio Rouco a Cañizares: a cada cual más destroyer en la homilía, que ya sabemos que hay ciertas misas como armas cargadas de bromuro. A este Papa de las sonrisas, a este Papa descapotado, los obispos españoles le dan dolor de cabeza y no sabe a qué monjita telefonear por ver si al otro lado del torno, en los conventos de clausura, se vive en igual cerrazón de mentes o hay siervos del Señor un poquito menos rancios cocineando yemas. Los del clan Rouco se creen que España guarda la ortodoxia católica en formol, bajo llave, con un candado de castidad, y hágase la luz y la puñeta a las marilocas.
Agosto, España, vísperas de la Asunción, y Dios entre pucheros (que diría Sta. Teresa).
Las luces de Trento, aquí los obispos Joaquín María López de Andújar (Getafe) y Juan Antonio Reig Plá (Alcalá de Henares), ya han salido con el hisopo cargado de bilis contra la Ley de protección integral del colectivo LGTBI, que recordemos que fue aprobada hace un mes por la Comunidad de Madrid, con la contrariedad de parte del PP y que tiene mucho de discutible. Lo han hecho mediante una nota pública y llamando a la acción, como la canción de Chinarro.
López de Andújar y Reig Plá nos suenan a árbitros que pitaron al Madrid de Santillana, pero van más de mandar cartas envenenadas a la buena gente de Chueca, y de que los pongan por ello mirando a la Fiscalía. El género epistolar y un cura es algo muy de la novela de Juan Valera, pero la prosa de la carta remitida -a la ciudad y al mundo- por López de Andújar y Reig Plá es una prosa farragosa, escrita como mirando de espalda al feligrés y con algunos latinajos que dan color a esta moral de baratillo.
Al obispo de Alcalá lo recordamos por sus borricadas sobre el aborto y Auschwitz y otras boutades: mezclando el culo con las témporas, pero con mala baba, como es natural en determinados sermones. Así leemos que "la ley se halla en contradicción con la moral natural, acorde con la razón y pretende anular la enseñanza pública de la Biblia", que es "un atentado a la libertad de expresión, a la libertad de cátedra y a la libertad de los científicos y profesionales en la búsqueda de la verdad". Esto, y otras letanías por el estilo.
Va de suyo que la Ley no hace más que llevar a las aulas de la Comunidad de Madrid lo que es una realidad de las calles, de España, por mucho que le pese a estos dos (estos dos obispos) y sus followers. Pero digamos que la Ley es apresurada, sin ese peso solemne que requieren asuntos tan sensibles, y con un tufillo modernete por no perder determinado coto sociológico.
Sea como fuere, cierta Iglesia apela a la desobediencia a la Ley, y ya pueden ir poniéndose en cola con Puigdemont, Forcadell y otros corderos de Dios, insumisos, coherentes y atrabiliarios. Sea como fuere, pasa que al obispo de Alcalá (y cia) se le calienta la boca y tira al monte: comme d´habitude. Que ya le tocaba, angelito.