En plena canícula, en estos días festivos para bailar santones y vírgenes, conviene mover el foco de los tres magníficos (Rajoy, Rivera, y Sánchez); en centrarnos en la rica pluralidad de la clase política. Visto ya el tronco superior de Pedro Sánchez en la portada de Pronto, agosto es también Diego Cañamero con su camiseta azul, sus pectorales bien formados de deslomarse presuntamente; sus brazos fornidos, hercúleos, amplificados por esa camiseta azul de varios lavados; esa camiseta azul desgastada con sudor, lejía, con su mijita de demagogia y con el solano que cae en la finca de la Casa de Alba. Allí se arrejuntan los suyos, y hay mucho flamear de esa bandera del Betis sin escudo, que es la bandera estelada de Andalucía por sí, por los pueblos y la Humanidad (según el lema pancartil de Blas Infante, mártir o llavero del andalucismo y hasta de la Junta de Susana). Hace unos días homenajearon a Blas Infante, y todo fue algo así como una romería con altavoz.
Cañamero representa la fina-o no tan fina- estampa de un George Clooney de la campiña, defensor de la independencia de Andalucía (justo después de catalanes y vascos, auguran los suyos), una tierra que lo ha hecho a sí mismo. El ideal andaluz, el de Blas Infante, ése que él interpreta con las ocupaciones simbólicas a supermercados, es el de pasar de la gañanía a la propiedad del cortijo en media vida.
Lo demás, las tardes de canículas en la campiña sevillana, la actividad política con un megáfono con pegatinas de los 80, van en el background de este diputado por Jaén, aceitunero altivo, que gasta grandes manos y argumentarios tan vacíos como rotundos.
La amalgama de Podemos Unidos y cia está en guerra civil y en silencio; entre el errejonismo amable que propone lo que puede, y el mesianismo de Iglesias. Y así es el turno de Cañamero y sus correligionarios de la pancarta, que salen a denunciar que hay una cacería contra ellos. Bódalo es la causa, el mito, el Lorca silenciado.
La historia de pisos, hermanos y prebendas cuando era alcalde de El Coronil (Sevilla) y que nos contaron hace unos días los papeles es una menudencia, una justicia poética -pensará- que le devuelve el pan de sus hijos, que basta ya -supongo que pensará- de tanto Cayetano y tanta Cayetana y tanto papel cuché. Aunque, es verdad que algunos del pueblo no se cortan en llamarlo "delincuente" a la primera cruzcampo con aceitunas en La Avenida (aceptables las brochetas) y más cosas que mejor se callan.
La Andalucía melonera tiene derecho a existir, derecho a decidir, y así lo vimos por agosto renunciando al aforamiento ante notario. La cosa tiene guasa porque el notario da fe efectivamente de una quimera, y aquí entramos entre la realidad, el deseo, y que hay que darle vidilla podemita a este agosto con tantos escondidos.
Es agosto, y España está en profundo estado de chicharra. Con la espantá vacacional hasta el 17 -para repensarnos el futuro-, aparecen las serpientes de verano: las margaritas de Otegi, las demagogias de Cañamero, el bañador de Pdr...